¿Qué aportó el Concili?

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Este 21 de enero se han cumplido 25 años de la sesión inaugural del Concili Provincial Tarraconense, efemérides que ha pasado con más pena que gloria. Pocos, por no decir casi nadie, se acuerdan de aquel concilio, cuya influencia resultó manifiestamente mejorable. Pero antes de adentrarnos en los frutos conciliares, es necesario explicar el porqué de su convocatoria. Nos hallábamos a principios de los 90 del siglo pasado. La fulgurante caída del comunismo provocó una eclosión de nuevos nacionalismos, con el nacimiento de las repúblicas bálticas, la división entre Chequia y Eslovaquia y el estallido de la antigua Yugoslavia. En Cataluña se produce, súbitamente, un estado de entusiasmo y admiración respecto a las nuevas repúblicas (la guerra en Yugoslavia no había alcanzado aún los espeluznantes registros de mediada la década). Pujol lleva más de 10 años en el poder catalán y azuza convenientemente aquellos ejemplos. 

Cual sucede indefectiblemente, el nacionalismo catalán necesita la bendición eclesial y entiende que uno de los caminos que podría llevar al llamado “reconocimiento nacional” sería poseer una Conferencia Episcopal propia. El adalid de esta tesis sería el obispo de Solsona, Monseñor Antoni Deig, un pastor que acababa de desembarcar en aquella pequeña diócesis, tras pasar 13 años en la de Menorca. Suyas son declaraciones como las de que “La Iglesia catalana no está en la misma línea de la autonomía política”. O “Una Conferencia Episcopal Catalana dotaría de mejores recursos económicos a la Iglesia Catalana” (“un Espanya ens roba avant la lettre”). Ese caldo de cultivo va impregnando en parte del episcopado catalán, pero choca con sus dos metropolitanos: Torrella y Carles. Por eso, Torrella, sin encomendarse a nadie, convoca sorpresivamente un concilio el 4 de mayo de 1992. Un concilio en lugar de una conferencia episcopal. Tan sorpresivo es el anuncio que el obispo de Gerona, Mons. Camprodon, escribiría días después: “Estamos embarcados en el Concilio. No sé quién nos lo metió en la cabeza, pero ya estamos y ahora hay que remar bien.” De enero a junio de 1995 se llevarán a cabo sus sesiones.

La institución de los concilios provinciales había quedado en desuso tras el surgimiento de las conferencias episcopales, pero el arzobispo Torrella se lo sacó de la manga para evitar una conferencia propia que sabía que Roma no iba a aprobar. Y con la zanahoria del concilio engatusó al resto del episcopado y a un buen número de católicos catalanes, presididos por unos obispos que, en aquellos años, se hallaban ya próximos a la renuncia y desubicados por la pastoral de Juan Pablo II. De los 8 obispos entonces residenciales, solo Sistach, en aquel momento en Tortosa, había sido designado por el papa polaco. Los otros 7 (Torrella, Carles, Malla, Camprodon, Guix, Martí Alanís y Deig) habían sido nombrados por Pablo VI, en tiempos del nuncio Dadaglio. El Concilio venía a representar la última oportunidad del nacional-progresismo eclesial, si bien más que última oportunidad significó su último estertor.

El concilio se convocaba, según rezaban textualmente sus documentos, para “reconciliar la Iglesia con la sociedad”. Pasados 25 años la sociedad no solo no se ha reconciliado con la Iglesia, sino que le ha dado definitivamente la espalda. Si ese tenía que ser el fruto del concilio, el concilio resultó un verdadero fracaso. Se redactaron textos, se debatieron ponencias, se votaron resoluciones, todas admisibles, porque todas pasaron la aprobación romana, pero ninguno de esos textos, esas ponencias, esas resoluciones, arrojaron resultado alguno. La práctica sacramental acabó descendiendo a unos niveles tan catastróficos, hasta el punto de que los bautismos o los matrimonios canónicos son hoy pura anécdota. La sociedad catalana se ha desentendido tanto de la Iglesia que no nos hallamos ante una sociedad secularizada, sino ante una sociedad ignorante del hecho religioso. Una sociedad que desconoce a Dios y que desconoce a su Iglesia. Esa es la pura realidad.

 Un jovencísimo Llisterri en la foto del Concili
Además, el Concilio acabó de la peor manera que podían prever los partidarios de una conferencia episcopal catalana. En la ceremonia de clausura, el nuncio Tagliaferri les leyó en catalán las siguientes palabras: “EL concepto de unidad pastoral de las diócesis catalanas no puede, no ha de tener, en esta asamblea sagrada, en este lugar santo y en los labios del representante pontificio ningún sentido político”. Y añadió, también en catalán: “Si queremos evitar el resurgir de particularismos y nacionalismos exacerbados, hemos de comprender que el anuncio del evangelio ha de estar profundamente arraigado en el carácter específico de una cultura, pero abierto a una universalidad”. 

Más claro agua. En definitiva, el Concilio sirvió para liquidar para siempre la idea de una conferencia episcopal catalana y no consiguió ninguno de los frutos perseguidos en sus trabajos y resoluciones. Ni sirvió para la evangelización de Cataluña ni acercó la Iglesia a la sociedad. Más bien esta huyó en estampida.

Eso sí, el Concilio sirvió para que Jordi Llisterri encontrase un trabajo. Entró en la oficina de prensa conciliar y desde entonces no ha parado. Primero con los obispos, luego traicionándolos con la publicación del libro “Les ferides de la Església Catalana” y ahora refugiado bajo el manto de los colegios religiosos, única fuente de sustento real dentro de la Iglesia. Llisterri fue al único al que el Concili aportó algo.

Oriolt

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14 comentarios

  1. El nuncio Tagliaferri pronunciaba aquellas palabras a la vez que se seguían promoviendo al episcopado catalán a clérigos más o menos nacionalistas. Un ejemplo muy claro es el de Deig.

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  2. Cunsili... de cursis28 de enero de 2020, 1:42

    1. Se dice que la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET) se constituyó en el año 1969 [¡¡¡Franco!!!] y está integrada por los obispos de la provincia eclesiástica Tarraconense (Valencia Norte y Andorra) y de la provincia eclesiástica de Barcelona, y se reúne por estudiar los problemas comunes a las diez diócesis y para coordinar las actividades pastorales, según lo exija el bien común de las Iglesias particulares.

    2. Pero la Conferencia Episcopal Tarraconense, como sujeto de derecho canónico, no existe. Por lo tanto, según parece, estamos en el típico engaño catalán: aparentamos lo que no somos, no somos pero lo aparentamos.

    3. Por lo tanto, según parece, la conferencia que no es, está a la espera de la resolución de la Santa Sede para que la conferencia sea lo que indica el nombre. La "conferencia", por lo tanto, está a la espera de la aprobación Santa Sédica, que le dará personalidad jurídica conjunta, a las hoy diez diócesis catalanas, en cumplimiento de la resolución n. 142 del Concilio Provincial Tarraconense.

    4. Por lo tanto, si no me equivoco, jurídicamente la CET o Conferencia Episcopal Tarraconense es una persona jurídica inexistente, es una entidad sin personalidad jurídica, que pone en común los recursos y habilidades de cada parte (obispados) para llegar a un objetivo común. O sea, nada, porque si actúa, responde (económicamente) ilimitadamente.

    5. En realidad, según he leído, el objetivo real del Concilio Tarraconense fueron unas resoluciones

    a) Res. 142: mediante una CET con personalidad jurídica, reafirma Cataluña-Nación

    b) Res. 140: el catalán como única lengua de la Iglesia. "El Concili —de manera semblant a com van fer repetidament els concilis provincials des del s. XVI— referma l’ús del català com a llengua pròpia de l’Església a Catalunya: en la litúrgia, en la predicació, en la catequesi, en els mitjans de comunicació social…"

    c) Res. 141: la identidad y la cultura catalanas. "Les Esglésies que tenen la seva seu a Catalunya, amb la mateixa fermesa amb què afirmen la identitat catalana, la seva llengua i la seva cultura..."

    Esto está en coordinación con la Cataluña-Nación de la Agenda 2000 de Pujol, publicada en el 1990. Y tenía como bebedero a la históricamente anticientífica Arrels Cristianes de Catalunya, de 1985. Con las mentiras y las segundas intenciones hipócritas, no se puede ni construir una empresa, una familia, una sociedad, un Estado, una Iglesia.

    6. Como dice el artículo, una vez aprobado el Concilio en 1996, al mismo momento, así lo percibí, se hundió en un segundo (1/60 parte de minuto): ya no interesaba, al menos, la parte religiosa, pues la parte política ya había cumplido su finalidad.

    7. Por favor, el próximo concilio, obipos, a ver si lo podéis escribir en castellano. La sensación es que todo el concilio era sólo propiedad de los progres y de los catalanufos, y cuando vi el ambiente, le di la espalda... bueno, fue el concilio el que se enterró él solo...

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    1. Cuando me preguntan por qué soy separatista, les remito a escritos como éste del anónimo de la 1:42...

      - "Cunsili"... empezamos bien, ridiculizando la pronunciación de los barceloneses.

      - "...estamos en el típico engaño catalán". ¡Toma ya! Los catalanes, típicamente somos unos engañosos.

      - "...de los progres y de los catalanufos". Toma del frasco, Carrasco. Catalanufos. Le ha faltado poco para decir "catalanes de m..."

      Y luego me dicen que no hay catalanofobia, ni supremacismo españolista...

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    2. Indepe: los indicios indican que el ánimo del concilio sólo fueron los del catolicismo nacional-progresista: Nación y moral herética modernista e izquierdista, lo demuestra el llamado Calaix de l'Abat, donde estaban temas absolutamente anticatólicos y protestantes que se pretendían aprobar: curas casados, curas mujeres, diaconisas, cultura de la muerte (aborto, eutanasia), relativismo moral, ideología de género.

      De hecho, y esto es lo bueno de haber vivido el ambiente del concilio, un intangible que sólo pueden apreciar quienes lo han vivido, es que el concilio se perdió durante un año porque Roma no aceptó la resolución 142, que estaba escrita de un modo más radical, y por ello, la Recognitio vaticana tardó un año en llegar, 1996, por lo que el entusiasmo por el concilio, si lo hubo, murió durante los años 1995-1996.

      El fin del concilio era aprobar las resoluciones que reconocían la nacionalidad de Cataluña, las 140, 141 y 142, asentando eclesialmente el proyecto general de la Agenda 2000 de Pujol y el pujolismo.

      Cuando llegó 1996 y la aprobación de Roma, el concilio ya dejó de tener interés, eclesialmente hablando. Hay que haberlo vivido, y haber, supuestamente, descubierto la intención real que subyacía la convocatoria del concilio, que era prepararse para el cambio político de la destrucción definitiva del felipismo (1982-1996) y la entrada en el azanarismo (1996-2004).

      De hecho, Pujol ya lo sabía: desde más o menos el 2004, el Gobierno de Felipe González ya no emprendía ninguna iniciativa, así, ninguna iniciativa, estaba totalmente apagado, era un gobierno zombi y fantasma, que se arrastraba hacia la tumba, y estaba ya hundido por los escándalos de terrorismo y corrupción destapados por Pedro J. en el diario El Mundo durante los 1990, uno de los únicos momentos de verdadero periodismo, que hoy ya no se da, que escapó al intervencionismo del Estado.

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  3. EPITAFIO SOBRE LA LÁPIDA DEL CONCILI

    Después de todo, todo ha sido nada,
    a pesar de que un día lo fue todo.

    Después de nada, o después de todo
    supe que todo no era más que nada.

    Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
    Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».

    Ahora sé que la nada lo era todo,
    y todo era ceniza de la nada.

    No queda nada de lo que fue nada.
    (Era ilusión lo que creía todo
    y que, en definitiva, era la nada).

    Qué más da que la nada fuera nada
    si más nada será, después de todo,
    después de tanto todo para nada.

    José Hierro

    Requiescat in pace

    [Caminante, no te olvides de las almas del purgatorio, sobre todo la de los sacerdotes, pues los suyos no piensan en sus compañeros. Piensa en tí cuando te toque, pues no morirás tan perfecto como para que una vez muerto, veas al Padre]

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  4. Gracias, Oriolt, por esa joya del "Concili Provincial Tarraconense, y gracias al comentarista de la 1:42, que ha acabado de redondear la información. Esos filibusteros iban a lo suyo (¿"la seva" o "la seba"?) que, como tan oportunamente comenta el anónimo de las 3:30, era la nada; pero bellamente emperifollada.

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  5. Hace 25 años de aquello, y 475, que es múltiplo de 25, de la primera sesión del Concilio de Trento. A uno “aquello”, sigamos llamándolo así, le recordaba las comedias colegiales de la Galería Salesiana. Era ésta una biblioteca de textos teatrales adaptadas para los colegios masculinos. La novia o mujer se convertía en hermano o primo. Cuánta imaginación derrochó el adaptador para que se pudiese representar La Venganza de Don Mendo, de Muñoz Seca. No creo que existiera una versión de Don Juan Tenorio de Zorrilla, pero a lo mejor sí, dada la fecunda imaginación del salesiano adaptador.
    Pues eso fue el autodenominado Concilio Tarraconense. A falta de Laínez y Salmerón, de Carranza y Soto, ahí teníamos a las figuras locales. Y salió lo que salió. Lo que, dados los conciliares, o conciliábulos, no podía esperarse más, por esforzados que fueran los afanes del obispo secretario que saca usted Oriolt en primer plano, que no era precisamente Pericle Felici, el secretario del Vaticano II.
    No hace usted sangre con la menesterosidad doctrinal de aquello. Benedicto XVII, paternalmente, animó a que cumplieran las buenas intenciones. ¿Qué les iba a decir? ¿Lo que Diego Laínez a aquellos cardenales terrenales? Así se expresó el teólogo jesuita: los eminentísimos cardenales necesitan una eminentísima reforma. Bien sabían que no se refería a la luterana y calvinista.
    Decía Unamuno que Barcelona era una ciudad de fachada. Cada ciudad tiene su flanco débil. Pero fue acertado el dardo del vasco. ¿Se ha fijado en la foto, que quiere reflejar a la procesión de obispos durante la inauguración del Vaticano II que emitieron todas las televisiones del mundo? Pura fachada, pura galería salesiana.
    No sólo nadie se acuerda de lo bueno, si lo hubo en aquello, sino que todos sufrimos lo pésimo, el camino errado que persiste. No hay ningún catalán, fuera del secesionismo clerical, que se sienta identificado con aquello. Aquello fue una ostentación de sumisión del evangelio a Dios nació, a la idea pujolista de ein Volk, ein Reich, ein Führer (el Führer, él por supuesto). Y de ahí el empecinamiento de obispos y abades, con sus aledaños, de reafirmar la nació. Si leyeran esos clérigos, altos y bajos, uno les aconsejaría el ensayo publicado hoy por Henry Kamen sobre el concepto y su carga política, no para bien. Pero es tarea baldía, Oriolt.
    Anda, y que la Magdalena les guíe.

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    1. Ya cuando leí el artículo de Oriolt me temí el demoledor comentario suyo, sr Valderas.

      Insulta que te insulta, y por descontado, las mántricas referencias hitlerianas (no podían faltar tratándose de algo catalán).

      Pero más allá del ruido de su comentario -ruido, en su acepción más amplia- ¿qué nos dice Vd. sobre las 170 conclusiones del concilio? ¿Qué hay que sea tan terrible?

      Ande, y que la Magdalena le guíe.

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    2. No le voy a responder, comprenderá. Y si no lo comprende, es cosa suya. Pero no mienta sobre mi amor a Cataluña. Del mismo, desinteresado, podrá encontrar sólida documentación en dos obras publicadas por el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), una editada, en dos volúmenes, por Josep Maria Montserrat y José Pardo Tomás en, y la otra por Josep Maria Camarasa, de 2019. Búsquelas y cuente luego lo que en ellas ha encontrado. Pero no mienta, que es muy feo. Una cosa es la Cataluña de los nazis y otra aquella donde cabemos nazis, gitanos, judíos, trisómicos, democristianos de Von Pappen y democristianos de Adenauer.

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    3. Totalmente de acuerdo con el Sr.Valderas Gallardo.
      Detras del concili estaba Pujol y su madre superiora,con un saco de billetes de 10.000. A Don Ricardo le provocaban arcadas todo ese tema,para mayor gloria del etarra Deig.

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  6. Para el comentarista de la 01:42:

    https://www.enciclopedia.cat/ec-gec-0065289.xml

    http://25cpt.tarraconense.cat/

    Para pontificar antes hay que leer y prepararse con bibliografia.

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Vamos, que un concilio político. Que consiguió lo que algunos querían: descristianizar Cataluña y que los jerarcas de la Iglesia entronizaran el herético "dios nación". Los lodos están a la vista.

    Planellas exuda visibles ganas de convocar otro igual pero más radical. Supongo que cuando Deusto lo ordene. Podrán inventarse que ya lo dijo San Pablo en su inventada estancia en Tarragona. Y se quedarán tan panchos.



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  9. Cuando la religión se dedica a apoyar la política, hay siempre alguien que gana y alguien que pierde, y no son nunca los corruptos políticos.

    ¿Cuál ha sido la contrapartida de los políticos al daca clerical?

    ¿Importar musulmanes, porque no hablan español?

    Todavía la Iglesia tendrá que purgar, como ya está purgando la pederastia, la persecución de los charnegos y el apoyo del golpe de Estado del 1 de O.

    Tal vez la mala cabeza de estas decisiones viene de que la cabeza hace política y los fieles dejan de pensar con la cabeza y abandonan sus intereses.

    Hasta que cada uno de los fieles no reforme sus costumbres y se comprometa a seguir a Cristo con obras concretas con intención y constancia, no hay esperanza para esta organización prostituida al Moloch pujoles.

    Así de mal están las cosas...

    ...y así de bien, porque el camino errado sólo lleva a la perdición; si se quiere llegar a alguna parte habrá que seguir el camino probado, como es natural.

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