Catequesis sobre la Solemnidad de Todos los Santos (Por José Ignacio Munilla)

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Especialmente hoy, día de Todos los Santos, la Iglesia se centra en esa Iglesia Triunfante en el cielo; que es el modelo y nuestra cumbre. Hay una gran confusión entre la fiesta del 1 de noviembre de «Todos los Santos», y la del 2 de noviembre: «Fiesta de los Fieles difuntos». Con frecuencia se confunden ambas cosas, por distintos motivos; a veces por motivos prácticos, por el hecho de que hoy sea festivo, y mañana –día 2- sea laborable, muchos católicos adelantan al día de todo los santos, el culto o la memoria de los difuntos; que sería más propio hacerlo el día 2. También está una confusión, incluso teológica, sobre la fe en el más allá, y se ha silenciado en lo que se refiere a los distintos estados posibles después de esta vida: cielo, purgatorio, infierno; y se ha silenciado sobre todo el estado del purgatorio y del infierno. Esta confusión llega a que – a veces-, confundiendo lo que es un funeral con una canonización. Asegurando en el propio funeral que el difunto está ya en el cielo, lo cual es imprudente, y eso no encaja con lo que es la práctica sacramental de la Iglesia en los funerales, donde se encomienda a la misericordia de Dios el alma del difunto; precisamente por lo que pueda tener necesidad de purificación, para que por la misericordia de Dios pueda contemplar su rostro.
 
De hecho, mañana día de los fieles difuntos, oramos por las almas de los difuntos, en la medida que tengan necesidad, de esa oración: en la medida que necesiten de la purificación para poder ir al cielo. A esta confusión, contribuye el hecho de que no se entiende, o que se ha oscurecido, «la vocación que tenemos todos a la santidad». Esta palabra «santidad» suscita en nosotros ciertas reminiscencias que no son las correctas. A veces suscita una figura de retablo con corona en la cabeza, a otros les sugiere ciertas obras milagrosas, otros piensan que la santidad es algo ñoño, «ser un santito es ser un ñoño, un tonto», de quien no tiene los pies en la tierra y que no participa de los retos de esta vida y de los quehaceres diarios.
 
La ruptura protestante, allá por el siglo XVI, cuestionó la misma existencia de los santos y la veneración que dentro de la Iglesia católica tenemos a los santos. Lutero borró de un plumazo toda la intercesión de los santos. Se basaba en un texto bíblico; le parecía que eso habían sido corruptelas que se habían introducido dentro de nuestra devoción; se basaba en: 1ª Timoteo 2, 5:5 "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también" Lutero decía: «si solo hay un mediador: Cristo, sobran los demás, sean santos, mártires, o incluso la misma Virgen María, sobran como mediadores».
 
Porque según esto, los santos le quitan la centralidad de la mediación a Jesucristo. Pero la concepción católica, también confiesa que Jesucristo es el único mediador, en el sentido que su humanidad está mediando ente Dios y los hombres. Jesús, Dios y hombre verdadero es el «Emmanuel» Dios con nosotros y al mismo tiempo es el que representa a la humanidad con Dios. Es el puente que ha unido las dos orillas. En su naturaleza humana estamos todos incluidos, y también los hombres estamos en Dios.
 
 
Nosotros creemos que Cristo es el único mediador, pero Jesús no anula la mediación de los hombres, sino que la suscita. Un ejemplo: ¿Quién es el mejor padre?, ¿Aquel que se sacrifica y hace todo por sus hijos, y les da todo hecho?, o ¿El otro que también se sacrifica por sus hijos, peor les «hace hacer», les suscita responsabilidades y colaboración. Evidentemente que el segundo es mejor padre… pues ese es Jesucristo. No solo está mediando e intercediendo por nosotros, sino que está suscitando, también, nuestra colaboración. De tal forma, que los santos no eclipsan la luz de Cristo, sino que más bien «reflejan la luz de Dios»; y la reflejan en muchos matices. Porque no podemos mirar a la luz directamente, como al sol, no estamos capacitados para percibir esta luz en toda su riqueza; y, sin embargo, vemos reflejada esa luz de Dios en todas las criaturas que nos rodean, y en todos los santos con caracteres tan distintos: unos muy impetuosos, otros tímidos, otros muy severos, unos más dulces…
 
Los santos han reflejado esa luz de Dios en diferentes estados: unos casados, otros monjes, en contexto de guerras, en contextos de paz… Y cuando vemos el ejemplo de Cristo, vivido en circunstancias tan distintas, uno se ve reflejado, y podemos ver la luz de Dios transmitida en situaciones muy a nuestro alcance y muy cercanas a nosotros. Si decimos que la naturaleza es reflejo de la belleza de Dios; hoy en día donde todos somos muy ecologistas. Además, es muy «políticamente correcto» afirmar que la naturaleza es reflejo de la bondad… la «madre naturaleza». Nosotros hablamos que la naturaleza refleja la belleza de Dios; pues es infinitamente mayor ese reflejo en los santos.
 
Y tantos santos que hay que no han sido canonizados, y que en la fiesta de todos los santos los tenemos presentes, están también ante Dios intercediendo por nosotros. Una cosa importante: a los santos les tenemos devoción; solo a Dios ADORAMOS. Hay desviaciones en esto de la devoción a los santos: hay recursos supersticiosos a los santos y tenemos que tener cuidado con esto con eso «si invocas a san Judas te toca la lotería». Y tantas desviaciones que hay que están cerca de las magias y supersticiones… Todo esto es contrario a la fe.
 
 
La triple finalidad de la devoción a los santos
 
1-El ejemplo. 
La Iglesia canoniza a algunos santos, no significa que lo esté «llevando al cielo», porque ya estaba en el cielo, antes de ser canonizado. Lo que se hace es que se reconoce que esa persona, cuando estaba viva, vivió las virtudes de forma heroica; y la Iglesia da a conocer la vida de esa persona para que sea objeto de imitación, por parte de los católicos.
Por esto es muy importante conocer la vida de los santos. En nuestra sociedad se ha puesto de moda que conozcamos vidas de personas, a los que llamamos «famosos», y cuyas vidas están puestas como si fuera un escaparate en programas de cotilleo, en revistas..., etc.
Vemos que en la medida que quitamos a los santos como referencia y modelo de imitación, hemos colocado en su lugar a determinados personajes que tiene una vida moral poco envidiable y poco imitable.
No podemos olvidar que las palabras «convencen», pero los ejemplos de vida «arrastran». Por tanto, es mucho más eficaz leer la vida de un santo, que escuchar un buen sermón. Porque en la vida de los santos vemos ejemplos de vida en circunstancias diversas y muy cercanas a nosotros, por eso, la Iglesia nos anima a conocer la vida de los santos, y hacer ello una lectura cotidiana.
También recomienda a los medios de comunicación a dar a conocer a través de películas u otras formas la vida de los santos.
 
2.-La comunión: 
Para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. Si tenemos, entre nosotros, el mandato de Cristo de «amarnos unos a otros»; no solo es «amar a la Iglesia peregrinante, en esta vida»; también tenemos que amar a los santos que están en el cielo, porque también forman parte de la iglesia, también son nuestro prójimo.
Llegará un día en el que, por la Gracia de Dios –así lo esperamos-, estando en la comunión celestial, nos amaremos unos a otros, y allí habrá una comunión y será un «añadido más al gozo de contemplar a Dios».
 
3.-La intercesión: 
Los santos no solo son un «buen ejemplo», son mucho más que un ejemplo: son una intercesión en Cristo en favor nuestro.  No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra.
La intercesión de los santos, desde el cielo, en más eficaz que lo que era en la tierra.
El catecismo nos pone dos ejemplos: «No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).
"Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra" (Santa Teresa del Niño Jesús,
verba). A Santa Teresita se la suele representar en una "lluvia de rosas".
Nos suele pasar que añoramos el haber sido coetáneos de Jesús, como lo fueron los Apóstoles; pero no debemos tener esa envidia, porque Cristo glorificado en el cielo, es más presente a nosotros y más efectivo, que lo que fue cuando vivió en la tierra en Palestina.
Algo similar pasa con los santos: su intercesión es mucho más universal, está dirigida a toda la Iglesia. Efesios 1, 4: "Por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor".

*Extracto de la Catequesis de José Ignacio Munilla sobre los puntos 956 y 957 del Catecismo de la Iglesia Católica, "Creo en la comunión de los santos" en Radio María.

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5 comentarios

  1. Falta el Diluvio, falta el Diluvio, y me repito siendo pesado, por muy santo y católico que sea el obispo Munilla al cual admiro mucho se ha dejado la parte más espectacular a nivel cósmico del principal castigo bíblico terrenal. Estamos en la época de las películas apocalípticas en el cine y en la televisión y mencionando El Diluvio la palabra de Dios se convierte en muchísimo más espectáculo que todas las obras cinematográficas de tal forma que con el Diluvio: "La realidad supera con creces a la ficción". El coctel o bien llamado suflé espiritual debe llevar todos los ingredientes para ser muy sabroso, si le falta alguno luego los inteligentes buscadores quedan insatisfechos. ¿¿O más bien el Mensaje Cristiano va destinado principalmente a los que No son inteligentes??

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Silver Garrell.

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  2. Tanto que le gusta la biblia, recuerde la promesa de Dios a Noé, no habra más diluvios. Ademas si Cristo nos trae la salvación, lo unico que debemos esperar és la parusia final. Eso si solo Dios sabé el dia y la hora.

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  3. Sr. Garrell, ¿otra vez con el Diluvio? Vuelvo a recomendarle que, antes de escribir, estudie algo sobre los géneros literarios. Su comentario me presenta el motivo de su reincidencia en el tema. Ni la vida, ni la Salvación son tema de película.

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  4. Sí, ciertamente, vamos a los cementerios porque, cementerio quiere decir dormitorio, ahí están los dormidos en Cristo Jesús, pero los que no se enterraban en el cementerio eran los que habían muerto sin sacramentos o en rebeldía en contra la fe.
    Claro, ahora, ya no hay esa diferencia no existe porque todo anda bien mezclado.

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