La ruptura
Poco antes del inicio del Concilio de Constanza, la ciudad de Morella acogió entre sus muros unas solemnes conversaciones entre Benedicto XIII y el rey de Aragón, Fernando de Antequera, los procuradores del reino de Castilla y los embajadores del emperador Segismundo. Éste último consideraba indispensable entrevistarse con el monarca aragonés para atraerle a la asamblea conciliar, enfriar su hasta ahora firme apoyo al papa Luna, aislar así al anciano pontífice y forzarle finalmente a abdicar con los otros dos pontífices: Juan XXIII y Gregorio XII.
Así pues, Segismundo y Juan XXIII -primer convocante del Concilio- enviaron embajadas a Aragón y Castilla. En mayo de 1414 fueron recibidas en Zaragoza por el rey Fernando. Los enviados de Benedicto XIII comunicaron al papa que se había decidido aceptar la entrevista entre Segismundo y el rey de Aragón con la condición de que D. Pedro de Luna estuviese también presente. Para concretar los detalles del viaje y la entrevista, Fernando de Antequera invitó al papa a Morella, en las montañas del Maestrazgo. El pontífice suspendió la disputa teológica que mantenía con los rabinos judíos en Tortosa y acudió a la cita.
Fernando de Antequera, el Papa Luna y San Vicente Ferrer en Morella
A partir del mes de julio de 1414 y durante cincuenta días, tuvieron lugar las llamadas Vistas de Morella. En ellas participaron, junto con el papa y el rey Fernando, miembros de la Curia de Benedicto, representantes del rey castellano y los miembros de la embajada del emperador Segismundo. El ambiente era pues mayoritariamente favorable a la legitimidad de D. Pedro de Luna.
Fue entonces Benedicto XIII quien tomó la iniciativa y planteó con claridad el fondo de la cuestión: Pertenece a la misma esencia de la doctrina de la Iglesia que, aunque el papa estuviese dispuesto abdicar para conseguir la unidad de la Iglesia, no podría hacerlo en virtud de una pretendida superioridad del concilio, pues afectaba a la fe en el Cuerpo Místico de Cristo: sólo Dios puede juzgar al Papa. Sin embargo, el pontífice estaba decidido a entrevistarse con Segismundo y Fernando de Aragón en el lugar que ellos acordasen, una vez se clausurase la Disputa de Tortosa. Todavía propugnaba D. Pedro de Luna una reunión de los tres papas -ahora dudosos- para discutir sus respectivas legitimidades y la eventual abdicación de todos, una vez acordadas las condiciones del nuevo cónclave: la via justitiae. Esto enfureció a los alemanes, ya que sabían que el objetivo del concilio era aplastar la resistencia de todos los pontífices y erigirse así la asamblea como suprema autoridad eclesial. Todo lo demás -entrevistas y reuniones- era sólo un paripé diplomático para dorar la píldora que querían hacer tragar a Benedicto XIII el cual, a pesar de sus dudas, aceptó la entrevista con los dos reyes y enviar también una embajada a Constanza a explicar sus razones. ¿Ingenuidad? ¿Desconocimiento o exceso de confianza? Nunca lo sabremos.
El caso es que, unas semanas más tarde, el papa Luna se mostraba convencido de que en esa entrevista a tres bandas, que se celebraría finalmente en el palacio pontificio de Perpiñán, se trataría primero de anular las sentencias dadas contra él en Pisa -excomunión y deposición- y, a partir de ahí, acordar los medios para que los tres papas pudieran reunirse. Probablemente D. Pedro de Luna se dio cuenta más tarde de la torticera jugada cuando el emperador Segismundo, sólo tras conseguir la abdicación de Gregorio XII y Juan XXIII, apareció triunfante en Perpiñán para señalar descaradamente a Benedicto XIII como el único y último obstáculo para la unidad.
Benedicto XIII, Pedro de Luna, "el Papa Luna"
En septiembre de 1415 tuvo lugar el encuentro. Fernando de Antequera y el emperador Segismundo esperaban convertir la acordada entrevista con Benedicto XIII en una especie de encerrona para ponerle entre la espada y la pared: una vez dimitidos Juan XXIII y Gregorio XII, la via justitiae del papa Luna ya no tenía sentido. En el palacio pontificio de Perpiñán el emperador se lo planteó con crudeza: habiendo renunciado dos de los titulares de la tiara, era necesario que también lo hiciese él. Benedicto no se amilanó. Se daba cuenta de que si cedía a la presión, como sus oponentes ya habían abdicado, no podían establecerse acuerdos previos con ellos para fijar el Colegio electoral del nuevo cónclave. En consecuencia, si renunciaba ahora, entregaría al concilio la autoridad suprema sobre la Iglesia, lo cual estaba fuera de la práctica canónica y de la multisecular tradición eclesial. Sin embargo, ese era precisamente el plan de Segismundo con la aquiescencia de Fernando de Antequera, que quería evitar convertirse en un apestado universal por un apoyo demasiado incondicional al papa aragonés. D. Fernando parecía olvidar que sólo gracias a la eficaz intervención del cardenal Pedro de Luna en el Compromiso de Caspe, se había convertido en rey de Aragón hacía sólo tres años. El agradecimiento y la lealtad nunca han estado en el universo de los poderosos de este mundo…
Benedicto XIII defendió su posición ante los dos reyes en un largo y argumentado discurso… La solución canónica seguía siendo la via justitiae: la reunión de los tres papas para negociar las condiciones del nuevo cónclave y luego abdicar simultáneamente, ya que no se podía llegar a la unidad de la Iglesia sacrificando los esquemas jurídicos que hacen posible su existencia material en el altar de la “urgente necesidad” (manida excusa para toda clase de fechorías pasadas y presentes). Con ello se atentaba a la esencia misma del pontificado instituido por Jesucristo - el poder de las llaves- para convertirlo en Jefatura de una sociedad formada por la unión de los cristianos cuya expresión suprema ya no sería la comunión de fe y amor con el Sucesor de Pedro, sino el concilio. Éste, dividido en naciones, otorgaba protagonismo tanto a los poderes eclesiásticos como a los soberanos temporales. La consecuencia era, inevitablemente, forzar acuerdos entre el futuro papa y dichos soberanos temporales para fijar las competencias que a éstos debían reconocerse hasta en el orden espiritual. La libertad de la Iglesia quedaba así en entredicho. Así lo expuso también y con más amplias razones en su magna obra De Concilio Generali.
Por otro lado -afirmaba Benedicto-, si el problema era que había que despejar toda duda razonable sobre su legitimidad, sería necesario que los cardenales que participaron en el cónclave de 1378 que dio origen al Cisma volvieran a reunirse, ya que los purpurados nombrados por papas ilegítimos adolecen del mismo defecto. Como el papa Luna era el único que quedaba con vida, proponía un cónclave unipersonal con el compromiso de no votarse a sí mismo. A todo se negaron. Querían la abdicación incondicional... Entonces el papa les respondió con tristeza: Ahora veo claro que sólo queréis la humillación de mi persona. Ciertamente. Cuánto más ilegítimo fuese Benedicto XIII mayor legitimidad adquirían Segismundo, Fernando de Antequera y el concilio de Constanza. Tenían una legión de paniaguados que, con sermones y decretos, lo harían posible.
La honorable actitud del papa Luna acabó con el diplomático compadreo de los dos monarcas. El rey Fernando le espetó en su cara que la unidad de la Iglesia era un bien tan absoluto, que a él habían de sacrificarse todos los agradecimientos y afectos, aunque no la salvaguardia de su persona…. El papa Luna no podía ya contar con el apoyo de los reinos españoles que se aprestaron a sustraerle la obediencia para incorporarse a los trabajos del concilio. Sin embargo, los padres conciliares quisieron todavía presentar un ultimátum a Benedicto XIII a través de una embajada especial a Perpiñán, a cuya llegada se produjeron graves disturbios entre los partidarios y detractores del papa. Sin la habilidad negociadora del emperador, le exigieron burdamente la dimisión, a lo que el anciano pontífice respondió con una última y definitiva sentencia:
Afirmando la via justitiae como la única legítima y canónica para acabar con el Cisma, Benedicto XIII se mostraba dispuesto a abdicar si se daban tres condiciones: anular las sentencias del ilegítimo concilio de Pisa, pues no había sido convocado por ningún papa; asegurar que todos los reyes y príncipes cristianos estuviesen dispuestos a obedecer al pontífice elegido tras su renuncia; asegurar que la elección fuese canónica, lo cual sólo era posible si sólo él -único cardenal superviviente del conclave de 1378- elegía a un nuevo pontífice. Si aún así nada les parecía adecuado, propuso que sus cardenales se reuniesen con los de Constanza y que, por una sola vez que no podía establecer precedente, designasen unos procuradores que fuesen los encargados de cubrir la vacante tras su abdicación. Todo fue rechazado, aunque esta misma fórmula fue la que se adoptó para elegir finalmente en Constanza a Martín V. ¡Cosas del politiqueo! Se había decidido que Benedicto dimitiese como los demás y punto. La Tradición de la Iglesia y el Derecho Canónico se lo había puesto por montera el emperador Segismundo y sus fieles servidores de Constanza. Ni poder de las llaves ni mandangas. La autoridad civil se había convertido en el arbitro absoluto del gobierno eclesial y había que obtener los réditos correspondientes. Otra cosa es que Dios casi siempre escriba recto en renglones torcidos…
El Concilio de Constanza eligió a Martín V como nuevo Papa
El emperador Segismundo, con un cabreo monumental, abandonó Perpiñán en noviembre y partió hacia Constanza. El rey Fernando, mortalmente enfermo, reunió a su Consejo en el que estaba también presente San Vicente Ferrer, para decidir lo siguiente: nadie podía dudar de que Benedicto XIII había sido y seguía siendo legítimo papa, pero era imprescindible conminarle para que abdicase a fin de que los reinos españoles se incorporasen al resto de la cristiandad sin romperla. Tenían claro lo que querían desde el principio. Para ello, conforme a la ley, debían hacerle tres requerimientos antes de retirarle la obediencia. El primero se lo hicieron allí mismo, en el palacio pontificio de Perpiñán. Benedicto XIII se negó a renunciar a su legitimidad no por “contumacia” -como afirmara la sentencia condenatoria de Constanza-, sino por fidelidad a su conciencia. No podía ceder a las intolerables presiones de unos monarcas ebrios de poder ni claudicar ante unas exigencias ilegítimas por mucho que viniesen de un concilio.
Llegó entonces a oídos de D. Pedro de Luna que el rey Fernando, oído el consejo del emperador Segismundo, había decidido encarcelarle. Lo corroboraba el hecho de que el monarca aragonés cursó orden al puerto de Colliure para que se impidiese la salida de cualquier galera que no contara con su licencia, ni siquiera la del papa. A pesar de ello, se embarcó en su nave hacia Peñíscola el 14 de noviembre. Nadie se atrevió a contravenir los deseos del pontífice. Una fama singular, correspondiente a verdadero papa, le rodeaba... Cuando estaban soltando amarras, la Comisión real le hizo el segundo requerimiento. Benedicto XIII, desde la cubierta, respondió: “Saludad al rey y decidle de mi parte: me qui te feci, missite in desertum” (A mí que te hice, me envías al desierto). Así era el gran papa aragonés: De vida limpia, austera, generosa, sacrificada por una idea del deber, prefirió el exilio voluntario a la prisión forzada.
Al dar orden de levar anclas, el capitán de la galera pontificia advirtió al papa del peligro de navegar con la mar gruesa. Benedicto XIII le contestó que, si era verdadero papa, Dios cuidaría de él. En caso contrario, su pérdida sería conveniente para la solución del Cisma. Al salir a mar abierto, el furor de las olas se calmó absolutamente. Pudo entonces volverse D. Pedro de Luna hacia sus acompañantes, muchos de los cuales dudaban ya de la conveniencia de su obstinada postura, y alzando los brazos a cielo exclamó: ¡Papa sum!
Mientras en el concilio de Constanza se afanaban en preparar el consabido proceso para deponer a Benedicto XIII, las duras y aisladas rocas del castillo de Peñíscola le esperaban. Allí vivió, sin perder un ápice de su dignidad, ocho años más. La verdadera Iglesia no estaba en Constanza, sino -como más de una vez afirmó- en Peñíscola, cual nueva Arca de Noé erguida en medio de la tempestad.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info
Una vida tan limpia no la tuvo, ya que cuando estaba en Marsella participaba del corso- por no decir piratería- para financiarse, como pudo comprobar a su costa el almirante castellano Pero Niño.
ResponderEliminarQué es eso de participar del corso?
EliminarQue protegía a unos corsarios valiéndose de su condición, porque se beneficiaba de los botines.
EliminarHay que tener en cuenta que la corona de Aragon estaba a favor del Papa Luna y la castellana en contra. Ciertas valoraciones deben ser tomadas en cuenta al juzgar un momento historico
EliminarPues ya tardan en Roma para levantar su excomunión y Canonizarlo como DIOS manda.
ResponderEliminarRENDIRSE A UN PODER CHIFLADO DEL MUNDO. La completa locura y perversión de Soros y Open Society se demuestra con este artículo que acoge en su sitio por compartir su ideología, que es la que sigue la izquierda y alguna derecha liberal, y que pretende abolir la familia y la propiedad, como quería Platón para las clases sociales de los dirigentes y militares, en su fantasía conservadora colectivista y comunista del Estado Perfecto e Ideal, descrito en "La República". Platón y Soros, dos hermanos desde hace 2.400 años, mira por donde...
ResponderEliminarÉste es el artículo, es tan demencial que la única razón de su publicación es para generar discusión y generar tráfico informativo para difundir sus aberraciones:
The coronavirus crisis shows it's time to abolish the family
What does the pandemic tell us about the nuclear family and private household?
Sophie Lewis (author of Full Surrogacy Now: Feminism Against Family, and a free-lance writer interested in queer communism, based in Philadelphia), 24 March 2020
opendemocracy.net/en/oureconomy/coronavirus-crisis-shows-its-time-abolish-family/
Se pone lo más relevante, porque es digno, en su maldad, de ser divulgado, sobre todo para los que viven en Roma, el Vaticano, Santa Marta y Ca N'Omella, y de ver cómo de malignas son las nuevas ideologías del mundo actual, fomentadas por gente que de tan retorcidamente malvada que son, sólo caen patéticamente en el chiste, la chirigota y la cuchufleta, de tan malosos que son...
[Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator]
...
[El artículo empieza exponiendo las medidas sanitarias -distancia, mascarilla, encierro, toque de queda, higienización- que impone la pandemia, y relaciona los sectores sociales afectados] ...asegurar el alojamiento de los sin techo. Esto último, en particular, expone el núcleo tácito y casi incuestionado de la respuesta prescrita a la pandemia: los hogares privados.
Los hogares nucleares, al parecer, son el lugar donde se espera intuitivamente que nos retiremos para evitar una enfermedad generalizada. Permanecer en casa es lo que se supone que nos mantendrá sanos. Pero hay varios problemas con esto, como cualquier persona inclinada a pensar en ello críticamente (incluso por un momento) podría darse cuenta - problemas que se podrían resumir como la mistificación de la forma de pareja; la romantización del parentesco; y la sanitización del espacio fundamentalmente inseguro que es la propiedad privada.
¿Cómo puede beneficiar a la salud una zona definida por las asimetrías de poder de las tareas domésticas (siendo el trabajo reproductivo un factor de género), del alquiler y la deuda hipotecaria, de la propiedad de la tierra y de las escrituras, de la crianza patriarcal y (a menudo) de la institución del matrimonio? Al fin y al cabo, en esos hogares estándar es donde todo el mundo sabe en secreto que se produce la mayor parte de la violencia terrenal: la O.M.S. califica la violencia doméstica como "la más extendida, pero entre los abusos de los derechos humanos menos denunciados" [...]
En Los Ángeles, las autoridades estatales están proporcionando remolques individuales y cabañas de aislamiento improvisadas para los sin techo. Pero una respuesta mucho más lógica podría ser: abrir todos los hoteles y palacios privados sobre la base de un alojamiento ventilado y luminoso e higiénico (sin alojamiento) para todos. Liberar a todos los presos y detenidos ahora, rehacer los centros asistenciales como espaciosas aldeas autogestionadas, y despedir a todos los trabajadores con el sueldo completo para que puedan dejar sus literas para siempre, mudarse con sus amigos y dedicarse a la pereza durante al menos la próxima década.
En segundo lugar, entre los que sí tenemos casas particulares, una enorme proporción no está segura allí; y no poder salir sólo multiplica la amenaza. Una cuarentena es, en efecto, el sueño de un abusador: una situación que otorga un poder casi infinito a quienes tienen la sartén por el mango. Por ello, al principio de la epidemia en China, las ONG de derechos de la mujer publicaron guías para sobrevivir a los abusos domésticos relacionados con el coronavirus. Según los informes, las comisarías de todo el país triplicaron los casos de violencia doméstica; el 21 de marzo de 2020, The Guardian citó a la fundadora de una organización sin ánimo de lucro de mujeres chinas diciendo: "Según nuestras estadísticas, el 90% de las causas de violencia están relacionadas con la epidemia de Covid-19".
ResponderEliminarY a medida que el virus se extiende por Estados Unidos, haríamos bien en prestarle atención. Ya lo ha señalado el director general de la línea nacional de ayuda a la violencia doméstica en Estados Unidos: "Los agresores amenazan con echar a sus víctimas a la calle para que enfermen... Hemos oído que algunos retienen recursos económicos o asistencia médica".
En resumen, la pandemia no es momento de olvidar la abolición de la familia. En palabras de la teórica feminista y madre Madeline Lane-McKinley: "Los hogares son las ollas a presión del capitalismo. Esta crisis verá un aumento de las tareas domésticas -limpieza, cocina, cuidados, pero también abuso infantil, abuso sexual, violación por parte de la pareja, tortura psicológica y más". Por tanto, lejos de ser un momento para consentir la ideología de los "valores familiares", la pandemia es un momento sumamente importante para aprovisionar, evacuar y, en general, empoderar a los supervivientes de -y a los refugiados de- los hogares nucleares.
Y en tercer lugar, incluso cuando el hogar nuclear privado no supone una amenaza física o mental directa para la persona -no hay golpes al cónyuge, no hay violaciones a los niños y no hay ataques a los maricas- la familia privada como modo de reproducción social sigue siendo, francamente, una mierda. Nos clasifica, nos nacionaliza y nos hace competir. Nos norma para el trabajo productivo. Nos hace creer que somos "individuos". Minimiza los costes para el capital mientras maximiza el trabajo de creación de vida de los seres humanos (a través de miles de cajas diminutas, cada una equipada -absurdamente- con su propia cocina, micro-guardería y lavandería). Nos chantajea con confundir las únicas fuentes de amor y cuidado que tenemos con el alcance de lo posible.
Nos merecemos algo mejor que la familia. Y el tiempo de la corona es un excelente momento para practicar su abolición. En las siempre lúcidas palabras de Anne Boyer: "Ahora debemos aprender a hacer el bien por el bien del extranjero. Ahora tenemos que vivir como una prueba diaria de que creemos que hay valor en la vida del enfermo de cáncer, del anciano, del discapacitado, de los que están en condiciones de vida impensables, hacinados y en riesgo".
No sabemos aún si seremos capaces de arrancar algo mejor que el capitalismo de los restos de esta Peste y de la Depresión que se avecina. Sólo planteo con cierta certeza que, en 2020, se intensificará la dialéctica de las familias contra la familia, de los hogares reales contra el hogar.
[Dibuja la Sociedad Perfecta comunista-conservadora de Platón, sin familia ni propiedad doméstica -no tengo nada y soy feliz-, donde el hogar está mal visto para el nuevo diseño estatal de sociedad y hombre porque educa en sus propios valores egoístas -propiedad, hogar amoroso, paternidad, tradiciones-, por lo que el Estado selecciona el hombre y la mujer que juntos han de procrear eugenésicamente un número concreto de hijos perfectos en salud, los cuales son arrancados de la madre cuando dejan de ser niños de pecho y hogar, y sólo son educados selectivamente por las escuelas estatales elitistas para los oficios propios de los nuevos dioses de la sociedad: los dirigentes y los militares]
Muy buena informacion aporta D. Custodio. Pero cabe recordar que la corona de Aragon estaba a favor del Papa Luna y la corona castellana le era contraria.
ResponderEliminarAlguna criticas del momento historico pueden ser sesgadas.