Es evidente de toda evidencia que el papa no puede actuar por su cuenta, a golpe de originalidad y ocurrencia, saltándose toda la maquinaria vaticana que da estabilidad a la institución ya sea política, ya religiosa de la Iglesia. Evidente: no puede hacer lo que le pidan el cuerpo y el alma. No puede, no debe. Demasiado de esto hemos soportado en el anterior pontificado, para que ahora exijamos el mismo estilo personalista, pero en sentido contrario.
Y efectivamente, somos muchos los fieles (con firme propósito también de fidelidad al papa) que nos impacientamos viendo el estilo parsimonioso y excesivamente prudente (lo de excesivo es una apreciación personal) de León XIV en cuestiones aparentemente tan esenciales y urgentes como seguir manteniendo la custodia de la Doctrina de la Fe en manos de un cardenal convicto y confeso de pornoteología, por decir lo menos. Han pasado ya cuatro meses del nuevo pontificado, hemos empezado ya el curso académico, judicial, político, etc., y el cardenal Fernández sigue siendo tan defensor fídei como lo fue Enrique VIII. Lo de este defensor de la fe, ya sabemos en qué acabó.
Efectivamente, fue la debilidad del papa entonces reinante, Clemente VII, manejado por los políticos de uno y otro bando, que se dejaba arrastrar alternativamente por uno o por otro, el que precipitó el cisma del defensor fidei. Total, porque no pudo conseguir que el papa le concediese la “nulidad matrimonial”, hoy tan generosamente concedida por la Iglesia a cualquiera que la pida y pague los gastos.
Al fin y al cabo, el caso de Catalina de Aragón se hubiese considerado hoy un caso para ventilarlo en un par de meses. Uno de los casos facilísimos de declaración de nulidad. Pero ahí estaban los intereses encontrados del rey de Inglaterra y del emperador Carlos I de España y V de Alemania que eran incompatibles. Y en ese momento, a Clemente VII le interesaba inclinarse en favor del emperador, que era sobrino de Catalina y en aquel momento estaba en muy buenos términos con el papa. Y esa declaración de nulidad (de hecho, lo que hoy funciona como el “divorcio católico”) le estropeaba al emperador todos sus planes dinásticos. Clemente VII tuvo que elegir entre Carlos V y Enrique VIII (ahí no jugó ningún papel la fidelidad a los dogmas de la fe católica). Y aparentemente se inclinó por la fidelidad a la fe católica. Sólo aparentemente.
Habiendo tantos antecedentes de la gestión “política” de los asuntos de la Iglesia, no es gratuito el temor de que el papa, una vez más, se deje manipular por el poder político. Y este caso de la visita del presidente (la máxima representación) de Israel al Vaticano, no es muy tranquilizadora. Sobre todo, si no perdemos de vista que tenemos un papa que en cierto modo es estadounidense, y que los Estados Unidos son el aliado fidelísimo y el financiador indefectible de todas las acciones de Israel (me ahorro las calificaciones) en los territorios ocupados, en los que están en vías de ocupación y en los países vecinos (hasta llegar a los no tan vecinos Yemen e Irán). Y como la alta diplomacia va a lo que va y no da puntada sin hilo, esa visita del presidente de Israel al papa, huele a blanqueo del Estado de Israel y de su derecho a hacer lo que hace. En efecto, con casi tres horas de audiencia, apenas ha habido tiempo para tratar las cuestiones más sangrantes que se están produciendo en Gaza. El gran titular que ha quedado, es que el papa, empeñado en la paz, insiste en la devolución de los rehenes (sin la devolución de los territorios: que, por lo visto, no tiene nada que ver una cosa con otra).
Y naturalmente, esa visita tan oficial, le deja a uno muy mal sabor de boca. Con Parolín muñendo la operación, quizá no cabía ninguna otra opción, como no cupo otra opción en el acuerdo secreto del Vaticano con China, de la misma autoría. Como tampoco hubo ninguna otra opción en la decisión de Clemente VII (con potentísimos tintes políticos) que precipitó el cisma anglicano.
Si a los tempos tan lentos y tan políticos con los que vemos jugar al papa, les añadimos estos episodios de carácter netamente político (pero no de políticas diseñadas por el papa o por el Vaticano, sino impuestas por el Imperio) es normal que se nos empiece a encoger el corazón, temiendo que la solución de los males de la Iglesia no es de hoy para mañana, sino que requiere una paciente cirugía, en la que no se puede extirpar sin más cualquier órgano enfermo.
Naturalmente que los Estados Unidos, sin cuya voluntad e implicación sería imposible la guerra de Gaza y sus ambiciosos entornos, juegan con todos los medios a su alcance al “yo no soy”, “esto ocurre contra mi voluntad y autorización”; y es obvio que les funciona. A todos los que están a favor de la causa de los Estados Unidos y por tanto de Israel, les cuadra perfectamente esa explicación. El que esas guerras estén totalmente financiadas, hasta el último cartucho, por los Estados Unidos, no les hace cuestionarse a esos partidarios del Imperio, si realmente desean la paz y hacen algo por alcanzarla. Y, claro, que vayan a venderle esa mercancía al papa y que éste no se soliviante para nada, de manera que sus interlocutores puedan interpretar y vender que lo han convencido y que han llegado a una buena entente, será muy muy muy diplomático. Pero que el papa aguante ahí sentado tres horas sin cantarle las cuarenta al representante máximo del país que está robándoles tierras a los palestinos desde hace 80 años, y que en una operación más de esa campaña en pro del gran Israel, esté incurriendo en tremendas atrocidades; que el papa tenga ese aguante, y entienda mejor el sufrimiento de los rehenes que el de los palestinos de Gaza, nos es fácil que lo asimile todo el mundo. A partir de ahí son muchos los que se plantean cuáles son las características de las tragaderas del papa.
Y en esas estamos: tanto por la gestión que lleva el papa de los asuntos pendientes y urgentes de la Iglesia, como por sus actuaciones de carácter político, nos invade una sensación de desánimo que apaga nuestras ansias y nuestras prisas. Es cada vez más evidente que los tiempos del papa no son los nuestros. El papa ni se impacienta ni se precipita. No está tan claro que acierte a explicárselo al Espíritu Santo.
La solución apuntada de los dos estados, la referencia a Gaza y Cisjordania y sobre todo la cordialidad con que se trataron esos temas (¿de verdad se puede hablar de esas cosas tan terribles, tanto como los campos de exterminio, con “cordialidad”? Hay que ser muy frío para eso) y la alusión al valor histórico de las relaciones entre la Santa Sede e Israel como punto de partida para esas conversaciones del pasado jueves en el Vaticano, nos recuerdan los malabares que tuvo que hacer Pío XII cuando el mundo estaba en manos del nacismo y del fascismo. Duros, muy duros han sido los juicios que se han proferido contra Pío XII por sus relaciones con los dueños del mundo en aquel momento.
Esperemos que no sean igual de severos los que se pronuncien contra León XIV por semejantes motivos. Esperemos que no prospere la acusación de que como quien no quiere la cosa, le ha dado una discreta mano de pintura blanca al Estado de Israel, y de paso a su fidelísimo aliado y financiador, los Estados Unidos, dispensándoles un trato muy atento (casi tres horas) y “cordial”. Eso refuerza el relato del Imperio, ¿no?
Virtelus Temerarius
Por favor, no manipulen las imágenes. El Santo Padre merece respeto. Los lectores, también. Si no tienen fotografías no las inventen.
ResponderEliminarGran eufemismo el de la “ocupación de Gaza”, tras el que se esconden crímenes propios de la peor barbarie, incluida la del nazismo. Israel necesita blanquear todo eso, y para ello nada mejor que servirse del papa, como referente occidental de la moralidad. Yo creo que le ha funcionado.
ResponderEliminarLa relación entre el “Defensor Fídei” Enrique VIII, y el nuevo “Defensor Fídei” cardenal Fernández está cogida por los pelos; pero da que pensar. Y la comparación entre León XIV y Clemente VII, pues tampoco es como para tomársela a la ligera. De momento tenemos en el papa actual la inseguridad que caracterizó a Clemente VII. En cuatro meses aún no ha visto claro ninguno de los grandes retos que ha de afrontar como papa: empezando por los graves destrozos que dejó su antecesor. Parece que con el jubileo LGTB+ y su maravillosa entente con James Martin, da a entender que lo de la homosexualización del clero, lo tiene bastante claro: ¡no se va a arriesgar a un cisma como el anglicano, ni va a diezmar el clero cargándose a sus miembros de ese bando!
Y en cuanto a comparar la “declaración de nulidad” del matrimonio de Enrique VIII con Catalina de Aragón (instada y negada por motivos políticos), con los miles de declaraciones de nulidad que dispensa hoy la Iglesia tan generosamente, también da que pensar. Un papa débil, haciendo un alarde de fortaleza tan a destiempo. Y pagando el precio de un cisma. Y encima, llegando tarde para impedir la invasión de Hungría por los turcos, al mando de Solimán el Magnífico, ocupado como estaba en los graves asuntos de su familia.
Este libelo antisemita no esperaba encontrarlo aquí. Ni una palabra de condena contra Hamas y su cruel secuestro de rehenes, y el uso de la propia población civil como escudos humanos. Qué poca sensibilidad hacia la legítima defensa por su supervivencia del primer pueblo de la elección divina, cuyos dones no se los ha retirado Dios nunca, como dice S. Pablo sobre los judíos, nuestros "hermanos mayores" (en expresión del Concilio), en la Carta a los Romanos.
ResponderEliminarGracias, Virtellius, por contextualizar con perspectiva histórica la situación del Pontífice. Bien traído el disparate, los disparates, de Francisco, como la justificación de los ametrallamientos de la redacción de Hebdo.
ResponderEliminarEn casa, como en muchos hogares, hemos comentado la venganza de Israel ante los crímenes de Hamas. ¿Por qué los palestinos no se rebelan contra Hamas? ¿Por qué Hamas no entrega de un vez los secuestrados? Dejaría sin argumentos a Israel, aunque ya carece de ellos considerada la mortandad y hambrunas que lleva a sus espaldas. Hemos hablado a menudo sobre el talante del semita, sea judío o musulmán: ojo por ojo, diente por diente. Si los de Hamas pudieran echarían a los judíos al mar. No es una frase hiperbólica. De hecho hasta el gobierno de Sánchez, por boca de Yolanda Díaz, ha defendido ese obscuro deseo. Y si los judíos pudieran harían lo propio con los palestinos. Son muchos los casos de odio contra Occidente acabado en ríos de sangre (Torres Gemelas, asesinatos en discotecas de varias capitales europeas, los atentados de Barcelona y, dicen, de Madrid).
Es mi opinión que tendría que haber una autoridad mundial con capacidad de imposición para acabar con tanta muerte inocente. Pero alejada de tanta mugre seudoprogresista, que esconde una adscripción no menos criminal. Como el silencio ante los crímenes de Putin por parte del gobierno español. Un silencio que es cómplice por muchas palabras vanas que en ocasiones se vean obligados pronunciar.
No.
ResponderEliminarPitjor encara.
Molt, molt, molt, molt, molt pitjor:
Per netejar el seu GENOCIDI.
(Tant com jo sé, PXII no va concedir mai cap entrevista al Canciller alemany, Herr Hitler.)
Equivocació com una catedral per part de LXIV.
Molt preocupant.
Totalmente pro_hamas, una vergüenza en un medio serio como ese, teniendo en cuenta que fueron los palestinos los causantes de lo que ocurre
ResponderEliminarPara blanqueo al de Hamas, como causante de lo que ocurre.
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