El Crucifijo de la imaginaria parroquia de don Camilo en la baja Ribera del Po |
He llegado a la conclusión de que hacer de teólogo es más fácil que trabajar. Todas las demás profesiones han de responder a las órdenes de su Colegio Profesional, al Código Civil, al Código Penal, a su conciencia si la tiene el sujeto, y a Dios si se cree en Él. El teólogo en cambio procede de manera inversa: en primer lugar responde ante Dios, si cree, ante su conciencia si la tiene, y se ríe del Código Penal, del Código Civil y de las reglas de todo orden constituido por las leyes del Estado. Y esto siendo generosos: porque visto lo visto, teólogos que “teologuen” en conciencia y crean en Dios debe de haber poquitos. Pero como se decía antiguamente: Dios reconocerá a los suyos.
Para nosotros, almas en pena, en el sentido de que descontamos nuestros pecados bajo la mirada del magisterio ordinario, del extraordinario y de todos los “theologumena” que se engendran a partir de los primeros, es más difícil. Más difícil reconocer a los verdaderos teólogos, quiero decir.
San Simeón el Nuevo Teólogo |
Pero érase una vez, cuando el cristianismo era una cosa seria, todo era muy diferente. La teología era simplemente un hablar de Dios por conocimiento directo, es decir a partir de la propia experiencia. Había muy pocos teólogos. No sé cuantos Padres de la Iglesia osaron atribuirse a sí mismos semejante título, quizás ninguno. El último verdadero teólogo era considerado San Juan Evangelista. Para encontrar otro tuvimos que esperar más de trescientos años a la llegada de San Gregorio Nacianceno. Después, el Oriente cristiano, muy parsimonioso en la materia, esperó otros seis siglos para conferir al abad Simeón el titulo de Nuevo Teólogo.
En resumidas cuentas, hubo un tiempo en el que los maestros de la fe se creyeron a sí mismos escritores espirituales, rumiantes de las Escrituras, amantes de las cosas de Dios, pero sobre todo pecadores contritos hasta las lágrimas. No se atrevieron a teologizar y se preocupaban sólo de enseñar, después de haberlas experimentado en su propio cuerpo, en su propia alma y en su propio espíritu, cuáles fuesen las condiciones para encontrar al Señor, llegando lo más cerca posible de la Luz, aunque fuese a costa de su propio martirio. Olían a Cristo en vez de oler a oveja, y debía de ser un perfume maravilloso, un aroma delicioso.
El rabino Loew dándole vida al golem |
Hoy en día, cuando desde hace ya mucho tiempo el cristianismo no es cosa seria, los teólogos ya no hablan de Dios, ni por asomo. Han hecho de Él una materia prima, un golem a su propia imagen y semejanza.
Lo han desmontado en miles de piezas y cada uno juega con aquel fragmento que es de su competencia. Algún chapado a la antigua se ocupa aún de teología dogmática, de teología moral o sacramental, la cual cosa denota también una cierta tendencia a la fragmentación de lo sagrado. Y siendo verdad que en la cabeza del hombre no puede caber todo Dios, a menudo los teólogos han olvidado tener un corazón con más capacidad que su cerebro. Transijamos, si bien hasta un cierto punto.
Transijamos porque en nuestros días está sucediendo algo mucho peor; y los “neo-teólogos”, que no son nuevos teólogos, además del corazón han olvidado incluso el hecho de tener un cerebro. Los mejores recuerdan tener sólo un fragmento, justo aquel en el que entra, y encajado con dificultad, el trocito de golem de su competencia. Y tenemos para todos los gustos. Ahora, por ejemplo, tenemos la Teología del migrante, que incluye la Teología de la patera y la del buzo submarinista, la Teología de las corrientes marinas que se coloca bajo la Teología de la Misericordia, que es la Madre de todas las Teologías à la page.
Libro de Sistach en Catarata Ediciones |
Existe la Teología de lo Creado, de la que parece ser especialista nuestro nunca suficientemente bien amado (N.S.B.A.) Cardenal Martínez Sistach, que hoy lunes 4 de marzo hace el marketing de ese su libro publicado en Ediciones Catarata (sic) en el Palau Macaya. (Fundación Social La Caixa)
De ésta deriva la Teología de la ración diferenciada, la Teología de compartir coche y, recientemente, la Teología del microorganismo, esta última especialmente útil para tener una idea acerca de las dimensiones del cerebro de los especialistas que la aplican. Existe la Teología feminista y, por supuesto, la Teología Homosexual. Y luego la Teología de los medios de comunicación, que satisface al neo-alcornoque católico encandilado con los likes, cosas que inducen más a la ternura que a la reaccionaria patada en la espinilla. Resumiendo, hay una teología para todo y hay una teología para todos, como en Amazon.
Infinito in potentia, el catálogo es infinito incluso in actu, por lo que cada neo-científico sostiene su fragmento de golem en sus manos y se lo trabaja a su manera y estilo. Purifica el velo del misterio porque, de lo contrario, no puede aplicarle sus ideas claras y distintas. Lo libera de cualquier referencia metafísica porque, aunque ahora sólo es un grano de polvo, podría preguntarse inesperadamente por sí mismo. Lo purifica de cualquier implicación moral porque no debe estar manchado por la relación claustrofóbica con las antiguas leyes de Dios. Al final, se encuentra frente a la materia inerte pura sobre la cual puede operar como y cuando quiera gracias a la técnica aprendida en el Seminario, analizada en los encuentros con el psicoanalista de la “Fundació Vidal i Barraquer” y la monja depurada en la New Age S.I. de la Santa Cueva de Manresa. Finalmente está convencido de que se ha convertido en teólogo y, en cambio, sólo es un tecnólogo: y la teología se le ha convertido en tecnología. Pero el tecnólogo responde únicamente al tecnócrata.
Incluso queriendo acreditar la buena fe de estos tecnólogos no podríamos hacerlo, porque no van de buena fe ya que tratan de ocultar el daño causado por su hiper-especialización. Con la obsesión de concentrarse en un solo aspecto de la Iglesia, en una sola parte de este aspecto, en una sola función de esa parte de ese aspecto, han producido el mismo efecto trágico obtenido por la ultimísima ciencia médica. Cuando vas al hospital, debes recurrir al menos a una docena de departamentos para obtener todas las partes de un diagnóstico y, cuando las reúnen, nunca encuentran una que encaje con otra. Intentad reconstruir vuestra imagen con estas piezas de rompecabezas y veréis el pequeño monstruo que sale de él. Mientras tanto, el cuerpo de ese pequeño monstruo, tal vez muere. Sin embargo, el daño producido por los tecnólogos de la medicina no es nada en comparación al de los tecnólogos de la teología que han transformado en un pequeño monstruo a la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, poblándola con miembros muertos a la Gracia y, en su parte humana, la han condenado a muerte.
El Crucifijo de la parroquia de Don Camilo de Guareschi decía: "Cada día más hombres de muchas palabras y ninguna fe destruyen la herencia espiritual y la fe de los demás".
Así pues, por favor os ruego, no digáis ni a vuestra madre ni a vuestra abuela que sois teólogos. Acordaos eso sí, de visitarlas por Navidad al menos.
Y por lo demás, tranquilos, Dios reconocerá a sus teólogos.
Mn. Francesc M. Espinar ComasPárroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
(Ubi misericordias Domini in aeternum cantabo)
Gracias Mm.Francesc por su puntual artículo del domingo por la tarde, cómo siempre, acertado y preciso. Ahora a esperar los comentarios de los teólogos y tecnólogos.
ResponderEliminarPues sí, con la proliferación de ingenierías teológicas de todo género que está sufriendo nuestra santa madre Iglesia, más vale que al final, Dios reconocerá a sus teólogos.
ResponderEliminarChispeante, profundo y zumbón a un tiempo, magnífica descripción de la nanoteología, microteología, farmacoteología, acuateología, ozonoteología, teología de la desertización y del deshaucio. Parole, parole, parole. Sin la sensualidad de Mina. El final de su escrito me ha traído a la mente una vieja expresión inglesa que, traducida, dice así: No le digas a mi madre que soy periodista, la pobre cree que soy pianista en un burdel.
ResponderEliminarHubia un cardenal español recién fallecido que hablaba de teólogos de raza, entre los que él, por supuesto, se sentía incluido. La verdad es que el despiste doctrinal es tal, que deberíamos empezar por exigir a los teólogos el conocimiento del Catecismo. Y luego se ciñeran a su profundización, que no sería tarea pequeña. Empezando por la criba de las palabras. Sirvan de modelo, a este respecto, los trabajos de lexicografia de Marie-Dominique Chenu, compilados por Giacinta Spinosa y publicados en 2001 por Olschki. Y tomo por referencia ese modelo de hacer teología para distinguirlo de la banalización de las palabras, como el texto cuya portada trae usted a colación. Lo único que producen textos como ése es el hazmerreír de los científicos y el desprecio hacia lo que viene de la Iglesia. Con libros como ese no se trata ya a la institución eclesial como obscurantista, sino lisa y llanamente como ignorante y frívola.
Suelta algún disparate, JMVG. Los teólogos son anteriores al Catecismo, no al revés.
EliminarHabla de oscurantismo y de banalización de las palabras. ¿Pero usted lee lo que escribe?
AL ANÓNIMO DE LAS 19:39
EliminarOiga, señor anónimo, lo suyo es pura paranoya. Con el hermoso artículo que tiene para comentar, va y se fija en el bueno de Valderas. Y esta vez se queja de que no insulta. Hágaselo mirar, señor anónimo.
Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
ResponderEliminarEl Crucifijo de la parroquia de Don Camilo de Guareschi decía: "Cada día más hombres de muchas palabras y ninguna fe destruyen la herencia espiritual y la fe de los demás".
ResponderEliminar¡Cuánto han de aprender todos estos "teólogos o sabios" que quieren interpretar el Evangelio según sus criterios adaptándolo a sus conveniencias. No tanta Teología y sí más humildad, sencillez y entrega a los hermanos. María Auxiliadora ruega por nosotros. San José envíanos santos sacerdotes, no teólogos.
La dirección teológica de una diócesis la tiene el obispo, dado que gobierna el seminario y la facultad de teología. Ahora mismo, a obispo hay que imputarle la responsabilidad por esta teología New Age, politizada, secularizada o de autoayuda.
ResponderEliminarLo que tiene que VIGILAR EL OBISPO DIOCESANO, es La Masoneria, infiltrada en la Diocesis, Parroquias, Monasterios y la Obra del Dios Dinero.
EliminarGracias Mossen Francesc. En los últimos tiempos sus homilías son lo más interesante de la página. Por el resto, siempre se repite el mismo tema.
ResponderEliminarTOTALMENTE DE ACUERDO CON FINIS GLORIAE MUNDI!
EliminarDebe ser signo de los tiempos que corren, pero incluso aquí se cae en la falta de profundidad al tratar las cosas.
ResponderEliminarEl escrito de Mn. Espinar habla de vaguedades. Para que la verdad tome cuerpo hace falta concretar más las aseveraciones. Porque más allá de su inquina por Sistach, los teólogos progresistas y los jesuitas... ¿qué está diciendo el autor? Esta es una equivocación típica de tantísimos predicadores. ¿En qué se concreta su receta en la vida diaria? ¿Qué moral establece, aparte de la exaltación del conservadurismo?
Lo encuentro pobre. Igual que muchos de los comentarios. Por ejemplo, del sr. Valderas, que tiene conocimientos más que sobrados, espera un servidor algo más sólido que simples anécdotas.
Ha de afinar sus argumentos, Mn. Espinar. Que si no, acabaremos pareciendo todos "millenials".
Con sumo placer he leído y releído su escrito de hoy. ¡Cuanta razón tiene! Es cierto que "en la cabeza cabeza de hombre no puede caber Dios", pero nosotros, en nuestra vanidad creemos que fragmentando (¿el qué?)seremos capaces de entenderlo.
ResponderEliminar¡Qué equivocados estamos! Prosperamos en nuestro error creando palabras altisonantes para satisfacernos a nosotros mismos.
La Fe es una gracia. O la tenemos, o no la tenemos.
Aprendamos a rezar para que Dios nos conceda esta gracia, porque por muchas vueltas que le demos, jamás llegaremos a entenderla, ni a entender a Dios.
Gracias, Mosén Francesc.