Tanto empeño que hemos puesto en acercar los animales a nosotros, extendiendo a éstos nuestros derechos, nuestra beneficencia y nuestra buena conciencia, al final resulta que somos nosotros los que nos acercamos a los animales. Vamos llegando a grandes pasos al estado en que sólo tenemos derechos; sólo derechos. Pues como pretenden nuestros avanzadísimos legisladores con los animales: igualito. ¿Cómo vas a hablar de deberes de los animales? ¿Y cómo hablar hoy de deberes del “hombre de derechos” al que nos estamos acercando a pasos acelerados?
¡Hay que ver cómo da vueltas el mundo! Resulta que antes de la revolución francesa, el hombre estaba cargado de deberes y obligaciones. ¡Claro!, tenía un señor al que servir fielmente y rendirle cuentas. Por eso, al eliminar al señor (y al eliminar por consiguiente la relación del hombre con cualquier señor), quedaron automáticamente eliminadas las obligaciones y anulados los deberes; con lo que se nos dio traslado al mundo feliz de los DERECHOS. Y en él estamos, pero sin haberlo apurado aún del todo. Desde la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, allá por el 1898, pasando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y más, y más, y más, ya todo son derechos.
Desaparecieron los DEBERES. ¡Menudo
hallazgo, menuda revolución! El hombre sin deberes. ¡Y pensar que venimos de
los 10 mandamientos! Todo deberes, sólo deberes. ¡Menuda antigualla! Pero eran
el precio de nuestra libertad. La única manera de ser libre teniendo un señor,
es tener leyes. Cuantas menos leyes (si puede ser, sólo 10) y cuanto más
claras, mejor.
¡Y mira lo que son las cosas! Cuando tenemos a nuestros animales para compararnos con ellos (digo “nuestros animales”, no “los animales”), resulta que es justamente la capacidad de asumir OBLIGACIONES o DEBERES lo que nos diferencia de ellos, lo que más claramente implica y reconoce en nosotros un grado de LIBERTAD (un grado, sólo un grado) que no podemos detectar ni reconocer en nuestros animales: los animales de los que nosotros somos dueños y propietarios: vacas, ovejas, cerdos, gallinas, pollos, conejos. Y añadamos, en la más alta categoría, perros y gatos, elegidos para hacernos compañía. No, no tienen ni la menor pizca de libertad. Por eso es por lo que no tienen deberes. Tienen “imposiciones” de las que no se pueden desentender de ningún modo. Bueno, nosotros tenemos algo parecido, los “impuestos” (¡que se supone que pagamos voluntariamente!), de los que tampoco nos podemos desentender. Es justo ahí donde nos damos perfecta cuenta de cuán cerca estamos de nuestros animales y de cuál es el límite, la frontera infranqueable de nuestra libertad.
Por cierto, la zootecnia nos ha hecho entender que las vacas, aunque estén estabuladas e inmovilizadas, producen más leche si tienen luz natural (o lo más parecido), si se les pintan las paredes de un verde suave y se les pone hilo musical. Claro que hay que saber elegir la música. También se han explorado recursos para incrementar la productividad humana en el trabajo. Y sí, sí, funcionan. Es que la zootecnia es un gran qué.
Pues a lo que iba: resulta que, gracias a los enormes avances de la zootecnia, sostenidos en eficacísimas técnicas conductistas que puede manejar perfectamente un algoritmo cualquiera, cada vez podemos hablar menos de “obligaciones” o “deberes”. Estamos tan técnicamente condicionados, como los perros de Pavlov. Todo está estudiado, todo está previsto en la conducta humana.
El margen para la libertad gratuitamente
supuesta, es supuestamente infinito. El margen para la auténtica libertad, en
cambio, se estrecha cada vez más. Es lo que nos está acercando inexorablemente
a nuestros animales. Siempre que entendamos que la libertad se define en
negativo: es libre el que no es esclavo. Lo cual está en dirección diametralmente
opuesta al concepto de que tanto más libre es uno, cuantas menos obligaciones
tiene. Pues no, la libertad sólo es sostenible si se somete uno a las leyes y
obligaciones indispensables para sostener su defensa (que al fin es
inexorablemente colectiva).
Nuestras obligaciones para con nuestro amo camuflado, son tan ineludibles que ya no se nos computan como deberes. Pues eso, no les adjudicamos a nuestros animales el mérito de asumir sus obligaciones (de darnos carne, leche, pelo, pieles, huevos), porque no tienen otra opción y a los animales de compañía les imponemos hasta nuestro estado del bienestar. Tanto empeño estamos poniendo en ello, que finalmente está resultando que, en vez de acercar los animales a nosotros, somos nosotros los que nos estamos acercando a los animales. En vez de humanizar a nuestros animales, nos estamos animalizando nosotros. En cualquier caso, se trata de una iniciativa del ministerio de derechos sociales. Derechos de los animales, homologados con los derechos humanos.
Vamos llegando, tal como estaba previsto. Con ese aparentemente loable empeño de homologar a los animales con el hombre (sobre todo los animales domésticos), lo que estamos consiguiendo por efecto bumerang es homologar al hombre con los animales. A los niños a la carta, a los niños de laboratorio, les falta muy poco para homologarse con las mascotas. Ya se ha hecho posible hacerse con un niño como quien se hace con una mascota. Eso ocurre sistemáticamente en el régimen de “adopción”-adquisición por parte de “matrimonios sin madre”, es decir por parejas homosexuales empeñadas en que no tienen por qué renunciar al “derecho” a tener hijos. ¡Y pensar que el mundo funcionó hasta ahora sobre el principio del derecho de los hijos a tener padres!
Se han instrumentalizado tanto los hijos, convirtiéndolos por encima de todo en factor económico (al fin y al cabo, es uno más de nuestros quehaceres económicos, una más de las cosas que se consiguen con dinero), que al final han sido devorados por la economía. El tener o no tener hijos ha llegado a convertirse en una cuestión casi exclusivamente económica; normalizando hasta tal punto los perrhijos y los gathijos, que en los hogares españoles son más ya los perros y gatos, que los hijos. Nada menos que 15 millones de animales de compañía, frente a 6,6 millones de niños menores de 15 años. Y creciendo la diferencia. Casi nada lo del ojo. ¿Qué tiene de raro que se legisle sobre perros y gatos como quien legisla sobre hijos? Lo malo es cuando entran las ratas en el mismo paquete.
Y claro, es tan apabullante esta realidad, que se ha hecho necesario legislar sobre ella. ¿En qué sentido? Pues en el sentido de protección de los animales por parte del Estado todopoderoso y omnipresente. Después de desarrollar toda la panoplia de leyes para proteger a la mujer y a las minorías de diversidad sexual, y después de abrir el melón de las relaciones sexuales “consentidas” (sobre todo, consentidas) de menores con adultos, en el entorno de los “derechos” del niño, ahora han ido a legislar sobre los derechos de los animales. Lo que sabemos todos, bueno, lo que más nos ha llamado la atención y nos hemos quedado con la copla, es que a partir de ahora será delito matar a una rata (las ratas también tienen sus derechos, igual que nosotros, o nosotros igual que ellas, ¡faltaría más!) y que eso está penado con multa y hasta con prisión. No nos vale lo que decían los legisladores americanos: los negros no tienen derechos que los blancos estén obligados a respetar.
El hombre, cada vez más cerca de los animales; y los animales, cada vez más cerca del hombre. ¡Con derechos y todo! Aviados andamos si los derechos de los animales son al final el modelo y espejo de los derechos humanos. Todos ellos, derechos generosamente “concedidos”; y vigentes en tanto en cuanto se mantiene la voluntad del que los concede (porque de su voluntad, y únicamente de su voluntad dependen).
¿Pero no se le llamaba totalitarismo e incluso esclavitud a la total dependencia de la voluntad de alguien? Y se nos está vendiendo como uno de nuestros mayores avances: sí, sí, la igualación de los animales con nosotros, no es más que nuestra igualación con los animales. Sobre todo, los animales que están bajo nuestro poder. Perros y gatos, claro está; pero también vacas, ovejas, cabras, cerdos, conejos, pollos, gallinas. Sus derechos son tan sagrados como los nuestros. Y si son ocupas, como las ratas, también.
Es lo que tiene no ver la conexión entre las cosas. Al final, todo lo que forma parte de nuestro mundo (sobre todo el mundo de la conducta) es un sistema cerrado de vasos comunicantes. Si lo que decidas sobre los animales no te afecta hoy, te afectará mañana. Mira adónde acabará llevándonos esa neurosis por nuestra responsabilidad (hablo de responsabilidad neurótica) sobre el planeta. Acabará aplastándonos, si no lo está haciendo ya. Finalmente, la zootecnia avanza que es una bestialidad: hasta nosotros hemos entrado en ella por la puerta grande.
Derechos del niño por nacer y derechos de los animales la enorme paradoja de nuestro tiempo que invita a la miopia para no ver nada de lo que hay y todo lo que no hay. Acaba de morir a los 88 años un gran miope del Evolucionismo Darwinista, se llama Francisco José Ayala. Fue antes sacerdote y monje luego colgó los hábitos y se casó, seguidamente se hizo una categoria intelectual de campeonato en una universidad americana y con todo hasta millonario con sus teorías y sus libros. Habrá que estudiarlo a ver que disparates pone en sus libros. Un detalle sabido es que considera a Dios Creador un mal diseñador de la especie humana.
ResponderEliminarLea le ira saber de què habla
Eliminarhttps://amp.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2023/03/05/64046df3fdddfff5428b456f.html
Totalmente de acuerdo con Don Silver Garrell.
ResponderEliminarA los evolucionistas que se burlan del Creador,....ni agua.
Le recomiendo el texto de sant Juan Pablo II en la Pontificia Academia de las ciències 1996. Para saber un poquito
EliminarPrimera parte:
ResponderEliminarEn primer lugar, todos las criaturas son hijas de Dios, como bien nos enseña el Génesis, donde también consta el señorío que Dios concedió a los hombres sobre la tierra y sus habitantes. Los cristianos llamamos Señor a Dios y muy en especial a Jesucristo, Kyrios, Dominus. Cristo ejerce su condición de Señor no como un tirano, sino como un padre infinitamente amante, que en su infinita generosidad no tiene reparos en convertirse en hombre, en rebajarse a la condición humana, que se sacrifica por sus hijos hasta dar la vida, muriendo de forma cruel e infame por ellos y por su redención. Cristiano es el hombre que imita a Cristo, o que al menos lo intenta en la imperfecta y pecaminosa medida de sus posibilidades. En su condición de señor sobre la tierra ¿cómo ha de actuar el hombre si pretende ser cristiano? ¿Cuál ha de ser el modelo de señorío? ¿No será Cristo? Si es así, deberá intentar tratar a sus súbditos como Cristo nos ha tratado a nosotros, aunque en realidad, la distancia que, en cuanto a dignidad, nos separa de Dios es infinitamente mayor que la que nos separa del último gusano, del último microbio. Pese a lo cual Dios no tuvo inconveniente en hacerse hombre.
La tan traída y llevada historia de los derechos es lo que menos interesa, se hablan y se conceden de manera abusiva, de la boca para afuera, pero en realidad lo que se logra es que seamos cada día más esclavos de nuestras debilidades, para de ese modo ser dominados más fácilmente por unos cuantos listillos. Y por cierto, muy estimado Virtelius, la primera declaración de los derechos del hombre y el ciudadano es de 1789 y no de 1898, como Ud. afirma. Con los deberes pasa lo mismo. Hay quien los predica, pero siempre que no le toquen el bolsillo y deba pagar impuestos, es decir, siempre que el deber no consista en dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En todo caso, cualquier declaración de deberes con respecto a otros conlleva automáticamente derechos y viceversa, siempre que haya igualdad ante la ley.
Segunda parte:
ResponderEliminarEl problema no es de ninguna manera el que mejoremos nuestro trato a los animales, el que reconozcamos tener con ellos en común el ser criaturas creadas por Dios, el que ejerciendo el señorío sobre ellos que nos otorgó Dios intentemos tomar como ejemplo a Cristo en cuanto Señor nuestro, misericordioso hasta el máximo sacrificio. Tan lejos no llegaremos por ninguna criatura, desgraciadamente tampoco aunque sea humana. Imitar a Cristo no es animalizarse, ni rebajarse, aunque el mismo Dios se rebajó tanto como nosotros nunca podríamos, aunque quisiéramos, cuando por nuestra redención se hizo hombre. No perdemos ninguna libertad si mejoramos en misericordia. Quien crece en misericordia, quien crece en modestia no se rebaja, sino que s convierte en quien será ensalzado por Dios. Las vidas de muchos santos, no sólo San Francisco de Asís, sino también San Martín de Porres, San Felipe Neri, muchos Padres del Desierto y muchísimos más, son un ejemplo de caridad hacia todas las criaturas. Y no hay caridad sin sacrificio.
Que los hombres cometan contra otros hombres atrocidades en temas como el aborto, la homosexualidad, el transhumanismo, las guerras y todas las demás aberraciones que nos afligen, no implica de ningún que esté mal mejorar el trato a los animales ni que la mejora de este trato sea consecuencia o causa de las atrocidades que se cometen contra los hombres, de ningún modo.
Que haya muchos animales de compañía y pocos niños tiene muchas explicaciones. Hay muchísimos ancianos solitarios y abandonados que sólo reciben afecto y compañía de su gato o su perro. Y también muchas personas solteras y solas. ¿Qué tiene de malo que tengan un perro? Con 100 o 200 euros al mes puede mantenerse a un perro o a un gato, a un hijo no. ¿Puede tener hijos un desempleado, un empleado con contratos temporales, uno que cobra el salario mínimo? ¿Con qué dinero los alimenta, los viste, los educa, en una sociedad en la que obligan a que hasta un niño de ocho años tenga teléfono móvil? ¿Con qué dinero paga el alquiler para una familia? ¿Si el marido y la mujer deben trabajar para ganarse la vida, con quién se quedan los niños? Fundar una familia se ha vuelto un lujo, y encima para que la sociedad no permita a los padres educar a los hijos y los pervierta sistemáticamente.
La zootecnia es una aberración no solamente aplicada al hombre, sino a todas las criaturas. Y en todo caso alguna obligación respecto a los animales tenemos, a veces incluso los mismos que respecto a otros hombres, como deja bien claro el libro del Éxodo (23,12): Sex dies operaberis, septimo die cessabis, ut requiescat bos et asinus tuus, et refrigeretur filius ancillae tuae et advena.
Desde luego....tienen más derechos las RATAS que los HUMANOS.
ResponderEliminarQué cosas!!!!
NO NOS PODEMOS OLVIDAR, QUE TANBIEN HAY RATAS DE DOS PATAS.
EliminarConocí a Francisco José Ayala. Estudié sus libros y artículos. Algunos de sus libros están traducidos al castellano. A propósito de su muerte se han escrito muchas inexactitudes, cuando no mentiras absolutas. Se había ordenado sacerdote dominico en Salamanca. Procedía de la facultad de físicas de la Universidad de Madrid, base científica que le sirvió de mucho para sus trabajos de estadística en genética cuantitativa y molecular. Se trasladó a Estados Unidos para estudiar con Dobzhansky, uno de los fundadores del neodarwinismo, hombre de fe de la Iglesia Oriental, como tantos emigrados a Estados Unidos. Allí, en Estados Unidos, el todavía padre Ayala se secularizó con gran dolor del Padre Aniceto Fernández, su provincial que luego fue general de los dominicos.
ResponderEliminarPero Ayala no perdió la fe. Antes bien, fue uno de los impulsores de la colección de encuentros y publicaciones sobre "Perspectivas Científica de la Acción Divina", auspiciadas por el Observatorio Vaticano y el Centro de Teología y Ciencias Naturales adscrito a la Universidad de Berkeley. Cuando había que aportar ciencia a la defensa de la fe, allí estaba discretamente Ayala, como en God and Evolution. Se le reconoció su dedicación en el premio que le concedió la Fundación Templeton.
No lo tuvo fácil Ayala. Muchos, para denostar su pensamiento, aducían su procedencia religiosa y sacerdotal.
En el último período de su vida sufrió lo indecible por una acusación del movimiento "Me too" que él desmintió categóricamente. La Compañía de Jesús, en su Universidad de Comillas, recibió una subvención para su programa sobre ciencia y fe que lleva el nombre suyo y el de su mujer.
Ayala defendió el sentido genuino de la evolución humana frente al llamado especieísmo, que está en la base de todos los crímenes legislativos de la izquierda y separatismo dominante. Porque las leyes del sanchismo no saldrían sin la aprobación del PNV y de Junts. Es un crimen porque iguala el hombre a cualquier vertebrado, muy pronto a cualquier invertebrado también. Por eso, no importa matar a un feto y sí matar a un ratoncito, porque el múrido ya tiene desarrollado el sistema nervioso. Todo ello es fruto de una interpretación errónea de la biología y de la evolución de los organismos.
No todo lo que expresó Ayala, sin embargo, era indiscutible. En realidad a uno le parece incorrecto su alejamiento de la doctrina tomista en lo relativo a los preámbulos de la fe.
El problema de creer en la Evolución es que requiere miles de millones de años para que funcione y entonces nos cargamos los primeros capítulos del Genesis, simplemente esto. El fenómeno de Francisco Jośe Ayala es que pasó de sacerdote a científico evolucionista y de ahí a "millonario" en dineros. Me imagino que si hubiera sido un científico creacionista de "dineros" cero patatero. Así funciona el mundo, se paga muy bien todo lo que contradice a las sagradas escrituras.
EliminarGracias Sr. Valderas.
ResponderEliminarSus comentarios ponderados e informados iluminan la ignorancia de muchos de nosotros sobre el sr. Ayala y en tantos otros temas.
Leer los libros del ex-padre Ayala es un pastón qué uno no se puede permitir.
ResponderEliminarQuien sea manitas en Amazón se puede comprar por 19 euros el mayor paston de Ayala que vale 50 euros en formato papel, solo requiere un lector electronico Kindle.
EliminarMire Sr. Valderas, me niego a creer que mi antepasado lejano fuese un Orangután o un mono de Gibraltar.
ResponderEliminarMe fío más lo que dice el Génesis.
Y es Palabra de Dios, por cierto!!!
No se preocupe, en la línea filogenética no está el orangután como precursor del hombre, ni el chimpancé, ni el gorila, los grandes simios actuales. Nos dividimos de un tronco común hace bastantes millones de años.
EliminarLo que le dice el Génesis es una explicación de la creación del mundo y del hombre de una manera alegórica. La Iglesia lo ha explicado por activa y por pasiva en encíclicas y en documentos pontificios. No olvide que la ciencia y la fe no pueden entrar en contradicción. Fe no es credulidad. No le demos carnaza al enemijgo de la Iglesia.
Oye JMVG: Que el Genesis es "alegórico"???. También lo puede ser "Este Es Mi Cuerpo" si nos empecinamos en seguir con las alegorias. O todo o nada, o sinó volver a escribir La Biblia de nuevo.
EliminarTiene usted acciones de Amazon Señor Silverio, verdad?
EliminarAbsolutamente de acuerdo con el Sr. Silver Garrell.
ResponderEliminarPOR SUPUESTO!!!!
Deje Garrell, deje, la Biblia es la que es y punto.
ResponderEliminarpues podria ser usted un poquito mas intelectual de la cabeza.
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