Sí, claro, es totalmente legítimo señalar los defectos de la Iglesia, de la religión, de la fe y hasta de Dios. No problem. En cambio, es peligrosísimo andar buscándole defectos a la sacrosanta Democracia (la fuente más cristalina de todo poder); pero en el momento en que la Iglesia ha decidido abrazarse a ella con fervor religioso, es necesario avisarla y advertirle que no todo lo que reluce es oro; más aún, que se le ha ocurrido este abrazo en el momento en que es cada vez más intenso su olor a cadáver. Me refiero, claro está, a la democracia.
Quien no se ha enterado de que la democracia es un
engaño sarcástico y cínico basado en el fraudulento oxímoron de la soberanía
del pueblo; quien no ha descubierto aún que la democracia, justamente por estar
construida sobre el engaño, tiende a ser el peor de los regímenes políticos;
quien no se ha dado cuenta aún de los desvergonzados niveles de corrupción en
todos los órdenes sobre los que están construidas nuestras democracias,
incluida la estremecedora corrupción moral (sí, claro, me estoy refiriendo a la
trata de seres humanos cada vez de menor edad y a su educación estatal ad hoc) ; quien no cae en la cuenta de
todo esto, es evidentemente porque prefiere no ver ni oír ni sentir, por no
salir de la anestesia en que le han colocado los omnipotentes medios de
educación y de información que le han impuesto los “administradores” de su
libertad.
Pero lo más estremecedor de todo esto es que la Iglesia católica haya decidido abrazarse a la democracia justo en el peor momento de esta institución; justo cuando está a punto de convertirse en la más eficaz palanca del totalitarismo y del absolutismo más atroz. En España es evidente que está en gran riesgo de caducar la Constitución, es decir la gran construcción legal que protege del totalitarismo a los ciudadanos. Naturalmente, quien no quiere verlo, no lo ve. Y es para ponerse a temblar, que caiga en ese esperpéntico giro dizque democrático, justamente la Iglesia católica, la heredera del judaísmo y la más fiel custodiadora del cristianismo, que se han distinguido durante milenios por su intenso empeño en la recuperación de la libertad que perdió el hombre en el Paraíso (según la más moderna antropología, en su último esfuerzo de hominización).
Es evidentísimo que ni el judaísmo ni el catolicismo
tienen raíces democráticas, por más que se empeñen en cubrirse uno y otro con
toneladas de hojarasca democrática. Es que son instituciones antagónicas
directas de la democracia, por la sencilla razón de que la doctrina (y en ella
los Mandamientos) forma parte de estas instituciones en virtud del principio
sacrosanto de la autoridad: la más directa negación de la democracia. Y bueno,
en ambas instituciones, se trata de la autoridad de Dios (que tampoco es el
tema a afrontar en la mera contraposición objetiva de la autoridad a la
democracia). El pueblo y su voluntad expresada mediante los votos (tan moldeables,
por otra parte, como el barro de que estamos hechos) ni son ni pueden ser la
fuente de la que dimanan la verdad, el bien y el mal. Dios no puso a votación
los mandamientos; pero hoy, primero el mundo y luego la parte más poderosa de
la Iglesia han decidido que sí, que el pueblo democrático tiene derecho a votar
también los mandamientos.
Quiero decir algo tan elemental como que si andamos
detrás de ganar grados de libertad (ya que parece definitivamente inalcanzable
“la libertad”), la democracia en que nos han metido no es ni de lejos el mejor
camino. Es, como diría Hayek, el más fatal camino de servidumbre. Estamos
experimentando constantemente los hachazos que está sufriendo últimamente
nuestra libertad dentro de un régimen que se ufana de ser democrático: es
decir, garante de la libertad del individuo. La que se nos viene encima a
cortísimo plazo es el control absoluto de la población, vigilada por miles de
millones de cámaras y micrófonos (incluidos los de tu propio móvil), más la
individualización de la moneda, ya totalmente virtual. En cuestión de pocos
decenios, la libertad (lo que hoy entendemos por libertad) será un recuerdo
remoto. Sin olvidar que es la democracia la que nos empuja a ese Nuevo Orden
Mundial construido sobre el totalitarismo más totalitario.
En el Antiguo Régimen, el poder se sostenía en el
principio de autoridad. Los reyes lo eran “por la gracia de Dios”. Y de ahí
descendía hasta los últimos niveles de autoridad y de poder. Todo poder venía
de Dios, el vértice de la pirámide del poder. Dios era el máximo principio de
autoridad. Conceptualmente, claro; pero en realidad, venía de la fuerza, que es
la mecánica a la que recurre la naturaleza para crear su sistema de orden. En
su virtud, se reconocía la inexistencia de la libertad, renunciada finalmente
en Dios y confiada a su infinita bondad. Desde la perspectiva de un agnóstico,
el poder se sostenía en la fuerza; y a la máxima fuerza, al máximo poder se le
llamaba “Dios”.
En el nuevo régimen en cambio, se pretende sostener el
poder en la voluntad del Pueblo, averiguada y construida mediante unos
artilugios a los que llaman democracia, reducida en último término a un juego
de votaciones que decide y maneja el que se ha hecho con la representación del
Pueblo. Una representación con más misterios que la religión con más arcanos.
Una representación que se sostiene sobre una pirámide de mentiras, cuyo vértice
es la mentira de la libertad. En esta mentira llevamos instalados políticamente
desde la revolución francesa dos siglos y cuarto; e intelectualmente, desde la
Ilustración. A mucho estirar, tres siglos. Tiene la gran virtud de evitar la
violencia para hacerse con el poder. Parece que al final se ha llegado al
consenso de que es infinitamente mejor la mentira que la fuerza. Pero al llegar
la mentira al paroxismo, se está resquebrajando ese consenso; se está agotando
la percepción de que para evitar la imposición del poder por la fuerza de la
violencia, es mejor recurrir a la mentira y a todo género de corrupciones.
No olvidemos, por si acaso, que la democracia más genuina,
la de la antigua Grecia, se construyó en un régimen esclavista, en el que se
imponía a todos, mediante votación, la voluntad de unos pocos (en realidad, los
propietarios del démos, es decir del
territorio: ¡a que suena eso!) Obviamente no tenían voto los esclavos (más de
la mitad de la población). ¡Ah!, ni las mujeres. Ni tampoco los metecos, es
decir los “inmigrantes”. En esa nobilísima cuna nació la democracia. Pero eso
son minucias que no empañan para nada el noble rostro de la criatura. La democracia
puede con eso y con mucho más. Hoy vemos cómo sigue sosteniéndose a pesar de
sus deformidades y malformaciones.
Pues es aquí donde llega la Iglesia (evidentemente,
gracias a Dios, no toda ella) a abrazarse con la Democracia y con su falsa libertad.
Claro, evidente. Una vez desbancado Dios, a quien corresponde invocar es al
Pueblo. ¿Cómo ha podido la Iglesia dejarse engañar de ese modo?
Virtelius Temerarius
Tomas el Aquinate ya estudió esto y existe su libro en Amazón
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https://www.amazon.es/mejor-r%C3%A9gimen-pol%C3%ADtico-seg%C3%BAn-Santo/dp/B00TLXKM32/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&crid=25R32QDVS0D4A&keywords=el+mejor+regimen+politico+seg%C3%BAn+santo+tomas&qid=1696174479&sprefix=el+mejor+regimen+pol%C3%ADtico+seg%C3%BAn+santo+tomas%2Caps%2C89&sr=8-1 Santo Tomas tiene la solución a todos los problemas políticos.
ResponderEliminarSr. Garrell, la única solución al tema político actual , es que venga el DILUVIO.
ResponderEliminarNO HAY MÁS!
Esta vez sí que la has dado, comentarista de las 22:36. Tal como están las cosas, la solución es el diluvio o el fuego caído del cielo, como en Sodoma y Gomorra.
ResponderEliminar¿Una pregunta no creían en la salvación del mundo?. La parusía ya llegará cuando tenga que llegar. Diluvios lo veo un poco mal con las sequías que tenemos. A parte diluvios en la época sumeria y del antigua Babilonia hubo mas de uno. Tan biblistas que son les recuerdo que Dios prometió a Noé que no habría ningún diluvio mas. Sean más optimistas, Jesús nos anuncio la salvación y la esperanza, no su eterna queja y pesimismo
Eliminar8/02, gracias por apoyar las tesis de Garrell y las mías!
ResponderEliminarSu artículo, Virtellius, tiene mucha miga y actualidad. Mañana comienza el Sínodo. Allí acuden con voz y voto personas sin la misión profética propia del orden sagrado, no digamos de la plenitud del sacerdocio, el episcopado. De la noche a la mañana Francisco se ha sacado de la manga una autorización sin el mínimo fundamento teológico. Claro que Francisco y la teología se dan de coces. Tucho, su cardenal "teólogo" disparata como un ignaro y dice que el Papa está guiado por el Espíritu Santo. Que el que no le sigue en sus ocurrencias no sigue al Espíritu. Es decir que entre el Pontífice y su adlátere hay una carrera para ver quién la suelta más gorda. De nada servirán los dubbia de los cinco cardenales, como de nada sirvieron los dubbia de los cuatro contra la Amoris Laetitia. Igual que Francisco tuvo la escasa delicadeza de no sólo no responder a estos últimos, sino que dijo que "no habían leído el texto", así el cardenal besucón se despierta achacando a los cinco cardenales que quieran poner en un brete al Papa. Esa Iglesia democrática de Francisco, en la que todo vale, todas las opiniones son iguales y demás dislates, es la que estamos sufriendo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.
EliminarLamentable que a Leo Cardinal Burke lo tengan secuestrado ..
Virtelius Temerarius es el menos útil de los colaboradores de Germinans, no aporta nada ni datos, ni espiritualidad ni actualidad. Yo creo que Germinans no existe para que un columnista venga a decir que la democracia es mala, muy mala, lo peor desde los asirios.
ResponderEliminarPreferiríamos artículos sobre la Iglesia en Cataluña; cosas que se hacen bien, cosas que se hacen mal, laicos y clérigos con iniciativas positivas, cosas nuevas que hace 10 años o 15 no existían, etc...
Apreciado anónimo del 2 de octubre -nonagésimo quinto aniversario de la fundación del Opus Dei, Laus Deo!- a las 12:45: Sugiero más o menos humildemente que la próxima vez firme como Anónimos. De lo contrario, ese plural quedará muy mayestático y parece poco posible, pienso, que tras ese anonimato se esconda el Santo Padre.
EliminarQue por otro lado no usa el plural mayestático. Claro que usted lo usa a medias.
El Decálogo no es democrático de ningún modo.
ResponderEliminarSe acata y punto com.
Al final acabaremos siendo tan zotes como aquel señor que vive en una colina de Roma,hombre!
Vaya confusión. Los mandamientos de la ley de Dios no son democráticos, pero permiten un margen de decisión. También cumpliendo los mandamientos existe la posibilidad de tomar decisiones diversas, hay diversas posibilidades de cumplirlos en la sociedad. La democracia, bien entendida, es un sistema político como muchos otros, imperfecto, pero posible y no necesariamente ilícito. Bien contradictorio en el artículo es citar al ultraliberal Hayek para atacar a una sociedad que llega al totalitarismo por la vía del liberalismo. Igual que lamentar el desprecio a la constitución y condenar la democracia. La confusión es total.
ResponderEliminar¡Qué cosas! Puede uno ver atacados aquí, unas veces directa y otras indirectamente, los más sagrados dogmas de nuestra religión y hasta al Santo Padre, y no pasa nada: nadie se escandaliza. Pero en cuanto asoma una leve crítica a la Santa Democracia, se disparan las alarmas, se conmueven las conciencias y se rasgan las vestiduras. Parece que sí, que lo más sagrado que se ha criticado en estas páginas es la democracia; y la adhesión incondicional de la Iglesia a esta maquinaria política. Bueno, estamos en tiempos de máxima confusión.
ResponderEliminarCuando el JEFE renuncie a su absolutismo en tema de Fe y moral tradicional Católica, luego entenderé la democracia ésa.
ResponderEliminarNada ➕.