Es tremendamente preocupante la carta del papa a los cardenales, haciendo pública la penosa situación financiera del Vaticano (Iglesia y Estado, éste confesional: “teocrático" para más señas, aunque no se nota en absoluto). Preocupante no sólo por el hecho de la crisis económica, que viene de muy atrás, sino por el hecho de que se anuncie en los términos más duros
La mayor preocupación viene ligada al hecho de que este mismo pontificado que anuncia urbi et orbi la debilidad económica del Estado confesional vaticano, está jugando, desde el mismo momento de su inauguración, a sostener de forma prolongada, la que probablemente es la mayor crisis existencial de la Iglesia. Una crisis mantenida efectivamente desde el alto gobierno de la Iglesia, siendo precisamente el principal vector de esta crisis, el Movimiento Sinodal: primero en Alemania, abriendo camino con su “Camino Sinodal”; y luego, como un eco, en el Vaticano, con el Sínodo de la Sinodalidad; de manera que ambas maniobras, muy prolongadas en el tiempo, y con vocación de duración indefinida (que lleva a la indefinición de la propia Iglesia y a su mayor crisis existencial), parecen formar parte de un mismo Movimiento Sinodal bajo dirección e inspiración única.
Y es tremendamente sintomático que todo ese movimiento sinodal desemboque en igual medida, aunque con ritmos distintos, en tremenda crisis económica. Por lo que respecta al Camino Sinodal alemán (Synodaler Weg), en 7 años (de 2015 a 2022) los cotizantes católicos de Alemania han pasado del 30% al 24% (una disminución de poco más del 1% anual). Pero del 2021 (con 359.338 fieles que abandonaron la Iglesia y dejaron de cotizar) al 2022 (en que fueron 522.821 los desertores), se produce, en sólo 1 año, un aumento de "apóstatas" y por tanto una aceleración de la “apostasía” cifrada en 163.483 fieles y cotizantes menos, con respecto al año anterior. La aceleración de la crisis se ha colocado nada menos que en el 45% ¡en sólo un año! Una aceleración de vértigo.
El ocaso del Vaticano es distinto del alemán, con un aspecto más inminente y mucho más grave (aunque no disponemos de cifras; la de cardenales, sí: ya estamos en 255): el papa anuncia que la crisis económica afecta nada menos que a las pensiones, el gasto más sagrado de cualquier Estado. Todo nos induce a creer que es la crisis existencial la que arrastra consigo la crisis económica. En efecto, al remover los cimientos de la Iglesia, crece la inseguridad y la fuga de los fieles. Y con ello, inexorablemente, decrecen las aportaciones de toda la cristiandad al centro de mando de la Iglesia, donde con la preparación ya del entierro del papa, todo gira en torno al día después. Lo que importa hoy, sobre todo estando las pensiones en el aire, es el próximo papa.
¿Y eso qué significa? Pues que en el próximo cónclave la cuestión económica pesará como una losa. Igual que pesa en el Camino Sinodal, pero en sentido diverso. A los servidores del Vaticano (Estado e Iglesia) se les abrirán las carnes al pensar en que un error en la elección del papa puede arruinar definitivamente la economía vaticana.
El caso de Alemania es singularísimo: con la probabilidad de que sea la desbordante riqueza de la iglesia local alemana, el auténtico motor del cisma que ahí se está fraguando. Con la práctica seguridad de que, en caso de culminar el cisma al que están jugando, los dineros no caerán del lado del Vaticano, sino del lado de los obispos alemanes y de su Camino Sinodal. Pero ni se les ocurre pensar que juegan con una fecha de caducidad muy próxima.
Es de destacar que la economía ha hecho su aparición de forma atípica: por su escasez. Porque las mayores crisis de la Iglesia han tenido también como gran protagonista la economía. Pero casi siempre ha sido por exceso y no por defecto. Ahí están, por cierto, las órdenes mendicantes respondiendo al tremendo exceso de bienes y riquezas de la primera hornada de monasterios, los de las órdenes contemplativas.
La economía es el talón de Aquiles de la Iglesia. En todo gran conflicto aparece el factor económico, y normalmente por exceso. La exuberancia económica ha jugado siempre en contra de la Iglesia. Por eso da mucho que pensar la crisis anunciada por el papa: peligro de la sede central de la Iglesia católica por escasez económica. De entrada, uno está inclinado a pensar que la escasez y la austeridad son justamente el mejor correctivo; y que sólo puede traerle bonanza a la Iglesia.
Ahí tenemos el hecho incuestionable de que una de las causas frecuentes de terminación de una guerra es el agotamiento económico: acompañado, casi siempre, del espíritu de derrota. Y si eso ocurre en el bando del poder, ahí tenemos un vuelco significativo de la situación. Si la corrupción en la Iglesia está íntimamente ligada al dinero, es de esperar que al agotarse éste, se agote también la corrupción: por inanición.
Claro que la actual situación económica de la Iglesia da mucho que pensar. Es síntoma de un mal momento: quizás haya dejado de funcionar eso de la Iglesia “Una”, sostenida por la contribución de las iglesias locales de todo el mundo. La Iglesia se adelgaza sobre todo en la parte más rica del mundo, que le ha aportado demasiado dinero sucio; y de resultas, cuando se hace limpieza, se adelgazan sus finanzas. Inevitable. Pero lo cierto es que estamos también ante una mala gestión, que eventualmente implica el saqueo de fondos por parte de sus administradores.
Queda pendiente una pregunta: ¿es razonable poner la esperanza económica y espiritual de la Iglesia en la culminación del proceso de modernización doctrinal y pastoral que ha emprendido el Movimiento Sinodal tanto alemán como vaticano? ¿O no será más justo poner la esperanza, tanto espiritual como económica, en la parte más conservadora de la Iglesia, liderada por los defensores del Vetus Ordo?
No podemos decir que la huida de fieles en Alemania se deba al carácter conservador de la Iglesia en esa circunscripción. En el fragor del Camino Sinodal plagado de novedades mundanas, lo más razonable es pensar que es el exceso de progresismo y reformismo el que les está vaciando las iglesias. Es que parece inexorable que en la Iglesia se perciba a los progresistas y modernistas como invasores.
¿Y eso? Pues parece ser que ocurre como en geopolítica: a la larga (y a veces a la corta), el invasor acaba perdiendo y viéndose obligado a retirarse. Es bastante evidente que en la Iglesia el modernismo, el progresismo y los movimientos de acomodación a la ideología del mundo, son invasores que vienen haciendo algo muy parecido a lo que ha sido la limpieza étnica en las políticas más agresivas y totalitarias. Son movimientos que en cuanto han consumado el saqueo, ya no les quedan más fuerzas (¡ni menos económicas!) y que acaban por tanto en la inanición. A los defensores de su propio territorio, en cambio, no hay manera de vencerlos. Ahí tenemos a los desarrapados palestinos, a los que no consiguen doblegar los todopoderosos israelíes, apoyados por el imperio más poderoso del mundo.
Virtelius Temerarius
Faltan dineros y si el pueblo no da en las colectas la única solución es vender patrimonio (Obispo Jaume Camprodón dixit que en paz descanse). En Girona si no ando mal informado se vendió hace muchos años un seminario. Pues que de patrimonio no falta porque la Iglesia tiene muchos edificios y son la mejor piedra en la faja que no piedra en la caja. Si el Clero empezando por el soberano de Roma no empieza a hacer exhibiciones atléticas de Teología de altos vuelos los dineros no regresarán, el patio de butacas eclesial está pendiente del espectáculo sacerdotal de mística universitaria en contra de las teorías evolucionistas pero si los predicadores se empeñan en mística de andar por casa esto no atrae a los parroquianos ricos que van de bolsillos llenos. Quien es rico es generalmente también inteligente, conviene predicar para él para que suelte pasta pero, por lo que vemos las prédicas van más que nada destinadas a los ignorantes y gentes de poco pensamiento crítico. Faltan estos atletas circenses que cuando suben al púlpito pregonen los 6 dias de la Creación, los 6000 años de la existencia del Universo, el Diluvio, la Pentápolis y etc. Los parroquianos quieren pan y espectáculos, aunque el primero ya lo tienen asegurado en la Europa rica faltan los segundos mencionados, y el Dinero volverá no hay duda.
ResponderEliminarQue le pregunten al cocopalmerio ese, como se gastan el dinero sacrosanto del Vaticano.
ResponderEliminarQue vergüenza!!!
1. Los ingresos en la Santa Sede no han disminuido sustancialmente. En absoluto. Si uno coteja los datos con atención, se da cuenta de ello. El problema es como SE HA DISPARADO EL GASTO, sobretodo por la MALA GESTIÓN y el DESPILFARRO en acciones estériles y SOBRE CONTRATACIÓN DE PERSONAL LAICO(sobretodo por enchufismo). El CARDENAL GAMBETTI es el summum de ello, todo un paradigma de ruina anunciada.
ResponderEliminar2. En Alemania la disminución de ingresos del 2023 respecto al 2022 fue de un 5%, aunque se venía de un récord de ingresos por el impuesto eclesiásticos. Dicen que muchos fieles aportan menos COMO PROTESTA POR LA DERIVA SINODAL. Da que pensar.
Ni un duro a esta jerarquía que no profesa la Fe católica.
ResponderEliminarQue les paguen los gastos los de Pzifer, ya que desde el Vaticano hicieron propaganda para que la gente se pinchase con su veneno.
Seria divertit, oi, fer la introducció del mossèn Francesc2.0 que lamenta dalt la manca de recursos que té l'Església amb el mossèn Francesc1.0 que es dedica gairebé a temps complet a minar l'Església?
ResponderEliminarBé, segons el sentit d'humor de cadascú.
FEM