EL MAYOR PELIGRO LO TENEMOS DENTRO

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A fuerza de seguir los vaivenes de la política en todas sus variantes como quien sigue una partida de ajedrez, he llegado a apasionarme por los variados análisis que ofrecen los distintos estudiosos de la actualidad y pronosticadores del futuro inmediato. Entre los factores que intervienen en las posibilidades de victoria o derrota de las opciones en juego, las de descomposición interna de cada uno de los contrincantes, se perfilan como el factor más potente, mucho más que el de los ejércitos y las armas del enemigo, sobre todo si la contienda se prolonga en el tiempo. La moral, más importante que las armas.
Europa, Estados Unidos, Ucrania, Rusia, Israel, Palestina, Irán, Irak, Yemen, Níger, etc., aunque parezca mentira, dependen más del mal que cada uno pueda hacerse a sí mismo con sus “valores” negativos y con su corrosiva forma de vivir, que del mal que puedan hacerle sus enemigos con todo su potencial militar y armamentístico: se trata sólo de potencial de combate, es decir destructivo. Porque para construir los auténticos valores que sostienen y hacen fuerte a una sociedad, poco o nada puede aportar el potencial de destrucción. Lo que cuesta es construir: ya sea una vida, una sociedad o un edificio. Si te estás destruyendo a ti mismo, de poco sirve que destruyas a tu enemigo.    
A cuenta de esta nueva variable en los análisis geopolíticos, he empezado a prestar una especial atención a la fuerza moral y a la cohesión interna de cada contendiente, lo que me da un mapa estratégico de mucho mayor alcance. Y si la consistencia moral de cada país acaba teniendo profundas repercusiones demográficas (con el juego incierto de la inmigración: véase, por ejemplo, cómo les va a Suecia, a Holanda y a Francia; y vienen a continuación Ceuta, Melilla y las Canarias y quizás hasta Cataluña), el futuro está cantado. De ahí que preste especial atención a la evolución demográfica de cada país; y por extensión, a su moral sexual, que es sobre la que se sustenta la demografía, por poco que nos guste esa incómoda relación. ¡Y qué tendrá que ver eso con las guerras!, ¿no?
 
E inexorablemente me veo obligado a trasladar este análisis también a la Iglesia católica que, nos guste o no nos guste, es institucionalmente un actor clave en los equilibrios y desequilibrios geopolíticos cuando éstos descansan sobre la moral: en su doble sentido de moralidad y de confianza de los pueblos en sí mismos. Cuando veo que la Iglesia lleva demasiados decenios claudicando a base de socavar la familia, la moral sexual y en definitiva la reproducción, a base de ir acomodando su doctrina y su pastoral a las exigencias del mundo, parece evidente que con esas “políticas” se está cavando la tumba, si Dios no lo remedia. Y volviendo a la epistemología de la dignidad infinita, aunque la Iglesia sociológicamente haya perdido prestigio y presencia, ontológicamente sigue siendo el referente moral de la civilización occidental: por más que flaquee en sus más recientes actuaciones, igual que ha flaqueado en otros momentos históricos.
Resulta que la primera víctima de la destrucción de la familia, del desmadre sexual y finalmente del desplome demográfico de Occidente, es la propia Iglesia. No me refiero sólo al terrible desmadre sexual interno, en favor del cual todavía se alzan demasiadas voces internas que gozan de exagerada amplificación; me refiero al hecho de que tanto preocuparse la Iglesia por aliarse con las fuerzas disgregadoras de la sociedad en la que vive, es ella la primera en padecer su resultado último, que es el descenso demográfico. Es que, lo queramos o no, somos seres biológicos. Al descender en picado la población católica, no sólo por deserción, sino también por infertilidad “cultural”, se vacían los seminarios, quedando condenadas muchas diócesis del “primer mundo” a la extinción vegetativa: por puro envejecimiento y finalmente defunción de los sacerdotes, que se van de este mundo sin dejar relevo tras de sí. 
Viene a cuento de esta reflexión, el diagnóstico que lanza Rousseau (autor detestable por tantas cosas) sobre el buen y el mal gobierno, en el cap. IX del libro tercero de “El Contrato Social”:        
En lo que a mí respecta, me asombra siempre que se desconozca un signo tan simple, o que se tenga la mala fe de no convenir en él. ¿Cuál es el fin de la asociación política? La conservación y la prosperidad de sus miembros. ¿Y cuál es el signo más seguro de que ellos se conserven y prosperen? Su número y su población. No vayáis, pues, a otra parte a buscar este signo tan discutido. En igualdad de condiciones, el gobierno bajo el cual, sin medios extraños, sin naturalizaciones, sin colonias, los ciudadanos pueblan y se multiplican más, es infaliblemente el mejor. Aquel bajo el cual un pueblo disminuye y decae, es el peor. ¡Calculadores, ha llegado vuestro turno: ¡contad, medid, comparad!
Análisis difícilmente discutible, por más que proceda de un conspicuo enemigo de la humanidad y de la Iglesia. No estaría mal, por tanto, que en vez de entregarse a huecas especulaciones, se las aplicasen los obispos tanto respecto a su feligresía, como respecto al número de sacerdotes bajo su báculo. Con un buen gobierno episcopal, es lógico que crezca la población de fieles y de sacerdotes. Y por lo mismo, si decrecen esos números, forzoso es admitir que la diócesis está mal gobernada.
Ese daño, esa disminución de la feligresía y de los curas no procede tanto de los ataques de los enemigos de la Iglesia, como de la negligencia de ésta a la hora de comparecer en la dura batalla doctrinal, y sobre todo de la deserción en masa de los responsables de la evangelización, hacia las doctrinas del mundo. Con tamaña deserción, no hay manera de ganar una batalla.
 
Les está costando mucho a los gobiernos caer en la cuenta de que la ‘moral de combate’ de los soldados en la guerra, la virtus que decían los romanos, tiene todo que ver con la moral individual de cada soldado y la de toda la sociedad por la que combaten. Ya en plena refriega, al ver cómo le va en la guerra a cada país en función de su moral, van cayendo del burro. Y así, vemos que en Europa (y en general en Occidente) no hay moral: ni de combate, ni de la otra. Con lo cual ya pueden echar cuentas del armamento y de la economía para sostenerlo, que donde acaban tropezando es en los “recursos humanos”, preferiblemente llamados hoy “mano de obra”. Ahí es donde las grandes potencias se las ven y se las desean para hacer frente a pueblos desharrapados, cuyo mayor activo es la moral: la de combate y la otra, que acaban fusionándose.
Y nos encontramos con que la Iglesia católica, la principal proveedora de moral de occidente, ha perdido el rumbo, siendo ella la primera víctima de ese desvarío moral. El mayor peligro lo tenemos dentro, muy bien instalado. Con amigos así, no necesitamos enemigos. Con las divisiones que luchan internamente por desnaturalizar a la Iglesia, es insignificante lo que consigan las divisiones que nos atacan desde fuera.
Virtelius Temerarius

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16 comentarios

  1. El problema moral, Virtellius, lo tiene la Iglesia dentro... y en la cúpula. Los textos desastrosos de Francisco sobre moral, que merecieron la reprobación de cuatro eminentes teólogos, ellos lo planteaban como dubbia, en su exposición turbia de la doctrina recibida, no fueron sólo dislates de un Tucho en estado de excitación sexual --por recurrir a su metodología ética-- sino que, mirando las cosas con serenidad y objetividad, está empozoñando la Iglesia. La gente piensa que el culpable de todo es nuestro enamoradizo cardenal porteño. No. Ni mucho menos. Francisco tiene quien le escriba y, sobre todo, quien le glose y difunda sus disparates teológico-morales.
    Intentando conocer la deriva que ha tomado la Iglesia, uno ha procedido a investigar cuáles son los focos de ese organizado ataque contra los principios de la ética. Ellos le llaman teología moral en salida. No es broma. En una síntesis de esa tendencia, y valedor de la misma con acceso directo al Papa, Julio Martínez, jesuita rector de la Universidad de Comillas nos manifiesta en qué coordenadas se mueven, en qué supuestos biológicos se apoyan, de qué retorcimientos se valen. ´
    Los jesuitas en su revista emblema, Estudios Eclesiásticos (la otra revista, Gregorianum, actúa más sutilmente, dados ,los sonoros cañonazos de santa Marta contra la doctrina moral) han aprovechado el centenario para hacerse portaestandartes de esa doctrina moral.
    Como hay que leer todo, sin mirar el origen, atendiendo sólo al valor de lo expuesto, resulta esclarecedor el esfuerzo de otros teólogos, por ejemplo los artículos aparecidos en Révue Thomiste sobre el desastre de la Fiducia. Se ve en estos últimos una exposición clara de la falsedad de la doctrina de Tucho a propósito de las bendiciones de las uniones irregulares y homosexuales, porque toda bendición es para la gracia y está vinculada al sacramento, y un esfuerzo sobrehumano por aplicar la "caridad de la interpretación", es decir, puesto que Francisco ha firmado tan impresentable folletín, conviene devanarse los sesos para ver lo positivo en lo que objetivamente es negativo. Y se hace un esfuerzo titánico por intentar salvarle la cara al Papa. Elm daño que ese texto está causando para la doctrina de la familia y de la sociedad no tiene nada que envidiar a cualquier capítulo corrosivo de la filosofía marxista de los decenios centrales del siglo XX.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Garrell .

      Dubias no aclaradas.

      A la Caram ,Yoli, y demás ralea roja les dice hagan lío.

      Ya ve usted por donde van los tiros,no?

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  2. La Familia estaba muy bién protegida en el Regimen Franquista, como testimonio de un amigo mío de 95 años y con 6 hijos que, en el régimen de Franco le daban ayudas para sus 6 hijos y ganaba más con estas ayudas que con su sueldo de empleado de banco. Ahora estas ayudas si se plantean para potenciar la Familia son de muy dudosa ejecución ya que irian a parar generalmente a familias de inmigrantes religiosos-africanos. Deberían ser ayudas económicas selectivas de población propia española pero esto en "libertad democratica" es imposible, esta "libertad" es para todo el que trabaja y vive en España no sólo para los nativos. Existe una solución si el Clero católico llegara a un momento de gran fortuna entregar dinero a familias cristianas necesitadas pero dudo que se llegara a esto. En el Franquismo eran muy pocos los de religión africana y podian dar ayudas que iban generalmente a manos nativas nuestras pero ahora con tantos religiosos africanos las ayudas irian a familias numerosas del imperio que ya sabemos, mal asunto. Ya más nos vale predicar el Diluvio en el que tambien convergen los africanos con El Corán a ver si por lo menos coincidimos en algo que es mejor que nada.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr.Garrell.

      Lástima que no esté Canonizado el Sr. Bajito con bigote como manda la Santa Madre Iglesia .

      Bueno, como mandaba antes, no ahora.

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    2. Décadas de destrucción llevamos. ¿Le parece poco Diluvio la plaga de nacionalismos de todo pelaje, el sociocomunismo y la Europa "desconstruida"? Francisco solo es un agente infiltrado más por el que se debe rezar para que se convierta y vire radicalmente su "magisterio"

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    3. Antes que al fresco general proveniente de El Ferrol, según el parte meteorológico de la revista La Codorniz, habría que canonizar a la Reina Católica.

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    4. 8.28h verguenza o sea paises como Polonia, Lituània,...no debian pedir su independència del comunismo soviètico. CADA dia G G vive mas lejos de la Iglesia de Cristo a ver si se dan cuenta. Basta de difamar a la Iglesia de Cristo que dicen defender

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  3. La sociedad actual es "liquida" en valores en general, ya sean éticos, o morales. Eso afecta por tanto a la corrupción, a la política, al mundo de la empresa, del dinero, de la sexualidad, del poder, de la familia, del consumismo salvaje,... y como no podria ser de otro modo a la conciencia y a los valores religiosos de las personas.
    I la Iglesia por desgracia no esta immune a esta realidad.
    Desde hace años hemos visto personas en cargos de responsabilidad sean clerigos, sean laicos que no me atrevo a decir que no tengan fe, pero a veces lo parece.
    Los hay que solo buscan la carrera, y les importa muy poco el Pueblo de Dios.
    Cuando la misión de la Iglesia es la evangelización, el anuncio, el apostolado, la doctrina,...
    Dios guarde y proteja a su Iglesia de los enemigos exteriores y los interiores.
    Oración y mortificación para que la Iglesia Católica siga siendo un faro de la luz de Cristo y su mensaje de salvación y santificación.
    Dios necesita de nuestra entrega y generosidad como creyentes.

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    1. 8/28, totalmente de acuerdo con su comentario.

      Lo ha clavado!!!!

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  4. Mi total adhesión a los parroquianos del Espíritu Santo en Barna.

    Que Dios escuche sus honorables quejas!!!

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  5. Tanto el Sr. Valderas como el Sr. Garrell son muy sabios. ¿Están asistidos por el Espiritu del Señor? Que Dios les perdone!

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    1. Tanto el Sr. Valderas como el Sr. Garrell, se han preocupado de formarse. Pida para usted la asistencia del Espíritu, con la seguridad de que, esa divina asistencia, llega mejor al alma cuanto mejor formada está ésta. Fórmese más, querido hermano. Así le será más fácil discernir. Y no juzgar tan rápido. Hace bien en pedir el perdón de Dios para ellos, pídalo también para usted. Y para mí, por favor. Es una Obra de Misericordia, de las Espirituales. Paz y bien.

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  6. El peligro real està en la moncloa.

    Que nadie se engañe!!!

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  7. Ni tanto, ni tan poco. El crecimiento demográfico también puede ser catastrófico. Me explico. El Afganistán, por ejemplo, ha duplicado su población en 20 años gracias a que allí no hay ningún control de la natalidad. Y eso en medio de hambrunas y de guerras y con deficiencias higiénicas y sanitarias espeluznantes. Si España siguiera su ejemplo, en 2044 tendría 96 millones de habitantes. ¿No sería problemático? Y si se continuara con una duplicación continuada de la población cada dos décadas, la población española dentro de un siglo ascendería a 1536 millones de personas. La densidad de población superaría los 3000 habitantes por km. cuadrado. Sería maravilloso ¿verdad? Hagan el cálculo, es fácil.

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    1. Al anónimo maltusiano de las 23:57.

      Déjese de bonitas teorías con apenas visos de realidad.

      Los datos históricos muestran que ninguna población aumenta indefinidamente de forma exponencial. Se llega a un punto de inflexión y a partir de ahí se ralentiza el crecimiento.

      Como cualquiera con unos conocimientos mínimos de Estadística sabe, las extrapolaciones pueden resultar en proyecciones erróneas.

      Por otro lado, si tanto le asusta la superpoblación, seguro que usted estará a favor de cerrar las fronteras a la inmigración ¿no?

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  8. Es evidente que mi comentario contenía una ironía que usted desgraciadamente no ha captado. Como ya he dicho, ni tanto ni tan poco, pues si bien el envejecimiento de la población y la demasiado baja natalidad son un problema, también lo es una natalidad demasiado alta, que por otra parte no resuelve el problema del abandono de la religión, del descreimiento, que tiene otras raíces. Y ciertamente, la inmigración es problemática cuando es excesiva. Todos los locales tienen un aforo limitado, como es lógico. Los territorios también. Intentemos razonar, seamos menos agresivos y no nos dejemos llevar por las ideologías, sean maltusianas, antimaltusianas u otras.

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