Por esta vez voy a mostrar mi desacuerdo. Ser oveja (o borrego) siempre es sinónimo de la incapacidad para razonar por ti mismo, de individuar una meta, de emprender un camino valiente, inédito, de fantasía. No estoy de acuerdo. Y por esta vez decido cambiar: este no es el domingo del Buen Pastor, sino el domingo de las ovejas. Mira el evangelio: habla del redil con la misma delicadeza con la que habla del Templo, quizás mayor: no como dormitorio-corral de las ovejas y de las ideas. Un lugar de encuentro en el que se dan cita las ovejas y su Pastor. Que al menos por esta vez posee una característica peculiar: “Las ovejas escuchan su voz (…) lo siguen porque conocen su voz”. Extraño oficio el del Pastor. Anómalo y delicado: donde no llega el cayado, entra en juego la voz. Cosas que a nosotros hoy nos dice bien poco. La de Cristo Pastor en cambio, es una voz nítida y directa: “Todos aquellos que vinieron antes de mí, son ladrones y bandidos”. Tanto que las ovejas, que no son tontas,“no los escucharon”. ¡Qué bomba!
En algunos
lugares los pastores se lamentan de que el rebaño no les escucha. También el
rebaño se lamenta, y a veces con mucha razón, de que no perciben la voz del
pastor. ¿Es sólo cuestión de moda o de cambio social? La solución la tenemos en
el relato de los Hechos de los Apóstoles cuando afirma que a la gente, después
de escuchar a Pedro “se les traspasó el corazón”. ¡Y sólo con
oírle hablar! No tras obrar, maniobrar, proyectar, etc… Hablar: simple y
apasionadamente, con recta intención y verdad. Como en aquel atardecer que
llenó de emociones el camino de aquellos discípulos de Emaús: el corazón se les
abrasaba mientras conversaban con el Resucitado. Esta es la razón por la que
los discípulos de Pedro se movilizan en seguida: ¿Qué tenemos que
hacer, hermanos? ¡Lo mismito que sucede en nuestras celebraciones!
Hablo hoy a
mis hermanos en el sacerdocio y a las vocaciones sacerdotales: las ovejas no
son tontas. Corren si hay una voz que les enciende el paso. No podemos usar
palabras para ellos agotadas, incapaces de abrasarles el corazón, de agitar su
respiración. No podemos tener el rostro apagado, la sonrisa helada, una
encajada de manos que aleja, un gesto calculado, las palabras sopesadas y
pesadas, la mirada opaca, la boca que mastica fórmulas, la actitud envarada. A
veces los pastores somos gente de palabras descontadas, previsibles,
recicladas, fotocopiadas, estrechas. Sé que muchos diréis: ¡Él era Cristo! Él
para hacerse reconocer ha llorado, gritado y hablado. Ha gozado, temblado y
exultado. Se ha conmovido; por miseria, por amistad, por perfumes. Ha pedido
ayuda, atención, jornadas. Ha movido corazones, almas, cerebros. Se ha
recostado sobre la mesa del mundo para encontrar, abrazar, ayudar. Ha tenido
miedo. Ha pedido cercanía. Se ha hundido.
Para hacerse
reconocible no se ha avergonzado de ser hombre. Como los pastores que huelen a
oveja, que pacen palabras que como milagrosamente renacen de manera continua.
Palabras parecidas a las conchas dentro de las que resuena el eco de la voz del
mar. Con pastores que no se lamentan, que como Pedro tendrán que responder a
una pregunta que vale un atestado de amor: ¿Qué debemos hacer? Es decir que la
Palabra ha conmovido, asombrado, desgarrado. Levantado, humillado, maltratado.
¡Qué satisfacción para el pastor: la oveja levanta el lomo y quiere encontrar
el camino! Ha nacido en ella la añoranza del sendero. Por suerte que son
ovejas. Pero no tan extremamente “ovejas “como para confundir autoridad como
rango de mando o autoridad como ascendente. ¡Fin de un cierto tipo de pastoreo:
el de los mercenarios!
¡Excelente glosa!...
ResponderEliminarPlantea un pensamiento sobre la metáfora del pastor y las ovejas en relación con Jesús y los fieles.
Está en desacuerdo con que ser oveja implica ser incapaz de razonar por uno mismo, de buscar metas propias o de emprender caminos valientes y originales.
Cierto. Cuando los jerarcas y muchos leen esto del pastor y las ovejas, piensan en un ejército de autómatas que se conducen a golpe de grito. En su ignorancia, no han visto un rebaño real con un auténtico pastor: puedes desgañitarte chillando las mismas palabras que el pastor, pero ni una de ellas se va a mover...1
Propone cambiar la perspectiva y considerar el domingo como el día de las ovejas, en lugar del domingo del Buen Pastor.
Destaca que el evangelio habla del redil y el Templo como lugares de encuentro entre las ovejas y su Pastor, donde estas escuchan su voz y lo siguen porque lo reconocen.
El oficio del Pastor se presenta como anómalo y delicado, donde la voz es fundamental y trasciende el uso del cayado. Sin embargo, se reconoce que esta idea puede resultar ajena para nosotros en la actualidad.
Cierto, es una idea ajena en la actualidad, pero eso es por ignorancia de cómo responde el rebaño a la Voz del Pastor respecto a la voz del falso pastor. A pesar de ello, a su modo, los ciudadanos altotecnológicosde hoy sí que funcionan como autómatas bajo las voces de otros falsos pastores altotecnológicos...
Ilustra la situación donde los pastores se lamentan de que el rebaño no los escuche y viceversa.
La solución, según el articulista, radica en el poder de la palabra, como prueba los Hechos de los Apóstoles, donde la gente se conmueve al escuchar a Pedro y se les traspasa el corazón, hablando simple, apasionada, con recta intención y verdad, como el Resucitado que conmovió a los discípulos de Emaús.
Luego, se dirige a sus compañeros sacerdotes y a las vocaciones sacerdotales, y les dice: que las ovejas no son tontas y éstas responden a una voz que les enciende el corazón.
Critica el uso de palabras agotadas y poco efectivas, y una actitud amanerada y calculada por parte de los pastores.
Dice que Jesús, para hacerse reconocible, mostró emociones, habló, se conmovió y se relacionó con la humanidad (también hizo milagros, ejercitó sus dones, predicó).
Importante ser pastores que huelan a oveja, en el sentido que usen palabras vivas y auténticas, yo diría, cosentidas por el sacerdote y el Espíritu Santo.
Pide que los pastores no confundan la autoridad como un mando o rango de poder, sino que deseen despertar el deseo de encontrar el camino en las ovejas.
Finalmente, critica el pastoreo de los mercenarios y pide un nuevo enfoque en el que la Palabra de Dios conmueva y guíe a los fieles.
Todo es correcto. Cada generación de sacerdotes y obispos se aburguesa, como San Pablito Iglesias, que nació proletario coletas de Lavapiés y murió propietario Conde de Galapagar... Pagando los otros, claro.
Este aburguesamiento lo vio mi madre desde los años 1940. Ganada la guerra civil y eliminado el ateísmo destructor republicano, reducido a cenizas de pesadilla, muy rápidamente vio en los curas de la familia y del resto cómo se acomodaban en el bien vivir. Es la concupiscencia que inclina de perpetuo a todo hombre, más cuando pasa el tiempo y se aclimata al bienestar. Por eso hay que estar vigilantes, creo que un tal Jesús lo dijo, recuerdo quizás que habló de "vigilad"...