El titular, evidentemente, no es mío, sino que corresponde a un reportaje de esta semana en El confidencial, sobre el grupo de mujeres que presiden la celebración de la Palabra en la archidiócesis de Tarragona. Son ocho ministras extraordinarias de la Eucaristía que se reparten por pueblos pequeños de la zona rural de esta diócesis, ante la falta de clero. El escrito habla de una experiencia pionera, de 8 mujeres haciendo este servicio en Tarragona, aunque esto ya se hace en muchos otros sitios, pero de una manera más discreta.
El Confidencial se fija en una de estas mujeres, Rosa María Sánchez, ya de 73 años que realiza esta tarea en las poblaciones de Alforja, Riudecols, Arbolí y La Febró, todas ellas dentro de la Comarca del Baix Camp. Ella misma reconoce que esto no es nuevo y que lleva más de 30 años haciendo este tipo de servicio, añade que también se realiza desde hace mucho tiempo en la diócesis de Girona. Lo que pasa que este tema ahora está de moda y se vende en algunos medios como el resultado de la política eclesial del Papa Francisco de dar más papel a la mujer en la Iglesia.
El arzobispo Planellas y su delegado de medios de comunicación Óscar Bardají, el que entrevistó en la Hoja Dominical de este pasado domingo al sacerdote secularizado Quim Cervera, el que convivía con su actual pareja cuando aún ejercía el sacerdocio, han querido difundir esta realidad diocesana, como si ellos son los más "progres", los que más potencian el papel de la mujer en la Iglesia y los más sinodales.
La realidad es que muchas pequeñas localidades se quedarían sin participar del encuentro dominical y de recibir la comunión, si no es por estas soluciones de emergencia, el problema es que algo extraordinario acabe convirtiéndose en algo habitual, y lo que hoy sucede en pequeñas poblaciones pueda llegar también a localidades más grandes.
Porque eso de que algunas diócesis necesiten de personas que celebren la Palabra dominicalmente y otras no, demuestra que en diócesis muy similares las cosas se han hecho de una manera y en otras de otra. Y suele coincidir que las que lo han hecho mal y están sin vida y sin sacerdotes no les ha quedado otra que recurrir a esa solución por mucho que se disfrace de dar papel a la mujer en la Iglesia.
Pero el problema es que de la misma manera que los sacerdotes se van haciendo mayores y con poco relevo en diócesis donde las cosas se han hecho mal, a esas laicas tan comprometidas les va a pasar exactamente lo mismo. Hoy son solución, pero mañana ya no lo van a ser porque los jóvenes en diócesis con pastoral progresista brillan por su ausencia.
En Barcelona, diócesis tremendamente urbana no se ha llegado a esa necesidad, pero Omella ha demostrado que también quiere dar esa imagen tan francisquista poniendo mujeres en celebraciones funerales en Tanatorios, algo totalmente innecesario y de cara a la galería, simplemente se tenían que hacer las cosas mejor en la pastoral de los tanatorios y cuidar a los sacerdotes que hacen esa pastoral y no quemarlos y al quedarse sin operarios, recurrir al laicado.
Francisco Fabra
Esto es sólo la antesala de la extinción.
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