Josep Hortet ha sido un sacerdote importante en las últimas décadas de la Iglesia barcelonesa, representaba a ese clero nacional-progresista que tanto ha mandado y destrozado, además ha sido el maestro espiritual de muchos de esos sacerdotes que lo consideran como un verdadero patriarca. Llegó a ser Vicario Episcopal en el pontificado del cardenal Narcís Jubany, en aquel gobierno diocesano, impuesto por la Unió Sacerdotal, bajo la amenaza de hacerle la vida imposible al arzobispo gerundense como ya lo hicieron con su antecesor Don Marcelo González. Su importante papel en la diócesis se cortó en seco porque decidió tener una experiencia de vida en pareja, por lo que se trasladó a Madrid, la cosa no funcionó y volvió a Barcelona para volver a ejercer el sacerdocio, ya no ocupó más responsabilidades diocesanas, pero continuó moviendo los hilos con sus amigos y discípulos, por ejemplo en las campañas de acoso y derribo contra el cardenal Ricard Maria Carles.
Con la llegada del cardenal Martínez Sistach, todo volvió a ser plácido para Hortet, ya que tenía en el arzobispo un amigo y compañero de promoción, pero con el nombramiento de Omella las cosas se complican, no les gusta el arzobispo turolense, porque no tiene el "taranná" (talante) catalán, lo consideran un "españolista de la cabeza a los pies" en palabras del mismo Hortet, y porque no se deja dominar ni controlar por nadie. Rápidamente, descubren que el nuevo arzobispo tiene un carácter duro y que no le tiembla el pulso si tiene que tomar decisiones disciplinarias contra algún clérigo crítico o revoltoso. El clero nacional-progresista, muy valiente contra Don Marcelo y contra Don Ricardo, calla y solo critica al cardenal en privado y entre compañeros de confianza, Hortet es un ejemplo de ello, hasta que finalmente se le acepta la renuncia a las dos iglesias de las que era párroco y se traslada a vivir a la Residencia Sacerdotal de Sant Josep Oriol.
Es entonces el momento en que ya no tiene nada que perder, jubilado y anciano, decide hablar y decir lo que realmente piensa de Omella, unas críticas muy duras, que superan las que hemos hecho desde este mismo portal, en el que criticamos decisiones de su gestión, pero Hortet ataca directamente a la persona, dice que es "muy autoritario", y que "no sabe dejar espacio a aquel que no es de su cuerda". Afirma que no le interesa nada lo que puedan decirle los sacerdotes, por ejemplo los jubilados como él: "Cuando viene aquí a la Residencia Sant Josep Oriol, saluda, pero en el fondo no le interesa nada de lo que podamos decirle". Le acusa de tener un perfil ejecutivo y de no escuchar: "Estos perfiles que son muy ejecutivos, normalmente no escuchan". Y acaba diciendo que tiene un doble lenguaje: "Tienen un doble lenguaje. Aparentemente te tratan muy bien, pero después sabes que te tienen puesto el dedo en el ojo".
Estas manifestaciones públicas de Hortet demuestran lo que verdaderamente piensa el clero nacional-progresista, muy crítico con Omella, si a eso le unimos lo que piensan los sectores más conservadores de la diócesis, entre los que se encuentra este mismo portal, tenemos una radiografía muy poco favorable al actual arzobispo. A un año y dos meses de cumplir los 80 años, el cardenal turolense está dejando la diócesis en los niveles más bajos de popularidad que haya tenido un arzobispo barcelonés.
Don Marcelo odiado por unos, pero admirado por otros, continuó en Toledo recibiendo vocaciones barcelonesas e incluso donaciones económicas desde aquí de los muchos que le admiraban y que sintieron con dolor su marcha. El cardenal Jubany era querido por el progresismo porque les dejaba hacer, pero respetado por el clero más conservador porque era consciente de las dificultades y presiones con las que se encontraba, Don Ricardo significó la esperanza de una parte de la diócesis que vio que las cosas podían ser diferentes y contó con una generación de sacerdotes jóvenes ordenados por él mismo, que fue el embrión de un clero que nunca más fue nacional-progresista. El cardenal Sistach, aunque paró parcialmente el ritmo positivo de su antecesor, era consciente que las cosas estaban cambiando en Barcelona, pero no quería decepcionar a los suyos como Hortet, al menos a estos los tenía contentos.
Omella parece que no dejará a nadie contento cuando se vaya de esta diócesis, y su último regalo envenenado, que es la redistribución territorial despierta muchísimas críticas y discrepancias, pero todo el mundo calla, saben del carácter tozudo y autoritario del arzobispo y no quieren tener problemas, pero el problema está ahí, por mucho que el silencio pueda hacer parecer que todo va como una seda.
Francesco Della Rovere
Pura hipocresía, no he visto a nadie mas autoritario que un nacional progresista y por supuesto no dan opcion a los que no son de su cuerda. Pero ya sabemos, que cuando ellos no mandan, todo son quejas y aspavientos.
ResponderEliminarLa generacion kumbaya de los 60 moriran con las botas puestas, sin reconocer que han hundido la Iglesia.
“el cardenal turolense está dejando la diócesis en los niveles más bajos de popularidad que haya tenido un arzobispo barcelonés.”
ResponderEliminar“ Omella parece que no dejará a nadie contento cuando se vaya de esta diócesis, y su último regalo envenenado, que es la redistribución territorial despierta muchísimas críticas y discrepancias, pero todo el mundo calla, saben del carácter tozudo y autoritario del arzobispo y no quieren tener problemas, pero el problema está ahí, por mucho que el silencio pueda hacer parecer que todo va como una seda.”
Pobres sacerdotes, y laicos nos quedara una estructura diocesana que no hay por dónde cogerla, si ha esto añadimos la poca o nula profesionalidad y eficacia de la actual curia diocesana, es para ponerse a correr.
Esperemos y confiemos que el sucesor de Omella, viaje menos a Roma y Madrid, y atienda más a los sacerdotes, diáconos, seminario, y el día a día de la diócesis a él encomendada.
Los fieles laicos lo agradeceremos, pues todo funcionará mucho mejor.