Ahí tenemos ocupando todas las calles, la esplendorosa exhibición de la Iglesia y de la fe católica. Sí, la Semana Santa en la calle no es una exhibición genérica de cristianismo sino una exhibición específica y diferencial de catolicismo.
Mucho se está hablando hoy de pecadores y de
pecados, de clérigos y laicos. Pero éste es un discurso ya superado por los
siglos. Resulta que son los pecadores, los expulsados de la Iglesia, los que
vienen organizando desde hace siglos sus estaciones de penitencia. Y los
penitentes, con los rostros tapados por los capirotes (que tampoco es el caso
de exhibirse como pecadores y ni siquiera como penitentes), poniendo todo su
cuerpo y toda su alma en el solemnísimo porte de sus pasos. Pero atención,
nadie es excluido de esta iglesia excluida. Rigurosamente laica,
inequívocamente pecadora, sin la soberbia clerical de pretender mudar los
pecados en virtudes para que por esa mutación queden los pecadores mudados en
santos y virtuosos a través de tortuosos atajos sinodales.
Camino de humilde pero esplendorosa penitencia,
calles de la amargura que evocan las amarguras del Hijo de Dios en su Pasión, y
de la Madre de Dios en su dolor por el Hijo sacrificado. Stabat Mater dolorosa… ahí en pie la Madre dolorosa junto a la
Cruz.
Mientras en las iglesias se celebran los ritos
austeros para los católicos cumplidores, en las calles celebran los pecadores
sus barrocos y hermoseados ritos de penitencia. Fuera de la iglesia, ése es el
lugar de los pecadores arrepentidos y que hacen penitencia. Fuera del templo,
pero no fuera de la Iglesia que los espera en Pascua con los brazos abiertos,
ya purificados por la penitencia cumplida.
Y he aquí que los ornamentos sagrados y los cirios y
los incensarios humeantes que han desechado los clérigos en las iglesias, los
llevan con orgullo los laicos en las calles. Ah, ¿que no se han fijado ustedes
en el penoso pobrismo de la modernísima y “creativa” liturgia que sufrimos? Paradojas del clericalismo kafkiano en que nos
hemos instalado. ¿Y la caridad? Permítanme que les diga lo que siento: no es
comparable la caridad fraternal de los cofrades, con la caridad
institucionalizada y oenegizada de la clerecía, con todas sus jerarquías institucionales.
Y como ya hemos pasado por la experiencia del apagón
violento de esta Semana Santa con semanas trágicas y sangrientas persecuciones;
y hemos vivido ya su resurrección a pesar de la tozuda (y acaso resentida)
resistencia de la Iglesia institucional; como hemos acumulado ya la riquísima
experiencia de su fuerza misteriosa e imparable, seguimos en nuestra quizás
ingenua confianza en que adonde no lleguemos nosotros, será Dios quien llegue.
Ahí están como ejemplo las procesiones de Hospitalet que a causa de rancios
integrismos, ni empiezan ni terminan en la respectiva iglesia.
Milagros de la fe, milagros del enorme esfuerzo del
hombre por llevarse bien con Dios y con sus hermanos: que por algo se llaman
cofradías y hermandades las organizaciones que salen a las calles por Semana
Santa a proclamar su fe. Proclamación de la fe durante la Semana Santa, y
proclamación de la caridad convertida en obras durante todo el año. ¡Claro que
hay Iglesia para rato, pase lo que pase en las iglesias! Mientras siga viva
esta Semana Santa tan firmemente asentada en la caridad (la fe sin obras está
muerta), la Iglesia seguirá viva. Justamente la Iglesia de los pecadores, la
Iglesia de los penitentes.
Mientras allá en el norte se desgañitan para dejar
de ser pecadores por el método (creen que original y expeditivo) de negar la
debilidad humana y el pecado, aquí en el sur nos sometemos a la penitencia, nos
ponemos en manos de Dios y proclamamos nuestra fe y nuestra esperanza de una
vida mejor. La Vida Eterna, es cierto, de la que nos queremos hacer merecedores
mediante la caridad, que hace de esta vida un anticipo de la gloria.
Aquí en Cataluña, lo más significativo y original
son las dos grandes representaciones de la Pasión en Olesa de Montserrat y en
Esparraguera, que se mantienen en pie a pesar de todos los pesares, a pesar del
avance de la indiferencia religiosa, y después del parón de la pandemia. Lloat sia Déu! Son una magnífica
catequesis sobre la Pasión de Cristo, que junto con las austeras procesiones de
Semana Santa características de Cataluña y con las acumuladas de otras culturas
del resto de España, configuran nuestra peculiar forma de celebración de la
Semana Santa.
A estas procesiones, que milagrosamente no han
decaído, hay que añadir los Viacrucis del Viernes Santo celebrados por algunas
parroquias con especial solemnidad, que salen a la calle a hacer pública
profesión de fe. Aunque parezca mentira, van en aumento cada año las parroquias
que celebran estos Viacrucis. Y luego persisten los ritos propios de la Semana
Santa, cuya frecuentación por los fieles lleva ya muchos años disminuyendo. Es
la que podríamos llamar celebración clerical frente a las celebraciones laicas.
Algo ha de tener el agua cuando la bendicen.
Lo importante es que, aunque de forma tan imperfecta
como se quiera, estos ritos laicos de la Semana Santa han quedado como catalizadores
últimos de una fe poco ilustrada, pero muy recia y muy honda. Una fe poco
inclinada a mantener diálogos con la razón, y por tanto más incondicional, más
amarrada, mucho más amarrada a la tradición: que es quizá lo que echan en falta
los fieles en la oferta religiosa de los clérigos en la iglesia. Mientras en
los templos se ha difuminado la tradición, en las calles sigue firmísima esa
tradición, defendida con un tesón admirable. Prácticamente todas las
procesiones de Semana Santa de toda España llevan siglos; mientras las
celebraciones dentro de los templos se han esmerado por ofrecer innovaciones y
modernizaciones. El contraste es evidente. Sólo nos falta ver los frutos
respectivos.
Me atrevería a vaticinar que las cofradías y
hermandades (cuya gran solemnidad son al fin las procesiones de Semana Santa)
tienen mucha mayor fuerza para cerrarle el paso a la ideología de género, que
es la que está luchando de frente contra la familia y contra la misma
naturaleza humana, que la fuerza que pueda desplegar la “Iglesia oficial” desde
los templos e incluso desde las clases de religión y las catequesis. Por
supuesto que no desde los sermones, porque en su inmensa mayoría parecen
obedecer la consigna de que esos son temas políticos; y de política (de atacar
políticas destructivas), en la iglesia no se habla. En fin, que viendo la
enorme vitalidad de nuestra Semana Santa (la de la calle, digo), está claro que
hay Iglesia católica para rato.
Virtelius solo hace falta un solo paso para poner La iglesia en forma como Dios manda: Predicar el Diluvio y el Arca de salvación con todos los detalles bíblicos escritos en el Libro Sagrado. Podemos comprobarlo como el Catolicismo en la misa de Víspera Pascual pasa olímpicamente de mencionar el Diluvio después de las lecturas de la Creación y se salta a este introduciendo el pasaje de Abraham y todo lo que sigue hasta el Evangelio. Existe evidentemente una "censura" aprobada por Roma para omitir el pasaje del Diluvio. Yo veo que con esta censura bíblica con nuestros amigos romanos no nos faltan enemigos. Aquí las lecturas de Vispera Pasqual con censura del Diluvio.
ResponderEliminarhttp://lecturesdelamissa.blogspot.com/2011/10/diumenge-de-pasqua.html
Como digo en el coment anterior, el Diluvio es la solución.
EliminarMagnífico artículo .
ResponderEliminarPor cierto, a ver si sale algún día a la palestra el abominable sacrilegio de TV3% y los asquerosos comentarios de sus actorcillos.
Y el Sr. Cardenal, NI MU!!!
Un diluvio es lo que hace falta para llenar el pantano de Sau, Siurana, etc.....
EliminarEs una ingenuidad pensar que nuestras procesiones de Semana Santa son hoy día expresión de fe y de penitencia. En la mayoría de los casos son una hermosa cáscara vacía de religiosidad que se mantiene sólo como espectáculo folclórico y costumbrista.
ResponderEliminarEfectivamente, una ingenuidad total, y mucho exhibicionismo mezclado con política, turismo, pasatiempo, excursionismo.. etc., En rsumen : de aútentica Fe, CERO.
EliminarPor lo menos es una "publicidad" del Cristianismo y ya es algo porqué este mundo funciona a basa de publicidad.
EliminarTotalmente de acuerdo con Garrell y Hermenegildo.
EliminarHermenegildo, totalmente de acuerdo con su apreciación.
ResponderEliminarLos capirotes deberían señalar arrepentimiento. Sólo sirven para esconder la cara de aquellos que durante el resto del año son una puesta en práctica del anti-evangelio: robar, estafar, aniquilar, matar de hambre... No sé dónde está la celebración auténtica.
Se agradecería saber si todos los fervorosos procesionarios son partidarios del marimonio, ideología de género y demás contradicciones ANTICRISTIANAS.
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
Estoy de acuerdo, lamentándolo, con el anónimo de las 1:22.
ResponderEliminarArtículo esperanzado de un verdadero hijo de la Iglesia. No cabe la menor duda de que la Semana Santa, con sus procesiones, constituyen un momento especial de catequesis y evangelización que irá calando. Ya no se asiste por el qué dirán, sino por la fuerza de una herencia y recuerdo de experiencias vividas. Y es una catequesis condensada de los principales misterios de nuestra fe. Auiñen sabe si no es el último reducto de una fe que se resiste a desaparecer-
ResponderEliminarHermenegildo: Absolutamente de acuerdo ¿¿cuántos de los asistentes a las procesiones han asistido,vg,a la Vigilia Pascual??
ResponderEliminarNo sé bien la razón, pero la Vigilia Pascual no acaba de calar entre los católicos. Incluso en parroquias de notable afluencia dominical, el bajón en la Vigilia Pascual es espectacular. La gente prefiere asistir a Misa el domingo de Resurrección.
ResponderEliminarEn Ulldecona y La Cava-Deltebre también se celebran Pasiones representadas. La de Ulldecona creo que tiene más de 500 años de historia. Olesay Esparraguera son las más conocidas, pero estas dos también tienen historia y perseverancia en sus representaciones.
ResponderEliminarY en Villalba Dels arcs también hay representación de la Pasión.
EliminarParticipa casi todo el pueblo.
Bueno, bueno. Hay procesiones y procesiones.
ResponderEliminarPorque el sacar un Cristo muerto un Domingo de Ramos creo que no tiene mucho sentido, aparte del mal gusto de ir bailando que no meciendo un paso de estas características. El caso es que la recuperación de esta Congregación hace unos años se hizo mas o menos bien, pero supongo que por la influencia y las ganas de notoriedad del párroco, esta procesión se ha convertido en mi opinión en una manifestación o mas bien charlotada que nada tiene que ver con nuestra Semana Santa.