El locuaz Planellas enmudece ante el atropello de Vic

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Este fin de semana se ha producido un verdadero atentado contra las libertades constitucionales en la población de Vic. Contra la libertad de expresión, por el intento de acallar públicamente la voz del obispo Argüello; contra la libertad religiosa, por las amenazas proferidas contra el obispo diocesano y contra la libertad de cultos, por el intento de impedir la celebración eucarística, hasta el extremo de conseguir su suspensión, ante la falta de seguridad tanto de los asistentes como del patrimonio religioso, especialmente el de una catedral recientemente rehabilitada.

En el mes de marzo pasado, el obispo de Vic, Romà Casanova, visitó la diócesis vallisoletana, donde se halla enterrado el patrono de la ciudad, San Miguel de los Santos, en el marco de la conmemoración de los 400 años de su fallecimiento. En aquel viaje cursó invitación al obispo Argüello para que asistiese a la misa patronal que tiene lugar cada 5 de julio en la catedral vicense así como a la previa comitiva que traslada la imagen del Santo desde su casa natal a la basílica catedralicia. En aquel mes de marzo, nadie dijo ni mu a la presencia del prelado de la diócesis donde falleció el santo, en el acto más solemne de la conmemoración de los 400 años de su muerte. Al revés, los que lo conocieron lo consideraron absolutamente normal.


Vete ahí, por eso, que el invitado Argüello fue entrevistado el pasado día 15 de junio por el diario ABC y ante una pregunta sobre la situación política actual contestó textualmente que: “La salida a este bloqueo institucional es dar voz a los ciudadanos”. No era una postura de la Conferencia Episcopal que preside, sino unas declaraciones al rotativo madrileño. A partir de ahí, algunos medios abrieron la caja de Pandora, con especial relevancia en La Vanguardia, que en un alarde de tergiversación periodística llegó a titular una noticia con el siguiente texto: “Obispos catalanes se desmarcan de la incursión política ideada por Argüello”. La pieza iba firmada por Enric Juliana y Susana Quadrado, habiendo venido el primero azuzando toda la semana con sus críticas al obispo de Valladolid. No obstante, el titular no podía ser más engañoso: el plural de los “obispos catalanes” se limitaba al singular del arzobispo de Tarragona.

En la noticia se hacía referencia a que el obispo Planellas se había dirigido a La Vanguardia con la frase “No podíamos permanecer callados”. En ningún momento aclaraba a quién se refería ese rimbombante plural mayestático, pues luego se hacía hincapié en que el arzobispo de Tarragona “daba su opinión a título personal”, queriendo dejar sentado que esa reclamación de elecciones no era una posición oficial del episcopado español y que “las declaraciones de Luis Argüello no representaban al conjunto de obispos”. Aclaración totalmente innecesaria, habida cuenta que todo el mundo sabía que las palabras del arzobispo pucelano fueron pronunciadas en una entrevista al ABC y no en una reunión de la CEE. Planellas se siguió viniendo arriba, tomándole gusto a ese protagonismo, por lo cual reiteró nuevas declaraciones ante el Diari de Tarragona en idéntica tesitura.
 
   
A partir de esa manipulación a la que se prestó encantado Planellas, el obispo vallisoletano fue presentado en los medios catalanes como un auténtico representante de la fachosfera, que se había postulado a favor de una determinada opción política, llegando incluso a insinuarse que no se habría atrevido a expresarse de tal modo en vida del papa Francisco. Con tal material explosivo, llegó la festividad del santo patrón de Vic y los mozos del pueblo llamaron al escrache y boicot al obispo invitado y a la misa en la catedral. Al final, ni comitiva en la casa natal ni misa del Santo. En su lugar, un gran carajal con gritos contra Romà Casanova, camisetas de “ni bisbes ni fatxes” y el rasgado de vestiduras habitual de los fariseos paniaguados, con Llisterri a la cabeza, los cuales, obviamente, echaban de forma velada las culpas a Argüello.

Se ha conseguido el precedente de la suspensión de una misa tras las amenazas por determinadas declaraciones de un obispo en ejercicio de su libertad de expresión. Un hecho de una gravedad mayúscula que no ha merecido ni tan siquiera el reproche ni la solidaridad de los obispos catalanes con su hermano en la diócesis de Vic, cuyo metropolitano es ese Planellas que lanzó la piedra y ahora esconde la mano; hecho bastante habitual en su contradictoria actividad episcopal. Metropolitano a la vez que presidente de ese inútil órgano de coordinación, llamado pomposamente Conferencia Episcopal Tarraconense, que tampoco ha dicho esta boca es mía ante las amenazas contra uno de sus miembros y el atentado a las libertades de expresión, de libertad religiosa y de cultos que tuvieron lugar en Vic este fin de semana.
 
Oriol Trillas 

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