No nos engañemos, el aborto en primer lugar, compensado con la inmigración, y luego la eutanasia se han instituido y constituido como piezas fundamentales de una política demográfica al servicio del sacrosanto desarrollo económico, es decir al servicio de las ganancias empresariales y fiscales. Ahí tenemos al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial condicionando sus ayudas a países subdesarrollados, a la implantación por parte de éstos, de severas políticas abortistas y sus complementarias de género. Y no es nada improbable que el vertiginoso deterioro de la sanidad en países desarrollados después del Covid (¿post hoc, ergo propter hoc?) persiga también objetivos demográficos mediante actuaciones sobre la población enferma y de edad provecta. Tras las actuaciones drásticas en el inicio de la vida, severos ensayos en el final de la vida y en las crisis de salud. Así es la política, que diría nuestro admirado Machiavello.
La modernidad de los más modernos está marcada en efecto por el debate sobre la alternativa entre natalidad o inmigración, para mantener en el nivel de crecimiento que exige la competencia tanto empresarial como estatal, el tan sarcásticamente llamado “capital humano”. Porque, no nos engañemos, el capital humano ha crecido al ritmo que han marcado los demás valores económicos; y más concretamente, al servicio de esos valores. Hoy que eso de “capital humano” suena a bello eufemismo, cuesta mucho más entender esa correlación, que cuando con la cría de esclavos, no sólo en tiempos antiguos, el capital humano era una realidad tan contable y tan palpable como el capital agrícola o el ganadero. En efecto, eso ocurría en plena edad contemporánea, después de la que dicen liberal y liberadora revolución francesa. Con métodos de reproducción que en nada se diferenciaban de los empleados en las granjas de vacas, ovejas, cerdas o cabras. Porque el fin último era el mismo: la producción de riqueza: que más riqueza representaba un esclavo que una vaca. Zootecnia pura y dura.
Lo verdaderamente lamentable para nosotros los cristianos, es que la Iglesia ante cuyas narices han ido sucediendo y siguen sucediendo estas cosas, no haya tenido ni tenga nada que decir. Estamos ante un vacío de doctrina estremecedor, al tiempo que se da pábulo a otras doctrinas peregrinas generadas en el mundo, que van precisamente a flanquear y apalancar esas espeluznantes doctrinas y praxis demográficas.
Y mal que nos pese, la clave está en la función reproductora de la mujer. ¿Quééééé? Sí, en la función reproductora de la mujer. ¡Qué mal suena eso hoy, cuando se pretende que la igualdad de “géneros” abarca a todos los campos, pasando por encima de la biología al menos teóricamente, aunque la realidad siga su propio camino inexorable! Bueno, por ir entrando en el tema, hoy se considera que la tasa de reposición de población, es decir de mantenimiento del actual nivel demográfico, indispensable para mantener nuestro Estado del Bienestar, es de dos hijos por mujer (el actual índice de fecundidad en España, quizá el más bajo del mundo, es de 1,19 hijos por mujer); a enorme distancia del nivel de reproducción-reposición en las granjas de esclavos de los estados esclavistas de Norteamérica. La tasa estaba por encima de los 10 hijos por mujer. Cría intensiva de esclavos, perfectamente comparable con la cría de las riquezas ganaderas. Es que, como en la ganadería, la esperanza de vida de los esclavos era muy baja, y por consiguiente había que forzar la tasa de reproducción. Este fenómeno, que ya se había producido en el esclavista imperio romano (por poner sólo un ejemplo) se produjo como respuesta a la prohibición de la “importación” de esclavos de África, que hoy podríamos llamar “inmigración” forzada. Exactamente igual que en Roma: cuando se produjo el descenso de aportación de esclavos de guerra. Las dos disyuntivas eran: o inmigración o reproducción. ¡Qué raro! Igual que ahora.
Así que los términos del debate siguen estando (y no precisamente a nivel teórico, que es políticamente incorrecto teorizar sobre este tema, sino a nivel práctico) en si es más económicamente productivo para un país (que el Estado es hoy el único ente legitimado para actuar como propietario de seres humanos) fomentar e invertir en la reproducción, o hacerlo para atraer la inmigración. Todo es cuestión de números. Sí, tal como dicen, es cuestión de “capital humano”. Y parece que las cuentas las tienen echadas: es más barato importar ese capital (ayer en barcos negreros, hoy en pateras), que criarlo en el propio país. Y parece que no simplemente más barato, sino muchísimo más barato. Mera cuestión contable.
El capital humano está dividido en dos grupos claramente diferenciados, “de género”: los varones se destinan a la producción, y las mujeres a la reproducción. Como en todas las explotaciones animales. Pero con una variación importantísima que nos ha traído la más moderna modernidad, y es que en el mundo más desarrollado, las mujeres tienen la opción de dedicarse también a la producción, en cuya preparación productiva el Estado ha hecho gran inversión, dejando la reproducción para las mujeres del tercer mundo. La globalización permite esta división del trabajo entre los dos grandes colectivos-niveles de mujeres (las productoras y las reproductoras), en razón de su formación laboral, de la que se cuida el Estado. De la capacidad reproductora en cambio, se ocupa la naturaleza, por lo que no se necesita inversión alguna para activarla. De este modo, las mujeres del “primer mundo” han optado por dedicarse a la producción (relegando a segundo plano o descartando la reproducción), dejando el trabajo de reproducción en manos de las mujeres del tercer mundo. Luego será la inmigración la que se ocupará de trasladar ese “capital humano” excedente del tercer mundo, al sistema productivo del primer mundo. En el sistema esclavista la cosa era parecida: las mujeres no aptas para la reproducción eran destinadas a la producción, igual que los hombres y en iguales condiciones que ellos. Nada nuevo bajo el sol: la incompatibilidad entre producción y reproducción acaba imponiendo sus propios números.
Evidentemente, los esclavos negros (fundamentalmente éstos) fueron el cimiento sobre el que se creó la riqueza y prosperidad de los Estados Unidos. En los negocios agrícolas (las plantaciones) que marcaron la economía de los estados sureños, no se concebía otra posibilidad que no fuera la mano de obra esclava para mantener una economía próspera. Los estados del norte, con predominio de la economía industrial, optaron por el modelo de contratación de la mano de obra. Y como existía en la sociedad americana el debate moral, chocaron violentamente ambos modelos de consecución de la mano de obra. Lo más aparente del asunto era el régimen jurídico de esclavitud, frente al régimen jurídico de “obrero libre”, explotados uno y otro con igual ferocidad económica. Para entender esto con toda claridad, basta que nos traslademos dos siglos atrás, cuando se crearon los Estados Unidos de Norteamérica, que se nos ofrecen como paradigma de la democracia y del humanitarismo. Nos basta retrotraernos hasta ahí y examinar cómo fue eso del “capital humano” para entender mejor lo que está ocurriendo hoy, liderado en gran parte por esos mismos Estados Unidos. La globalización nos permite camuflar de maravilla las operaciones de esclavización económica de los países del tercer mundo: excolonias que siguen explotándose por el estilo.
Como allí floreció la institución de la esclavitud en el sur, en paralelo con la más salvaje industrialización en el norte, nos basta ver cómo se gestionó en una y otra zona el “capital humano”, para acercarnos a la comprensión de lo que está ocurriendo hoy, y de lo que puede ocurrir mañana.
He seguido con atención el debate sobre lo que significó para la “modernización” de Europa y de los Estados Unidos, la Reforma protestante. Parece que sin ese hecho religioso, las cosas hubiesen sido de otro modo. Parece resultar al fin que la conciencia católica llevaba peor la esclavitud que la conciencia protestante. No que la rechazase del todo, sino que se veía forzada a ciertos niveles de hipocresía que funcionaban de eficaz muro de contención de la esclavitud.
Y parece que en los estados del sur debió producirse también el debate moral en torno a la brutalidad de la obtención de esclavos por importación, fruto de la depredación. Lo más parecido a la obtención de esclavos mediante campañas militares ad hoc.
Acabo de ver un reportaje sobre el negocio de la cría de esclavos en Norteamérica, hace apenas 200 años. Una actividad sobre la que se construyó la prosperidad de ese país. Los esclavos eran la fuerza de trabajo sobre la que se construyó la economía de esa gran nación que entonces estaba naciendo.
Todo se origina a partir de la prohibición de la captura directa de esclavos negros en África. No en busca de la abolición de la esclavitud, sino con el propósito de cambiar el modelo económico de obtención de esclavos, poniendo fin a la brutalidad de las razzias en África y el transporte inhumano en que se perdía una cuota importante de ese capital humano. A veces, hasta el 50% del cargamento de esclavos. En fin, cambiaron la guerra por la paz y la caza por la cría. Las grandes plantaciones que funcionaban con mano de obra esclava necesitaban esclavos, sin que les importase su procedencia. No tardaron en descubrir la rentabilidad del autoabastecimiento de esclavos, criándolos en la misma plantación. El paso siguiente fue obviamente la creación de granjas especializadas en la reproducción de esclavos. Estas granjas fueron capaces de suplir hasta con ventaja y en perfectas condiciones, la importación de esclavos de África. De Nueva Orleans salían para las explotaciones del sur, entre 10.000 y 20.000 esclavos al mes obtenidos de esas granjas de reproducción.
Tardaron algo más en descubrir el valor de la veteranía, igual que habían apostado por las “veterinas” en el sector de animales de trabajo, con lo que subió la esperanza de vida y disminuyó el consumo excesivo de esclavos, que se manifestó menos rentable. Pero a lo largo del tiempo, pasados ya al régimen laboral, la veteranía productiva dio lugar a una inmensa masa de veteranía improductiva y altamente consuntiva de recursos, lo que les produce tan tremendos dolores de cabeza a los gestores económicos y demográficos (administradores del capital humano), que sueñan con un gran reseteo. Sin caer en la cuenta de que la demografía se construye (y se destruye) sobre principios morales.
Virtelius Temerarius
A menudo, desde tribunas eclesiásticas, para rebajar la condena del aborto, del asesinato in utero, suele decirse que menos insistir en ese acto criminal y más atender a los que ya viven, a los niños que mueren en la guerra, sufren hambre, trabajan. Como si los que defienden la doctrina de la Iglesia sobre el aborto fueran menos sensibles a esos problemas. Es un dilema falso, en el que no es extraño encontrar individuos que no sólo no defienden el aborto, sino que tampoco se dejan la piel en la atención a otros niños desvalidos. Por ejemplo, cuántos sacerdotes de la diócesis han salido en defensa de las niñas de Sallent que han buscado la muerte en el suicidio porque la sociedad escolar se burlaba de su idioma. Ni uno. Un problema que afecta, además, a niños de todos los institutos de Cataluña.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.
EliminarValderas.., no dirán ni pío las SS de acá.
EliminarMaravilloso y preclaro artículo del Señor Temerarius .
ResponderEliminarLa familia o Iglesia doméstica no es amada, no es querida y no es apoyada por los poderes políticos por tres razones, dijo Ettore Gotti Tedeschi, ex presidente del IOR vaticano:
ResponderEliminar1. La familia actual es una creación católica, según sus propósitos, valores, identidad y responsabilidad, y por ello, el Estado ni la Empresa no puede controlarla, e impide el control de la uniformidad ideológica del Nuevo Orden Global, de los estados y empresas, para obtener el modelo de sumisión perfecto de ciudadano y trabajador-consumidor a los nuevos poderes globalistas.
2. La familia católica educa integralmente, gracias a la doctrina social de la Iglesia, durante toda la vida a todos los hijos sin excepción. El Nuevo Orden Global acusa a esta familia de imponer fallas y rupturas dentro de la educación homogénea y uniforme, pues la educación debe de ser dada por una visión global única de estado y empresa. La familia católica provoca rupturas sociales porque produce la desigualdad en la visión de la sociedad, es acusada de sectaria y fundamentalista por estos poderes globalistas esclavistas, que odian el principio de que "primero es obedecer y amar a Dios que a los hombres".
3. La tercera razón es que la familia genera hijos, contribuye a la superpoblación y por tanto contamina el medio ambiente. La familia abierta a la procreación es enemiga directa de la religión civil universal del medioambientalismo del mundo global: superpoblación, contaminación, gasto energético, de tierra y recursos mineros. La familia es destructora del mundo porque estimula la industrialización, el consumo, el ahorro y la inversión.
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En efecto, la familia es la IGLESIA DOMÉSTICA, que se refiere a la FAMILIA CATÓLICA como una comunidad de fe en la que los miembros comparten y viven su fe juntos, y donde se transmite la fe de generación en generación.
El término "Iglesia doméstica" fue utilizado por primera vez en el Concilio Vaticano II para destacar la importancia de la familia en la vida de la Iglesia y en la transmisión de la fe de generación en generación.
La familia el lugar privilegiado donde se desarrollan diversos derechos humanos básicos: VIDA, integridad física y psíquica, salud, desarrollo natural, dignidad, igualdad, justicia, derecho a casarse y a fundar una familia, educación de los hijos por los padres, intimidad, bien común...
También es el lugar donde se desarrollan los valores divinos y naturales contrarios al ser del hombre: homosexualismo, transexualismo, aborto, eutanasia, suicidio, libre fornicación y emparejamiento, divorcio, reproducción asistida (in vitro), vida, familia y matrimonio, bien común, educación de los hijos, ahorro, trabajo, propiedad...
La familia católica se fundamenta en un matrimonio entre un hombre y una mujer géneticos y fisiológicos, la cual genera la familia como factor de reproducción de cuerpos con almas, los hijos, bajo la parentalidad y la consanguineidad con la familia amplia (abuelos y parientes).
Es la primera y fundamental unidad básica de la Iglesia, pues de ella salen las vocaciones religiosas, sacerdotales y laicales. Los hijos, gracias a su sacerdocio bautismal, son profetas, reyes y sacerdotes, y por tanto, soldados de Cristo en lucha contra el demonio y el mal del mundo. Esto no interesa al diablo y a los hombres malos del mundialismo.
La familia es considerada como la primera comunidad natural de la humanidad, donde sus miembros pueden apoyarse mutuamente en todos aspectos de la vida (espiritual, bienestar), el primer lugar donde se aprende a amar, a perdonar, a compartir, a servir y a vivir en comunidad, y tiene al sacerdote como padre espiritual.
La Iglesia doméstica tiene un papel fundamental en la educación religiosa de los niños, ya que es en el hogar donde se aprende la oración, la lectura de la Biblia y los valores cristianos. Por lo tanto, la familia es vista como un lugar privilegiado para la transmisión de la fe.
Resumaaaaaaa
EliminarEl esclavismo de alguna manera sigue existiendo, los que trabajan en la hosteleria de verano en nuestras costas estan obligados a horarios abusivos y nadie protesta.
ResponderEliminarTodos los obispados tiene una delegación de Pastoral del Turismo que se ocupa de los beneficiarios del tiempo libre y el ocio pero no de los trabajadores del sector que lo hacen posible. También vale para la pastoral de los Santuarios. La religiosidad popular tiene quien la labora.
EliminarAl menos en las misas de Montserrat siempre recuerdan a sus trabajadores.
6:49, totalmente de acuerdo con su comentario.
EliminarSi solo fuese en la hostelería......
El Cuba, el obispo San Antonio Maria Claret ya les cantó las cuarenta a los políticos sobre el negrismo y atentaron contra el rajándole la cara, y de la herida gravísima se curó milagrosamente en 24 horas. Y era catalan por más señas.
ResponderEliminarLos primeros esclavos que se importaron a los actuales Estados Unidos fueron cien niños irlandeses, católicos, en 1619. Para los ingleses, los esclavos irlandeses eran más baratos que los africanos, por lo que lo económico era no cuidarlos demasiado.
ResponderEliminarVer: https://media.gab.com/system/media_attachments/files/129/348/119/original/9dc3fc9703a2f2f6.jpg
Después hay que recordar la "indentured servitude", mal traducida al español como "servidumbre" que venía a ser una esclavitud temporal hasta que el siervo pagara una deuda con su amo. Diez años era una duración acostumbrada. Obviamente, al amo no le importaba mucho el estado de salud del siervo al cabo de diez años, así que podían tratarlos peor que a esclavos auténticos.
Ese tipo de servidumbre floreció también en los estados americanos tras independizarse de España. Por ejemplo, Chile importaba trabajadores chinos. Puede leerse algo sobre el tema en esta entrada de wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Cul%C3%ADs_en_la_guerra_del_Pac%C3%ADfico
Es cierto, la primera esclavitud americana fue europea.
ResponderEliminarCorre por internet un video, donde un Cineasta americano, explica que hace muchos años, los Roquefeler le confesaron que estaban impulsando la incorporación a la mujer al trabajo por 2 motivos: para que disminuyera la natalidad, y para que la educación de los hijos corriera a cargo del Estado a través de las escuelas públicas, en sustitución de la familia. Por ello financiaron generosamente los movimientos feministas, para conseguir estos fines.
ResponderEliminarEn el tema de la inmigración, hay que recordar que los obispos africanos, siempre han estado en contra de tal emigración a Europa, porque afecta muy negativamente a los países de origen. Estas voces siempre han sido silenciadas por Occidente. Parece que ni los políticos occidentales ni los africanos están por la labor de que se desarrollen los países pobres, son más útiles como mano de obra barata.
¿Qué se ha hecho de quim marcos?
ResponderEliminar¿Ha pasado ya a mejor vida?