Estamos sometidos a la ley del péndulo o de la compensación: en una sociedad que con eso de la “salud reproductiva” (al sistema que cuida las enfermedades lo llaman sistema de salud) ha acabado contemplando el embarazo (¡sobre todo el embarazo!) como una enfermedad de la que hay que librarse como sea (a ese fin sirve el aborto o interrupción del embarazo -siempre sanitaria, por eso entra en los derechos sanitarios-); pues bien, en esta sociedad rabiosamente anti-embarazo, no para de crecer la celebración cada vez más popular -¡hasta ha entrado en las escuelas!- del embarazo, más concretamente del último tramo del embarazo de la Virgen María, preparando la gran fiesta del Nacimiento de Jesús. He aquí que una sociedad cada vez más descreída, se apunta a celebraciones y ritos que van frontalmente contra su descreimiento. Pero ni sabemos qué decimos realmente con las palabras que empleamos, ni de dónde vienen y qué significan las fiestas que celebramos.
Efectivamente, en la mayoría de las celebraciones, el
común de la gente no tiene idea de lo que celebra. Se apuntan a la fiesta y ya
está. Porque, otra rareza de la humanidad, no sabemos vivir sin fiestas. Son
los sabios de la tribu los que están en condiciones de explicar la razón de ser
de las fiestas. Aquí tenemos el puente de la Inmaculada (o de la Constitución,
va a gustos). ¿Y qué ocurre? Pues que a estas alturas ya no sabemos cuál de las
dos celebraciones ha quedado más vacía de sentido y por tanto menos propicia a
la celebración. Eso no quita que sigamos reivindicando el puente, la paga de
Navidad y hasta la del 18 de julio, además de la celebración totalmente
vacacional (y como mucho, folklórica) de la Semana Santa. Otra fiesta
interesante, el Halloween, que la escuela ha impuesto a machamartillo, en línea
con el Carnaval. Y va abriéndose camino, también en las escuelas, la fiesta del
Orgullo Gay. La gente ya no sabe lo que
celebra, pero se agarra a las fiestas como a clavo ardiendo.
Pues justo en ese orden de cosas, de celebrar lo que sea
sin saber lo que celebramos, se nos ha colado una singular celebración del
Adviento, promocionada desde el siglo XIX por los protestantes (igual que el
árbol de Navidad). Son los hoy celebérrimos y cada vez más populares
calendarios de Adviento. Alemania, pionera absoluta, produce ochenta millones
de estos calendarios al año, de los cuales se quedan cincuenta millones en el
país, siendo el resto exportados. Hay versiones de todo tipo (las más clásicas,
las de regalo de chocolate en cada ventana) y de precios variados, rondando los
100 euros los más vendidos, y llegando hasta los 300 euros. La razón de ser de
este calendario es “celebrar” día a día, desde el 1 al 24 de diciembre, la
espera del Nacimiento de Jesús. Y del mismo modo que la Navidad es una fiesta
centrada especialmente en la infancia, también la espera de esa fiesta, a la
que litúrgicamente se denomina Adviento (la venida), se consiguió llenar de
contenido y de atractivo, especialmente para los niños, con el genial calendario
de Adviento.
Una vez puesto el invento en marcha, un invento
inequívocamente religioso (los más bellos, son los que en cada ventana ofrecen
junto al obsequio, un fragmento del relato bíblico del nacimiento de Jesús),
han aparecido versiones profanas de todo tipo. La más chocante fue la que desarrolló
el nazismo que, en vez de eliminar, junto con todos los símbolos y prácticas
religiosas, el calendario de Adviento, lo que hizo fue adaptarlo al nazismo:
convirtieron la corona de Adviento en la corona del Sol, al Hijo de Dios cuyo nacimiento
se esperaba, lo convirtieron en Hijo de la Luz, y así por el estilo, buscando
alusiones y conexiones con la mitología nórdica. Todo por no renunciar a un
ritual que había arraigado profundamente en la sociedad. Y como ésta, tantas
modificaciones que se han hecho en la línea ideológica hoy dominante.
Decía en el primer párrafo, que la celebración del
Adviento (enormemente reforzada con la gran multiplicidad y originalidad de
calendarios de Adviento), se centra en la expectativa del nacimiento del Hijo
de Dios, en la que su santa Madre va ganando protagonismo en algunas
circunscripciones, sobre todo las católicas. Creo que justo en las Antífonas
Mayores es donde aparece el primer intento de calendación del adviento; pero
poniendo el foco no en la Madre (María Grávida), sino en el Hijo (O Sapientia. O Adonai, O radix Iesse, O
clavis David, O Oriens, O rex Gentium, O Emmanuel). Desde el 17 de
diciembre al 23 de diciembre. En algunas iglesias se añadieron tres antífonas
más: O Rex pacífice, O mundi Dómina (ésta,
dedicada a la Virgen) y O Jerusalem,
con lo que añadieron tres días más a la cuenta. Por cierto, el texto de las
antífonas mayores ha quedado recogido en las estrofas del “Veni, veni, Emmanuel”
Pero la devoción popular volcó la expectación del Adviento
hacia la contemplación de la Madre “en estado de buena esperanza”. Nuestra
Señora de la O, o Virgen de la Dulce Esperanza. La celebración de esta fiesta
dedicada a la Madre, se estableció para el 18 de diciembre, justo el día en que
empezaba la primera antífona mayor iniciada por la “O”, precediendo a la
celebración del Nacimiento del Hijo el 25 de diciembre. San Ildefonso, arzobispo
de Toledo, gran devoto de la Virgen, estableció que esta fiesta debía llamarse
“de la Expectación del Parto”. Más adelante se fijó la fiesta con el nombre de
Nuestra Señora de la Esperanza, y con el sobrenombre de Macarena en Sevilla.
El caso es que ahí se inició la imaginería sagrada que puso
su atención en la Virgen con el Niño aún por nacer (la representación más
frecuente era la de la Virgen con el Niño). En muchas imágenes de la Virgen sin
Niño, para indicar el embarazo, se dibujó un círculo en el vientre (la O admirativa
de las antífonas mayores); que de ahí se cree que vino la denominación de la
Virgen de la O y el nombre propio de María de la O. A partir de ahí han ido
siendo más frecuentes las imágenes más explícitas en este sentido.
Todo esto dio lugar a que en la última semana de Adviento
se prestase especial atención a la Madre, que se llevó todo el protagonismo,
sobre todo en la devoción popular. Fue así como nació esa especie singular de
culto a la Virgen en estado de Buena Esperanza. Realmente faltaba en la
liturgia y en el calendario festivo, ese elemento tan susceptible de formar
parte de los afanes religiosos. Y fue justamente el Adviento (poco antes de la
Navidad) el espacio idóneo para ese culto a la Madre en expectativa.
Lo cierto es que en una sociedad cada vez más
antinatalista, ha venido a tomar cuerpo una serie de elementos tan centrados en
la Navidad (Natividad; o natalidad que dice la estadística) y tan profundamente
natalistas como la profusión de los calendarios de Adviento, dedicados
básicamente a llevar la cuenta de los días que van faltando para la llegada de
la Navidad. Un fenómeno que ha irrumpido en el inicio de las fiestas navideñas
con una fuerza comparable a la de los belenes. El más espectacular, el que se
ha instalado en el centro de Vigo, en el que la marca Beefeater, en una espectacular pantalla gigante, celebra cada día a
las 12 del mediodía, con gran solemnidad, desde el 1 al 24 de diciembre, la
apertura de una casilla en la que se ofrece la participación en un sorteo que
ofrece regalos, entradas para conciertos, etc., y hasta un viaje a Londres. Es
el más ostentoso de los muchos calendarios de adviento que se ofrecen online.
Nuestra sociedad es antinatalista y por tanto desdeña y
combate con tremenda profusión el embarazo. Y sin embargo, ahí tenemos el
Adviento cuya última semana está dedicada a contemplar el último tramo del
embarazo de la Virgen. Y realzándolo, el calendario de Adviento, universalizado
mucho más allá de los valores religiosos y de los pro-vida. Y ahí seguirán por
mucho tiempo trabajando subliminalmente el mensaje de que la vida nos ofrece
maravillas tan sublimes como la gestación y el parto (el Nacimiento): que, a
pesar de todos los pesares, seguimos celebrando en el Adviento y la Navidad.
Virtelius Temerarius
"Y va abriéndose camino, también en las escuelas, la fiesta del Orgullo Gay."
ResponderEliminarEsta fiesta, por lo del Arco Iris, en algún sitio la han reconvertido en una fiesta ecologista por lo del Arca de Noé y sus animales:
Génesis IX
El arco iris, signo de la alianza
Dios añadió:
- Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos
los tiempos futuros: yo pongo mi arcoiris en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arcoiris entre ellas, me acordaré de mi alianza con vosotros y con todos los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales. Al aparecer mi arcoiris en las nubes, yo lo veré y me acordaré de mi alianza eterna con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra. Este, dijo Dios a Noé, es el signo de la alianza que establecí con todos los mortales
Es un buen sustituto a una celebración demoníaca.
De lo que se desprende que antes del Diluvio el Arco Iris no existia debido a que no llovía nunca, y la vegetación se regaba por un vapor que salía de la tierra, (primeros capítulos Genesis). El Diluvio fue la primera lluvia tal como la conocemos ahora, en la creación primigenia el ciclo del agua funcionaba de otra manera. Los legetebés se han apropiado de un invento del mismo Dios para abanderar sus dislates. El "péndulo" históricamente oscila hacia un lado y luego hacia el lado opuesto, pero creo que es difícil que oscile hoy día hacia el lado del Celibato y los curas con sotana, en estos tiempos modernos con el aumento de los años de vida pedir al sacerdote "soledad y celibato" de por vida no resulta consecuente, antes las gentes se morían a los 50, hoy a los 100, y a estas edades todos necesitamos compañía asistencial, la pareja no se entiende solo por el sexo también es importante la compañía.
EliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Abiatar.
ResponderEliminarHablando de leyes:
Ésto se ha convertido en la ley del EMBUDO!!!
Magnífico Virtelius. Lástima que algunos se hayan quedado solo con la anécdota y encima invadan el terreno de Silveri con el diluvio.
ResponderEliminarComo siempre, Virtellius, uniendo la oportunidad a la enseñanza de la liturgia y desarrollo de su contenido. Vale la pena escuchas las Antífonas gregorianas que usted menciona para vivir este tiempo de expectación en un mundo sin luz de futuro.
ResponderEliminarLos falsos e hipócritas por esos lares...
ResponderEliminar