La trampa saducea de los abortos en el Hospital de Sant Pau

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El infanticidio y el aborto son crímenes abominables” (Gaudium et spes, 51)
La noticia publicada por el Diari de Barcelona el pasado 10 de noviembre, que anuncia la habilitación de un espacio en el Hospital Dos de Mayo —fáctica extensión del Hospital de Sant Pau— para practicar abortos “quirúrgicos” (aquellos en los que la ecografía nos muestra al bebé de unos cuantos meses), no es solo un escándalo sanitario. Es una bofetada a la conciencia cristiana de Barcelona. Y lo que es aún más grave: si se acaba realizando, será la prueba definitiva de la claudicación moral del Arzobispado de Barcelona, que habrá optado por mirar hacia otro lado antes que enfrentarse a la Generalitat del “católico” presidente Illa y defender la vida inocente.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? En 2015, el sacerdote José Ramón Pérez, representante del Capítulo Catedralicio en la Administración del Hospital de San Pablo, advertía con firmeza que “la Iglesia abandonará el Sant Pau si se practican más abortos”. Hablaba de bloquear el funcionamiento del centro, de “morir matando”, si era necesario. ¿Dónde están ahora esas voces? ¿Dónde está la resistencia? ¿Dónde está el Cabildo Catedralicio? Hasta ahora silencio. Silencio cómplice. Silencio culpable.
Durante más de una década, el Hospital de Sant Pau —con participación eclesial en su patronato— no practicó abortos por la presión de los católicos que se manifestaron ante el hospital durante más de cinco años. El Arzobispado (el cardenal Omella) asumió claramente esa reivindicación. Entonces fue una luz en medio de la oscuridad. Pero ahora, bajo la presión de grupos feministas y la imposición de una Generalitat y un Ayuntamiento que legislan contra la ley natural, esa luz se apaga. Y lo hacen dando a entender que cuentan con la bendición tácita de quienes fueron constituidos como guardianes de esos valores.
Elisa Llurba, jefa de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau 
El artículo del Diari de Barcelona lo deja claro: el 80% del personal de ginecología del Hospital de Sant Pau no es objetor al abominable crimen del aborto (es decir, hablando en plata, que el evidente infanticidio es perfectamente compatible con la buena conciencia de ese 80% de personas de bien y médicos con una deontología profesional irreprochable). La responsable del servicio, Elisa Llurba, alumna aventajada y lamentable sucesora en el cargo del Dr. Calaf -abortista compulsivo-, lo celebra como un avance, como no podía ser menos (y por la marcha que lleva, es posible que no pare hasta que pueda presumir del gran hito humanitario del aborto por nacimiento parcial). Ha tenido que tragar una moratoria de diez años y quiere resarcirse. Las asociaciones feministas lo aplauden como una victoria. Y el Arzobispado, de momento al menos, calla. No hay comunicados. No hay protestas. No hay excomuniones. Total, ¿para qué?, si todos van al Cielo finalmente. No hay defensa de los no nacidos. Sólo un pavor a perder el estatus social que les ofrece a algunos el colaboracionismo con el Gobierno.
La Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, miembros del patronato junto al Arzobispado, han tendido a este último una trampa saducea: Aunque los servicios que presta habitualmente el Dos de Mayo lo convierten en una efectiva extensión del Hospital de Sant Pau, salvan los escrúpulos eclesiásticos llevando los infanticidios al vecino Hospital Dos de Mayo, realizándolos con el personal ginecológico del Sant Pau, sí, pero materialmente fuera de él. 
Casi igual que en Andorra, donde legalizarán el aborto ante las narices del copríncipe obispo de Urgel, pero cometiéndolos, a gastos pagados, fuera del Principado, lo que exoneraría farisaicamente la responsabilidad de la Santa Sede en el resultado final.
Por otro lado, los abortos que se confían a un hospital del nivel del Sant Pau son los quirúrgicamente difíciles, los que no pueden hacer en los chiringuitos abortistas de barrio. En Sant Pau se realizarán los abortos eugenésicos (es el diagnóstico que legitima todos los abortos avanzados), los de muchísimas semanas de gestación, convirtiendo así en infanticidas a los ginecólogos del hospital cogestinado por el Arzobispado de Barcelona.
Así pues, el Arzobispado de Barcelona y el Cabildo que la representa en la Muy Ilustre Administración del hospital, de momento parecen preferir la comodidad institucional a la cruz de Cristo: la diplomacia con los verdugos antes que por la defensa de los inocentes. ¿Traicionaremos nuestra misión pastoral por miedo a perder subvenciones, por temor a titulares incómodos, por cálculo político? Cristo no fue políticamente correcto. Jesucristo fue crucificado por ser fiel a la verdad y a su misión.
 
Y mientras tanto, en el Hospital Dos de Mayo, se preparan quirófanos para descuartizar a los más indefensos por mano de los matarifes del Hospital de Sant Pau. ¡Menuda selección de personal! 
A partir de ahora, ¿se habilitarán espacios para que la muerte tenga su despacho con el silencio obsequioso del Cabildo de la Catedral? ¿Se normalizará así el mayor de los crímenes como si fuera un servicio sanitario más? Y todo ello con la anuencia de quienes deberían haber puesto su voz y su autoridad para impedirlo. Porque pueden hacerlo, bloqueando con su voto discordante el funcionamiento de la Administración del hospital.
Desde estas líneas, pido respetuosamente y suplico —como sacerdote, como ciudadano y como hijo de la Iglesia— que el Arzobispado de Barcelona rompa su silencio. Que denuncie públicamente esta barbarie. Que bloquee con su voto a la Administración del Hospital de Sant Pau que promueve el aborto con su personal. Que exija la objeción de conciencia institucional. Que defienda la vida con la misma firmeza con la que Cristo defendió a los pobres, a los débiles y a los más pequeños, de sus injustos opresores. El Arzobispado tiene recursos para esta lucha, y no puede, no debe rendirse antes de haberlos puesto en juego.
Porque si no lo hace, no solo será cómplice de los abortos que se practiquen en Sant Pau. Será también responsable del escándalo de los fieles, de la desmoralización de los sacerdotes, del descrédito de la Iglesia. Y lo que es peor: será responsable ante Dios. Y no digan que la ley les obliga, pues nadie está obligado a hacer el mal, si no quiere y está dispuesto a pagar el precio correspondiente.
No matarás” no es una sugerencia pastoral. Es un mandamiento divino. Y quien lo traiciona, se convierte en aliado del infierno, del mismo Satanás, “homicida desde el principio y padre de la mentira” (Juan 8:44).
 No se hagan ilusiones los que de momento han triunfado con esta trampa saducea. Las campañas institucionales que proponen para “visibilizar la posibilidad de abortar (sin límite) sin que comporte un discurso de culpabilidad, están abocadas al fracaso: que un delito tan grave, ni Dios ni la sociedad ni la naturaleza lo dejarán impune. En el pecado llevarán la penitencia.
Y como última reflexión, ya va siendo hora de que nuestra Iglesia haga algo por revertir el peor disparate, el tiro en la sien que se ha infligido nuestra sociedad, con el silencio cómplice de los pastores. Una sociedad que asienta su demografía sobre el aborto masivo, se merece todo lo que le sucede cuando intenta reajustar su demografía con otros inventos también masivos. La Iglesia no está obligada a ganar esta batalla (eso va por cuenta de Dios). Pero sí que está obligada a dar la batalla. No es tiempo de silencios y componendas, sino de valor y de ideas claras. ¡Que Dios nos ampare!   
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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2 comentarios

  1. Que gran OBISPO esta perdiendo la Iglesia vale por más de 100 obispillos..
    Por supuesto NO poner la X en el IRPF para no ser complices del aborto

    ResponderEliminar
  2. La MIA de l´Hospital de Sant Pau es una muestra más de muchas de las instituciones que por no poner a las personas adecuadas en los puestos clave. Se nos van de las manos (es decir pierden los valores cristianos, católicos, y evangelizadores).
    Un día GG podra hacer sin dificultad una lista de instituciones diocesanas o que antes eran de la Iglesia que hoy son laicas, no se ven señales católicas aunque conserven los nombres.

    ResponderEliminar

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