Los estigmas del Padre Pio en el escudo episcopal de Mons. Javier Vilanova

Este domingo fue consagrado como obispo auxiliar de Barcelona Don Javier Vilanova, que de momento sigue siendo Javier (y no Xavier), como se puede comprobar en la felicitación de Navidad de los cuatro prelados barceloneses (el arzobispo y sus tres auxiliares). Don Juan José en cambio fue muy rápido en hacerse llamar Joan Josep, y eso que el cardenal es aragonés y el nuevo obispo catalán. 

Ya se ha hecho público el escudo episcopal de Don Javier, en el que me ha llamado mucho la atención la presencia de los seis estigmas del Padre Pío. Ya comenté en mi escrito del 6 de octubre que el nuevo obispo era muy devoto del santo capuchino y no lo ocultaba, pero no me imaginaba que plasmaría esa devoción en su propio escudo. Y es que en estos emblemas episcopales no caben demasiados símbolos y tienes que elegir lo que más te identifica o a lo que le tienes más cariño.

La mayoría de los creyentes (e incluso muchos no creyentes) conocen la historia del Padre Pío, saben de los estigmas, pero muy pocos son capaces de identificarlos todos. Los estigmas en algunos santos, son la traslación de los que sufrió Nuestro Señor Jesucristo en la cruz en su propio cuerpo. En el caso del Padre Pío los más conocidos son los de las manos porque son los más visibles y los que menos se pueden disimular. Por ese San Pío llevaba unos guantes para tapar esos estigmas iguales a los de los clavos de nuestro Salvador. 

Los otros estigmas son los de los pies, también agujereados por los clavos de la cruz, aunque estos son menos visibles porque quedan disimulados por los zapatos y calcetines. Es significativo y científicamente inexplicable que una persona pueda caminar con normalidad con unos estigmas en los pies, o que los estigmas no se modifiquen ni se extiendan, o que desaparecieran en el momento de su muerte.

El quinto estigma es el del costado, el que corresponde al de la lanza que traspasó a Nuestro Señor en la cruz, como consecuencia del soldado que quiso asegurar la muerte de nuestro Redentor. Estos cinco estigmas tan vinculados con la crucifixión han sufrido diversos santos, también diversos farsantes y cuentistas que han intentado aprovecharse de la ingenuidad de los fieles. No es evidentemente el caso de este gran santo, que demostró su fidelidad a la Iglesia a pesar de los maltratos y castigos injustos que recibió desde la misma institución.

El sexto estigma es el menos conocido, pero quizá el más propio de este santo. En 1948 un joven sacerdote llamado Karol Wojtyla visitó al Padre Pío convencido totalmente de la autenticidad de su relato. El futuro Papa polaco preguntó al futuro santo, cuál era el estigma que más daño le provocaba, el fraile capuchino (que según algunas versiones le profetizó que sería Papa) le dijo que el del hombro, el que identifica el peso de la cruz y la marca dolorosa que provocó en esa parte del cuerpo de Nuestro Señor.

El progresismo eclesial y por tanto el barcelonés, odia todo lo que representa el Padre Pío, le parecen paparruchas para tontos e incultos. No creen en lo trascendental, en aquello que no es creíble humanamente hablando. No les gusta para nada un santo que se enfrentaba directamente al diablo (en el que tampoco creen), al que llamaba "Barba Azul," y que tenía obsesión por desactivar la acción de este inmenso santo que se pasaba hasta 18 horas administrando el sacramento de la penitencia, horror para ese clero progresista que jamás pone sus posaderas en un confesionario.

Deseo al nuevo obispo auxiliar de Barcelona que sea fiel al espíritu del Padre Pío al que tanto admira. El santo de Pietrelcina lo tuvo muy difícil, tuvo que sufrir mucho desde la misma institución eclesial, según el experto en este santo Laureano Benítez: "el Padre Pío ha sido el santo más perseguido y maltratado por la Iglesia". Fue el diablo (Barba Azul) quien al ver que no podía acabar con él directamente lo intentó con la corrompida jerarquía eclesiástica para que le hiciera la vida imposible y le impidiera en dos periodos ejercer su ministerio, confesar y tener contacto con los fieles.

No son tiempos fáciles, da la sensación de que el diablo en muchas cosas se está saliendo con la suya, con una parte de la Iglesia que ríe las gracias de un mundo descristianizado y alejado de los principios morales que emanan del Evangelio. Espero que Don Javier, sea fiel a Jesucristo, al espíritu del Padre Pío y de tantos santos que sufrieron y lucharon (incluso por culpa de la propia Iglesia), por no ser blandos y mediocres. No tengo duda de que es un obispo piadoso, pero el tiempo dirá si está dispuesto a dar la cara o sólo a pasar discretamente y a no crearse problemas, como tantos otros.

Antoninus Pius