D) Un muñidor episcopal. – Omella ha contado con cuatro obispos auxiliares designados por él. Taltavull lo heredó de Sistach y lo “pasaportó” a Mallorca. Los dos primeros nombramientos fueron Sergi Gordo y Toni Vadell, siendo este último una auténtica sorpresa y un desconocido en la diócesis. Su trágico fallecimiento trajo a Javier Vilanova, sacerdote tortosino que se hallaba al frente del Seminario Interdiocesano. Cuando Gordo fue promovido a Tortosa entró David Abadías. Que tampoco era de la diócesis, sino de la vecina Terrassa.
Ninguno de los cuatro auxiliares figuraba en quiniela alguna y su designación jamás fue filtrada a los medios. Esta ha sido una de las obsesiones del cardenal: mantener a la prensa cuanto más lejos, mejor.
También ha sido el turolense un auténtico muñidor de testas mitradas. En Cataluña promocionó a Planellas (¡error, inmenso error!), Conesa, Octavi Vilà, Xabier Gómez y Daniel Palau. El nombramiento de Serrano Pentinat fue obra de Secretaría de Estado.
Nunca hubo un obispo de Barcelona tan influyente en los nombramientos episcopales, tanto en Cataluña como fuera de ella. Ha creado, además, un auténtico lobby aragonés con Satué, Brotons y Roselló y con el traslado de su sucesor en Calahorra, Escribano, a Zaragoza.
E) Nombramientos parroquiales y bullyng a los sacerdotes más jóvenes. - Una de las notas positivas del turolense han sido los nombramientos parroquiales. Probablemente eran los bueyes con los que debía arar, pero el relevo de párrocos ha sido más que notable.
El proceso se inició en las parroquias del barrio del Pubilla Casas, en Hospitalet, que fueron encomendadas a sacerdotes toledanos de Schola Cordis Iesu. Continuó con una serie de acertados nombramientos de sacerdotes catalanes, rescatados de otras diócesis, para parroquias del Maresme, y ha culminado con un auténtico giro copernicano en las parroquias del barrio de Gracia, que nada tienen que ver con la situación que presentaban cuando Omella llegó a Barcelona.
Como contrapunto -una enésima contradicción- a ese buen criterio en las designaciones, destaca el pésimo trato dispensado a los sacerdotes más jóvenes. Ignoro por medio de qué influencias se le metió a Omella entre ceja y ceja que los recién ordenados eran todos unos fachas y, a partir de ahí, se les ha sometido a un verdadero bullyng, que ha llegado a causar tal pavor que, a mí, uno de esos curas noveles me suplicó que no lo mencionara en este portal, por temor a la reacción del cardenal.
Este clima de miedo ha provocado que dos de los más prometedores de las últimas hornadas hayan abandonado la diócesis. A ello se suman dos deserciones sacerdotales de curas también muy brillantes. Y cuando no, se les aplica el llamado tars, una terapia muy especial para sacerdotes creada por el propio arzobispado.
F) Operación cierre.- Que en Barcelona sobraban parroquias era un hecho indiscutible. Que ningún obispo se había atrevido a cerrar ninguna, también. Pero que el método empleado no ha podido ser más catastrófico es una percepción generalizada entre todas las comunidades.
En un primer momento se intentó un cierre a la brava, mediante un plan elaborado por el incombustible Antoni Matabosch y el muy progre Josep María Romaguera. El disparate fue de tal calibre que, pese a los debates y a las energías desperdiciadas, Omella decidió arrojar toda la documentación a la basura.
Posteriormente, se ideó un plan más modesto por parte del entonces vicario episcopal, el salesiano Juan José Rodríguez, y del anterior rector del Seminario, Felip Juli Rodríguez Piñel. Más modesto, sí, pero incluso más caótico que el anterior. Ahora las parroquias no se suprimen, sino que se agrupan y pasan a depender de un rector moderador, convertido en un auténtico plenipotenciario que mueve a los sacerdotes como meros peones, reducidos a simples dispensadores de sacramentos.
Un plan que ha decepcionado profundamente a las nuevas generaciones sacerdotales, que ven como se les bloquea el acceso a responsabilidades parroquiales. Un plan que, inevitablemente, deberá ser revisado por el nuevo arzobispo, dado que el desbarajuste no tiene pies ni cabeza.
Oriol Trillas


