Llevamos una malísima racha de errores gruesos en el tratamiento de la respuesta de la Iglesia a la rendición de cuentas que exige el mundo en relación con los escándalos del clero. Cierto que algo había que hacer; pero no lo que se ha hecho. Han sido meteduras de pata una tras otra, tanto a nivel local como a nivel universal, dando finalmente la impresión de que la respuesta de la cúpula de la Iglesia, bien calculada y dosificada, seguía siendo lo que tan acertadamente han denominado nuestros enemigos, “cultura de la ocultación”. No sólo para la comisión de los delitos, sólo posibles, obviamente, en un clima de ocultación, sino también para eludir cualquier responsabilidad a la hora de rendir cuentas. Todos los indicios apuntan a que la cosa va de gestos (tácticas de ocultación y camuflaje, al fin y al cabo), no de arrepentimiento. Y obviamente, la onda expansiva ha alcanzado a las Conferencias episcopales, incluida la que preside Omella.
La impresión que se han llevado todos los organismos y entidades que han intervenido en la clarificación de la negra época de abusos del clero, la triste impresión que se han llevado es que la Iglesia, tanto desde el Vaticano como desde cada diócesis, sigue férreamente abrazada a su “cultura de la ocultación”. Y no hay visos de que esto lleve camino de cambiar. El informe que encargó Omella en nombre de la Conferencia Episcopal al bufete Cremades, lo dejó bien claro: “cultura de ocultación”.
Pero eso venía de muy atrás. Todas las acusaciones de ocultación de abusos, cayeron con furia sobre el anterior pontificado. Los enemigos de la Iglesia (liderados por el lobby LGTB), llegaron a acusar personalmente a Benedicto XVI de maniobras para ocultar esos delitos y de arrebatarle a la justicia los responsables. La persecución contra el anterior papa, fue feroz. La causa principal fue que, habiendo entendido el papa que la raíz de aquel mal estaba en la creciente homosexualización del clero (el 80% de las víctimas de sus abusos, eran niños), emprendió la batalla contra esa lacra iniciándola en los seminarios. Sonaron con furia las voces de alarma en ese bando, y la guerra contra un papa tan poco dispuesto a pactar con el lobby, fue a muerte: atacando desde fuera y sobre todo desde dentro.
El siguiente papa inauguró su pontificado con un gran pacto. Empezó con el “quién soy yo”, en defensa de la homosexualidad, continuó con que “en la Iglesia caben todos, todos, todos”, y culminó con el tratado de paz y amistad: la Declaración Fiducia supplicans, en la que la Iglesia abre los brazos de par en par a las parejas homosexuales, dando el primer paso para igualar el matrimonio homosexual, al matrimonio cristiano. Y se explica: “Yo no bendigo la unión, bendigo a dos personas que se aman”. Es el total alineamiento de la Iglesia con el mundo: es su aggiornamento definitivo. Está bien claro que a este papa no le harán nunca la guerra. Y entre medio la comedia de la persecución de los delincuentes y del arrepentimiento, en la que a Omella le ha tocado un papel nada airoso.
Maniobra previa a ese “Tratado de Paz y amistad” con el lobby fiducioso y suplicante, fue una espectacular puesta en escena de la persecución de los abusos por parte de la Santa Sede, de apariencia totalmente pactada, puesto que su principal característica fue salvaguardar la homosexualidad tanto del clero como del mundo. Salvaguardar y defender la homosexualidad, de la que el mundo hacía bandera. La Iglesia no debía criminalizarla, por más que fuese la causante de un demoledor porcentaje de abusos sexuales del clero. La cosa quedó, pues, en unos espectaculares fuegos de artificio para dar la impresión de que los enviados papales perseguían sin piedad a los clérigos culpables. Mucha pólvora se quemó, preservando de todo daño a quienes había que preservar, que eran la inmensa mayoría. Y los pobres enviados quedaron a los pies de los caballos. No sólo ellos, sino también los presidentes de las conferencias episcopales que entraron en el juego.
Y ahí tenemos a Omella llamado a declarar al parlamento de Cataluña, en su calidad de Presidente de la Conferencia Episcopal Española y de Arzobispo de Barcelona, una de las diócesis que más destacaron en escándalos y ocultaciones. No les valió que hubiese puesto en marcha lo del bufete Cremades Calvo-Sotelo, que le salió fatal (y además, caro) y que le saliese entre medio el Defensor del Pueblo, que azuzado por el periódico del Régimen, El País, se sumó al festival y sacó sus conclusiones. Es evidente que a la vista de lo bien que les fue mediáticamente a éstos, el parlamento de Cataluña no se iba a quedar de brazos cruzados.
La buena noticia hoy, ¡ya era hora!, es que el cardenal Omella, visto lo visto, ha hecho oídos sordos a la citación de la Comisión del Parlamento de Cataluña para investigar los abusos sexuales del clero católico. Dos veces ha sido citado, y dos veces se ha negado. ¡Bien hecho! Porque de lo que se trata es de que esta institución se ha sumado al circo mediático para hacer leña del árbol caído: merecidamente caído. Pero el parlamento no es un órgano judicial; y como nadie le ha dado vela en ese triste entierro, no pinta nada metiendo las narices en una cuestión que no le compete. Ni siquiera la ha inquietado al cardenal que la fiscalía vaya a investigar esas incomparecencias. Así que nos toca hoy alabar y agradecer su actitud clara y valiente. ¡Ya era hora!
Es que la Iglesia, culpabilísima de una conducta continuada de crímenes abominables, decidió montar un esperpéntico y obsceno auto sacramental de autoflagelación pública, promovido desde las más altas instancias, con el único fin aparente de congraciarse con el mundo, y de paso calmarlo. Pero éste no se alma ni se conforma, porque lo único que le satisface es humillar y escarnecer a la Iglesia. No, el mundo no busca la expiación de la Iglesia ni su purificación, sino su destrucción; siendo evidente a estas alturas, que su arma más potente ha sido avanzar, mediante los abusos, en la homosexualización del clero; para rematar en la homosexualización de la doctrina y de las celebraciones (especialmente, la del matrimonio).
Parece que Omella, desde su alta atalaya, se ha dado cuenta de que el campo de batalla no son los abusos, sino la legitimación de la homosexualidad (también en la Iglesia, que eso le da caché ante el mundo); lo cual implica desvirtuar totalmente la investigación a la que él, antes de que se la cayese la venda de los ojos, se apuntó entusiasmado.
El mundo está aprovechando la espléndida oportunidad que le ofrece el espectáculo de depravación, rematado finalmente en la sexualización mística desde el Santo Oficio, de un excesivo número de clérigos, liderados por el Prefecto. Demasiados en número, pero sin relevancia porcentual. Y sin embargo, la principal táctica del mundo es manchar con esas basuras a la totalidad de la Iglesia. Y ahí tenemos a nuestro cardenal chapoteando de oficio en esa inmundicia, pero con la clara determinación, ¡por fin!, de volver en sí. Pues sí, después del diluvio que se desplomó sobre la cabeza del mártir Benedicto XVI, ha venido el Reinado del Arcoíris, cuyas culminaciones son: en el mundo, la inclusión en la escuela de todas las aberraciones sexuales, incluido el cambio de sexo para niños y niñas de corta edad; con el prudente silencio de la Iglesia por no meterse en política. Y en la Iglesia, el Camino Sinodal alemán, tan avanzado en estas cuestiones; rematado en Roma con la Fiducia supplicans.
Y parece que, gracias a Dios, el cardenal Omella, como buen cura de pueblo que dice ser, no está dispuesto a que le acusen de no ver tres en un burro. Porque si se trata de acomodar los dogmas de la Iglesia a los del mundo, tan profusamente predicados y promovidos en los medios, en la escuela y en la legislación, ¿cuál es la Buena Nueva con que la Iglesia se distingue del mundo? Parece que Omella no se presta para hacer de trapecista, o peor aún, de payaso en ese circo al que se han ido apuntando uno tras otro, el Gobierno, el Parlamento, el Defensor del Pueblo. Y como guinda del pastel, abriendo paso, el Parlamento Autonómico “más progresista” de España. Ya sólo faltan el resto de Parlamentos Autonómicos y los Ayuntamientos. Pues no, con Omella, que no cuenten.
Virtelius Temerarius
Enhorabuena, Virtellius, por centrar debidamente la cuestión. La razón de fondo, el quid de la cuestión es nada más y nada menos que la legitimidad moral de la homosexualidad.
ResponderEliminarPor eso se han cargado las tintas sobre los clérigos pederastas. No sobre los profesores, los entrenadores, los monitores de colonias, etcétera, grupos o colectivos donde se da un número superior en cifras absolutas y en valores relativos. Por no hablar del ambiente familiar, donde padres y abuelos son responsables de multitud de casos de abuso.
Se ha escogido la Iglesia por ser célibes sus miembros y por mantener una doctrina acorde con la ley natural y la revelación contraria a los actos de sodomía y abuso.
Cuando la luz venía de Roma, la verdad y la coherencia de la doctrina. Ahora, que de santa Marta sólo viene la confusión, cuando no el disparate desnudo, los grupos disolventes de la moral se han venido arriba y exigen nada menos que los demás abdiquemos de principios.
Tras la deblace del nombramiento de Fernandez y la Declaración sobre la bendición de las personas que forman pareja, que se aman, como dos amantes, que forman pareja y se aman, como un menor y un adulto, que forman pareja y se aman, etcétera, etcétera, parece que se han asustado algo en santa Marta y buscan refugio nada menos que en Benedicto XVI. Ahora dicen, vamos a creerlos, que el papa bávaro "ampliaba" el horizonte si algo le preguntaba el Papa Bergoglio. Ante la manifiesta contradicción entre lo defendido por Benedicto XVI y lo defendido por Francisco uno no puede menos que pensar que la "ampliación·" era nada menos que un "sed contra". Por ejemplo: "Parece, Papa Bendicto, que el amor es bien supremo que merece todo nuestro aliento y nuestra bendición." "Que no podemos denostar a dos que se aman". Respuesta que pudo darle Benedicto de acuerdo con lo escrito por él: "Sí, es el mandato del Señor y la muestra de su actos mayor de misericordia para el hombre. Pero ha de ser un amor que no suponga una subversión del orden natural."
Francisco ha visto el desastre que ha supuesto la declaración que él aplaudió y ahora busca refugio en Benedicto XVI, como si fuera un mismo magisterio común. Y media un abismo.
Totalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.
EliminarEse personaajillo es un embustero de libro.
A Benedicto lo despreció siempre, no vaya ahora con pamplinas, hombre!!!
Feijoo también está de acuerdo con la Fiducia sodomita y ahora con indultar al prófugo de waterloo.
ResponderEliminarAdonde iremos a parar!
Feijoo tiene los mismos principios que Sánchez: el poder a cualquier precio.
EliminarUnas opiniones. Un ejemplo de la caída en barrena del Vaticano como católico es que el Presidente Milei recibió la Eucaristía (El Cuerpo de Cristo) como comunión “pastoral”, no litúrgica o no ritual. No se debería de aprobar el sacrilegio de dar el Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo a quien apostató o piensa apostatar del catolicismo para ser judío de manera notoria ("Estoy pensando en convertirme al judaísmo y aspiro a llegar a ser el primer presidente judío de la historia argentina"), sino que además, la comunión la están rebajando sólo como dar un signo o símbolo de acogida a quien tiene puros y simples sentimientos religiosos, judíos en este caso, o budistas o masónicos, por ejemplo. Por cierto, pocas semanas después de que Milei insultara a Francisco ("imbécil", "maligno, "nefasto", "comunista" es decir, enemigo de la democracia y los derechos humanos), ambos se reciben entre sonrisas y abrazos...
ResponderEliminar.....
Otra cuestión es que Francisco ha invitado a la reunión del Consejo de Cardenales (conocido como C9 Vaticano) a una falsa "obispa" anglicana. La declaración de León XIII en la Carta Apostólica Apostolicae Curae declara la completa invalidez de las ordenaciones anglicanas: esta "obispa" es sólo una laica disfrazada de obispo. Para más abundamiento, Ut unum sint y Dominus Iesus sólo reconocen a los anglicanos como comunidad eclesial, no Iglesia, por carecer de episcopado válido y no consagran válidamente en la Misa.
Parece que terreno se prepara para que todo aquel que se oponga al diaconado femenino, tal como Francisco acusó de "rígidos hipócritas" a todo opositor a la herética Fiducia supplicans "porque bendice a dos personas que se aman", sea simplemente acusado de machista, hipócrita, clerical, indietrista, rígido, inmisericorde, que arroja piedras desde la Cátedra de Moisés, poco acogedor, alejado del «Espíritu», falto de escucha. Toda una serie de represalia y amedrentamiento verbal al modo que se usan nazi, facha, homófobo, retrógrado, y que espantan a cualquiera por el temor a ser linchado en redes y en la Iglesia.
No va a haber ninguna justificación teológica. Si estás en contra eres todo lo dicho anteriormente, y si estás a favor es que estás abierto al «Espíritu», a la misericordia, a la apertura y demás palabras progresistas carentes de ningún de rigor teológico, totalmente saturadas de imprecisión lógica y racional, y rellenas de emoción, sentimiento y afectividad, de buenismo volátil, de conceptos ambiguos y equívocos.
Todo está preparado para que sucumban, como con casi todo, hasta los presuntamente "conservadores" que habrá que tildarlos ya de "conservadores de la herejía".
Sólo hay un sacramento del Orden con tres grados: diaconado, presbiterado y episcopado. El diaconado es el primer grado de este sacramento. El sacramento del Orden es exclusivamente masculino. Se le aplica en su integridad la teología del sacramento del Orden (c. 1008 CDC), son ministros sagrados con carácter indeleble, pero sólo el obispo y los presbíteros actúan in persona Christi Capitis. El "carácter" configura a los diáconos con Cristo diácono y servidor de todos. Según la Ratio fundamentalis (1998), son íconos vivos de Cristo servidor en la Iglesia.
Nunca hubieron mujeres "ordenadas diáconos" en la historia de la Iglesia. Las antiguas diaconisas tenían el nombre de "diaconisa" pero no tenían la función de "diácono ordenado" (sacramento del Orden). El nombre "diaconisa" duró hasta el Pontifical romano germánico de Maguncia (s. X): no recibían Orden sagrado, eran ayudantes en el Bautismo por "inmersión" sólo para las mujeres, y cuando sólo hubo bautismo de "aspersión" quedaron reducidas a vírgenes consagradas con voto de castidad o eran viudas; su actividad consiste en una asistencia caritativa y sanitaria de las mujeres; también tenían algunas funciones jurisdiccionales en lo que fueron algunos monasterios femeninos del rito oriental; pero les estaba prohibido conferir el bautismo o desempeñar un papel en la ofrenda eucarística.
Parece que Bergoglio quiere imponer una "Iglesia Paralela" para contentar a la apostática Iglesia alemana tal como quedaron sus acuerdos en el Camino Sinodal del 2023.
ResponderEliminarEl medio parece que se realizan pomposas falsas declaraciones de que "NO NEGAMOS EL DOGMA", como pasó en Amoris laetitia y Fiducia supplicans (comunión y absolución de adúlteros, bendición de adúlteros, concubinos y sodomitas), y como pasará con las "diaconisas extralitúrgicas", pero en realidad se dinamita enteramente la Iglesia Católica en sus componentes de Fé, moral, liturgia y eclesiología, y todo a base de represalias en forma de acusaciones de enemigos de la caridad, de la inclusión, de la modernidad, del progreso, sin aportar ninguna base teológica... porque no existe ni una, sólo la pura y simple imposición basada en el derecho positivo obligatorio y coercitivo.
Sorprende también el completo descrédito a que se somete Francisco voluntariamente. En efecto, a pesar de establecer en el Rescripto de 5 de junio del 2017 que la comunión y absolución de los adúlteros en Amoris laetitia (Cap. VIII, n. 305, notas 336 y 351) es magisterio auténtico bajo deber de obedecer y castigo de pena justa si no se aplica, no obstante se debido de meter el rabo entre las piernas cuando tres obispos (hay más) se han negado a implementarla: Arzobispado de Filadelfia, Charles Joseph Chaput, Cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia y Arzobispo de Kampala (Uganda), Mons. Cipriano Kizito Lwanga.
Lo mismo pasa con Fiducia supplicans: ordena aplicarla bajo sanción de quien no lo haga es un "rígido hipócrita", pero media Iglesia se niega en redondo a obedecerle, pero él no los sanciona, ni remodela Fidudia ni la deroga: las ve venir todas, recibe todas las bofetadas, todo se lo traga, sea el sapo que sea, tamaño XXXL o chico. Una actitud absurda e impropia de un Papa.
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Hay una serie de reacciones contra esta deriva de falta de competencia y capacidad de Bergoglio, fundamentadas en el principio supremo de la Iglesia, la cura animorum o la salvación de las almas, pues la comunión, la unidad y la colegialidad se realizan siempre en la verdad (cura animarum), en la justicia y caridad. Es falsa la unidad en la mentira o la unidad en la sola misericordia:
1. Los presbíteros no obedecen la implementación ordenada por su obispo (Amoris laetitia, Fiducia supplicans), ésta sería una resistencia material
2. Un obispo prohíbe en su diócesis que ningún sacerdote propio o de otra diócesis apliquen Amoris y Fiducia. También prohíbe a todos los cardenales, obispos y presbíteros que están a favor de implementar Amoris y Fiducia. Obviamente, esto es el principio del cisma y ruptura ya ahora de la Iglesia, que está en pleno cisma de facto de manera efectiva y operativa.
3. El Colegio Cardenalicio limita la plena potestad pontificia de tipo sacramental y jurisdiccional (legislativo, ejecutivo y judicial) a un previo dictamen que legitime toda decisión pontificia, como se hizo una vez con un Papa medieval
4. Los cardenales piden al Papa que se retracte. Si se niega, entonces es heresiarca excomulgado latae sententiae non declarata, con sede impedida absoluta que motiva sede vacante y se convoca el cónclave.
6. Ningún cardenal y obispo hace nada, dejan que el Papa muera, dimita o se incapacite por enfermedad grave. La polémica se envía al cónclave, donde se elige un Papa que reforme todos los graves errores heréticos cometidos por Francisco.
7. El cónclave no afrontar la realidad del cisma y la herejía dentro de la Iglesia, se nombra a un Papa o bien de compromiso que tolera y disimula la división eclesial, o bien que continúe la ruptura emprendida por Francisco. Esta opción va contra la voluntad de Dios, con lo cual continuarán más todavía las divisiones en el interior de la iglesia, pudiendo ser considerado incluso antipapa.
Omella no acudió porque bien sabe que no saldría bien parado. Ni estrategia ni inteligencia. Miedo total de no saber como proceder ante una jauría de lobos. Pero lo cierto es que él siempre presumió de tender puentes, de diálogo, de colaborar con las instituciones. Todo bla, bla, bla. Se le va la fuerza por la boca. A él le gustan los oyentes dóciles que le dicen sí a todo, y que le aguantan y le ríen sus cuentecicos que suelta en sus insursos discursivos.
ResponderEliminarEspero que ya que hemos tocado fondo con la ignorancia de este hombre, ahora ya no podamos hacer otra cosa que remontar. Porque un sucesor tan, tan tonto, será posible de encontrar.
A lo mejor fue un error y no lo tenía anotado en su agenda, y con el error, acertó.
EliminarQue se vaya a hacer comedia a Queretes ,con su amigo eutanasico , vistiendo tirantes elásticos, hombre!
ResponderEliminarEn estos casos es mejor ir, dar la cara, y hablar claro.
ResponderEliminarHace años citaron al anterior presidente de Endesa Manuel Pizarro, aragones como él, se lo iban a comer en el Parlament, y fue él quien toreó a los diputados.
Esta vez el Monasterio de Montserrat fue más listo y envió al num. 2 el Prior, que dio la cara y supo estar, y le respetaron.
No te confundas, amigo, al prior de Montserrat lo respetaron porque es de los suyos. Sabían todos a qué jugaban. Justo el mismo juego consistía en arrastrar por el barro a Omella, porque no es de los suyos. Al prior le invitaron para darle oportunidad de lavarse la cara públicamente; a Omella, para escupirle en la cara. Saben, saben muy bien a qué juegan.
EliminarEl difunto pederasta era amigo íntimo del muy ex-honorable.
ResponderEliminarNo lo olviden.