Manos Unidas realiza este próximo fin de semana su campaña anual, que tradicionalmente se hace efectiva el mes de febrero, en ella se recaudan fondos en las parroquias barcelonesas para tres proyectos en tres países del mundo, supuestamente para acabar con el hambre en el mundo, aunque ya hace unos cuantos años que no siempre ese es el objetivo.
De hecho, Manos Unidas deja mucho que desear como ONG católica, no muestra en ningún momento su identidad eclesial y parece que le interesa aparecer como no confesional para conseguir apoyo no solo de los católicos. Algunas de sus campañas han sido presentadas por personas no católicas, incluso con ideas contrarias al Magisterio de la Iglesia en algunos temas.
Por otra parte, el apelativo de "Campaña contra el Hambre" no define bien los proyectos que se financian desde esta ONG, y en diversas ocasiones se ve como se financian a entidades que no trabajan para erradicar el hambre, sino para imponer los valores de la Agenda 2030 o los del Nuevo Órden Mundial: Ecologismo, feminismo, sostenibilidad, humanismo (no cristiano)...
El domingo un amable comentarista escribía en este portal diciendo lo siguiente: "Tenemos un ejemplo bien claro: cogemos el suplemento de la Hoja Dominical sobre Manos Unidas y miramos los proyectos patrocinados por el Arzobispado de Barcelona... ¿De verdad que nos tenemos que dedicar a sufragar concienciación sobre el cambio climático en la otra parte del mundo? ¿De verdad el dinero de la Colecta de Manos Unidas tiene que dedicarse a proyectos de una organización feminista de izquierdas dedicada a la despatriarcalización y la descolonización?"
Al cabo de poco, aparece otro comentario intentando descalificar al anterior: "Tómese algo. Anda que se ha quedado a gusto de decir tonterías contra Manos Unidas. Aporte pruebas no panfletos". Pues el equivocado es este segundo comentarista, porque el primero sí que aporta pruebas, lo que la misma Hoja Dominical publica, no es lo que él piensa, sino lo que desde el máximo órgano de difusión de la diócesis se dice.
Porque si uno mira el proyecto de Sucre (Bolivia) que no es una ciudad rica, pero tampoco uno de los sitios donde más hambre hay en el mundo, simplemente mirando el titular ya uno se da cuenta de qué va la historia: "Apoyo al apoderamiento de mujeres ante la violencia de género y la cultura machista", no es un proyecto de la Iglesia, evidentemente, sino de una ONG no católica llamada Centro Juana Azurduy, una de las luchadoras para independizar a su país de España. La ONG deja claro sus objetivos: "Desde su fundación, promueve cambios en las relaciones sociales,
económicas y políticas, dirigidos a eliminar toda forma de opresión,
exclusión y explotación de las mujeres, en los ámbitos individual,
familiar, organizativo y cultural, provocadas por el sistema patriarcal
en vinculación dialéctica con los sistemas colonial y capitalista. Implementamos
la estrategia operativa del “empoderamiento emancipatorio” que promueve
la autonomía y autodeterminación individual y colectiva de mujeres y
jóvenes, como la vía sostenible para lograr los cambios estructurales
impulsados, encaminados hacia una vida digna con justicia social y
libertad".
En la mayoría de las parroquias la gente no lee este tipo de informaciones y se piensa que con su donativo está ayudando a personas a no morir de hambre gracias a la ayuda de nuestros misioneros o personas de Iglesia. Pero esta ONG hace ya mucho tiempo que perdió el rumbo en batallas ideológicas aprovechándose de la buena voluntad de los católicos.
Y ¿a que no saben quién presidió como consiliario estatal Manos Unidas desde 1999 a 2015, para conformar lo que es ahora? No se han equivocado Don Juan José Omella Omella, el mismo que ha autorizado el proyecto de Bolivia para que lo financie su propia diócesis. Su nombramiento como arzobispo de Barcelona le liberó de esa tarea de la que siempre presume. Pues ya vemos lo bien que lo hizo.
Francisco Fabra