EL PRINCIPIO ACTIVO DE LA MORAL CRISTIANA
Al descubrimiento del ethos cristiano para recuperar el sentido de los cristianos en el mundo. Y lo recuperamos cuando el “porqué” de todo es Jesucristo: su llamada, su muerte y resurrección, su mandato a entrar en la felicidad. El hombre no puede reducir su ética a gestión, a mayorías, a poder político, a intercambio. Hoy la palabra de Dios nos muestra el principio activo de la moral cristiana: el amor. Ciertamente no aquel amor reductivo ofrecido como panacea de entretenimiento sino aquel oblativo, que hace semejantes al hombre y la mujer a Dios.
“A vosotros que escucháis yo os digo: Amad”. Nada de compensativo o auto-gratificante: Haced el bien. Nada de segregar a los que amamos de los que no. Nada que ponga un límite a este amor. Al contrario, la fuerza estriba en poner la otra mejilla. Nada de sentimental: hacedlo.
No es poética es poiética, derivado de ποιέω, ‘hacer’ o ‘crear’, acción o creación. Nada de infantil: Amad a vuestros enemigos. Es la fuerza sobrehumana que vemos solo en Dios, que rompe la cadena del mal, que responde a la ofensa y al mal con el bien. Se diría que al cristiano se le pide antes que nada amar al amor, el querer bien. Es creer que el Amor es más fuerte que el mal y que ganará el amar.
Ética considerada hoy imposible y peligrosa porque desarma en una lucha entre culturas, en un mundo de astutos voraces, una ética que te vuelve cobarde y listo para ser devorado porque dice que el hombre sueña con el amor pero en realidad es un animal en lucha por la supervivencia contra todo y todos.
Ética que tiene necesidad de una antropología. La que dibuja San Pablo: el primer hombre sacado de la tierra y hecho de tierra: vive angustiado por la muerte y no tiene tiempo para amar. El segundo, el cristiano, viene del Cielo, viene del a-mors, del amor, viene de Dios, tiene en sí no la angustia del vencer ahora para no ser derrotado. Tiene en sí mismo el horizonte de Dios que es vida, amor, y lucha y sufre, y se indigna y esfuerza para hacer triunfar la vida, el amor, la paz, el ser todos hijos de este amor.
Es una cuestión de corazón y el corazón cristiano aprende a dilatarse en la catolicidad de Dios manifestada en Cristo. El libro de Samuel, como por su cuenta hace la Biblia, más que hacer un tratado del hombre con el corazón que ama, esboza el prototipo del hombre que ama: David que colocado en la situación de desembarazarse de aquel que lo odia (Saúl) prefiere darle vida para que cambie su corazón.
Y como David así Cristo, así el cristiano: no por debilidad cultural sino por amor de la vida.
Mn. Francesc M Espinar ComasPárroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
"Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él". Parafraseando a Juan, así empieza la carta encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est.
ResponderEliminarEn su sentido más profundo, nada más lejos de lo que venimos viendo en nuestros días. Ejemplos muy numerosos en todos los órdenes y niveles.
Mientras no seamos capaces de entender y vivir este amor, esencia del cristianismo, mucho me temo que no pararemos de ver penalidades y desgracias por doquier.
Hace falta mucha oración ("no como cotorras...o entras en el misterio, o no rezas", como muy bien advierte Francisco), para poder tener la ayuda que necesitamos.
Como siempre magistral, Mosén Fracesc. Gracias.
Lo digo por segunda vez. Lógicamente de mi comentario se deduce que, sólo soy un católico de a pie, sin ningún conocimiento teológico e ignorando cual es el Evangelio que toca el domingo. Bueno, pues hoy al leer esta glosa, me quedo sin saber que Evangelio se leerá mañana en la Misa. A mí me interesa la palabra de Dios.Los comentarios a la misma, por muy doctos que sean los dejo en un segundo plano. Me pregunto: ¿No se puede hacer al principio una síntesis del Evangelio y luego glosar la misma? Lo siento. Es mi humilde opinión.
ResponderEliminarDice San Juan de la Cruz que si se pone amor donde no lo hay se acabará encontrando amor. Y el evangelio de Lucas de este domingo que hay que amar a nuestros enemigos.
ResponderEliminarLo que, a mi entender, solo tiene los límites que el mismo Cristo dijo cuando ordenó a sus discípulos que si no eran oídos ni bien recibidos en algún lugar que se marcharan a otro y que se sacudieran las sandalias a la salida. Eso desde luego no impide rezar por quienes rechazan la Palabra: porque se detesta su actitud pero no a ellos como personas. El límite del amor cristiano lo ponen, pues, cuantos se enrocan con una u otra estratagema con tal de no inclinarse al amor que en definitiva es el que proviene del Padre. Cristo amó mucho a sus discípulos, también a Judas con quien debió de tener mucha paciencia: hasta que concibió su traición y Cristo le dijo que hiciera, y pronto, lo que ya había decidido hacer. El amor a los demás se ofrece una y otra vez pero no se puede sobreponer a su libertad. Hay -es duro de decir pero cierto- a quien le disgusta enormemente ser bien amado porque la posible acogida del amor evangélico en coherencia lo implica a un cambio profundo de estilo de vida, esto es, al desmontaje de todo un edificio existencial de años o quizá décadas.
Lo difícil para muchos católicos es deslindar el amor del buenismo, y esto tiene que ver con algo tan maravilloso como el estar abierto sin prejuicios a la Verdad. El buenismo lleva la capa de lo humanitario o de lo en apariencia compasivo, mas carece de la fuerza del amor verdadero al situar la sentimentalidad humana como criterio valedor y dejar de lado el discernimiento que solo otorga la Palabra.
Nada más adecuado para sanar que conocer el principio activo. Y el principio activo del cristiano es el amor. Qué acierto en la metáfora, mosén. La sanación nos viene del sacramento de la penitencia. Hay en algunos sitios unos folletos para confesarse bien. O de ayuda en la confesión. Suelen ser un repaso a nuestra relación con los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia. Podrían muy bien sustituirse por el examen del evangelio de hoy, el examen de nuestro comportamiento a través del amor: amar a nuestros enemigos, perdonar, poner la otra mejilla, etcétera. Es la vida espiritual, opuesta a la terrenal con la que nos preparaba Pablo en su carta primera a los fieles de Corinto. Hermosa glosa y síntesis su homilía, mosén.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.
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