Con el nombramiento en las dos últimas semanas de los obispos de Tenerife y Albacete solo queda en España una vacante episcopal, la de Huesca y Jaca; circunstancia inusitada en nuestro mapa diocesano. Hablo de sedes vacantes, no de obispos que han presentado la renuncia por haber cumplido 75 años, que actualmente son 10, pero que siguen gobernando sus diócesis con plena normalidad. Atrás han quedado esos traslados de obispado tan recurrentes que propiciaban que nuestros prelados cruzasen toda la península, como aquel que fue removido de Santander a Huelva. Especialmente, desde que el cardenal Robert Prevost fue designado Prefecto del Dicasterio de los Obispos, a mediados de 2023, esta tendencia se está acentuando significativamente y en España ha coadyuvado la presencia del cardenal Cobo como miembro del organismo que designa a los obispos. El último residencial que cambió de diócesis fue D. Julián Ruiz Martorell que pasó de Huesca y Jaca a Sigüenza-Guadalajara el 31 de octubre de 2023. Después tan solo ha habido la promoción del auxiliar de Madrid, Vidal Chamorro, a ordinario de Segovia. Las restantes designaciones han sido de sacerdotes, entre ellos los tres nuevos obispos catalanes de Gerona, coadjutor de Urgel y Sant Feliu de Llobregat.
Esta política, desconocida en España, se vino aplicando los últimos años en Italia con diócesis a las que antes venían mitrados ya rodados y que ahora inician ahí su ministerio episcopal, tales como Genova, Turín o Palermo. O con la rápida promoción de auxiliares, como ha sucedido con el vicario general de Roma, Baldassare Reina, cuyo meteórico impulso tanto recuerda al actual purpurado de Madrid. Existe, pues, una clara predisposición a abandonar aquella línea funcionarial consistente en que un obispo empezaba en una demarcación pequeña e iba pasando a otras más importantes, cual concurso de méritos. Se está procurando que el obispo, a poder ser, lo sea de una sola diócesis, como si estuviese casado con ella. También en las últimas diócesis metropolitanas españolas en las que ha habido remoción se han designado a auxiliares (Santiago, Madrid, Valladolid) o a un sacerdote (Pamplona).
En Cataluña, los próximos prelados en la rampa de salida son Omella, que cumplirá 79 años el próximo 21 de abril; Giménez Valls que hará 77 el 31 de mayo y Salvador Cristau que presentará su renuncia el 15 de abril. No parece que los cambios se vayan a producir con inmediatez. La del cardenal de Barcelona va a esperar otro año y la del de Terrassa no está ni iniciada. En cuanto a la de Lérida debería producirse durante la primavera, si seguimos la regla últimamente imperante de esperar a un par de años de presentada la renuncia. A nadie le va a extrañar que un sacerdote sea el nuevo prelado.
La sucesión de Barcelona será mucho más complicada, con la eventualidad de no saber si la va a acometer ni el papa Francisco ni tan siquiera el nuncio Auza. Pero la eventualidad de una ordenación episcopal en la sede de San Paciano no debería descartarse. Incluso existe un claro candidato en Roma para dicho supuesto. Hace más de un siglo, concretamente desde la consagración de Mons. Enrique Reig en 1914, que ningún obispo (y más tarde arzobispo) barcelonés no había pasado antes por otra diócesis.
Sobre la bondad de esta nueva orientación existen diversas opiniones, aunque creo que la que no es de recibo es la de cambiar de obispado a un prelado que lo estaba haciendo mal, tenía problemas o no congeniaba con sus diocesanos. ¿Por qué cargar a la nueva diócesis con ese fardo? ¿Por qué ha de ser bueno en un lugar el que era pésimo en otro? Ni tan siquiera pasando a auxiliar, como los que acogía el cardenal Cañizares. Por otro lado, ese enlace indisoluble trunca las ansias carreristas de muchos eclesiásticos e impide que la vida episcopal esté pendiente de la escalilla y del escalafón. Además, cual se está viendo en España, este sistema es mucho más práctico y propicia que casi no existan diócesis vacantes, lo cual favorece la vida diocesana, sin esos largos períodos interregnos. Bienvenido sea y que no quede en una mera anécdota en el tiempo.
Oriol Trillas
Mientras no nos coloquen al actual Obispo de Almería, que pongan a cualquiera.
ResponderEliminar"...obispos que han presentado la renuncia por haber cumplido 75 años, que actualmente son 10, pero que siguen gobernando sus diócesis con plena normalidad"
ResponderEliminarEl Obispo de Cuenca acumula ya casi dos años y medio de prórroga, lo que no resulta normal en un prelado que no es cardenal.