El lugar de la Iglesia en el nuevo orden mundial

Klaus Schwab

La Agenda 20-30 que nos quiere llevar al Nuevo Orden Mundial es tan sugestiva y tan mesiánica, que los mismos que se dejaron seducir por el mesianismo comunista, con la teología de la liberación y otras teologías de diseño progresista que han ido incorporando y promocionando, esos mismos están ahora que no caben en sí de contentos, convencidos de que esa es la esencia del mensaje de Cristo. Convencidos asimismo de que es a la Iglesia a quien le corresponde liderar ese Nuevo Orden Mundial, que es percibido por ellos como el más puro destilado del empeño de Dios por liberar al hombre de la esclavitud y como la improrrogable traducción del Evangelio al lenguaje y a las coordenadas filosóficas y sociales del siglo XXI. Para ellos es el inevitable aggiornamento que le permitirá a la Iglesia estar en diálogo fecundo con el mundo. Es que consideran, desde hace más de medio siglo, que no es la Iglesia la que ha de fecundar al mundo con la doctrina de Cristo, sino que tiene que ser el mundo el que fecunde constantemente a la Iglesia con sus novedosas doctrinas redentoras.

Y sí, está muy claro que son los que así piensan y sienten la Iglesia, los que se han llevado el gato al agua. Han conseguido que “el Vaticano” (interesante distinción) sostenga el palo mayor del buque que nos llevará de vuelta a las cebollas de Egipto. El Council for inclusive capitalism with Vatican (el subrayado es del mismo logo) es otra gran victoria del progresismo en la Iglesia. Este “Consejo” lo presiden el papa Francisco y Lynn Forester de Rothschild, la fundadora del invento. Un “movimiento” al que la pandemia le ha venido como anillo al dedo. Si la hubiesen creado ellos, no les habría salido mejor.

Pero no se esconden en absoluto. Así es como Klaus Schwab, el gran chambelán del foro, escribió en el programa para este año: "El aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos hacer cambios radicales en nuestra forma de vida muy rápidamente. Los ciudadanos han demostrado ampliamente que están dispuestos a hacer sacrificios en aras de la atención médica. Está claro que hay voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovecharla para garantizar el Gran Reinicio". El bien del uno por ciento de la humanidad, el feudalismo tecno posmoderno, se transmite como un interés común, hasta el punto de las grotescas críticas al capitalismo globalizado. Organizan el futuro y también la paradójica oposición a sí mismos, conscientes de que una gran parte de la humanidad, a pesar del colosal adoctrinamiento, no piensa como ellos. Bill Gates advierte, por su parte, que "los viajes aéreos deben reducirse en más de la mitad. Los aviones contaminan mucho."

Extraña globalización sedentaria, cuando el hombre había vuelto a un saludable y civilizado nomadismo, con la población escondida en casas alquiladas trabajando a destajo. El Foro anuncia que tendremos que volver a viajar en tren. Son los trenes del silencio ya ensayados por nuestros gobernantes. En un mensaje propagandístico para que vayamos haciéndonos a la idea, nos explican lo "maravilloso que es viajar en trenes nocturnos". El avión será el privilegio de los ricos: campanadas de muerte para Ryanair. Nosotros los plebeyos volveremos al tren, a lo sumo tendremos el Orient Express, pagadero a plazos a través del crédito bancario. Esa será la magnífica y progresista suerte de los pueblos que "el capitalismo actual ha llevado a grandes desigualdades económicas". Palabras descaradas de los que causaron el incendio.

La pasividad social apoyada por la vigilancia, bloqueará cualquier tipo de  conflicto, gracias a la minimización de la sociabilidad, que se ha convertido en sinónimo de peligro. El Reinicio destruirá las pequeñas y medianas empresas (demasiado socializadoras) y el gran muro del tejido social y comunitario; abolirá las tradiciones históricas y alterará la autonomía del ser humano. Es el fin de la libertad en nombre de una siniestra igualdad: la homologación feroz y el conformismo forzado. Todo esto se sazona con una salsa indigerible: la retórica fatua del bien común, de lo verde, de la Pachamama, de la inclusión, en la que el nuevo lenguaje exime de coherencia para desdibujar cualquier situación, haciéndola parecer lo contrario de lo que realmente es.

El objetivo final es la anti-sociedad post-humana. Lo que está en juego es una transformación antropológica de la que la Agenda 2030 es sólo una etapa. El objetivo final es superar al hombre (no, no vuelve el superhombre; el que viene, es el infrahombre), el punto de inflexión del transhumanismo dentro de un horizonte en el que la tecnología es la comadrona de la historia y el capitalismo (“with de Vatican”, of course) se convierte en religión: como muchos intuyeron. 

La nueva normalidad consistirá en relaciones sociales reducidas al mínimo, con la mayor parte de la humanidad (occidental) encerrada en la madriguera, conectada a aparatos artificiales, supervisada por el nuevo Panóptico que todo lo ve (ensayado ya en el Gran Hermano y sus tentáculos), con comportamientos y conductas predichas y pre-ordenadas por el sistema tecnológico, a la espera de convertirse en un componente de nuevos y sofisticados aparatos. La explotación del hombre se generalizará aún más, hasta que produzca dos especies humanas distintas: los feudales-maestros y los siervos. Para estos últimos se labrarán cadenas y barrotes de oropel, a fin de que la ignorancia, el miedo, y hasta misteriosas sustancias farmacológicas introducidas en el cuerpo por un poder que se ha convertido en una biopotencia, les haga abrazar con amor esas cadenas y esos barrotes. Todo está ya inventado y ensayado.

Muchas actividades económicas, artísticas, culturales y religiosas serán reducidas a su mínima expresión para acabar extinguiéndolas de forma indolora; el empobrecimiento –material y espiritual– será inmenso, mientras que la digitalización de las relaciones humanas será el pináculo del delirio infrahumano y la rendición a un escalofriante nihilismo dirigido desde arriba. El totalitarismo melifluo de Davos y Silicon Valley es la respuesta de un liberalismo que está inactivo por su incapacidad para ganar legitimidad y consenso.

El Papa con los Rockefeller-Rothschild

La vida está en otra parte, en otro universo. Por eso no está escrito que la gigantesca operación de reconfiguración vaya a tener éxito. El hombre tiene reflejos de vida. Y para los creyentes, reflejos de vida eterna. Se trata de ver si la vieja realidad anticuada (¡ay, la nuestra!) será derrotada por la vida desencarnada preparada, con movimiento uniformemente acelerado, por la oligarquía sociópata del dinero y la tecnología. Sin embargo, incluso de maneras muy diferentes de cualquier pasado, la dialéctica permanece indicada por Hegel: es la dialéctica de los siervos contra el señor. No somos nada, así que no podemos tener nada. La conciencia de la condición de los siervos, que ya no son personas sino material humano, es el primer paso para salir de la cueva y atacar a los señores. Puede suceder, puede.

Llevamos ya milenios luchando por reconquistar palmo a palmo la libertad perdida. Y los cristianos nos enfrentamos al cargo de conciencia de evitar que resulte baldía la sangre derramada por Cristo para redimirnos. Buena meditación para una Cuaresma y una Semana Santa que han sido borradas de nuestro mapa religioso, cultural y social con demasiados beneplácitos a diestro y siniestro.

Mn. Francesc M. Espinar Comas

Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet