Solsona se derrite: la pastoral del helado de nata

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Hay imágenes que, por su aparente inocencia, revelan más de lo que esconden. La fotografía del obispo Francesc Conesa, titular de la diócesis de Solsona, disfrutando de un helado en compañía de un joven en el Jubileo romano, con ademán desenfadado y gesto distendido y risueño, podría parecer una escena trivial, propia de una jornada veraniega, de visita pastoral a unas colonias del obispado. 
Pero evidentemente no era ésa la circunstancia. En el contexto actual de la Iglesia, donde cada gesto del pastor se convierte en signo de lo que quiere ser el episcopado, esta instantánea merece una lectura más profunda. En efecto, ni fue un acierto en su momento que el obispo se disfrazase de demonio en las fiestas de La Patum de Berga (desnaturalización de las fiestas del Corpus Cristi), con reportaje y todo, ni tampoco es la de hoy la imagen que cualquier fiel espera de un obispo.
No se trata de censurar el disfrute de un helado —Dios nos libre de tal rigorismo—, sino de preguntarnos qué representa esta trivialización (más bien diría vulgarización) de la persona del obispo en el imaginario de los fieles. ¿Se imaginan una foto del papa comiendo un helado fuera de todo contexto? ¿Es este el pastor que vela por sus ovejas, que custodia la doctrina, que se presenta como signo de lo sagrado? ¿O es más bien el animador de una parroquia convertida en centro juvenil con bar incluido, donde la cruz se diluye entre cucuruchos y sonrisas? Les aseguro que nuestros políticos no dejarían publicar una imagen suya comiendo un helado: dando la imagen, queriendo o sin querer, de que eso forma parte de su ministerio, digna de ser destacada.
La figura episcopal, otrora revestida de dignidad y gravedad, parece hoy sometida a una operación de marketing emocional. El obispo ya no es maestro de la fe, sino compañero de juegos y de juergas moralmente irreprochables. Ya no enseña desde la cátedra, sino que se mimetiza con el ambiente, buscando la aprobación del público infiel en primer lugar, y por añadidura, del público fiel en gestos simpáticos. ¿Dónde queda entonces el munus docendi, el deber de enseñar, cuando el mensaje se reduce a una imagen de Instagram?
El episcopado ya no predica la cruz, sino la comodidad y la distensión. Ya no exhorta al sacrificio, sino al entretenimiento. Ya no distingue lo sagrado de lo profano, sino que se mezcla todo en una confusión que ofende a Dios y escandaliza a los fieles.
El obispo, revestido del carácter indeleble del orden sagrado, no está llamado a ser simpático, sino santo. No está llamado a agradar al mundo, sino a salvar almas. No está llamado a compartir helados (si lo hace, no ha de ser esa la imagen con la que se promocione), sino a distribuir la gracia.
Cualquier persona sensata, al contemplar esta escena, no dudaría en señalar la frivolidad como síntoma de una enfermedad más profunda: la secularización interna del clero y del mismo episcopado. El abandono de los signos externos de lo sagrado —la sotana, el silencio, la oración pública— no es casual, sino parte de una estrategia que busca hacer de la Iglesia una ONG simpática (sin la cruz, por no ofender a sus principales beneficiarios), al estilo del Open Arms de Soros, desprovista de misterio y alineada con la Agenda 2030: “no tendrás nada -ni siquiera la fe- y serás feliz”.
Y mientras tanto, el pueblo fiel, ese que aún busca en sus pastores un reflejo de Cristo Sacerdote, se encuentra con obispos que se confunden con monitores de campamento. Hasta el punto de que la cruz que cuelga del cuello del obispo Conesa y descansa al descuido, con cierta irreverencia, en la ligera prominencia de su barriga) parece más un accesorio de bisutería que un signo de redención. El helado (centro nuclear de la imagen en que ha querido o ha permitido identificarse el obispo), símbolo de lo efímero, se convierte en metáfora de una pastoral que se derrite ante el calor del mundo. Y justamente por su naturaleza tan efímera, se administra en pequeños comprimidos a los que se supone una alta eficacia. Las fórmulas, las tiene el obispo.
Y el joven que le acompaña, señalando (¿al fotógrafo?) con el pulgar en alto, el “me gusta” (like) de la situación y de su inmortalización en la foto. Nada que objetar, sino la trivialización de la figura del obispo, de la elección de esa foto tan fresca para resaltar su dignidad episcopal.
No se trata, pues, de nostalgia, sino de identidad. La Iglesia no necesita obispos simpáticos, sino santos. No necesita gestos vacíos, sino signos que hablen de eternidad. Porque si el episcopado se banaliza, ¿qué quedará del sacramento del orden, del cual piensan que son dueños? ¿Qué quedará del testimonio profético?
Solsona, tierra de profundas raíces cristianas, regada por la sangre de sus mártires y, a la vez, maltratada por el escándalo de obispos extraviados, merece un pastor que sepa conjugar cercanía con profundidad, alegría con reverencia. Y los jóvenes, esos que hoy ríen junto al obispo, merecen algo más que unos helados: merecen una Verdad que no se derrita y que les conduzca a una eternidad bienaventurada.
Lluís Llagostera 

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9 comentarios

  1. Os tenéis que relajar un poquito... la segunda venida os va a pillar demasiado ocupados criticando por doquier y buscándole la quinta para al gato, que claro, siempre la encontráis, sois tan sabios e inteligentes, que imposible de otro modo.

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  2. Perfectamente de acuerdo, el mismo Jesucristo nunca lanzó ni siquiera una sonrisa públicamente, se limitaba a ser "amable" y punto.

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  3. Estoy totalmente de acuerdo con Vd. , Sr. Llagostera. Confunden la verdadera evangelización y ayudan a la confusión y alejamiento de la verdadera FE. Estos obispillos son los que deberían acompañar, en la misión encomendada por la Iglesia, a los sacerdotes que desean cumplir con su entrega a la predicación del Evangelio. Que Dios nos ayude y su Espíritu nos acompañe en el camino que deseamos recorrer. Amén.

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  4. De la evanescencia de los obispos modernos (i)5 de septiembre de 2025, 3:19

    Hay un estudio que lo rescato con modificaciones actualizadas sobre esta trivialización del obispo en la etapa final de Benedicto XVI, en todo el pontificado de Francisco, origen de esta banalización, y parece que se acelera bajo León XIV, salido de Francisco. Alguna causa puede ser discutible, pero se trata de informar y criticar, pues a los laicos nos importa muchísimo no tener obispos payasos, estrambóticos e indignos sucesores de los Apóstoles.

    La figura del obispo, como sucesor de los apóstoles y portador del triple munus (enseñar, santificar y regir), ha sido tradicionalmente un signo visible de la presencia de Cristo en la Iglesia.

    Sin embargo, en el contexto europeo contemporáneo, marcado por la secularización, la mediatización y la búsqueda de relevancia cultural, algunos obispos han adoptado comportamientos y gestos que, en su intento de cercanía, han sido percibidos como una trivialización de su función sagrada.

    .....


    1. Marco teológico y canónico: la identidad del obispo y la importancia de los signos

    a) Teología del episcopado: Según Lumen Gentium (nn. 21, 27) y el Directorio Apostolorum Successores (2004), el obispo es un signo sacramental de Cristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia.

    Su triple munus —enseñar (docendi), santificar (sanctificandi) y regir (regendi)— no es meramente funcional, sino que implica una visibilidad pública que refleja la trascendencia divina.

    Los signos externos (vestimenta, gestos, contextos) no son accesorios, sino parte de la pedagogía eclesial que comunica la identidad del ministerio ordenado. Como señala Apostolorum Successores, el obispo debe ser modelo de santidad y prudencia, evitando gestos que confundan o escandalicen a los fieles.

    ...

    b) Evangelii Gaudium y la cercanía pastoral: El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium (2013), aboga por una Iglesia “en salida” con pastores que “huelan a oveja”, y para algunos este fue el pistoletazo "de salida" de la mundanización y caída en la vulgaridad, desacralización y simplismo barato del obispo: bajo tanto al suelo que se hizo fango.

    Esta cercanía no debía de implicar la disolución de la identidad sacramental, sino una conjunción de humanidad y trascendencia. A los efectos prácticos, la trivialización durante Francisco y sus "obispos ovejunos" surge cuando el deseo de accesibilidad eclipsa el deber de ser signo de lo sagrado, especialmente en espacios litúrgicos o contextos públicos que requieren claridad simbólica.

    c) Riesgo teológico: Los gestos ambiguos o excesivamente mundanos (como disfraces, actitudes lúdicas en contextos sagrados o imágenes frívolas) erosionan la señalidad del obispo, reduciendo su función a una figura meramente social o cultural, entre ridícula y frívola.

    Esto contradice el mandato canónico de evitar el escándalo (CIC, c. 277) y de preservar la dignidad del ministerio (CIC, c. 285).

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  5. De la futilidad de los antístites (ii)5 de septiembre de 2025, 3:20

    2. Marco sociológico y comunicativo: secularización y mediatización

    a) Secularización en Europa: Según estudios de Pew Research Center (2018), Europa experimenta una caída drástica en la práctica religiosa, con un aumento del “creer sin pertenecer”. Hay que indicar que esto es típico de Occidente y Europa, no en los restantes áreas civilizatorias o culturales, donde esto se ve como un acto bárbaro: lo sagrado debe de ser respetado y diferenciado.

    En países como España, Alemania o Francia, la religión se percibe cada vez más como patrimonio cultural, una pieza de museo que es manipulable por cada uno, más que como fe viva que debe de ser vivida con martirio.

    Esto presiona a los líderes eclesiales a competir por relevancia en una esfera pública dominada por lógicas seculares.

    Mediatización de la religión: Stig Hjarvard (The Mediatization of Religion, 2008) explica cómo los medios reconfiguran los símbolos religiosos, privilegiando lo visual, emocional y efímero.

    Las redes sociales, con su lógica de likes y viralidad, incentivan a los obispos a adoptar gestos que “conecten” con audiencias masivas, a menudo a costa de la profundidad teológica.

    Por ejemplo, una foto comiendo un helado o participando en un evento festivo genera más interacción que un sermón doctrinal.

    ...

    b) Gestión de impresiones y relaciones parasociales: Erving Goffman (The Presentation of Self in Everyday Life, 1959) describe cómo los individuos gestionan su imagen pública para proyectar una identidad deseada.

    En el caso de los obispos, la presión por ser “accesibles” los precipita por el barranco de priorizar gestos desenfadados que generen una relación parasocial (Horton y Wohl, 1956), donde los fieles perciben al obispo como un “amigo cercano”, compi, colegui, amigui, en lugar de un padre espiritual.

    Esto refuerza una cultura de la simpatía, pero arriesga diluir la autoridad simbólica.

    ...

    c) Cultura local y tradiciones: En contextos como Cataluña (ej. La Patum) o Alemania (Karneval), las tradiciones populares pueden empujar al clero a participar en actividades festivas para “mezclarse con el pueblo” (lo de oler o apestar a oveja).

    Sin embargo, cuando estas participaciones cruzan umbrales simbólicos (p. ej., disfraces de payaso o demonio), generan confusión sobre la función del obispo.

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  6. Obispos intranscendentes (iii)5 de septiembre de 2025, 3:21

    3. Marco psicológico: la búsqueda de aceptación y el impacto en la identidad

    a) Búsqueda de aprobación: Desde la psicología social, la necesidad de aceptación impulsa comportamientos que buscan la validación externa. Los obispos, conscientes de la desconexión de los jóvenes con la Iglesia, están tentados a adoptar actitudes juveniles o lúdicas para contrarrestar la imagen de una institución rígida (otra de las torpes acusaciones de Francisco).

    Este fenómeno, descrito como “gestión de impresiones” por Goffman, se intensifica en la era digital, donde los likes miden el éxito de un gesto.

    ...

    b) Conflicto de identidad: La psicología del rol sugiere que los individuos en posiciones de autoridad deben equilibrar autenticidad personal y expectativas institucionales.

    Para un obispo, esto implica conjugar su humanidad con su carácter sacramental. Cuando el énfasis recae en lo humano (p. ej., actitudes de “compañero” o “animador”), se debilita la percepción de su función como signo de lo divino, generando una crisis de identidad tanto para el obispo como para los fieles.

    ...

    c) Efecto en los fieles: La trivialización puede generar una polarización psicológica. Para algunos, especialmente jóvenes, los gestos desenfadados son refrescantes, pero esto sólo es para una franja de edad inmadura y en proceso de maduración del carácter; para otros, especialmente fieles tradicionales, son fuente de escándalo o decepción, al percibir al obispo como alguien que abandona su función de guía espiritual por una imagen populista y absolutamente simple, superficial, vulgar y desvalorizado.

    .....


    4. Marco pastoral y estratégico: intenciones y consecuencias

    a) Justificaciones pastorales: Los obispos que adoptan gestos triviales suelen argumentar que buscan la inculturación (adaptarse a la cultura local), la misión (llegar a los alejados) o la humanización de la Iglesia.

    Estas intenciones se alinean con el llamado de Francisco en Evangelii Gaudium a una pastoral creativa, pero que ha sido desde su inicio totalmente interpretada en una asimilación acrítica a la cultura secular.

    ...

    b) Consecuencias pastorales:

    i. Positivas: Mayor visibilidad mediática, percepción de accesibilidad, posible atracción de públicos no creyentes: sin duda, consigue el "like o deditos arriba" y nada más, pues luego es olvidado e irrelevante por otros memes o vídeos...

    ii. Negativas:

    - Desdibujamiento de la función sacramental: El obispo pasa de ser signo de Cristo a figura cultural o animador social, a veces un payaso, cómico, actor, diluyendo su identidad.

    - Confusión litúrgica: Gestos lúdicos en espacios o tiempos sagrados (p. ej., bicicletas en el presbiterio) erosionan la sacralidad de la liturgia.

    - Pérdida de autoridad: La figura episcopal se percibe como carente de gravedad, debilitando su capacidad de enseñar o regir. Sí, un obispo legisla, gobierna, juzga y confiesa, disciplina, exhorta, castiga, reprime, regaña, felicita, premia, destaca... para la salvación de las almas, la extensión e intensificación de la Fé, justicia y santidad de la Iglesia, y la lucha contra el mal y el maligno.

    - Polarización: Los fieles se dividen entre quienes aplauden la “cercanía” y quienes lamentan la pérdida de trascendencia.

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  7. Elevación de los obispos (iv)5 de septiembre de 2025, 3:24

    5. Casos representativos en Europa

    Casos paradigmáticos de trivialización episcopal.

    5.1. Cataluña

    1. Xavier Novell (Solsona, hasta 2021): Participó en La Patum de Berga disfrazado de demonio, una fiesta con raíces en el Corpus Christi pero con elementos folclóricos que incluyen figuras demoníacas. Aunque su intención era integrarse en la cultura local, la imagen generó críticas por asociar al obispo con un símbolo diabólico, incompatible con su rol como maestro de la fe. La controversia se amplificó tras su renuncia en 2021 y su posterior matrimonio con una autora de literatura erótica, lo que reforzó la percepción de frivolidad en su ministerio.

    Análisis: El gesto, aunque folclórico, ignoró la sensibilidad simbólica de los fieles y la responsabilidad del obispo de evitar ambigüedades (CIC, c. 285).

    ...

    2. Francesc Conesa (Solsona, 2025): La fotografía del obispo comiendo un helado en el Jubileo de Roma, con un joven señalando un “me gusta”, proyecta una imagen desenfadada que, aunque no litúrgica, trivializa la dignidad episcopal. La elección de difundir esta imagen como representativa de su ministerio sugiere una estrategia comunicativa centrada en la simpatía, pero descuida la profundidad simbólica de su función episcopal.

    Análisis: La imagen refuerza una narrativa de “obispo compañero” que diluye su función de signo sagrado, especialmente en un contexto jubilar de alta carga espiritual. No obstante, no se realizó dentro de recinto sagrado, con vestiduras litúrgicas y en el ámbito de una celebración católica: era en espacio mundano.

    ...

    5.2. Alemania

    1. Helmut Dieser (Aquisgrán, 2018): Durante el Carnaval, el obispo se disfrazó de payaso en un evento público. Aunque el contexto era festivo y no litúrgico, la imagen fue criticada por sectores tradicionales como una banalización del ministerio, mientras que medios locales la celebraron como un gesto de cercanía.

    Análisis: El disfraz, aunque culturalmente aceptable en el Karneval, choca con la expectativa de que el obispo mantenga una imagen coherente con su investidura, incluso fuera de la liturgia.

    ...

    2. Catedral de Speyer (2024): Un evento de “baile de payasos” en la catedral, organizado por una entidad eclesial, generó controversia por el uso de un espacio sagrado para una performance lúdica. Aunque no involucró directamente al obispo, su anuencia implícita refleja una tolerancia hacia la desdibujamiento de lo sagrado.

    Análisis: El caso ilustra cómo la presión por “abrir” los templos a la cultura local puede llevar a una confusión entre lo sagrado y lo profano, violando la gramática litúrgica.

    ...

    5.3. Francia

    1. Emmanuel Gobilliard (Lyon/Digne, 2016–2022): Conocido por su presencia activa en Instagram y su interacción con influencers, Gobilliard adoptó un estilo comunicativo que algunos elogiaron como evangelización digital y otros criticaron como “celebrificación” del ministerio. Sus publicaciones, centradas en gestos desenfadados, generaron una recepción polarizada.

    Análisis: La estrategia de Gobilliard responde a la lógica de la mediatización, pero arriesga reducir el munus docendi a un espectáculo visual, donde la imagen prevalece sobre el magisterio, y la imagen, ya se sabe, hoy en día dura unos segundos antes de ser sepultada por horas y horas de más imágenes.

    ...

    5.4. Casos complementarios (entorno clerical bajo responsabilidad episcopal)

    1. Hungría (2010):

    Un sacerdote entró en una iglesia en monopatín durante la homilía, generando viralidad mediática pero también críticas por trivializar el espacio litúrgico.

    Análisis: Estos gestos, aunque protagonizados por sacerdotes, reflejan una cultura clerical tolerada por obispos, que refuerza la presión hacia gestos espectaculares.

    2. Italia (2022):

    Un sacerdote celebró misa con una bicicleta en el presbiterio, justificándolo como “teología de la ecología”. La imagen se viralizó, pero generó debate sobre el respeto al ars celebrandi.

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  8. La sacralidad episcopal (v)5 de septiembre de 2025, 3:33

    6. Orígenes y causas de la trivialización

    a) Secularización cultural: En una Europa poscristiana, la religión se percibe como un producto cultural más que como un misterio trascendente. Los obispos, al intentar “competir” en este mercado, adoptan gestos que resuenan con la sensibilidad secular, pero sacrifican la profundidad teológica (Pew Research Center, 2018).

    b) Mediatización y lógica de redes: Las plataformas digitales premian lo breve, visual y emocional. Los obispos se ven tentados a adaptar su imagen a este código, priorizando gestos que generen likes sobre aquellos que eduquen en la fe (Hjarvard, 2008). Una foto mundana de un obispo es irrelevante, pues queda sepultada en el alud de imágenes: se calcula que los jóvenes ven más de dos horas diarias de móvil, unas 800 horas al año, 50.000 imágenes o vídeos.

    c) Psicología de la aceptación: La búsqueda de aprobación social, especialmente entre los jóvenes, lleva a algunos obispos a mimetizarse con la cultura popular, adoptando roles de “compañero” en lugar de “padre” (Goffman, 1959).

    d) Desritualización postconciliar: Desde el Concilio Vaticano II, algunos han interpretado la reforma como una relajación de los signos externos de lo sagrado (sotana, silencio, gestos rituales), lo que ha llevado a una pérdida de la “diferencia” entre lo sagrado y lo profano (Vaticano, debates posconciliares).

    e) Malentendido de la cercanía pastoral: La llamada a la “Iglesia en salida” se confunde con una asimilación acrítica a la cultura secular, donde el obispo se convierte en un animador en lugar de un testigo de la trascendencia (Evangelii Gaudium, 2013). En lugar de "oler a oveja", más bien se aborrega pastueñamente al modo mundano y caduco del siglo.

    .....


    7. Efectos teológicos, pastorales y sociales

    - Sobre el munus docendi: La enseñanza se reduce a gestos virales, perdiendo profundidad doctrinal. Una foto comiendo un helado puede generar simpatía, pero no transmite la Verdad que salva.

    - Sobre el munus sanctificandi: La invasión de lo lúdico en espacios sagrados (p. ej., payasos en catedrales) diluye la sacralidad de la liturgia, confundiendo a los fieles sobre el propósito de los templos.

    - Sobre el munus regendi: La autoridad episcopal se erosiona cuando el obispo es percibido como un “amigo” en lugar de un guía. Esto debilita su capacidad de liderar en momentos de crisis.

    - Efecto social: La trivialización refuerza la percepción de la Iglesia como una ONG cultural, alineada con agendas seculares (p. ej., Agenda 2030), en lugar de un signo de redención.

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    8. Criterios para el discernimiento

    a) Distinción de contextos: Un gesto informal fuera de la liturgia (p. ej., un helado en un contexto privado) no equivale a un acto en un espacio sagrado. La liturgia y los templos exigen máxima reverencia (Apostolorum Successores, 2004).

    b) Coherencia semiótica: Los gestos del obispo deben comunicar su identidad como padre y maestro, no diluirla en roles mundanos.

    c) Cercanía sin mimetismo: La pastoral de la cercanía debe preservar la diferencia sacramental, evitando la teatralización de lo sagrado (Evangelii Gaudium).

    d) Ars celebrandi: En espacios litúrgicos, la prioridad es la gramática ritual, no el entretenimiento.

    e) Evitar el escándalo: Si un gesto puede confundir razonablemente a los fieles, debe descartarse (CIC, c. 277).

    f) Signos catequéticos: Los obispos deben priorizar gestos que eduquen (oración pública, bendiciones, presencia con símbolos cristianos) sobre aquellos que buscan viralidad.

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  9. La liberación: sólo la verdad crística nos hace libres (vi)5 de septiembre de 2025, 3:43

    9. Conclusión

    La trivialización de la figura episcopal en Europa, incluyendo casos catalanes como los de Xavier Novell y Francesc Conesa, responde a una confluencia de secularización, mediatización y una interpretación errónea de la cercanía pastoral. Gestos como disfrazarse de demonio (Novell), posar con un helado (Conesa), vestirse de payaso (Dieser) o permitir performances lúdicas en catedrales (Speyer) reflejan una presión por conectar con una cultura secularizada, pero a menudo sacrifican la señalidad sacramental del obispo.

    Estos actos, aunque motivados por intenciones misioneras, generan confusión, polarización y una percepción de la Iglesia como una entidad más cultural que trascendente.

    La posible solución no radica en una rigidez estética ni en una nostalgia preconciliar, sino en una pastoral integral que conjugue cercanía con reverencia, alegría con profundidad, y humanidad con sacralidad.

    Los obispos están llamados a ser santos, no simpáticos; a salvar almas, no a ganar likes.

    En contextos como Solsona, con una rica herencia cristiana pero marcada por escándalos episcopales, urge recuperar la figura del obispo como signo visible de Cristo, que educa, santifica y guía con gestos que apunten a la eternidad, no a lo efímero.

    Es importante porque asistimos a un cambio cultural: un hombre inactivo, pasivo e hiperconectado.

    a) Pantallas con IA como mediadoras

    El uso prolongado de pantallas redefine la cultura. Los jóvenes españoles dedican ~2 horas diarias a redes sociales, donde algoritmos de IA personalizan contenido, fomentando una cultura de inmediatez (likes, notificaciones) y atención fragmentada. Las relaciones se digitalizan mediante apps (WhatsApp o X), con la IA moldeando interacciones. Esto crea identidades influenciadas por tendencias virales, que pueden homogeneizar la cultura y eclipsar tradiciones locales.

    b) Cambio en la humanidad: ¿Homo digitalis?

    Pasar muchas horas diarias en pantallas altera la experiencia humana. La IA, al facilitar tareas (búsquedas, recomendaciones), reduce la atención sostenida y el pensamiento crítico. La dependencia de asistentes virtuales y apps crea una fusión hombre-máquina, acercándonos a un "homo digitalis". Además, el exceso de pantalla se asocia con ansiedad y depresión, amplificado por la IA que optimiza ciclos de dopamina (Fundación Gasol, 2022).

    c) Cambio de civilización: Sociedad algorítmica

    La IA y las pantallas transforman la civilización. Surge una economía de la atención, con muchas horas diarias en redes sociales como mercado para anunciantes. Los algoritmos influyen en decisiones políticas y culturales, con riesgos de polarización. La IA automatiza trabajo y educación, pero el exceso de pantalla puede limitar creatividad y pensamiento crítico, esenciales para una civilización innovadora.

    d) Implicaciones filosóficas

    El uso intensivo de pantallas y la IA plantea cuestiones sobre la humanidad. ¿Perdemos autonomía al dejar que algoritmos guíen nuestras elecciones? La cultura digital crea un lenguaje universal, pero puede erosionar tradiciones. Teóricos como Harari sugieren una era "posthumana" donde lo humano y lo artificial se fusionan, un proceso al que tantas horas diarias en pantallas contribuyen.

    Síntesis

    El uso de pantallas y la IA está redefiniendo la cultura hacia la inmediatez, la humanidad hacia una dependencia tecnológica y la civilización hacia un modelo algorítmico. Aunque ofrece conectividad, plantea riesgos como pérdida de autonomía, homogeneización cultural y menor bienestar emocional.

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