Yo que pensaba que San Valentín era una especie de Día
del Orgullo de las parejas de toda la vida, pues
resulta que no, que después del día o de la semana del Orgullo Gay, se han propuesto hacerse supervisibles y se están
alzando también con San Valentín. Es un día en el que a los del resto de
sexualidades, les encanta lucir su amor. Les gusta que se les vea. Creo que se
lo exigen mutuamente, como una especial muestra de amor.
Es que tanta exhibición mosquea un rato. Al final vas a
parar al “dime de qué presumes, y te diré de qué careces”. ¿Presumir de “normalidad”? ¿Y cómo hace uno para “lucir” su normalidad? ¿Llamando
la atención? Pues debe ser eso. Comparemos simplemente cómo ‘se manifiesta’ y
cómo se celebra el día de la pareja de toda la vida (San Valentín
o San Jordi), y cómo se ostenta, se exhibe y se celebra el día de las parejas
homosexuales y de las demás sexualidades sobrevenidas. Uno ve y compara, y lo
único que puede decir es que aquí pasa algo: cualquier cosa menos la normalidad
que se intenta vender. En esa celebración hay algo de patológico, mucho de
histérico y bastante de histriónico. Un esfuerzo totalmente desmesurado y
anormal por lucir normalidad y presumir de igualdad social y sociológica con la
pareja de siempre. Lo grave es que si comparamos la actuación pública con la
política aplicada, estamos exactamente en lo mismo: en un esfuerzo tremendo por
apabullar a la opción más “normal” (la del tropecientos por ciento), por
imponerse sin contemplaciones, por ejercer contra esa desventurada opción, toda
la presión que se pueda.