Entre un tazón de leche y una madeja de lana se da el caso de que un día el profeta de Nazaret expone un cuadro en el intento de hacer escuela: un rebaño, un pastor, el eco de una voz. Si la imagen es familiar, el concepto se adentrará fácilmente, piensa Él. ¡Una pedagogía astuta y acertada! “Mis ovejas escuchan mi voz, no irán errantes ni se perderán, nadie las secuestrará” La voz de Cristo: el hombre de la voz extraordinaria, suscitaba la sed de quien lo escuchaba, conseguía crear gotas de emoción sólo con el timbre de su voz. Potencia de aquel Hombre. En treinta años de silencio ha aprendido la diferencia entre hablar y charlar: hablar es llenar el silencio de ideas y pensamientos, charlar es llenar el sonido de bla-bla-bla. A sus discípulos les enseñó que las palabras son como el agua: la más buena, apaga la sed; es límpida: viene de las profundidades de la tierra o de la altura de los montes. ¿Entiendes por qué Él encantaba a la gente?
Sus palabras hacían olor a perfume de lavandería, no se paraban ante el sonido, las firmaba con la vida. Sí, te conmovías. En el camino de Emaús, dos discípulos tristes, después de descubrir quién estaba bajo el semblante de aquel Caminante anónimo y aparentemente distraído, se obsequiaron una pregunta: ¿acaso no nos ardía el corazón mientras conversaba con nosotros a la largo del camino?
Personalidad garbosa, estimulante, incandescente. Piensa que un día los fariseos, enemigos declarados de Jesús, dijeron molestos: “Todo el mundo se ha ido tras Él” (Jn. 12,19) Tienen razón: aquel Hombre era un imán, un encantador. Manso pero no débil, pobre pero no pordiosero, calmado y cimbreño, franco y humilde, denso y sencillo, desenvuelto y sabio. Hombre de fuego y lágrimas, de adoración y de acción, hombre de panes, de peces y de vertiginosos pensamientos. Ha usado sabiamente la voz. Pero existía una razón: porque aun cuando hayamos hecho desaparecer el hambre del mundo, habremos hecho poco. Demasiado poco. El hombre no es únicamente un ser que alimentar, vestir, alojar, defender, curar y asegurar. Es también una criatura que iluminar, guiar, aconsejar, confortar, animar y elevar. El hombre es un ser que necesita palabras. El evangelio te da la razón: el Pastor ha de saber hablar. Con las palabras, con la vida. Pero ¿y el rebaño?
El rebaño escucha y sigue. En el evangelio. ¿Y entre nosotros qué? Mis ovejas, como párroco, se rompen el espinazo por Jesucristo. Saben que caminan hacia la Tierra Prometida. Quieren que yo sea positivo: me piden coherencia porque colaboran, porque en el día a día son puntuales. Han aprendido a sugerirme caminos nuevos, pasos hacia adelante. Me piden que vea el vaso medio lleno, que sea feliz, que rece, llore y sonría con ellos. En el evangelio una oveja que escucha es una oveja que se despierta, se sacude la pereza, alarga el paso. Yo no quiero cabizbajos, ciegos, descerebrados. Intentamos unir muchas manos para tener encendida la belleza de un rostro: el de Jesucristo.
Yo y mi rebaño creemos que todo depende de las manos en las que los objetos se encuentren. Dos peces y cinco panes en mis manos son una buena merienda. En las manos de Dios alimentan multitudes. Entonces piensa: si mis razonamientos, mis miedos, mis esperanzas, mis sueños, mi familia, mis relaciones con los demás, los llevo en la mano, me pongo nervioso y nada más. Yo intento y enseño a cambiarlos de sitio y ponerlos en las manos de Dios. ¡Tantas veces dependen las responsabilidades y los proyectos de las manos en las que se encuentren! ¡Y cambia todo!
Escucha palabras verdaderas cuando las cosas no vayan bien y verás que todo irá mejor. Porque en tiempos de crisis hemos de aprender a distinguir la voz de un pastor de la de un mercenario. O de un vendedor de humo, que es su hermano gemelo.
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Emotiva expansión del evangelio del Buen Pastor con el ejemplo del rebaño de sant Joan Baptista. He ampliado la foto. Parece la salida de un templo de Nicaragua, de Honduras o de Guatemala. Fieles cantando alguna salve rociera, alguna letrilla popular. Es la voz de las ovejas, complementaria de la voz seductora del Pastor. Un pastor en santa Coloma, en el Fondo, que no presta atención al origen ni a la raza de esta o aquella, que no lleva libro de cruzamientos. Su rebaño, su pueblo, es ese. Una, que ha conocido de joven aquellos principios de paredes desnudas y soledades absolutas, que ha conocido el cambio del padre a la madre, los de santa Coloma me entienden, que ha visto cómo lo que ayer era espíritu evangélico hoy es puro proselitismo político, puede y debe afirmar que Cristo ha vuelto a nacer en Palacaguina de Chepe Pavón y una tal María.
ResponderEliminar"Había en el lugar mucha hierba" (Jn 6, 1-15)
ResponderEliminarMi silbo es impropio de este mundo,
a él son sordos los que asaltan caminos
y sólo ansían avejentar sin dolor.
Mis ovejas amadas traspasan mi umbral
y otean la alegría de las ricas praderas.
Gracias, mosén.
No es nada fácil el saber distinguir la voz del buen pastor de la del mercenario y la del vendedor de humo, más difícil si estos dos últimos van disfrazados y adoptan las maneras del buen pastor, pues el mercenario y al vendedor de humo se conocen todas las tretas para salirse con la suya. Me da la impresión que vivimos en unos tiempos en que los impostores han proliferado y abundan por doquier, incluso en los lugares más insospechados.
ResponderEliminarEstamos en momentos de recordar los principios no negociables que apuntó Benedicto XVI: Vida, familia y matrimonio, educación de los hijos y bien común.
Cualquier medida que cuestione estos grandes principios, no puede venir de un buen pastor.
Gracias por su glosa que nos da la oportunidad de reflexionar sobre ello, Mosén Francesc.
Muy curioso y que tal vez muchos no saben es que los pastores del ganado son conocidos por sus ovejas por su voz de tal manera que si un extraño llama a los animales estos no reaccionan.
ResponderEliminar