Los medios, ya en evidente decadencia, se lo han creído. Siempre de mano en mano, por no dejar ahí tirado semejante chollo al alcance de cualquiera, han estado asistidos por el poder político y económico: que hasta se han peleado por ellos a pesar de su escuálida rentabilidad tanto económica como política. Se han pasado la vida convencidos de que el poder bailaba al son que ellos les marcaban. Luego vinieron las redes sociales con sus “influencers” a dejar muy atrás a los formadores de opinión a base de sesudas y sólidas columnas.
Entre esos medios cabe mencionar Religión Digital, que se ha autoconvencido, durante el pontificado de Francisco, de que el papa estaba pendiente de las directrices del periódico, expresadas generalmente en forma de efusivo aplauso. Convencidos, asimismo, de que el papa iba modulando su acción pontificia inspirándose en las tendencias que le marcaba tan eximio medio. Y obviamente se han sentido huérfanos y desolados con la muerte de Francisco; y están nerviosos viendo que, en el reciente cónclave, los cardenales no eligieron a Francisco II el deseado, el que estaba llamado por Dios a culminar la profunda reforma de la Iglesia iniciada por Francisco I.
Se trata de un medio de marcado sello conservador, entre cuyos lectores abundan los antiguos seguidores de Intereconomía, con un razonable porcentaje de votantes del PP y fieles frecuentadores de la Iglesia (la católica, quiero decir), a los cuales el medio creyó seguidores mayoritarios y fervientes del papa extinto. Ésa fue la opinión que formaron o creyeron formar en sus seguidores.
Y entendiendo Religión Digital que sus lectores católicos y simpatizantes de esas inclinaciones religiosas, compartían mayoritariamente el carácter político peronista con un mix de izquierdista de la Liberación y un afán febril por liberar a la Iglesia de todas sus lacras (sobre todo, las de género), convencido el medio de que la cosa iba por ahí, va y se suelta el pasado día 14 del mes corriente, con un artículo de Merche Sáez (parece ser que alta representante de la mujer en la Iglesia española) en defensa del sacerdocio, el episcopado, el cardenalato y el papado femenino. Y lo defiende con la naturalidad propia de quien está convencida de que, siendo la mayoría de sus lectores y lectoras de esa opinión, la aplaudirán con entusiasmo.
El argumentario, curiosísimo, se centra en la vocación totalmente despojada de toda ambición de poder; en los principios evangélicos de dignidad y equidad iguales para el hombre y para la mujer, y de inclusión, claro está (eso debe de estar en el Evangelio de Judas); más el de escuchar y perdonar (más bien, pedir perdón) a la mujer.
Lo chocante es que el arranque y motivación de ese artículo son unas palabras del papa León XIV que la animan a lanzarse entusiasmada al ruedo como espontánea (o al parecer de otros, como gran maestra en esas lides y en esa lidia). Las palabras son las siguientes: Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!
Lo primero que se me ocurre, es que se trata de un texto apócrifo: lo hubiese encontrado normal si me hubiesen dicho que esas palabras las había pronunciado el papa Francisco o que estaban sacadas de un libro de autoayuda. Pero me resulta chocante que hayan salido de la boca del papa reinante. Que construya una pastoral (y de mano de ella, una teología) sobre la base solidísima de “si realmente deseas algo”, aunque lo que deseas esté al margen de los libros sagrados, de la tradición, del magisterio de la Iglesia. Pues eso, que me suena rarísimo; y es bastante normal que semejantes palabras den lugar a todo un artículo esperpéntico.
Lógicamente, el texto está sacado del contexto en el que León XIV lo pronunció el 11 de junio pasado: ¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, ¡es más, puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando! Ahora sí. Se refiere al ciego Bartimeo que en Jericó grita al Señor: “Hijo de David, ¡ten compasión de mí!” (Marcos 10,40). El ciego grita porque reconoce en Cristo a aquel que puede curarlo. Ni más ni menos. Sin embargo, Merche Sáez se ha agarrado a un clavo ardiendo, la pobre. Y es que la teología feminista las lleva a retorcer el significado de las palabras de la Escritura hasta los límites más desgarradores e hirientes.
El caso es que Religión Digital está constatando que ha perdido influencia en la Iglesia, y sobre todo en su cúpula. Y se revuelve como gato panza arriba manoteando por volver a pisar con las cuatro patas en el suelo. Y va y se lanza con la artillería más pesada que tiene: nada menos que con la “igualdad de sexos” (o de género) en la Iglesia, de la que se deduce la necesidad incuestionable del sacerdocio femenino. En base, claro está, a la indudable vocación sacerdotal de gran número de mujeres. Quien las llama, dice el artículo, es el Espíritu Santo. Es un axioma que no debe ser discutido. Si es el Espíritu Santo quien las llama al sacerdocio, ¿quién es nadir para oponerse a esa llamada? Ni que sea el mismo papa.
Ahí lo tenemos: si realmente deseas algo, haz lo posible por conseguirlo. Lo primero es adjudicarle ese deseo a inspiración del Espíritu Santo. Y lo siguiente es no arredrarse ante ninguna oposición, dificultad o impedimento: Si realmente lo deseas, sigue gritando.
Y obviamente la Iglesia tiene que pedir perdón a la mujer por el dolor inmenso que le ha infligido negándole durante tantos siglos el derecho al sacerdocio. Y aunque no lo dice la articulista, se entiende que la autoridad adecuada para pedir ese perdón en nombre de toda la Iglesia, es el papa. Que se vaya preparando León XIV, que se le viene encima la artillería pesada de Religión Digital.
Las palabras que alentaron a la escritora de Libertad Digital a escribir su apología del sacerdocio femenino fueron sacadas de contexto y manipuladas para llegar a unas conclusiones preconcebidas por una teóloga del feminismo radical. Las palabras del papa, por tanto, adecuadas en el contexto en que las pronunció. Encuentro a faltar, en cambio, en León XIV, para frenar la inminente tercera guerra mundial (Dios no lo quiera), las palabras con que León Magno frenó a Atila. Dios le ha investido de una autoridad a la que escuchan (y eventualmente obedecen) los grandes de la tierra. El porvenir de nuestro mundo, cualquiera que vaya a ser, no será el mismo si el papa León XIV descuelga el teléfono y les dice “en nombre de Dios” lo que les tenga que decir a Trump, a Jamenei, a Netanyahu, a Zelensky, a Putin, a Erdogan y a Alí Zardari. Pero, como manda la especiosa diplomacia vaticana, no lo hará; y si lo hace, no lo dirá. Francisco y León se parecen poco. Sin embargo, creo que para los dos la preocupación por la paz, puesta en solfa por la élite globalista a cuenta de espurios intereses, sigue siendo una de sus prioridades. Sólo el valor y la presencia de ánimo de un verdadero hombre de Dios calmó la violencia de Atila. ¿Por qué no hoy la fuerza profética de un papa preocupado por la salvación eterna de los que nos gobiernan?
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
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