La piqueta al hombro / el sepulturero, / cantando entre dientes, / se perdió a lo lejos.
La noche se entraba, / el sol se había puesto: / perdido en las sombras / yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
La noche se entraba, / el sol se había puesto: / perdido en las sombras / yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos / se quedan los muertos!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
La salud tiene un precio. Y no puedes pagar por ella un precio que no tienes. Y si crees que puedes pagar por ella cualquier precio, acabarás perdiendo la salud y probablemente también la vida, en ese esfuerzo vano por conservarla. No puedes arruinar (literalmente, no metafóricamente) tu economía y la de los tuyos, tu vida y la de los tuyos (pon ahí el tremendo coste del confinamiento) por ganar o recuperar una salud que no sabes cómo ha sido, pero que la has perdido.
Tampoco la Iglesia puede pagar, a imagen y semejanza del Estado que le ayuda con su crucecita a llevar la Cruz que le impuso el Señor, tampoco la Iglesia puede ni debe pagar cualquier precio por conservar la salud. Tampoco la Iglesia puede echar el cierre durante el coronavirus, a imagen y semejanza de tantas empresas, confiando en que a la vuelta todo será igual que antes. Eso sólo pueden hacerlo las grandes empresas (y sólo hasta un límite) y las administraciones apesebradas en los impuestos. Pero no es ése el caso de la Iglesia, porque si bien sostiene su estructura económica gracias a ser uno más de los beneficiarios del 0’7%, en competencia cada vez más dura con las demás oenegés que tiran del dinero público, justamente por ser Iglesia tiene mucho más que economía. Y aún en el supuesto de que su economía no se viese alterada por la crisis sanitaria y la posterior económica, ha de preguntarse en qué condiciones reabrirá sus puertas, en qué condiciones estará de volver al como decíamos ayer de Fray Luis de León (no de san Juan de la Cruz).
La situación es que, como resultado final de toda esta movida, habremos pasado de una salud tan precaria que ha necesitado una asistencia extraordinaria (la imagen real es que ese gran nivel de salud era inasumible: en efecto, no se ha asumido con los viejos, a ellos no les ha alcanzado); habremos pasado, digo, a una economía necesitada también de asistencia extraordinaria (la imagen real se perfila como inasumible, y no es preciso ser muy sagaz para adivinar a quién descartará la economía como la sanidad descartó a los viejos). Después de todo, a esta operación la llaman en la marina soltar lastre. ¡Menudo lastre ha soltado el sistema sanitario! Y estamos viendo que nuestra economía soltará en su derrota un lastre que nos dolerá infinito tirar por la borda. Sufriremos lo que no hemos llegado a sufrir soltando el lastre sanitario. Lamentabilísimo; pero se nos ha hurtado hasta el derecho de lamentarlo. Había otras prioridades.
Pero no es mi intención analizar la dimensión política de este fenómeno, sino examinar la gestión eclesiástica. Claro que como ciudadano me inquieta enormemente más que el aspecto sanitario ya en vías de superación, el aspecto político-social-económico: mucho me temo que, al tirar el agua sucia del barreño, hemos tirado también el niño. Está claro que se han hecho mal muchas cosas (nuestros gobernantes lo niegan: no se cansan de decir que los demás lo han hecho peor). Es que se ha tratado la enfermedad (bueno, ¡la salud!) como si fuese un bien absoluto, es decir desligado de los demás elementos de la vida; de manera que se lo hemos sacrificado casi todo: como si nos sirviera de algo la salud, si por ganarla o por conservarla, perdemos todo lo demás, no sólo individualmente, sino también socialmente. Esa evidencia resplandecerá en la durísima desescalada, en la que los caídos serán muchísimos más que los que se ha cobrado la pandemia. Y tendremos que contar entre los caídos, también los bienes intangibles que nos estamos dejando por el camino. Entre ellos, los bienes espirituales que custodia y promueve la Iglesia y que son su auténtica razón de ser.
Pero no es mi intención analizar la dimensión política de este fenómeno, sino examinar la gestión eclesiástica. Claro que como ciudadano me inquieta enormemente más que el aspecto sanitario ya en vías de superación, el aspecto político-social-económico: mucho me temo que, al tirar el agua sucia del barreño, hemos tirado también el niño. Está claro que se han hecho mal muchas cosas (nuestros gobernantes lo niegan: no se cansan de decir que los demás lo han hecho peor). Es que se ha tratado la enfermedad (bueno, ¡la salud!) como si fuese un bien absoluto, es decir desligado de los demás elementos de la vida; de manera que se lo hemos sacrificado casi todo: como si nos sirviera de algo la salud, si por ganarla o por conservarla, perdemos todo lo demás, no sólo individualmente, sino también socialmente. Esa evidencia resplandecerá en la durísima desescalada, en la que los caídos serán muchísimos más que los que se ha cobrado la pandemia. Y tendremos que contar entre los caídos, también los bienes intangibles que nos estamos dejando por el camino. Entre ellos, los bienes espirituales que custodia y promueve la Iglesia y que son su auténtica razón de ser.
La gran pregunta que deberían estar haciéndose hoy los gestores eclesiales, es la que se hacen tantos establecimientos que han cerrado por la crisis de la pandemia. ¿Y qué tal la reapertura? ¿Recuperaremos la clientela perdida? Para gran número de establecimientos y servicios, el cierre provisional se ha convertido en total, y los ertes con que les han asistido, los han dejado inertes. De tal manera que la pregunta recurrente es si la salud que se blindó ante el coronavirus a costa de todo (y a pesar de todo con un coste horripilante), valía tanto como para sacrificarle un gran número de vidas y el hundimiento de la economía; y en el caso de la Iglesia, el hundimiento de la demanda de sus servicios que ha sabido presentar como absolutamente prescindibles.
Porque aún no hemos contabilizado bien los hechos. ¿Se nos ha contado ya que el gran sacrificio de los ancianos, esa auténtica hecatombe, se planeó y se decidió como uno de los sacrificios inevitables que generosamente tenía que hacer la sociedad para salvarse de la guadaña del coronavirus? Sí, sacrificarlos en primera línea de fuego para salvar el grueso del ejército, y sobre todo la retaguardia en que se refugiaban los mandos.
Lo terrible no es que no se calculase. Lo verdaderamente doloroso es que se calculó y se asumió que el descarte de los viejos era totalmente asumible. Y en efecto, la sociedad lo ha asumido con una “ejemplaridad” pasmosa. Rayana en la indiferencia. Por lo menos la oficial, que ni siquiera da espacio al duelo. Y me temo que el cierre de los servicios espirituales de la Iglesia, pasándolos mayoritariamente a su formato virtual, tampoco se calculó, porque en una situación así, el alto mando consideró que, ante el pánico, esos servicios eran totalmente prescindibles. Así que hemos perdido tejido empresarial y tejido eclesiástico. No sabemos cuándo abrirán las empresas, ya tan flacas, ni en qué condiciones; ni sabemos cuándo abrirán las iglesias que se cerraron, ya tan anémicas, ni en qué condiciones.
Es que, visto el panorama, vistas las imágenes, parece previsible que muchos ya no están para volver: por supuesto, los numerosísimos ancianos ya caídos, que se contaban entre sus fieles, pero que no contaron para nada con la asistencia corporativa de la Iglesia. Es un hecho. Y de los que quedaron y ni siquiera pudieron enterrarlos, debe haber muchos, demasiados, que piensen que no eran las iglesias las que estaban cerradas, sino la Iglesia. ¿Hay algún plan pastoral para recuperarlos? Los restauradores del cuerpo no están dispuestos a quedarse de brazos cruzados y se están reinventando; pero no se le ve a la gerontocracia eclesial el espíritu de resurrección al que nos empujaba la Pascua.
Dios mío, Dios mío, sin la asistencia de la Iglesia, sin la compañía de Dios, sin el triste gorigori al que tenían derecho, no nos queda más que exclamar con nuestro poeta: Dios mío, ¡qué solos se quedan los muertos!
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info
"Es que, visto el panorama, vistas las imágenes, parece previsible que muchos ya no están para volver: por supuesto, los numerosísimos ancianos ya caídos, que se contaban entre sus fieles, pero que no contaron para nada con la asistencia corporativa de la Iglesia. Es un hecho. Y de los que quedaron y ni siquiera pudieron enterrarlos, debe haber muchos, demasiados, que piensen que no eran las iglesias las que estaban cerradas, sino la Iglesia."
ResponderEliminarHa sido una acción de responsabilidad culpable de todos los obispos, pues no han dotado a sus sacerdotes de los trajes EPI; mascarillas, guantes, viseras, guardazapatos, geles desinfectantes, para que pudieran pasar por las plantas hospitalarias.
Si ha habido una entidad que nada ha hecho, ésta es la Iglesia Católica. Casi todos los obispos se han quedado como pasmarotes, se han puesto la mantita de yayo, se han encerrado en sus palacios, se han puesto a mirar la tele en el balancín, tomando su chocolate calentito con madalenas, y a dormir.
Casi ninguna diócesis ha contado con reservas estratégicas de trajes EPI para atender a los católicos internados en planta hospitalaria. Ni con mascarillas FFP2-FFP3, ni viseras, ni nada de nada. Dependiendo por completo del hospital, el cual estaba a su vez desabastecido también de los trajes EPI (delantal, bata, guardazapatos, gafas, guantes, cubrecabezas...).
Todo ha sido un descalabro total de los obispos en sus diócesis, con excepciones ejemplares. En esta catástrofe les han acompañado los incompoetentes e incapaces líderes supremos de los ayuntamientos (en Barcelona hay un departamento de sanidad ciudadana), la Generalidad y muchas autonomías, y sobre todo, el gobierno socialcomunista cubano-venezolano de Soros, Sánchez-Iglesias.
La única cosa que queda de consuelo es que los fieles nos tomemos en serio nuestros derechos religiosos, que están regulados en la Constitución española, en su artículo 16, los cuales están situados al rango de los derechos humanos, y que afectan claramente a la Iglesia Católica, es decir, a los obispos.
Otra cosa que espero es que el obispo, en mi caso Omella, nos plantee un programa de reservas estratégicas de trajes EPI para ejercer los derechos religiosos de los enfermos (el sacramento de la extrema unción) y difuntos con sus familiares (velar, oficiar y enterrar).
Y que Omella también nos informe de cuáles serán las parroquias de referencia y los equipos de sacerdotes, religiosos y laicos voluntarios que atenderán las misas, las cuales debían de haberse hecho desde el 14 de marzo, tal como permitía el Decreto de alarma en su artículo 11.
Esto se lo plantearé a Mons. Omella, y espero que los lectores también: ¿tendrá el obispado reservas estratégicas de trajes EPI y mascarillas? ¿tiene formadas las parroquias de referencia y los equipos de voluntarios de consagrados y laicos?
Para saber cuánto puede durar la epidemia en España y otros países, un programa de inteligencia artificial muestra los datos: para España, está previsto que el número de casos disminuya drásticamente a finales de mayo, hasta la extinción de la enfermedad a mediados de agosto:
https://ddi.sutd.edu.sg/
http://justicia.gencat.cat/ca/detalls/Noticia/Especificacions-en-relacio-a-llocs-de-culte
Eliminarhttp://justicia.gencat.cat/ca/detalls/Noticia/Coronavirus-ambit-funerari
Si como usted mismo admite no tienen suficientes trajes EPI ni mascarillas eficaces en los hospitales y servicios de Sanidad, que se dedican a eso profesionalmente... ¿cómo pide que los tengan los obispos o los párrocos?
Eliminar¿Se los manda un generoso gobernador chino? ¿Los médicos católicos los roban de los almacenes del hospital? ¿El Señor los produce mágicamente si rezamos con fuerza?
La Universidad de Oxford ha publicado un estudio, donde intentaba relacionar los países con los confinamientos más rígidos, con la tasa de contagios. La conclusión era que no tenía ninguna relación.
ResponderEliminarItalia y España entre los más rígidos y entre los más contagiados.
El gobierno social comunista ha vendido una burra averiada y la gente, por miedo, se la ha tragado.
Las mejores gestiones de la Pandemia han sido a base de cientos de miles de Test y aislando sólo los focos de contagio o solo la población de riesgo, en vez de toda la poblacion, lo que va a llevar a un paro brutal, de unos 8 millones de parados, con la economía destrozada para numerosos hogares y malviviendo de ayudas.
Entre tanto se va sabiendo que el Gobierno de P. Sanchez ha comprado material médico a China, 10 veces más caro que en España, ha enviado material médico a Cuba y otros países, que hacia falta en España, ha requisado material médico que nadie sabe donde está, ha usado intermediarios a empresas recién constituidas, no ha suministrado material médico a los asilos, muchos hospitales han tenido que comprar el material porque no llegaba del gobierno, y un largo etc. de corrupciones sólo explicable por un gobierno que le importa un pimiento la gente y sólo afianzar su poder.
El objetivo de todo esto es imitar Venezuela: que la gente malviva de subsidios del Estado, para tener a todos controlados y que nedie proteste porque se va a quedar sin subsidio.
La gente que sigue defendiendo un confinamiento total es por miedo o ignorancia, armas imprescindibles por un gobierno totalitario.
"La Universidad de Oxford ha publicado un estudio, donde intentaba relacionar los países con los confinamientos más rígidos, con la tasa de contagios. La conclusión era que no tenía ninguna relación.
EliminarItalia y España entre los más rígidos y entre los más contagiados."
Habrá que esperar cosa de un año o dos para que nos expliquen este curioso comportamiento, aparentemente "inteligente", del virus, que se ha dedicado a diezmar a los considerados como "cargas inútiles sociales", los ancianos, para alegría de los ministros de economía, hacienda y seguridad social.
En Europa, las cifras no tienen lógica alguna, así prima facie, a la espera de una futura explicación científica. Pero en España, la acción de los políticos sí es evidente que ha agravado la epidemia a límites insospechados: que Sánchez-Iglesias hubiera aprobado la concentración de independentistas en Perpiñán el 29 de febrero, y la gran manifestación feminista española del 8 de marzo. También está el caso de las residencias de ancianos, desproporcionadamente afectadas:
ESPAÑA... 55,25
Italia... 49,13
Alemania... 8,44
Francia... 38,53
Reino Unido... 45,25
Fuente: www.rtve.es/noticias/20200506/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml
Muy valiente y encomiable la labor de muchos sacerdotes que han estado arriesgando la piel en hospitales y residencias, atendiendo confesiones en parroquias, visitando enfermos en sus casas, etc. La cifra de fallecidos en el ejercicio de su menester durante la crisis vírica estaba en datos hasta el 20 de abril en torno a los 70:
ResponderEliminarhttps://www.europapress.es/sociedad/noticia-70-sacerdotes-fallecido-espana-pandemia-covid-19-cee-20200420143251.html
Pero muy triste y lamentable la gestión jerárquica eclesial, el haber dejado casi como garbanzos negros a los pocos obispos que sí han mantenido las misas abiertas al público o la Adoración del Santísimo, el que haya incluso obispos que con palabras suaves hayan "entendido" --una especie de "qué se le va a hacer"-- el descarte de centenares de ancianos o crimen que la sociedad en general ha asumido con inquietante naturalidad sumisa.
Cada día ofrezco mi impetración por que la masonería deje de estar en el seno de la Iglesia Católica; ni pertenencia ni simpatía ni colaboración ni nada: simplemente, fuera. ¿Por qué nunca se habla de esto en las homilías?
No estaría de más que cada diócesis esté elaborando un informe honesto de los diáconos, sacerdotes, monjas, frailes, que han dejado su vida a raíz del contagio en el ejercicio de su labor cristiana a lo largo de esta pandemia.
El abandono de los ancianos, don Custodio, ha sido la gran apostasía de la Iglesia en la pandemia. Por ceñirnos a los de aquí, resultó vergonzodo que el protocolo dictado por la Generalidad no recibiese una respuesta contundente y tuvieron que ser los profesionales de bioética del resto de España los que denunciaron semejante monstruosidad. Mientras se perpetraba esa ominosa sentencia a muerte, esa eugenesia activa, el arzobispo de Tarragona, Planellas, hablaba de criteris étics, como suena, que escrito está. Planellas, ¿qué criteris étics son los que proponen como norma de actuación --que eso es un protocolo-- el descarte de mayores de setenta años? No fue más valiente el comportamiento de Omella cuando se refugió en los gobernantes que "saben lo que hay que hacer". Apostasía del resto de los obispos del Principado, de los abades, de la facultad de teología, del Instituto Borja de Bioética... que anduvieron como zorras por rastrojo. Sólo en el último número de Catalunya Cristiana, pasada ya la segur por todas las residencias de ancianos del Principado, se hicieron eco de la réplica, entre otros, de Adela Cortina.
ResponderEliminarEse silencio ha sido colaborador del crimen. Aquí y Crimea. Ha permitido la negación impune de auxilios elementales, negacion que les supuso la muerte. No se les ocurrió a la tropa de la Tarraconense otra idea genial en medio de la crisis de recordar las dificultades económicas de las escuelas concertadas. Albarda sobre aparejo. Cinismo sobre desvergüenza.
Totalmente de acuerdo el Sr. Valderas Gallardo.
EliminarAlbarda sobre aparejo del Ruc Catalá!
Leo que Muller ha declarado que "ningún obispo tiene potestad para prohibir las Misas con el pueblo". Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarPienso que los obispos deberían dar opciones a las personas que quieren Misas presenciales, en los lugares donde sea posible: curas y fieles que no estén en edad de riesgo (menores de 65 años), guardando las medidas sanitarias necesarias (igual que en supermercados), limitando el aforo, facilitando mascarillas, guardando distancias, etc.
Algún obispo catalán ya ha querido ser el más papista que el Gobierno, y ha prohibido las Misas con pueblo hasta el 30 de Mayo.
Veo que son muy escrupulosos con la salud del cuerpo, pero cuando algún cura va contra la integridad de la fe, o sea la salud del alma, no son nada escrupuloso, y esto lo he vivido.
Que yo sepa todo obispo tiene la potestad y la responsabilidad de permitir o prohibir misas públicas en su diócesis y privadas en los templos de su jurisdicción.
EliminarPuntualizando:
ResponderEliminarEl deber más importante de un estado es conservar a sus ciudadanos vivos.Sin salud no hay economía que valga.
El gobierno español no puede autorizar ninguna manifestación en un país extranjero. Creo recordar que Perpiñán está Francia
El mayor número de muertos está en las residencias de ancianos, que servicios sociales transferidos a las Comunidades Autónomas desde comienzos de la Transición. Por cierto, muchas gestionadas por la Iglesia, como los hogares sacerdotales, donde han muerto muchos sacerdotes por la pandemia que no acudieron a ninguna manifestación. La mayor mortalidad en residencias españolas puede deberse a que tenemos la mayor tasa de envejecimiento de Europa y me atrevería a decir que es una de las más altas del mundo.
En cuento a las manifestaciones, quiero recordale que justo un par de días antes del 8 de Marzo se celebró el mitín de Vox con mas de 20.000 asistentes y sus dirigentes estaban contagiados porque venían de una concentración en Milán.(Dieron muchos abrazos) Además de un montón de actos multitudinarios como partidos de fútbol y las ferias celebradas en IFEMA.
Ya vale de echar la culpa al gobierno, igual la culpa es de Dios por permitirlo. ¿No dicen ustedes que es un castigo divino?
las cifras de muertos mas altas son las de EE.UU. y Gran Bretaña
Si España tiene las peores cifras del mundo de contagios y muertes por habitante ¿algo tendrá que ver el gobierno?
EliminarSi otros países han tomado otras decisiones con mejores resultados ¿seguira usted empeñado en qué el gobierno no tiene nada que ver?
Oiga, anónimo de las 12:29
EliminarOiga, oiga, lo sensato es que cada palo aguante su vela. ¡A ver si ahora resultará que nuestro/s gobierno/s han sido unos campeones y lo han hecho impecable (según proclaman sin el menor rubor)! Han cometido errores funestos que nos han costado decenas de miles de muertos. Peor que una guerra. La ineptitud y la codicia de nuestros gobernantes, nos han costado decenas de miles de muertos. Y un número escandalosamente alto (el más alto del mundo) de sanitarios contagiados y muertos: claro, no les pudieron dotar de epis ni hacreles ningún tipo de test. Y el número de muertos por millón (que es así como se cuenta), el más alto del mundo. Y todo eso sin cometer el más mínimo error y sin incurrir en ningún crimen. Pero no pasa nada, porque nosotros los elegimos; y por eso, en cierto modo somos nosotros los responsables de esa terrible mortandad. Nosotros los hemos puesto ahí para que gestionen nuestras vidas, nuestras libertades y nuestra economía como les parezca.
Pero a los obispos no los hemos puesto nosotros, y por tanto no somos responsables de su nefasta gestión, de su desatención de tantísimos enfermos, y de du relegación de los bienes espirituales como cosas que no son de primera necesidad y que por tanto podían aparcarse en espera de un mejor momento. Con los obispos no podemos cambiar el voto, porque no lo tenemos. Y en cuanto al equipamiento para que los sacerdotes pudieran atender a los enfermos, lo único que les faltó fue voluntad. Ni dinero, ni relaciones con todo el mundo, ni valijas diplomáticas si ése hubiese sido el caso. Que no, que la asistencia espiritual, desde su alta perspectiva, era totalmente prescindible. Por eso prescindieron.
En mi niñez te marcaban claramente el camino. Si si, no no. Lo seguías o no. Pero no había duda de lo que había que creer y consecuentemente lo que había que hacer. Hablo de antes del CVII. En la juventud, todo empezó a hacer aguas. La Iglesia renunció a defender la verdad. Recuerdo la asignatura de deontología médica. Jamás se dijo lo que era moral o no con relación a la anticoncepción y el aborto. El sacerdote se limitó a explicar las diferentes opiniones que pululaban en aquel momento y obvió la doctrina. Hoy, esa misma gente que recibió entonces la instrucción religiosa de igual forma que yo, ya ha pasado a una forma subjetiva de fe. Ya no digamos, los menores de 50 años. ¿Y en los seminarios? Se enseñan cosas contrarias a la tradición católica. Nadie corrige. Se oye explicar con igual nivel de verdad católica a Rahner que a Sto Tomás de Aquino. Con tanta confusión teológica, parece que lo que lo que se les graba bien es lo que procede de la sociedad secular. Por ejemplo, toda esa sarta de mantras de odio a su propia patria, España. Eso si lo recitan “bien”. La mentira de Satanás está destruyéndolo todo.
ResponderEliminarEn este ambiente satánico, el bioterrorismo y el terrorismo psicológico que estamos padeciendo, creo que ha estado planificado. Todo ese grupo luciferino, se ha limitado a cumplir órdenes que tratan de la destrucción de España. No hay que olvidar la exhumación de Franco del Valle con ritual satánico, las “grabaciones” de la hoy fiscal general del estado, y las menos conocidas supuestas tramas criminales de Alcácer y Royuela, a las que el grupo de poder establecido, “ignora”. En Europa, la ceremonia luciferina en la inauguración del Túnel de San Gotardo (2016). Sin olvidar la ceremonia pagana “Amazónica” en los jardines vaticanos, presidida por el Papa.
Hay estudiosos de la profecía, no solo católicos y de otros grupos cristianos, sino también judíos, que coinciden en que este es el tiempo de la llegada del anticristo y del falso profeta.
Doña Laura, no va usted desencaminada,no!
ResponderEliminarCon tanto coronavirus y que si abren o no las iglesias se nos está pasando que este mes el mes de María.
ResponderEliminarEl confinamiento nos hace perder la noción del tiempo.