«Siempre que el Papa está enfermo, corre brisa o huracán de cónclave», dijo el Papa Francisco en la entrevista que le concedió en su día a Carlos Herrera. Esta semana, ya sea por la enfermedad o por la poca transparencia vaticana, el huracán ha corrido por la Ciudad Eterna. ¿Cómo no iban a correr aires de cónclave si de una bronquitis se pasó a un cuadro clínico complejo y al día siguiente a la neumonía bilateral de un paciente de 88 años? ¿Cómo no iba a gestarse el huracán si hasta el viernes no salió ni una bata blanca para informar del estado de salud del Romano Pontífice? Antes tuvo que ser la primera ministra Giorgia Meloni la única que aportase noticias algo tranquilizadoras. Noticias que luego se enturbiaron ante los rumores de una renuncia papal, recogidos incluso por el cardenal Ravasi, gran amigo de Francisco. Los médicos del Gemelli contribuyeron a la bruma: «No está fuera de peligro» y es «frágil». El sábado se confirmó que su estado había empeorado y que Francisco está en situación "crítica" tras recibir trasfusiones de sangre y sufrir una crisis asmática prolongada.
Ante ese huracán, quien más quien menos está tomando posiciones, aunque, a decir verdad, el que tomó posiciones hace tiempo fue el propio Francisco. El actual Papa ha designado a 110 de los 138 cardenales electores (menores de 80 años). Un Colegio Cardenalicio a su imagen y semejanza. No obstante, este Papa carece de un delfín manifiesto, como pudo ser Pío XII de Pío XI, Pablo VI de Juan XXIII o Benedicto XVI de Juan Pablo II. Por ello, las quinielas o conjeturas cada vez son más recurrentes.
¿DE VUELTA A ITALIA? PAROLIN, ZUPPI, PIZZABALLA...
En el primer grupo de papables estarían los italianos. Desde Juan Pablo I no ha habido un papa italiano y muchos cardenales creen que, después de casi 50 años, toca reinstaurarlos en la institución, máxime cuando en la elección de Francisco, el gran perdedor fue el cardenal de Milán, Angelo Scola. Sin embargo, otros cardenales tienen miedo a que los italianos vuelvan a considerar suya la sotana blanca y transcurran otros 500 años con el papado en sus manos.
Entre los transalpinos, el candidato principal sería Pietro Parolin (70), cardenal-secretario de Estado que equivaldría a un primer ministro o número dos del Vaticano. Posee la edad perfecta. Ni muy joven para un pontificado interminable ni muy viejo para un pontificado breve. Es de la carrera diplomática y ha gozado de la confianza absoluta de Francisco. Además, sería quien presidiría las sesiones del cónclave, dado que tanto el cardenal decano, Giovanni Battista Re, como el vice-decano, Leonardo Sandri, tienen más de 80 años y ya no son cardenales electores.
Los otros dos aspirantes italianos serían Matteo Zuppi (69), cardenal-arzobispo de Bolonia, miembro de la Comunidad de San Egidio, con una edad óptima, de notable ascendencia con el papa Francisco y cuya actividad internacional y mediadora revelarían su utilidad en tiempos de graves conflictos. Pese a cierto progresismo, Zuppi ha tendido en los últimos años a moderarse y actuar con notable pragmatismo. También emerge en la terna italiana Pierbattista Pizzaballa (59), patriarca latino de Jerusalén. Este último quizás sería demasiado joven y, además, franciscano, lo cual nos llevaría a dos papas consecutivos miembros del clero regular, pero las muchas décadas que lleva dominando la tensa situación política de Medio Oriente le han hecho ganar el respeto de los líderes políticos y religiosos de la región, tanto por su franqueza como por su valentía personal.
El otro gran favorito viene de la periferia. Sería el filipino Luis Antonio Tagle (67), anterior arzobispo de Manila y actual pro-prefecto de La Nueva Evangelización. Sería el más afín a la línea Bergoglio y su procedencia asiática favorecería la apertura del abanico geográfico del papado. Después de un europeo y un sudamericano, vendría un filipino. La nación asiática con mayor peso del catolicismo.
ÁFRICA, DESCARTADA
Aparte del filipino, no parecen tener opciones otros cardenales asiáticos. En cuanto a los africanos, son demasiado conservadores actualmente, y otro latinoamericano resultaría muy extraño. Igual sucede con los norteamericanos, aunque cabe señalar que, en su mayoría, son anti-Trump y, a lo mejor, la actual situación política podría decantar un contrapeso mundial al omnímodo poder del actual mandatario de los Estados Unidos. Los más destacados anti-trumpistas son el recién elegido cardenal de Washington, Robert McElroy (71), el de Chicago, Blase Joseph Cupich (75); y el camarlengo Kevin Farrell (77). En todo caso, se entendería como una elección beligerante.
En cuanto al resto de Europa, podrían tener opciones el portugués José Tolentino (59), el cardenal de Marsella Jean-Marc Aveline (66), el maltés Mario Grech (67), el arzobispo de Budapest Peter Erdó (72) y el de Estocolmo, Anders Arborelius (75). Tendrían un papel clave en el Cónclave, el luxemburgués Jean-Claude Hollerich (66) y el checo-canadiense Czerny (78), pero su condición de jesuitas no parece jugar a su favor. Dos jesuitas seguidos en el papado escapan de todo pronóstico.
OMELLA, EL 'KINGMAKER' CATALÁN DEL C-9
¿Y los españoles? Contamos actualmente con siete cardenales electores: el emérito de Madrid, Carlos Osoro (79), el emérito de Valencia, Antonio Cañizares (79), el de Barcelona, Juan José Omella (78), el de Rabat, Cristóbal López Romero (72), el pro-prefecto para la Vida Consagrada, Ángel Fernández Artime (64), el cardenal de Madrid, José Cobo (59), y el obispo de Ajaccio, nacido en Pamplona, François-Xavier Bustillo (56). A ellos se podría añadir, pero sólo a día de hoy, el cardenal Fernando Vérgez, cesado hace poco como Gobernador del Vaticano, que cumple 80 años el próximo 1 de marzo, por lo cual resulta imposible que pueda votar en un cónclave. En la misma situación, está el chileno, de origen español, Celestino Aos Barco, que cumplirá también 80 el 6 de abril próximo.
Deben obviarse tanto Osoro, que cumplirá 80 años en mayo y puede no concurrir a un eventual cónclave, como Cañizares, enfermo y carente de actividad pública, que, con toda probabilidad, no podría acudir al consistorio. Los pesos pesados serían los cardenales de Barcelona y Madrid, aunque uno es demasiado viejo y el otro demasiado joven. Sin embargo, ese poder español podría resultar decisivo en la encrucijada geopolítica del Vaticano, siendo el cardenal Omella uno de los principales kingmakers en un hipotético cónclave, especialmente por su pertenencia al C-9, los nueve principales asesores cardenalicios del papa Francisco. Por su carácter empático y un progresismo moderado sería un buen candidato, pero cumple 79 años en el próximo mes de abril. Juan XXIII fue elegido con 76 años, Francisco con 77 y Benedicto XVI con 78. Un año más tampoco significaría mucho, pero sería extraño que se volviese a escoger a un pontífice tan mayor.
Pese a ello, su ascendencia ante la mayoría de los cardenales puede favorecer que sea el perfecto muñidor de mayorías electorales. Piénsese que Francisco ha designado cardenales de los sitios más recónditos y con escasa población católica (Mongolia, Argel, Teherán, Tonga, Papúa-Nueva Guinea) en detrimento de las sedes tradicionales. Estos purpurados casi no se conocen entre sí y se necesitará la intermediación de un peso pesado del colegio de cardenales. A Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española en los últimos cuatro años, le va ese papel como anillo al dedo. El prelado barcelonés es un político nato que incluso estuvo como principal negociador en los años del procés.
Precisamente acaba de publicarse un libro del periodista Antoni Puigvert, Ocell de Bosc (Editorial Libros de La Vanguardia), que desvela que en aquellos días de octubre de 2017 frenó una carta del Papa a favor de la unidad de España, al objeto de no soliviantar a los católicos independentistas. Asimismo aclara la publicación que esta postura tampoco le granjeó el aplauso secesionista, que lo considera un españolista recalcitrante, según se puede leer en el libro de Puigdemont M'explico (publicado por la Editorial La Campana).
COBO, 'EL METEORITO' DE MADRID
Así como el cardenal de Barcelona está de salida, el cardenal de Madrid, José Cobo, acaba de llegar al cardenalato hace poco más de un año; no en vano, le apodan El Meteorito por su fulgurante carrera episcopal: pasó de obispo auxiliar a residencial de Madrid y fue creado cardenal al siguiente día de su toma de posesión.
Sin lugar a duda, es el hombre de futuro en la Iglesia en España, pero su juventud (a efectos papables) desaconsejaría ni tan siquiera su toma en consideración. Juan Pablo II fue elegido con 58 años y todavía en Roma consideran que fue un pontificado demasiado largo en el tiempo. Los curiales solían decir que se ha de escoger a un Santo Padre y no a un Padre Eterno.
UN ESPAÑOL EN RABAT, CON SÓLO 21.000 FIELES
Los otros dos cardenales ejercen su ministerio fuera de España. El salesiano Fernández Artime acaba de ser nombrado pro-prefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada, cuya prefecta es la primera mujer designada para presidir una congregación: la religiosa italiana Simona Brambilla. Sería extraño otro Papa procedente de una orden religiosa y tampoco el salesiano posee una gran ascendencia ante sus compañeros de púrpura.
El cardenal de Rabat, Cristóbal López, también es salesiano. Quizás su carácter misionero (estuvo 18 años en Paraguay, 3 en Bolivia y 7 en Marruecos) podrían favorecer sus remotas oportunidades. No obstante, su nula actividad pastoral iría en perjuicio de sus opciones papables. Los católicos de Rabat no llegan al 1% de su población. Son unas 21.000 personas. Menos que los feligreses de muchas parroquias.
Los nombres analizados más o menos se situarían en una línea bergogliana. Unos más moderados y otros más progresistas. Las opciones de los cardenales Robert Sarah (Guinea, 79 años), Gerhard Muller (Alemania, 77), Raymond Burke (Estados Unidos, 76) o Wim Eijk (Países Bajos, 71), que se han situado en línea opuesta al actual Papa, parecen actualmente desubicadas en el colegio cardenalicio actual. Ello no significa que un Papa, en teoría francisquista, se aparte luego de las reglas de juego del actual papado. Wojtyla no era ningún conservador cuando fue elegido en el cónclave de 1978 y luego se escoró hacia posiciones más ortodoxas.
DEL PAPA SORPRESA AL PAPA PREVISIBLE
Con todo, no podrá eludirse la incertidumbre política mundial. Las elecciones papales se han sabido adelantar en algunas ocasiones a los acontecimientos. Juan XXIII y el Concilio Vaticano II fueron el preludio de mayo del 68. Juan Pablo II, en 1978, fue la avanzadilla de la revolución conservadora y de la caída del comunismo. Esas dos elecciones fueron dos verdaderas sorpresas, al igual que también lo fue la del papa Francisco. Normalmente, a un papa sorpresivo le sucede un papa previsible (Pio XII a Pio XI, Pablo VI a Juan XXIII o Benedicto XVI a Juan Pablo II). Lo normal sería un papa continuista, pero el escenario geoestratégico puede favorecer una alternativa inadvertida.
Esa situación puede derivar en un giro vaticano que no sabemos hacia donde irá. Sin ese panorama mundial, la disyuntiva se hallaría entonces entre un sucesor continuista, preocupado por la justicia social y la sostenibilidad, o un sucesor más conservador que recupere el ímpetu restauracionista de Juan Pablo II. Aunque recuérdese siempre que «quien entra Papa, sale cardenal». Un cónclave es un procedimiento impredecible, que ha causado más de una elección inesperada.
Oriol Trillas
Escrito publicado en "El Mundo" el 24 de febrero de 2025