En todas las épocas ha habido hombres no bien relacionados con el espíritu de su tiempo. La soledad interna ha sido su compañera de vida, junto con el malentendido de la mayoría de los contemporáneos, a menudo incluso de amigos y seres queridos. Estos hombres y mujeres han experimentado la más profunda soledad, la soledad interior, y han testificado la verdad de la intuición que José Ortega y Gasset llamó realidad radical, la dura condición de una existencia consciente de la soledad y la diversidad irreductible, "la circunstancia personal en la que resistir debe incluirse en la existencia, y en consecuencia la afirmación de lo resistente". Hoy que celebramos al abad San Antonio el Grande, es oportuno decir que se trata de algo parecido a la hypomené de los Padres del desierto contrapuesta a la hypostolé.
Justamente san Antonio Abad fue el gran maestro del desierto. En plena decadencia moral del imperio romano, el desierto llegó a ser el único lugar habitable para los que aspiraban a unir sus vidas a la de Cristo. Y es muy posible que hoy, en plena decadencia de la otrora civilización occidental fraguada por la cristiandad, el desierto interior sea el único refugio que nos permita alejarnos de esa desoladora decadencia, no menos enemiga de Cristo que lo fue la vesania anticristiana del imperio romano.
Hoy ya ni las comunidades monacales (flagrante contradictio in términis) son refugio seguro contra la decadencia moral que ya no pretende acabar con el cristianismo, sino acomodarlo a los vicios del mundo moderno. Ya no se trata de cambiarles los nombres a las cosas, sino de algo mucho más grave: cambiarles las cosas a los nombres. Crear nuevas realidades (teológicas incluso) para profanar con ellas nombres sagrados.
La contemporaneidad es aún más exigente al convertir a algunos de nosotros en extranjeros absolutos, sobrevivientes de muchas luchas y batallas existenciales, de hecho exiliados del espíritu. La tendencia es entonces refugiarse en una fortaleza íntima inexpugnable, un mundo paralelo inexistente conocido sólo por uno mismo. El exilio interior habla un idioma desconocido para la mayoría, vive el encuentro milagroso con sus otros semejantes, con asombro mezclado de incredulidad; y a veces tiende a vivir una realidad virtual. El exilio del espíritu es descubrirse unos a otros fuera del tiempo, radicalmente diferentes de lo que nos rodea, prisioneros de un espacio irrevocablemente extraño, enemigo, irreconocible. No pocas veces, es una condición tan dolorosa que el dolor del alma invade la esfera física, como una espina que penetra en la carne. Es el significado literal de la nostalgia, es decir, "dolor de retorno", especialmente cuando uno está seguro de que ya no hay una Ítaca a la que aspirar.
Se ha agotado la esperanza del regreso: los jóvenes nobles de Ítaca pretendientes del trono han conquistado el territorio, ninguna Penélope teje el lienzo y lo desteje para prolongar la espera, e incluso Telémaco ya no intenta encontrar a su padre perdido, Ulises, símbolo de identidad y esperanza para el futuro. A algunos hombres, los más desafortunados, se les ha dado un doble exilio, el de sentirse extraños en su patria junto al de la pérdida aparente de los principios, valores y sentimientos en los que habían creído y que guardan tenazmente en espíritu, la última riqueza y la única herencia.
Muchas veces el exilio espiritual se convierte en inevitable, obligados a tirar del carro de nuestras responsabilidades, lo que no mengua nuestra libertad, ya que abrazadas por amor a Cristo y a su Iglesia se convierten en resplandor de libertad. No hay que temer el vernos marginados por nuestras posiciones espirituales y nuestras más íntimas convicciones, ni ser víctimas de la obstinada represión, el rencor y el olvido de esa pseudo-cultura oficial, filomarxista, progresista, ilustrada, que ha sepultado a la civilización europea. Sentirnos exiliados de todo y de casi todos: al fin y al cabo Dios nació en el exilio.
Mn. Francesc Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Su reflexión de hoy, mosén carísimo, invita a leer los Poemas del alma de Lope. "A mis soledades voy, / de mis soledades vengo, /porque para andar conmigo /me bastan mis pensamientos.". La soledad y el silencio nos permite ver la parvedad de nuestra persona y la transitoriedad de nuestra existencia. Sólo Dios basta, que diría la Santa. Si no amamos la soledad, si nos turba el silencio, es que estamos muy lejos de nosotros mismos y de Dios. Había un librito de meditaciones, pequeñito y escueto que era una maravilla: En silencio ante Dios, del padre Philippon. Cuántas enseñanzas se pueden extraer de su meditación.
ResponderEliminarTiene usted toda la razón señor Valderas Gallardo.
EliminarY al respecto, recomiendo la lectura sosegada, en soledad y silencio, de la obra del cardenal Robert Sarah "La Fuerza del silencio".
Magnífica, interesante y, sobre todo, nos induce a meditar y nos impele a huir del mundanal ruido. Es preciso el silencio para que Dios se nos acerque.
Yo le ecomnedaría al Sr. Valderas la lectura tranquila, sosegada, y la correspondiente meditación sobre las enseñanzas que jesús nos da en el Evangelio!
EliminarTotalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
EliminarYo también he experimentado esa soledad. Debemos resistir porque somos la única referencia que pueden tener nuestros nietos y otros. Que vean que quedan quienes no participan de la degradación imperante, y que continuan siguiendo a Cristo, cuyo mensaje ni cambia ni pasa.
ResponderEliminarY si vemos que alguien cercano se disgusta de lo que por ejemplo hemos escrito, es que en su interior no está todo olvidado.
"Estos hombres y mujeres han experimentado la más profunda soledad, la soledad interior, y han testificado la verdad de la intuición que José Ortega y Gasset llamó realidad radical, la dura condición de una existencia consciente de la soledad y la diversidad irreductible, "la circunstancia personal en la que resistir debe incluirse en la existencia, y en consecuencia la afirmación de lo resistente"."
ResponderEliminarLa soledad es de uno con el mundo, es decir, se ha separado del espíritu del mundo, pero sabe que está acompañado del creador del mundo, pues lo importante es no estar vacío, vacío de Dios.
La gente, todos nosotros, necesitamos a Dios, y si no, nos inventamos un ídolo. Sertorio se puso miel en la orejas, y así un venado le lamía la oreja, mientras decía a los líderes hispanos los dioses le decían a través del venado que habían dejado de ser esclavos de Roma y pasaban a ser hombres libres si se unían a él. Siempre necesitamos a Dios o a los ídolos: mejor es Dios.
"Hoy ya ni las comunidades monacales (flagrante contradictio in términis) son refugio seguro contra la decadencia moral que ya no pretende acabar con el cristianismo, sino acomodarlo a los vicios del mundo moderno. Ya no se trata de cambiarles los nombres a las cosas, sino de algo mucho más grave: cambiarles las cosas a los nombres. Crear nuevas realidades (teológicas incluso) para profanar con ellas nombres sagrados."
ResponderEliminarEsto es cierto. Pero esta "Estrella de la Muerte" contra los conceptos divinos y naturales se monta, según algunas hipótesis, en los 1980 con Reagan y sobre todo, los 1990, al caer el Muro de Berlín, la URSS y gobernar los Clinton, los cuales vieron cómo se creaba todo el gran movimiento cristiano y patriota que tomó realidad con Trump, que se empezó a lanzar los Turboláseres, cañones láser, rayos tractores y cañones de iones, a través de la ONU: ideología de género (homosexualidad, bisexualidad y transgénero), ideología de inclusión e identidad (racial, indígena, feminista), cultura de la muerte (abortos, eutanasia, suicidio asistido), pluralidad de familias y matrimonios (homosexualidad, transexualidad), relativismo moral, eliminación de la educación paterna, negación de los conceptos de padre y madre, derechos reproductivos (justifican el aborto, la anticoncepción y la fornicación)... mientras, la Iglesia de Francisco, como sacristán-monaguillo de la ONU y el NOM...
Ha llegado el Covid para sumir a España en la mayor de las crisis multifactorial: económico, político, nacional, cultural y social. España tomará la copa de la ira de Dios hasta la última gota si antes no se convierte.
A estas soledades desérticas del espíritu a las que ciertamente han acudido a refugiarse o encerrarse muchos cristianos decepcionados por lo irrecuperable de nuestro estado eclesial actual, sería totalmente negativo y frustrante si en ese retiro nos llevásemos escondida, una bandera (política), la que fuere, y que no fuera la bandera de JESUCRISTO y éste crucificado. Porque lo negativo no sería retirarse al Desierto de los orantes y penitentes monjes/as del Desierto qué puede ser una vocación divina y maravillosa, sino retirarse con la amargura de una decepción
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Anónimo de las 2:42.
ResponderEliminarLo de Sacristán-Monaguillo del NOM, lo ha bordado usted, oiga!!!
Que prueben de colocar al Caudillo donde estaba.
ResponderEliminarSe hubiesen ahorrado los virus y las " MONTAÑAS NEVADAS" EN LA CIBELES, HOMBRE!
Con perdon ! No entiendo su comentario. ¿podría ser más explicito? Gracias
EliminarExtraordinaria reflexión sobre la xeniteia o pena de sentir extranjería en el mundo, en tu patria, a veces incluso en la propia familia. En ese yermo o exilio interior, sin embargo, puede nacernos Dios.
ResponderEliminarMagnifico y certero, gracias Mn. Francesc Espinar.
ResponderEliminarCarísimo mosén, los directores espirituales experimentados conocen bien el caso. A menudo, uno se siente solo, como usted describe, y opta por designarse en esta especie de exilio interior. Pero cuidado: a menudo no es más que un tic narcisista. Sentirse un caso especial, un incomprendido, un personaje literario... es muy romántico, muy sugerente. Uno acaba sintiéndose orgullosamente solo, pero como digo, esto puede ser fruto del engreimiento, del puro narcisismo.
ResponderEliminarHay que tener un buen director espiritual que nos ayude a discernir en qué situacion estamos realmente.
Es posible que usted, 14:49 tenga razon.
EliminarSe ve que usted tiene experiencia en la dirección espiritual.
Pero no en la santidad.
Como siempre, arrimando el ascua a su sardina.
Pero, a parte de acusar a este hombre de "engreído" y "narcisista" ("el ladrón cree que todos son de su misma condicion") no intenta comprenderle... Y eso que Anonimus (¿mosen?) habla de su experiencia vital personal.
Se siente solo.
Natural cuando la religión ha caído en esta tierra en picado mientras que ha sido sustituida por la religión laica del nacionalismo y la subvención (socialismo)
Como especie estamos programados para formar parte de un grupo y ser influidos inconscientemente por él.
El que no comulgue con lo que te meten por los ojos tendrá que sentirse como Micromegas.
Yo le diria a Antoninus que si eso es lo que cree de corazón, que persevere.
No es el único.
Eso les pasa a los católicos tradicionales, a los no independentistas, a los curas y a los intelectuales que viven entre paletos, naturalmente a los inmigrantes y exiliados...y a los judíos de la diáspora.
Sentirse así es natural...e incluso beneficioso: puede convertirse en lo que los sociólogos llaman "minorías creativas". Benedicto XVI lo usa en el mismo sentido para los católicos que quieran influir en la sociedad, que es un deber en el cristiano.
En cuanto a usted, 14:49 es usted un tartufo realmente repugnante y repulsivo.
Si de verdad creyera que un día ha de dar cuenta de sus vicios y bajezas ante el Creador, haría mejor uso de la inteligencia que Él le ha otorgado y se dedicaría a amar al prójimo y a usted mismo como Jesús nos ordenó.
En cuanto a lo del director espiritual, déjelo: ya vemos que en su caso no sólo es una pérdida de tiempo: es un pecado.
Y, no se equivoque:
Intentar seguir a Cristo y defender sus intereses políticos como Dios le da a uno a entender no es nada romántico ni sugerente. Es vital.
Será en todo caso para los ociosos que estamos fuera, que siempre admiramos a estos luchadores y supervivientes, que lo veamos romántico y de novela.
En cualquier caso, inspirador.
Anónimo de las 14:49, puede pasar lo que dice usted del engreimiento, pero yo creo que si uno cumple con la religión es lógico que pueda sentirse más solo que la una. Estamos en una civilización decadente, por más que adelante la ciencia, que a mí me recuerda lo que debieron sentir las gentes que vieron derrumbarse el Imperio Romano. Puedes ver el abandono de la religión en todas partes: familia, trabajo, compañeros de aficiones...e intentar luchar y ver que nadie te hace caso; panorama que no es muy reconfortante que digamos. Si además ves cómo se derrumba todo, valores seculares, el país, una Iglesia que no sirve de dique sino que encima escandaliza, ya me dirá usted. Cuesta no decir sálvese el que pueda.
ResponderEliminarY de directores espirituales no hable demasiado que no hay mucho donde escoger. Salvo que vivas en Barcelona, donde hay más de todo.
Eso, eso... un buen director espiritual, que hay mucho narcisismo!!,todo lo que no nos interese pues le llamamos narcisista o endemoniado o algo así...pero el director espiritual lo arreglará todo...Más vale que los directores espirituales se ocupen en arreglarse ellos mismos que buena falta les hace.
ResponderEliminarMe parece que ud. necesita un director espiritual.
EliminarYo no necesita ningún director de nada.
EliminarYo voy directo al JEFE.
Por Dios, como me toque un pachamamico, me voy directamente al Infierno.
QUIEN TENGA FAENA, QUE SE LA HAGA!!
Anónimo de las 20:34.
ResponderEliminarLo que Ud. ha escrito es exactamente la triste realidad que estamos viviendo, y nunca mejor dicho y con más acierto. Gracias.
Muchos temen la "soledad" del cristiano. El "solitario" el que siente la soledad és una persona que teme enfrentarse a sí mismo. Alguien que olvida o desconoce el más profundo sentido de la comunión de los santos. Todos los monjes de la Tebaida , o san Simeón el Estilita , los hermitaños de la muchas hermitas de Montserrat se sentian solos? Ellos vivian en plenitud la comunión de los santos y era el Señor quien llenaba su "soledad" voluntariamente elegida. Quien teme a la soledad teme a enfrentarse a la realidad de su propia condición humana y religosa.
ResponderEliminarNo se trata de que haya cristianos temerosos de la soledad sino de personas que en medio del mundo experimentan el amargo sabor de la misma, lo que no quita que al tiempo vivan la comunión de los santos gracias a la irrigación interior del Espíritu.
EliminarPara el anónimo de las 23:47. Me alegra mucho conocer opiniones como la suya respecto de la soledad elegida de las personas, incluso sobre la soledad elegida y aceptada de los eremitas o ermitaños en la Iglesia Católica a veces tan lamentablemente denostada por el mismo clero o jerarquía que la suelen calificar de egoísmo o narcisismo etc.. Es sabido que el que tiene a Dios nunca está solo. Dios puede llenar de felicidad espiritual toda una vida, y una persona feliz en Dios, siempre es algo POSITIVO para la sociedad. Otra cosa distinta es la soledad amarga de los que no saben estar solos...
ResponderEliminarDispénseme, sólo le rectifico un detalle en su escrito: ermita,se escribe sin H.... (es un error que se da mucho)
Mis saludos más cordiales.
Excelente reflexión Mosén Francesc, muy acertada en nuestro tiempo. “Haz en tu corazón un monasterio. Allí suene el semadrón, allí llame a tu vigilia, incienso y oración incesante” St John Maximiovich, Arzobispo ortodoxo de Sangai y San Francisco (1896-1966)
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