LA CRUZ Y LA BANDEJA: AMIGOS CODO A CODO
Si hubiese reaccionado de esa manera, ¿dónde hubiera acabado el evangelio? ¿Y él? Quizás hubiera acabado en el trono de “Hombres, mujeres y viceversa”.
En cambio vivió el silencio atrevido del desierto: cosas para gentes de corazón, de hígado duro, de ardiente pasión.
Pasada la primera tentación vino la segunda. La que hubiera podido lanzarlo hacia el Olimpo de los gigantes. Total, para la galería era él el Mesías: carisma, atractivo, inspiración poética y mirada de profeta, corteza de duro y encanto de noble. Conquistador de corazones, mago del alma, insobornable como hombre. Podía cambiar la historia a su favor, atribuirse todos los aplausos, robar la escena al Primo. Todos le hubieran creído. En cambio él, profeta de la amistad, aleja a todos de él y los une a Cristo: “He aquí el Cordero de Dios”. Y mientras todos huyen de él -parece que en todo tiempo y lugar a la gente le guste subirse al carro vencedor- su corazón está alegre porque se ha realizado como hombre: él tenía que preparar el encuentro. El Otro tenía que pasar por delante e invitar a los demás al seguimiento. Dos tentaciones superadas y el Bautista, el hombre de los tiempos equivocados, se convierte en el hombre justo en el tiempo puntualísimo, aquel que está grávido de salvación. Es el Primo quien se saca el sombrero frente a aquel gesto. “¿Qué habéis salido a ver, un profeta? Sí y os digo, más que un profeta.” No hay un reconocimiento más hermoso en toda la Escritura: Jesucristo recoge el manto del amigo Bautista y lo exalta porque más que la forma ha guardado la sustancia. Ha preferido la humildad al obsequio fácil. La simplicidad a la diplomacia. Una cabeza cortada al silencio mezquino. Uno ha preparado, el Otro ha cosechado. Ambos sin celo y sin recelo alguno entre las gestas de sus corazones.
Al Bautista le tocó allanar el camino, ser la voz de la Otra Voz, cargarse a hombros aquella gente que lo creía el Cristo. Le ha tocado en suerte dejar la cabeza como prenda, cabeza que caerá macabra y oscura en la bandeja de una apuesta. Al Primo le ha correspondido el resto: sobre los mismos caminos unirá el Cielo con la Tierra, narrará lo inaudito de un Dios festivo, ensanchará los horizontes de casa de la gente de Palestina. El depósito del primo (jamás restituido) fue la cabeza. El suyo, el cuerpo entero. Al Bautista una bandeja, a Él una Cruz. En medio el sabor de una amistad amable y sin celos. Dos historias que han cambiado el mundo. Apreciándose y respetándose.
Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Una gran lección de honesta humildad: podía haberse hecho pasar por el Mesías y "todos le hubieran creído". Sin embargo, él presenta a su Primo, "He aquí el Cordero de Dios". ¡Cuanta nobleza de principios!.
ResponderEliminarPodríamos pedirla para todos en nuestros días, en los que parece que todo vale con tal de estar arriba, encima de los demás.
Estamos rodeados de síntomas otoñales que auguran un duro invierno. Afortunadamente, nos queda la guía de los Mandamientos, el Evangelio y algunos buenos pastores que nos la recuerdan, para no perdernos totalmente por causa de tal marasmo. Recemos para no perder la guía.
Gracias, Mossén Francesc, por su impagable ayuda.
Un comentario muy nuevo para mí e instructivo. Gracias.
ResponderEliminarGracias mosén Espinar, por su glosa. Cada domingo, poder leerle es una suerte.
ResponderEliminarMuy bella glosa.
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