DURA COMPETICIÓN ENTRE EL ABORTO Y LA EUTANASIA

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Leo que el pasado año, en Canadá (país lanzado frenéticamente al “progreso”), hubo un aumento del 7% de eutanasias; y que desde que legalizaron este invento para proteger la vida, en 2016, andan ya rozando la bonita cifra de 100.000 muertes dignas como las que más. Concretando aún más, en 2024, el total de muertes “administradas” fue de 16.500 (un bonito 5% del total de defunciones en el país). Está claro que igual que las ciencias, la eutanasia avanza que es una barbaridad o una bestialidad, que dice la Verbena de la Paloma. Y eso que escapan a las estadísticas la mayoría de eutanasias, disfrazadas de piadosísimos y tranquilizadores “cuidados paliativos”. Hasta empieza a parecerme que el aborto no se inventó por amor al aborto, sino para abrirle camino a la eutanasia. Era la única vía posible para llegar a ese nobilísimo fin: la muerte digna. O algo así.
Espero que se me entienda por qué todas las opciones de “progreso” y los movimientos “progresistas”, me erizan los pelos como agujas punzantes y hacen que me ponga en guardia. Eso, en cualquier entorno; pero infinitamente más si es en la Iglesia. ¡Y pensar que desde el Concilio Vaticano II ha sido tomada y ocupada por el progreso! ¡Y por lo que parece, está claro que aún no hemos tocado fondo!   
El caso es que, a fuerza de ingenio, hemos conseguido “inventar” una serie de recursos de infertilidad humana, coronada con el supremo “remedio” del aborto (es lo que llama el progreso, “salud reproductiva”) a fin de proteger o blindar nuestra vida (la de los que llegamos antes), y con esos inventos hemos conseguido hacer un pan con unas tortas. Nos ha salido el tiro por la culata; nada que ver con la “lógica” de la naturaleza. Hemos llegado a una estrambótica pirámide invertida, que nos conduce inexorablemente a la muerte colectiva. Y he aquí que son las poblaciones con más alto nivel reproductivo, las que han tomado la delantera del auténtico progreso.
Pero no importa: si algo hay indiscutible, ¡sobre todo en la Iglesia!, es el “progreso” tal como lo entienden las izquierdas. Y contra él, no podemos ir, porque están implicados en él la inmensa mayoría de sus miembros: tanto los de más abajo, como los de más arriba. Pero claro, no deja de sonar rara rarísima esa obsesión de la Iglesia por transformarse, por actualizarse, por engancharse al tren del “progreso”. 
Porque, claro, forman parte irrenunciable del “progreso” y de sus más eximios gestores, el aborto y la eutanasia. Y tampoco es que podamos decir en esto, “con la Iglesia hemos topado”. Porque el topetazo, que en algunos casos y momentos muy puntuales se ha dado, ha sido tan suave, que estas dos calamidades de la humanidad han avanzado sin la menor dificultad. Porque es bien cierto que la Iglesia, tan capaz de organizar campañas y movidas de todo género cuando se lo propone (veánse, por ejemplo, las visitas del papa y las JMJ), no ha organizado en ninguno de los muchos países que han incluido el aborto y la eutanasia en sus legislaciones, ninguna campaña para frenar tamaño dislate.
Pero he aquí que es la propia biología (¡la naturaleza!) la que ha iniciado los trabajos de nivelación. Cristine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ya rozando los 70 años, advirtió que, a partir de esa edad, que tanto abunda en Europa, es insostenible la carga que representa toda esa población anciana y que habría que hacer algo al respecto. Y bueno, algo se está haciendo. De momento, en toda Europa se están pagando parte de las pensiones con cargo a una deuda imparable. Y además se está promocionando de una manera increíble la eutanasia. En Inglaterra, si uno muere con más de 75 años, hacienda se queda casi el 50% de la herencia. Pero si muere antes, la herencia está libre de impuestos. Clarísima invitación a la eutanasia: por amor a los herederos.
El caso es que ya está en marcha en occidente un movimiento de concienciación muy poderoso dirigido a los ancianos para que liberen al Estado de su enorme carga: con poderosos estímulos fiscales e ingeniosas políticas sanitarias, para mejor convencerlos. Algo totalmente parecido a lo que se hace respecto al aborto. Han conseguido crear una conciencia ciudadana de que el aborto es la gran solución. Pues ahora, la gran solución al problema demográfico ya no es el aborto, sino la eutanasia.
Aquí en España, para quien quiera verlo, la eutanasia es la forma preferente de muerte que les prescriben los médicos (el sistema sanitario) a los enfermos cuyo coste de mantenimiento no está dispuesto a costear el sistema (un sistema que los costeaba hasta hace algunos decenios). Llega el momento en que el hospital decide que se ha acabado el tiempo en que puede estar ahí el enfermo, y decide darle el alta hospitalaria. Lo cual implica que la familia se lo tiene que llevar a casa y darle allí la asistencia que le estaba dando el hospital. Y como eso está totalmente fuera del alcance de la familia, porque no le alcanzan ni la capacidad física ni la económica, el hospital le ofrece generosamente la alternativa de pasar al enfermo a “cuidados paliativos”, es decir a eutanasia pura y dura. Y ése es el desenlace del mayor porcentaje de enfermos graves a los que aún no les ha llegado la hora de la muerte. Se les recortan días, semanas o meses de vida porque ya no alcanzan los recursos del sistema para atenderlos durante la vida que les queda. Así que la solución estándar es hacer firmar al familiar implicado, el consentimiento para pasar al enfermo a “cuidados paliativos”, es decir a eutanasia. Una eutanasia que obviamente no queda reflejada en las estadísticas.
Y ahí tenemos otro tremendo drama: el síndrome post eutanasia. Hay familiares de enfermos eutanasiados a los que el remordimiento por haber tomado esa decisión, les dura el resto de su vida. Una situación verdaderamente dramática.
He aquí, pues, cómo el sistema “de salud” ha resuelto de un plumazo la liquidación de un gran número de enfermos que años atrás ocupaban camas de hospital durante mucho tiempo. Esa carga ha pasado a las familias que, al ser incapaces de soportarla, optan por la liquidación del sujeto en cuestión. Pues lo mismísimo que en el aborto. Y si contamos estos casos de “interrupción voluntaria de la vida del enfermo grave”, veremos que nos estamos acercando a pasos agigantados, al número de casos de “interrupción voluntaria del embarazo”. Es que están hechos el uno para el otro. Y hasta es posible que acaben superando al número de abortos: a pesar de que éstos se sustentan, además, sobre el uso abusivo del sexo, del que son efecto no deseado el gran número de embarazos que acaban en aborto. Pues aun con eso, puede ocurrir que el número de eutanasias supere al de abortos. Nos lo hemos buscado. Ahora que el aborto lleva más de medio siglo preparando nuestras conciencias para traernos hasta aquí, hasta la buena muerte. Nos ha llegado ya el turno: ahora nos toca a nosotros.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info

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