Comulgar es el acto más profundamente religioso de nuestra sacrosanta religión. Y lo hacemos con el pan y el vino transustanciados mediante la consagración, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Eso es comulgar como Dios manda. Y a partir de este núcleo de la comunión, se dice que comulgamos todos los católicos con la doctrina que nos enseña la Santa Madre Iglesia: una doctrina que culmina en el sacrificio de la Cruz. Y cuando se sale uno de esa comunión, cuando acepta doctrinas peregrinas que se desvían de lo que nos enseña la Iglesia, decimos que comulga no con hostias consagradas, sino con ruedas de molino. Queriendo expresar con eso que su ingenuidad e ignorancia le llevan a tener unas tragaderas por las que entran hasta las cosas más disparatadas. Y, vaya sorpresa, el índice de personas con grandes tragaderas es muchísimo mayor entre los que profesan el anticlericalismo, el anticristianismo y el agnosticismo, que entre los que están abrazados fuertemente al catolicismo.
Sí, claro, estamos en tiempos de grandes cambios y
al final hemos acabado haciéndonos a la idea de que forma parte de la
naturaleza de las cosas que, en aras de la modernidad, toque llamar blanco a lo
que siempre se llamó negro, y bueno buenísimo a lo que hasta hace poco se llamó
malo malísimo. Eso ha ocurrido de forma ostentosa en buena parte de las áreas
de la acción y del conocimiento profano. Tampoco nos inquieta en exceso, pues lo
justificamos y nos justificamos con eso de que las ciencias avanzan que es una
barbaridad: por más que nos hagan comulgar con descomunales ruedas de molino.
Tal ocurre, por ejemplo, con el contorsionismo biológico a cuenta de la
ideología de género, olvidando que al final de los finales, la mujer va al
ginecólogo y el hombre al urólogo, sin que se hayan inventado todavía
disciplinas intermedias para atender a los infinitos géneros intermedios.
Pero una cosa es el progreso de las ciencias
(severamente discutible para los que saben quién determina la condición de
“científico”, cuál es su metodología, cuál es el precio y quién lo establece),
cuya evolución es evidente, puesto que la inmensísima mayoría de los ítems
declarados científicos tienen una vida totalmente efímera. Pero claro, una cosa
es la evolución y el progreso de la ciencia, y otra muy distinta es el empeño
rabioso por imprimirle a la fe un ritmo de “evolución” y de “progreso” homologable
con los ritmos del mundo y de su “ciencia”.
Ante esta situación es una verdadera lástima que el
nivel de claridad intelectual de los eclesiásticos a los que se ha confiado la
doctrina de la Iglesia, sea tan escaso que no entiendan que per se, la fe no tiene por qué
sustentarse en la ciencia. Que no entiendan que no tienen por qué entrelazarse las
vías de certeza que transitan la fe y la ciencia. Que la fe que le profesa el
hijo a la madre, no se sustenta en cosas homologables a la “evidencia científica”,
tan escasa por lo demás en lo que suele llamarse ciencia. Lo que no entienden,
en fin, es que los mecanismos de la fe son absolutamente distintos de los
mecanismos de la ciencia.
Lo cual nos lleva al principio de que el creyente es
siempre un “comulgante”, alguien que se adhiere a sus creencias no por
convicción (que es por donde transita la ciencia), sino por voluntad de
adhesión (que es la vía por la que transita la fe).
Pero he aquí que la ingeniería social ha descubierto
lo fácil que es mover las masas si se elige para ello el camino de la adhesión,
es decir el de la fe, en vez del de la convicción, el propio del conocimiento y
de la ciencia. Indagad cuál es el nivel de convicción de los que se adhieren a las
opciones políticas o científicas que ofrece el mercado. Convicción escasa en el
mejor de los casos, y nula capacidad de razonamiento. ¿Por qué? Porque lo que
ahí opera no es la convicción (propia del saber científico) sino la adhesión (propia
de la fe).
Por eso, porque no son unos razonadores convencidos
sino unos fieles adheridos, unos creyentes, unos comulgantes, a esas masas se
las puede hacer comulgar con lo que sea, incluso con ruedas de molino.
Evidentísimo.
Y ahí tenemos a los escasamente preparados
impartidores de doctrina en la Iglesia, que andan preocupados en buscar el
convencimiento de los fieles, en vez de trabajar en su adhesión, en su comunión
con las verdades que les ofrece la Iglesia. No se enteran de que fe y ciencia
se mueven en ámbitos totalmente distintos del alma humana, aunque no por eso
están obligadas a llevarse mal, ni mucho menos. Pero unos están empeñados, erre
que erre, en encajar la fe en la ciencia; y otros, erre que erre, igual de
ingenuos, empeñados en encajar la ciencia en la fe. ¡Cómo se nota que no han
estudiado filosofía!
Y detrás de todo esto, ¿cuál es el drama? Pues el
tremendo drama es que han metido en un mismo saco la fe y la ciencia…
¡eliminando la ciencia! Bueno, sólo la ciencia, no; sino también la fe
heredada, la fe transmitida a lo largo de tantas generaciones; y por no quedar
totalmente en el vacío, se han abrazado a la nueva fe-ciencia: un engendro que
les empuja sin el menor pudor a comulgar con descomunales ruedas de molino. Unas
ruedas de molino “rigurosamente científicas”, claro está, pero ruedas de molino.
Pero bueno, pasen y vean la grandeza del fenómeno:
el porcentaje de comulgantes con ruedas de molino es notoriamente mayor en el
mundo que en la Iglesia. Dicho de otro modo: el nivel crítico del pueblo ante
las aberraciones conceptuales de los dirigentes, es muchísimo mayor en la
Iglesia que en el mundo. Evidente de toda evidencia: es mucho mayor el índice
de comulgantes con ruedas de molino en el mundo, que en la Iglesia. Es un dato
para dar infinitas gracias a Dios. Porque la masa crítica de la Iglesia que no
está dispuesta a comulgar con las ruedas de molino sinodales es tal, que ni
siquiera la gran maquinaria de poder que ha puesto en marcha la más alta
jerarquía eclesiástica, tendrá la fuerza que se necesita para darle el vuelco a
la fe y a la moral. Y esa fuerza opuesta y opositora no surge en la cúpula,
sino en la base. La Iglesia está a salvo de los disparates sinodales no gracias
a sus altas cúpulas, no gracias a clérigos y clericalizados, no gracias a los
obispos, a los cardenales y al papa, sino gracias a Dios, que ha edificado la
rectitud evangélica en tan gran número de corazones del pueblo llano.
Son los que comulgan con la Iglesia de Jesucristo y
con su mensaje de salvación, frente a los que desde lo más alto se esfuerzan en
hacernos comulgar con ruedas de molino. En la Iglesia, eso de comulgar con
ruedas de molino es imposible, gracias a Dios. Y eso ocurre en su peor momento.
Ya suele ser así. Aquí en España, lección muy reciente de historia, fue el
pueblo llano el que se rebeló contra los franceses, mientras las más altas
jerarquías del pueblo (incluidos reyes, nobleza y jerarquía eclesiástica) se
echaban en brazos del emperador: porque éste les garantizaba que seguirían
medrando a su sombra.
Cosas veredes… son precisamente la gente de fe
sólida, los buenos comulgantes, los que tienen en sus manos y en sus corazones
la salvación de la Iglesia. ¡Qué buenos vasallos, aunque no hayan buenos
señores! No, es evidente que no tiene el mundo tal índice de claridad de ideas
y de sentimientos, y finalmente de fe, que le permitan salvarse. Vemos cómo el
Occidente otrora cristiano está siendo lanzado al vacío por sus dirigentes, sin
que se vislumbre ni de lejos una suficiente masa de ciudadanos capaz de frenar
tamaño suicidio. La Iglesia, gracias a Dios, está mucho mejor que el mundo, y
tiene un potente recurso de salvación en su pueblo, en el Pueblo de Dios, cuyo
índice de comulgantes con ruedas de molino es evidentísimamente muy inferior al
del mundo. Justo ahí, en el mundo, es donde lo más normal y corriente y
universal es comulgar con ruedas de molino. ¡Quién lo dijera! Veremos, veremos
cuántos van a ser los fieles que comulguen con las sinodales ruedas de molino.
Bendito sea Dios que nos mandó al papa Benedicto XVI
a empoderar (perdóneseme el palabro) al Pueblo de Dios frente a los pastores
vestidos con piel de oveja y perfumados con olor de oveja (a algunos, hasta se
les olvida ponerse el disfraz). Y no se refirió al Pueblo abstracto ni mediante
representantes. A este Pueblo fiel le encomendó el papa la custodia de su mayor
tesoro litúrgico: la misa que nos viene transmitida desde tantos siglos. El
papa Benedicto XVI dio con la mejor fórmula para conservar ese tesoro sin
someterse a las manipulaciones de la jerarquía. Basta que un grupo de fieles le
pida a un sacerdote que le celebre la misa de siempre, para que ese tesoro no
se pierda. Así de sencillo, así de grandioso. Y contra esa misa no pueden nada
ni los obispos ni el mismo papa. Sí señor, la fe y la tradición por encima del
papa. Como Dios manda. Nada de comulgar con sinodales ruedas de molino; en la
Iglesia, como Dios manda: aunque el “como Dios manda” tenga que imponerlo
finalmente el Pueblo llano.
Virtelius
Temerarius
Las piedras de molino y los comulgantes con estas se encuentran en todos los lugares incluso dentro del Catolicismo. El Diluvio silenciado, la edad centenaria de los patriarcas silenciada, los miles de millones de años de la creación aceptados..... No hace falta poner detalles científicos, en Internet esta todo bien especificado por los creacionistas y especialmente protestantes que debería ser al reves y que fueran católicos. El Darwinismo es la piedra de molino mayor en la que comulgan los católicos. Lo más escandaloso no es que los paisanos de fuera de la Iglesia comulguen con las de molino sinó que también los convencidos del Evangelio que comulgan con el Cuerpo de Cristo comulgan dos veces y la segunda con las de molino.
ResponderEliminarAMEN, Virtelius.
ResponderEliminarUn poco largo y "recargolat" pero merece la pena llegar al final para encontrarse con Benedicto XVI.
Una razonada voz de alarma ante el despiste doctrinal voluntario de quienes deberían ser focos de luz. Cuando leemos que Francisco se tira al monte y se lía en la respuesta ante la pregunta de si debe comulgar un protestante, es decir, alguien que no cree en la presencia real. O que un arzobispo le da la sagrada forma a un jefe musulmán, que ni siquiera cree que Jesucristo es Dios, es que andamos muy mal. Podemos hablar de sinodalidades y demás palabras vacías más allá de la raíz --camino conjunto--, podemos hablar de afueras y adentros, de mirar hacia el futuro y abandonar las rémoras del pasado, siempre y cuando se nos diga cuáles son esas rémoras, sino queremos pensar que eso sí es chismorreo, y cuál es el futuro, si no queremos verlo de color hormiga, eso sí, con mucho discernimiento y sin indietrismo.
ResponderEliminarEl Rdo. Charles T. Murr, con amplia expariencia vaticana, en una entrevista en el programa «CONSERVANDO LA FE» , relata que cuando fue elegido papa Francisco y salió al balcón, vio y escuchó que pedía la bendición de los presentes, cuando lo lógíco es que fuese el Papa quien diese la bendición al pueblo. Inmediatamente el Rdo. P. Murr se dijo: "algo no va bien".
EliminarMi formación teológica, no creo que supere el Credo, Padrenuestro (versión clásica en español), Avemaría y Veni Creator. Por eso me sorprendió que Francisco -al que creo verdadero Papa elegido por el E.S.- dijese en una charla o comentario del Ángelus, -no recuerdo-, que la Inmaculada ¡no nació santa! Este tipo de errores creo que es fruto de ...¡no sé! Pero por lo menos el Papa, no mandó cerrar iglesias ni prohibió comulgar en la boca -qué inmensa fe en la Eucaristía-, como puso en un "bando" un mitrado en Barcelona y acataron ovejunamente la mayoría de parroquias y presbíteros.
Indietrismo = «Aviso: La palabra indietrismo no está en el Diccionario. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA»
MT
Totalmente de con el Sr. Valderas Gallardo .
ResponderEliminarAy el INDIETRISMO.
Palabro que no existe ni en la RAE.
La mision del Papa es confirmar a los fieles en la Fe, y no actuar como un monarca absoluto que hace lo que le viene en gana.
ResponderEliminarPor ello, si el Papa o cualquier jerarca quiere imponer sus opiniones personales en vez de predicar el Magisterio recibido, no hay que hacerle caso y resistirle en la cara, como S.Pablo resistio a S. Pedro.
Esto vale tanto para los que quieren cambiar la Doctrina, como la moral, como la Tradicion. Y la Misa Tradicional forma parte de la Tradicion que ningun Papa puede prohibir. Y todo sacerdote tiene el derecho de celebrarla sin necesidad de pedir permiso. Tal como figura en la Bula de S. Pio V.
Totalmente de acuerdo.
EliminarTambién está la profesia del Pastor Insensato de Zacarías y muchos avisos de falsos profetas en el Nuevo Testamento
Totalmente de acuerdo con el Sr. Fred .
EliminarUna vez más mi aplauso para el Sr. Valderas Gallardo.
ResponderEliminarEl creyente es "alguien que se adhiere a sus creencias no por convicción (que es por donde transita la ciencia), sino por voluntad de adhesión". Buena suerte con ello!!!!
ResponderEliminarMiren lo Cristológicos que eran Benedicto XVI y Juan Pablo II..
ResponderEliminarLibro Cruzando el Umbral de la Esperanza (JPII)
afirma Lucas encuentra también una precisa correspondencia en las palabras delPrólogo de Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo Unigénito, el que está en el seno delPadre, Él lo ha revelado» (Juan 1,18).El Misterio de la Redención está visto con los ojos de la gran renovación del hombre y de todolo que es humano, propuesto por el Concilio, especialmente en la Gaudium et Spes. LaEncíclica quiere ser un gran himno de alegría por el hecho de que
el hombre ha sido redimidopor Cristo; redimido en el alma y en el cuerpo.