Pocos casos ha habido de un obispo tan poco querido en su diócesis como Planellas. Pocos casos ha habido, también, de un obispo tan errático y que tan poca confianza ha mantenido con su clero: en seis años lleva gastados cuatro vicarios generales, tres secretarios, tres cancilleres y tres rectores del Seminario. Tampoco es que goce de predicamento alguno ante sus compañeros en el episcopado de la Tarraconense, sobre los que no tiene ningún antecedente, salvo quizás con el nuevo obispo de Lérida. Carece de vocaciones, la vida diocesana se le despeña por el sumidero, no existe proyecto alguno, la pastoral juvenil ni está ni se le espera y la secularización está provocando que se acerque a los pésimos números de Gerona, en la cual, al menos, ha llegado un obispo con ganas de apretar el acelerador. Su carácter taciturno, su ademán hosco y su nula simpatía tampoco han favorecido un ambiente óptimo de trabajo y fecundidad pastoral. Pero al menos estaba callado…
Su timidez congénita le vino alejando estos seis años de los medios de comunicación, hasta que este verano los descubrió y de pronto no paró de hablar. Como un náufrago que se agarra a su último asidero, Planellas ha hallado la razón de su pontificado: ser el Pepito Grillo del episcopado. Tiene la diócesis hecha trizas, carece de equipo y de hombres de confianza, no pasará a la historia por ninguna actuación pastoral, pero saldrá en los medios cada dos por tres. Al menos, será un obispo mediático. (Esperemos que no acabe como el último obispo mediático que hubo en Cataluña).
Empezó afeando a Argüello que pidiese elecciones anticipadas, pasó a excomulgar a todos los votantes de Vox y desde entonces no ha parado. Este fin de semana se le publicaban dos entrevistas: una en El País y otra en VilaWeb. En las dos hay chicha para dar y tomar, pero me voy a quedar con la segunda (mucho más extensa), la cual tiene lugar después del escrache que le montaron al abad de Montserrat en la Universitat Catalana d’Estiu de Prada de Conflent, donde se concedía un premio al monasterio por su milenario. Allí, la buena educación nacionalista llevó a varios asistentes a recibir al galardonado con pitos y cutres cartones con el lema de “Catalunya no té rei”. Planellas, al igual que fue desconsiderado con Argüello y en El País con Sanz Montes también lo es con Dom Manel Gasch, que se está revelando como una persona cabal y un abad transversal y le llega a espetar que la visita de Felipe VI “no em va agradar” y “que no hem de valorar Montserrat per aquest episodi”.
No obstante, lo más chocante de la entrevista es cuando se le pregunta por la bandera estelada que tenía en la torre del campanario de su parroquia de Jafre, suceso que se le recordó cuando habló de xenofobia, mientras había mantenido esa bandera supremacista que expulsaba a la mitad de los catalanes. A Planellas se le nota que le incomoda que le recuerden aquel atropello y lo primero que suelta es: “No sé per què hem de parlar d’aquestes coses, perquè ja fa molts anys de tot això, però és un tema recurrent”. Se comprende que, una vez bajado el sufflé independentista, no tenga ganas de moverse por esos berenjenales, pero lo que no puede admitirse es su desprecio a la verdad, cuando manifiesta que aquella bandera solo ondeó por la fiesta mayor. Mentira: la fiesta mayor de Jafre es por San Martín, el 11 de noviembre, aquel día que no espera jamás un cerdo y la bandera se colocó, cuanto menos, en las Diadas del 11 de septiembre de 2012 y 2013, lo que provocó la protesta de la esposa de Albert Boadella, Dolors Caminal. No solo eso, sino que, en el año 2013, Planellas dispuso que las campanas tañeran a las 17,14 horas con motivo del inicio de la llamada Via Catalana.
Ahí estuvieron las banderas durante dos años seguidos, al menos interrumpidamente hasta la fiesta de San Martín de 2013 y Planellas contestó displicentemente a la denunciante que se pusiese una bandera española en su casa. El arzobispo de Tarragona miente deliberadamente y utiliza la mentira como parche para tapar sus vergüenzas y vender realidades alternativas. Lo que resulta increíble es cómo puede ser tan osado al negar un hecho que vio todo el pueblo de Jafre y de cuya polémica existe rastro digital abundantísimo. El error Planellas. ¡Al menos antes estaba callado!
Oriol Trillas