El Tercer Domingo después de Pascua (IV de Pascua)

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A partir de este domingo las listas romanas ya no designan ninguna basílica especial para la celebración de la estación dominical, lo que demuestra que al caer en desuso las primitivas reuniones cementeriales a causa de la poca seguridad que a partir del siglo VI ofrecía la campiña romana, la cita estacional o era indicada cada vez o ni siquiera tenía lugar. La misa celebrada por los sacerdotes en su iglesia titular suplía la ausencia de estación.

Debemos notar que la nomenclatura de los domingos del tiempo pascual cambió con el misal de Pablo VI, pasándose a llamar todos ellos domingos de Pascua, en orden numérico. En el cómputo tradicional, el orden numérico se establece a partir del “después de Pascua”. Así este domingo, por ejemplo, en el Misal de 1970 es el “4º domingo de Pascua”. Otro motivo de confusión nos viene cuando este domingo es llamado a partir de la reforma como “domingo del Buen Pastor”, mientras que tradicionalmente esa era la denominación del pasado domingo, el 2º después de Pascua. Evidentemente en razón de la lectura evangélica, la de Jesús Buen Pastor, que centra toda la liturgia del día.

Hay que subrayar que durante todo el Tiempo Pascual la primera lectura de la Misa, nos sitúa en la experiencia pascual de los Apóstoles, pues en torno a ellos que se agrupa la Iglesia en la espera de Pentecostés.

 

El introito de este domingo “Jubilate Deo” tomado del salmo 65 es un himno triunfal. “Elevad a Dios gritos de júbilo, tierra entera, celebrad su nombre, cantad la grandeza de su gloria”. He aquí el esplendor de la liturgia católica, expresado mejor que con las palabras, en la belleza musical de este canto.

 

    

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En la epístola, es el apóstol San Pedro el que toma la palabra. Han empezado las persecuciones neronianas, y las armas con que se sirven los adversarios, judíos en general, son la calumnia y la violencia. A este odio, los cristianos, como Cristo, responden con el sufrimiento silencioso y la explosión de todas las mejores virtudes. Por el sufrimiento y el amor, la verdad y el bien se abrirán camino, y se impondrán por si mismas. Pero por el momento hay que humillarse, respetando las autoridades legítimas, incluso cuando se trata del mismo Nerón, sin considerar la manera indigna con que ejercen su poder. El cristiano vive en la espera. Llegará la hora en que Dios por su gracia visitará al Imperio Romano –esa es la profecía de Pedro- y entonces Constantino reparará el daño causado por la “Bestia coronada”. El versículo del aleluya es tomando del salmo 110, que es uno de los cantos pascuales. El Señor ha rescatado a su pueblo, que le pertenece por el doble título de la creación y la redención. Si pertenecemos a Dios debemos vivir para Él. 

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El Papa San Silvestre y Constantino

El evangelio (Jn.16,16-22) es un fragmento del discurso de Jesús en la Ultima Cena. Él anuncia la inminencia de su partida de este mundo y el breve intervalo entre su muerte y la resurrección. Este periodo, después de la resurrección de Cristo, en el que él se muestra a los fieles, es el nuestro. Es la historia de la Iglesia militante. El mundo sin fe, no lo ha visto desde la tarde del Viernes Santo, pero nosotros, al contrario, lo vemos cada día en la Eucaristía; conversamos con Él y nuestra vida es iluminada, como un resplandeciente mediodía, por los rayos que forman el aura de su gloria. Nadie nos puede privar de este gozo que proviene de nuestra familiaridad con Jesús, ya que es puramente interior. Y compensa con creces las penas que el mundo nos infringe a causa del nombre del Señor. 

 

En la antífona de Ofertorio del salmo 145, el alma es invitada a alabar al Señor, de alabarlo en la nueva vida de Resurrección a la que nos ha elevado: vida eterna que no conoce la muerte, vida de Cristo de la que participamos gracias a los sacramentos. En la oración sobre las ofrendas se alude a uno de los efectos más importantes de la Santa Comunión, que es el vino nuevo que hace germinar el brote de la pureza. La Eucaristía apaga en nosotros las llamas de la concupiscencia y enciende en nuestro corazón el santo amor por las cosas divinas. Infunde en nuestras almas la nostalgia del paraíso. 

En la antífona que se canta en la Comunión, tomada del evangelio del día, se pone de relieve la fidelidad con que Jesús ha cumplido su promesa. Había dicho que lo volveríamos a ver, y en efecto, no solamente lo volvemos a ver, si no que le tocamos y su sangre mezclada con nuestra vida, nos otorga vigor, juventud y alegría imperecedera, pues procede de una vida divina. En la oración de postcomunión, pedimos que así como el Sacramento de la Eucaristía es alimento espiritual para la vida eterna, nos sea también ayuda temporal para conseguirlo. 

 

El término de la esperanza cristiana es el cielo. Las antiguas comunidades cristianas se autodenominaban “peregrinas en esta tierra”: Ecclesia Dei quae peregrinatur. El evangelio de este domingo nos lo corrobora: en esta tierra, amarguras y lloros, mientras el mundo se alegrará. Pero al final, Jesús nos mostrará su rostro transfigurado y nuestra alegría no cesará. Sin embargo este contraste entre el mundo y nosotros no debe alimentar en nuestro corazón un sentimiento de odio o desprecio. No hay que odiar a nadie, nuestro deber es soportar a los malvados, esperando que suene la hora de la visita, como hoy subraya el apóstol Pedro, cuando la gracia de Dios triunfará sobre su voluntad rebelde.  

 

Mn. Francesc M. Espinar Comas

Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet

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7 comentarios

  1. ?No era este domingo "domingo de quasimodo"?

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    1. Era, ahora es el domingo de la divina misericordia!

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  2. Iglesia en guerra y martirio26 de abril de 2021, 2:13

    "...nuestro deber es soportar a los malvados, esperando que suene la hora de la visita, como hoy subraya el apóstol Pedro, cuando la gracia de Dios triunfará sobre su voluntad rebelde."

    Estoy de acuerdo en parte.

    Pero la historia de la Iglesia nos enseña que se pueden dar, a la vez, diferentes posturas: resistir físicamente al enemigo hasta derrotarlo y vencerlo, sufrir con martirio la agresión hasta desaparecer.

    El martirio hasta la desaparición fue la Iglesia del norte de África, motivado por las pandemias, la crisis del Imperio Romano occidental, las herejías del arrianismo y el donatismo, y las sucesivas invasiones como la que sufrió Cartago: primero de los vándalos en el 425 liderados por Genserico, la reconquista por el general bizantino Belisario en el año 534, y la conquista musulmana del año 705.

    Otra muestra de arrojo la tenemos en Santa Juana de Arco, cuando ganó las batallas y asedios de Troyes, Orleans, Jargeau, Meung-sur-Loire, Beaugency y Patay, y la marcha de Reims contra los ingleses (por cierto, Santa Juana de Arco odiaba profundamente a los herejes, que se lo digan a los husitas, y a las prostitutas, rompiendo su espada Fierbois en la espalda de una meretriz que seguía a su ejército).

    Otras grandes batallas de los católicos contra sus enemigos son los enfrentamientos en pugna con los revolucionarios franceses ilustrados y masones, como La Vendée, o bien los católicos mejicanos cristeros en lucha contra la guerra masónica del gobierno masón del presidente Plutarco Elías Calles.

    Pero el mejor ejemplo fue la Guerra Civil Española (1936-39), cuando una parte de los laicos y consagrados de la Iglesia Católica participó proactivamente luchando con fuerza física contra los revolucionarios agresores del gobierno republicano, integrado por masones, comunistas, socialistas, anarquistas y revolucionarios republicanos (ERC y partidos españoles), que por odio a la fe, estaban genocidiando y cometiendo crímenes contra la humanidad en perjuicio de la Iglesia Católica (que estaba pasiva, orante, sufriente y martirial), contra los partidos de derechas y monárquicos y contra las clases sociales no revolucionarias.

    Porque los despiertos en conciencia sabemos que en la jurisdicción territorial de la II República y la Generalidad de la ERC de Companys, se mataron católicos del primer al último día, como fueron los asesinatos tanto del obispo auxiliar de Tarragona Mn. Manuel Borràs el 12 de agosto de 1936, como del obispo de Teruel Mn. Anselmo Polanco Fontecha el 7 de febrero de 1939 en Pont de Molins (el obispo de Teruel dijo “Yo soy el pastor y debo permanecer al lado de mis ovejas; o me salvo con ellas, o con ellas muero”, mientras que Vidal y Barraquer aceptó su huida y la de su secretario dada por Companys, y aparentemente, no hizo nada por su obispo Manuel Borràs y otros religiosos asesinados... un misterio martirial y un enigma a resolver).

    Y los despiertos en conciencia sabemos que el primer presidente democrático asesinado en Europa no fue Companys, sino el presidente de la Generalidad de Cataluña accidental, el coronel de intendencia Coronel FRANCISCO JIMÉNEZ ARENAS, autoridad nombrada por el General Domingo Batet, como consecuencia de la destitución de Lluís Companys por su golpe de Estado violento del 6 de octubre de 1934.

    Por su parte, Lluís Companys NO FUE ASESINADO, sino fusilado en virtud de sentencia judicial recaída en un juicio militar, el procedimiento nº 23.468, de 3 de octubre de 1940, “Sumarísimo ordinario contra Luis Companys Jover por delito de rebelión militar": se le aplicó la pena de muerte, pena capital o ejecución a un condenado por parte del Estado, como castigo por cometer un delito muy grave del código penal, previa instrucción y enjuiciamiento, que por muy "farsante" que fuera el juicio, no fue un asesinato, como sí sufrió el presidente Francisco Jiménez, y encima, después un juicio bufo con sentencia de muerte para encubrir el asesinato.

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  3. ¡Ay mosén, cuánta nostalgia de tiempos pasados que afortunadamente no volverán! Mire el presente con más ilusión y esperanza!

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    1. ?Dónde está la nostalgia de los tiempos pasados?

      ?Quien es usted para criticar al P. Custodio?

      A lo mejor el que tiene que vivir el presente con más ilusión y esperanza es usted, que no hace más que criticar el presente que no le gusta.

      Hay que ser más tolerante.

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  4. ¡Ay anónimo 17/42,cuanta porquería hereje tenemos que soportar los verdaderos Católicos actuales!

    Hasta caen rayos en la Cúpula de San Pedro y algunos mirando de construir en Marte.

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  5. Estas estampas vivas del misterio pascual, de acuerdo con la experiencia apostólica y de los primeros cristianos, dan esperanza a nuestra fe. Exponer el contexto histórico es facilitar el acercamiento a su comprensión.

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