LAS MODAS LITÚRGICAS ALCANZARON AL PADRENUESTRO

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Una vez entrados en las “novedades” litúrgicas del Novus Ordo, destinadas a superar el Vetus Ordo, era inevitable que los administradores de esas novedades, se atreviesen con el texto sagrado del Padrenuestro, igual que se han atrevido con las palabras sagradas de la consagración y con mucho más. Las modas son irrefrenables: desde que se han puesto de moda los pantalones rotos, podemos esperarnos cualquier cosa. 
Las Conferencias Episcopales de los distintos países, han afrontado la traducción actual modernizada del Padrenuestro a las respectivas lenguas, haciendo impúdica exhibición de su ignorancia colectiva (quiero decir, como actual colectivo episcopal), al tiempo que se erigían como engreídas Academias de la Lengua, sin tener suficiente competencia lingüística (ni en la lengua de origen, en este caso el latín, con posible recurso al griego, ni en la lengua propia) y exhibiendo su indigencia teológica para la que sí que se les supone (temeraria suposición) alguna competencia.
Pero no nos engañemos, no es esa la cuestión. La cuestión de fondo es que la religión no pertenece al ámbito de lo racional. Por eso hay en ella importantes áreas de misterio que no se somete fácilmente a la racionalidad: tal como tampoco se someten a ella milagros como la maternidad y el mundo de los sentimientos. Son áreas que, si se racionalizan, se desvirtúan. Racionalizar el mundo del misterio y de la mística, es destruirlo.
Y claro, llegados aquí es evidente que las técnicas lingüísticas destinadas a desentrañar el misterio de los textos sagrados, no sólo no contribuyen a ese objetivo, sino más bien a desnaturalizar esos textos y el espíritu que los inspira. Si los obispos han decidido que la evangelización depende de cuestiones léxicas (que tampoco están en su currículum), van dados. 
Han olvidado, con la soberbia propia de los necios, que ni el Padrenuestro ni el resto de los textos sagrados ni el cuantioso magisterio de la Iglesia, son patrimonio de un tiempo concreto de la Iglesia y de su jerarquía, sino de toda ella a lo largo de todos los tiempos: y que por tanto no pueden ni deben menospreciar la sabiduría que les precedió. Seguros de que han dado con la piedra filosofal, pretenden que la solución está en la precisión léxica, ¡tan voluble por lo demás! Y se han autoconvencido de que la fortaleza de la fe depende de esas cuestiones técnicas, que al final incurren en mera interpretación (cosa que, por otra parte, está muy sujeta a modas). 
He seguido el debate sobre la última traducción del Padrenuestro en italiano, a cargo de la Conferencia Episcopal, en Fede & Cultura Universitas. El núcleo de la controversia está en el “ne nos inducas in tentationem”, que tan genialmente se viene traduciendo en español “no nos dejes caer en la tentación” desde hace siglos (lo confirman los catecismos de Lepe, Ripalda, Astete y el de san Pío V). El sensus fidei hispano fue certero desde el primer momento. En Italia han pasado de “no nos induzcas a la tentación” (traducción literal del latín) a “no nos abandones a la tentación”, que suena mejor, por cierto, pero que implica un abandono del texto original para acomodarlo a la interpretación más “asumible”.  
Olvidamos demasiado a menudo que nuestra herramienta perfecta para “entender” y por tanto interpretar los textos sagrados es el sensus fidei, y no el sensus filológicus, o el sensus históricus y demás artilugios que nos ofrece la racionalidad. Sí, la racionalidad frente a la fe. Porque no es la razón, siempre limitada, la que nos ha de dar seguridad en nuestro acceso a la palabra de Dios, sino la FE. Con el riesgo de que al “interpretar” la palabra de Dios, nos arriesgamos a torcer su significado (traduttore, traditore). Eso sí, siempre con loables intenciones “pastorales” apalancadas en nuestra actual inteligencia, superior a la de todos los tiempos, y auxiliada hoy por la inteligencia artificial. 
Nos estamos precipitando ciegamente hacia el “Libre examen”, cuyo primer fruto fue la traducción luterana de la Biblia que, por sí misma desautorizaba la versión que se había mantenido en vigor a lo largo de los siglos. Una versión, la Vulgata, que a pesar de sus graves deficiencias alimentó certeramente la fe de la Iglesia durante muchos siglos. Fue la versión que se consideró el auténtico texto sagrado a través del cual le habló Dios al hombre. Otro tanto cabe decir de la Septuaginta en su ámbito. Texto sagrado al que precisamente por serlo, se le admiten todos los grados de oscuridad que ofrece.
Hace ya bastantes decenios que pude gozar de los sermones de san Agustín y de san Juan Crisóstomo publicados en bilingüe por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos). En ningún caso hacen alarde de conocimientos filológicos (eran mentes ciertamente brillantes): su enorme inclinación hacia el sentido místico, nos ofrece la palabra de Dios en su máximo esplendor. Un esplendor que va mucho más allá de la precisión filológica o de las connotaciones históricas.

 ¿Y qué subyace a esas traducciones tan buenistas del Padrenuestro? Pues que cada vez más, nos dejamos llevar por la flojera universal, que se ha convertido en ley suprema. Si el Estado ha asumido la responsabilidad de librarnos de todos los peligros (¡qué bien lo vemos en el sistema sanitario y alimentario!), de todas las dificultades, de todos los riesgos, ¿cómo se nos ocurre pensar que Dios no tenga que estar por lo menos al mismo nivel? Ninguna tentación, ningún riesgo, ningún peligro. El Dios ultramoderno nos tiene que librar de todo, nos ha de mantener en la burbuja de seguridad que supuestamente ha construido para nosotros. Ni tentaciones, ni riesgos, ni nada. “
Non abbandonarci alla tentazione” (más cerca del “no nos dejes caer en la tentación”) a cambio del non ci indurre in tentazione, traducción literal del ne nos inducas in tentationem.
Pero bueno, es que en ese alarde de sabiduría han olvidado que peirasmós es bastante más que la tentación; es además la experiencia (empeiría: de ahí el empirismo), es la insoslayable lucha por la vida, es lo que nos hace fuertes, es la “militia est vita hóminis super terram” que nos dice el libro de Job, donde tan bien se ejemplifica la tentación. Y si vamos al texto griego, eisenégkes se traduce como “inducas”, un verbo derivado de anágke, necesidad, que no ha sido posible traducir con precisión al latín. Porque en el inducas no está para nada el concepto nuclear de necesidad. Estamos en un galimatías léxico muy considerable. Y eso nos pasa por empeñarnos en convertir un texto religioso que apela a la fe, en algo técnico que apela al conocimiento. Y no veas el lío que nos hemos hecho en España con el dimitte nobis débita nostra: de aurora boreal. Y claro, lo más singular de todas esas traducciones-traiciones, es que esos sabios se empeñan en hacerle decir a Dios lo que ellos creen que debería decir.  Un disparate de principio a fin.
Yo que recito a menudo el Padrenuestro en latín y en griego, tengo clara conciencia, en ambas lenguas, de que me sumerjo en una atmósfera de misterio. Y sí, claro que hago mis elucubraciones léxicas, e incluso históricas; pero esas elucubraciones ni pasan por delante del misterio, ni lo anulan. Me fascina el misterio del Padrenuestro, y no tengo la menor intención de salirme de él. La recitación del Padrenuestro es un acto religioso, no recitativo-literario. Y la precisión léxica, sobre todo si se ha de hacer a costa de forzar el significado real del texto, acaba siendo una traición. Y lo que es ya el colmo, es que las acomodaciones se hagan pensando en lo que tenía que decir Jesús para que le saliese un Padrenuestro digno de ser aprobado por la Conferencia Episcopal o por el papa de turno.   
La pregunta clave es: ¿El Padrenuestro ha de decir lo que yo quiero o lo que quiera el papa que diga? Pregunto de otro modo más suave, apelando sólo a la comprensión: ¿El Padrenuestro ha de estar redactado de tal manera que diga lo que yo puedo entender? Y en caso contrario, ¿puedo cambiarlo para hacérmelo más entendible? Otro día hablaré del Ave María: todo un mundo. 
Virtelius Temerarius

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17 comentarios

  1. Resulta enervante, caro Virtellius, que un Pontificado destacado por los patinazos teológicos no menores se haya empecinado en una impostado doctrinarismo que afecta nada menos que a la oración del Señor. Bien traída su distinción entre el sensus fidei y el sensus philologicus. Es una cruz más, la de la suma negligencia que caracteriza en este pontificado en los asuntos litúrgicos que imposta la voz para prohibir el vetus ordo argumentado con razones de pata de banco. Nada más teológico que la liturgia, en cuyas fuentes bebía Benedicto XVI en sus escritos. Nada más deprimente que los resbalones de su sucesor, mal informado y peor orientado. Pero es lo que hay.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.

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  2. Necesito información urgente sobre el próximo nombramiento del medio jefe de estado Andorrano.

    Moltes gracies!

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  3. Cuando uno reza en latín, uno sabe que está repitiendo las palabras con las que rezaban buena parte de los Padres y de los Doctores de la Iglesia.

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    1. Y que a lo mejor no entiende en absoluto.

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  4. Ne nos inducas (i)15 de julio de 2024, 3:37

    NE NOS INDUCAS IN TEMPTATIONEM

    Dicen los entendidos que "inducas" es la segunda persona del singular del presente de subjuntivo de induco, del que deriva el verbo español inducir, introducido como latinismo a principios del siglo XV, aunque el sustantivo inducción se documenta ya en el siglo XIV.

    En latín, su sentido básico es ‘llevar’ o ‘conducir’ a alguien o algo a un lugar específico, como compuesto que es del verbo duco, ‘conducir, guiar’, y del prefijo (de origen preposicional) in, ‘en’ o ‘hacia’.

    Por extensión, induco significa ‘introducir, hacer entrar’, tanto en sentido material (a alguien en algún lugar, por ejemplo, a los actores en escena) como conceptual (por ejemplo, un asunto o aspecto en un discurso), o ‘persuadir’ a alguien de (hacer) algo, que es la base semántica de nuestro inducir.

    Por lo tanto, la traducción literal de la cláusula evangélica sería «no nos conduzcas a la tentación» o «no nos induzcas a la tentación»

    En latín clásico, las órdenes o prohibiciones negativas suelen expresarse mediante la combinación de noli o nolite con un infinitivo. Sin embargo, hay circunstancias en las que se utilizan construcciones con ne y el subjuntivo:

    (a) Noli nos inducere... ~ No nos induzcas a...
    (b) Cave ne nos inducas... ~ procura no inducirnos a...
    (c) Ne nos induxeris... no nos induzcas a...
    (d) Ne nos inducas... ~ que no nos conduzcas a...

    En latín clásico:

    (c) el subjuntivo perfecto es menos frecuente, y
    (d) el presente de subjuntivo suele encontrarse en máximas en las que no se dirige a una persona concreta.

    Al expresarlo de este modo, «no nos conduzcas a la tentación» o «no nos induzcas a la tentación», se da la paradoja de que es Dios mismo quien lleva a la tentación, algo que tendría que ser la misión del demonio.

    Cabría pensar en un posible error de traducción, no del latín al castellano, sino del texto griego al latino.

    Sin embargo, "induco", tanto en el pasaje de Mateo como en el de Lucas, la forma verbal que se emplea es εἰσενέγκῃς (eisenéŋkējs), que es la segunda persona del singular del aoristo de subjuntivo activo de εἰσφέρω (eisférō), cuyo sentido básico es el mismo del latín induco.

    Para enterderlo, hay que relacionarlo con tentación. Temptationis trata de un deverbal de tempto con el sufijo de nombre de acción -tio, -tionis, de donde el sufijo español -ción.

    El verbo tempto, a su vez, tiene como significado prístino ‘tocar, palpar’ (que pervive en español en el verbo tentar y en la expresión a tientas) y de ahí ‘hacer la prueba o ensayo’ de algo, de donde, por extensión, ‘poner a prueba’, ‘verificar la calidad’ de algo o alguien.

    El sentido, en el pasaje evangélico comentado, queda corroborado por el término griego al que traduce, πειρασμός (periasmós), ‘prueba’, derivado de πεῖρα (peîra), ‘tentativa, experiencia, ensayo’ y ‘acción de poner a prueba’.

    Así pues, lo que estrictamente quiere decir el versículo del padrenuestro no es «no nos dejes caer en la tentación», sino «no nos conduzcas a una tentación», es decir,

    «no nos pongas a prueba»

    Ésta es la concepción tradicional de la religión judaica (cuidado, judaica), en la que Dios se complace en probar la lealtad de sus fieles, como en el episodio del sacrificio de Isaac:

    Génesis 22, 1: quae postquam gesta sunt temptavit Deus Abraham

    Génesis 22: Después de estos acontecimientos, Dios puso a prueba a Abraham.
    “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le dijo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”.

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    1. Seré muy radical pero el "apaño" que hicieron del Pater Noster en español en los años 80, siempre me ha parecido una chapuza infumable. ¿Cómo se atreven a cambiar las palabras que dijo Dios - Jesús "deudas y deudores" por "ofensas"? En Latín, griego y arameo constan "deudas" que no tienen el mismo significado que ofensas. Así se ha perdido ya el sentido de que el pecado tiene que ser reparado en la tierra o en el purgatorio (los que se salvan, naturalmente). Y ya no nos extraña que en los entierros y funerales se anuncie que el finado "está en la Casa del Padre, el cielo, la gloria", etc. Vamos que ya son beatos. Craso error. Las deudas materiales y morales que contraemos con los hombres, habrán de ser pagadas; y no digamos las deudas espirituales para con Dios.
      Conocí al P. Luis Luna, que acompañó a Conchita de Garabandal (feb, 1967) donde ella fue recibida en audiencia por SS. Paulo VI y posteriormente por S. Pío de Pietralcina, y no empleaba en la misa la versión "actualizada" del Padrenuestro. Y yo tampoco lo rezo así; en todo caso lo hago en latín. No soy quien para cambiar las palabras de Jesús: "El mundo pasará, pero mis palabras no pasarán".
      MT

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  5. Ne nos inducas (ii)15 de julio de 2024, 3:39

    CATECISMO

    La mejor interpretación del "ne nos inducas in temptationem" está en el Catecismo, en el numeral 2846 y siguientes, el cual da la interpretación oficial católica, síntesis de 2000 años de teología católica.

    Dice que la petición "No nos dejes caer en la tentación" del Padre Nuestro, reconoce que nuestros pecados provienen del consentimiento a la tentación. No estamos pidiendo a Dios que nos evite las pruebas necesarias para nuestro crecimiento espiritual, sino que nos libre de caer en la tentación que conduce al pecado y la muerte. La oración implica discernimiento entre las pruebas que fortalecen nuestra virtud y las tentaciones que desvían hacia el mal. Nos enseña a reconocer nuestra fragilidad y a depender de Dios para resistir las tentaciones. Esta petición también nos conecta con la victoria de Jesús sobre el Tentador y nos llama a la vigilancia espiritual constante, especialmente en los momentos críticos de nuestra vida.


    CONCEPTOS CORRELACIONADOS

    Este "no nos dejes caer en la tentación" habla del pecado original, su reparación parcial por el bautismo y confirmación, la concupiscencia vitalicia del hombre, done San Juan distingue tres especies: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Jn 2, 16), el noveno mandamiento prohíbe la concupiscencia de la carne; el décimo prohíbe la codicia del bien ajeno, el pecado personal, la necesidad de confesión, las indulgencias, la penitencia, la necesidad de la gracia divina ("sin mí nada podréis")...

    Que no nos deje caer en la tentación remite a la inaprensabilidad de nuestro corazón, el Espíritu Santo como único Maestro Interior, el Espíritu Santo como doble conocedor de Dios y del Hombre.



    INCOGNOSCIBILIDAD DEL CORAZÓN HUMANO

    - Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17).

    - 2563: El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.

    - 2517: El corazón es la sede de la personalidad moral: “de dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mt 15, 19). La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón

    - 2518: La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios:

    a) la caridad (cf 1 Tm 4, 3-9; 2 Tm 2 ,22)

    b) la castidad o rectitud sexual (cf 1 Ts 4, 7; Col 3, 5; Ef 4, 19)

    c) el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe (cf Tt 1, 15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26).

    Existe un vínculo entre la pureza del corazón, la del cuerpo y la de la fe:
    Los fieles deben creer los artículos del Símbolo “para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen” (San Agustín, De fide et Symbolo, 10, 25).

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  6. Ne nos inducas (iii)15 de julio de 2024, 3:51

    EL ESPÍRITU SANTO COMO ÚNICO MAESTRO INTERIOR DEL HOMBRE

    No existe ningún hombre (ni el papa, obispo, cura, gurú, santón, chamán, psicólogo) o método psicológico, pedagógico, psiquiátrico o de cualquier otra disciplina que pueda conocer el corazón del hombre, ni tampoco que pueda ser el maestro interior del hombre, ni nadie conoce a Dios plenamente, excepto el Espíritu Santo.

    - 2672 El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana. Es el artífice de la tradición viva de la oración. 

    - 1995 El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al “hombre interior” (Rm 7, 22 ; Ef 3, 16), la justificación implica la santificación de todo el ser:

    «Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad [...] al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rm 6, 19. 22)


    INCOGNOSCIBILIDAD ABSOLUTA DE DIOS POR EL HOMBRE

    - 687: "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Co 2, 11). Su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que "habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos "desvela" a Cristo "no habla de sí mismo" (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué "el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce", mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14, 17).

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  7. En ningún caso hacen alarde de conocimientos filológicos (eran mentes ciertamente brillantes)

    ...

    En su tiempo, cuando se usaba latín y griego, se entendía perfectamente el sentido de inducir.

    No hacía falta la filología porque estaban inmersos en la misma lengua y literatura culta, como si respiraran.

    El problema es hoy, cuando inducir tiene un sentido semántico popular diferente de antaño.

    También lo oscurece la teología progresista y modernista, que desarrolla el Pensamiento Alicia de que todo es guay, es amor, es caridad, es perdón de todo porque sí, todo es yupi-yuhu y jijí jajá, es unicornio multicolor, es de color rosa donde el amor se posa, es nube de gominola...

    Finalmente, bastante ignorancia del pensamiento ortodoxo clásico y tradicional de la teología católica, desde Jesús, pasando por San Agustín y Santo Tomás, y acabando por Ratzinger-Benedicto XVI.

    Modernismo-progresismo a la basura, todo.

    Menos ver vídeos y más leer libros cultos.

    Más lectura de los clásicos tradicionales.

    No se crean que todo es Espinete feliz, ni Bola de Drac ni Tik Tok lleno de vídeos sobre uñas pintadas de colorines...

    Un ciudadano sin cultura, un fiel sin cultura, son un ciudadano y un fiel indefensos ante el poder manipulador.

    La dictadura no viene ya por la violencia, viene por la ignorancia pura y simple.

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  8. Un verdadero lío con las interpretaciones bíblicas porque el Evangelio también es bíblico situado en la parte final del Libro. Donde decimos "líbranos del mal" a bien seguro en el original bíblico decía "líbranos del Malo", entendiendo el Malo como el Diablo, que con los siglos se ha borrado el Diablo de la escena. Este sistema eclesial de "borrar" datos bíblicos de la escena sigue vigente para adaptarse a los estándares modernos. El Mal en mayúscula es un personaje que tiene nombre propio, no una metafísica ni una filosofía, se llama Diablo y es super inteligente comparado con nuestras pobres mentes de humanos pensantes, por tanto el Padrenuestro original a bien seguro se refería a este Personaje Siniestro antes que a una forma de conducta humana desordenada.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Silver Garrell.

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  9. Lit-urgia, del latín littera, letra y urgia, poder sobrenatural, como en taumaturgia. El poder sobrenatural de la letra, de lo escrito, inmutable, y si es en latín más. Las oraciones pierden poder si se alteran, lo decía Mathias Scheeben, el mejor teólogo del s. XIX. (Del libro Recuperar la fe en dos días).

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  10. Buenos días. Pondría commentar por què en español el versículo final es "Y líbranos del Mal" a lo que es "Sed liberanos a Malo"...¿por qué el Maligno pasa a ser algo etéreo como es un concepto, el Mal? ¿Tiene esto que ver con conspiraciones varias surgidas del "espiritu" del Concilio Vaticano II?

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    1. "No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Maligno".
      El hombre que no ha sentido la necesidad de compartir con nosotros la cena de Pascua me preguntó hace menos de un año: "¿Cómo! ¿Tú pediste no ser tentado?, ¿en la tentación pediste ayuda contra ella?". Estábamos nosotros dos solos. Le respondí. Luego –esta vez éramos cuatro– en una solitaria región, repetí la respuesta; pero todavía no fue suficiente, porque en un espíritu irremovible es necesario demoler la funesta fortaleza de su obcecación para abrirse paso; por tanto, lo seguiré diciendo, una, diez, cien veces, hasta que todo se cumpla.
      Vosotros, sin embargo, que no estáis acorazados dentro de infaustas doctrinas y aún más infaustas pasiones, orad así. Orad con humildad para que Dios impida las tentaciones. ¡Ah, la humildad! ¡Conocerse como uno es! Sin deprimirse, pero conocerse. Decir: "Soy juez imperfecto de mí mismo y, aunque no me lo parezca, podría ceder. Por tanto, Padre mío, tenme, si es posible, libre de las tentaciones; tan cerca de ti que no permitas al Maligno que me dañe". Debéis recordar, en efecto, que no es Dios quien tienta al Mal, sino que es el Mal el que tienta. Rogad al Padre para que sostenga vuestra debilidad, de forma que no pueda el Maligno introducirla en la tentación.
      MARÍA VALTORTA: "El poema del Hombre -Dios", Volumen 3º, págs. 273 en adelante. Descarga gratuita en:
      https://mariavaltortaa.blogspot.com/p/descargar-libros.html

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  11. Lo de Trump fue un milagro.

    Quién no lo quiera ver, que vaya al oftalmólogo.

    Un instrumento de Dios para que no empiece la absoluta destrucción del mundo.

    Al 🦜!!!

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    1. Cada man̈ana cuando nos despertamos tambien es un milagro

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