Fiesta de Todos los Santos y sufragio de difuntos

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Desde el siglo IV las Iglesias de Oriente hacen una solemne memoria de todos los santos mártires en el tiempo pascual (Siria) o inmediatamente después de Pentecostés (Bizancio) La fiesta es como un estallido del triunfo pascual de Cristo con todos sus santos. En Roma también existía una fiesta de todos los santos mártires y se celebraba – a causa de la influencia bizantina- el domingo después de Pentecostés. Más tarde fue trasladada al 13 de mayo, a causa de las Témporas. En ese día del año 609, Bonifacio IV transformó el Panteón, o templo dedicado a todos los dioses, en iglesia cristiana, dedicándola a Santa María y a todos los santos mártires. Los países celtas y francos celebraban el primero de noviembre una fiesta dedicada a todos los santos. En el año 835, Luis el Piadoso la introdujo en Roma, y en poco tiempo la fiesta se extendió por todo Occidente. Toda la liturgia de ese día respira paz y amor, serenidad y confianza. Es una fiesta llena de esperanza, de una esperanza que en la fe, nos une a todos los santos del cielo y nos hace intuir lo que seremos en la “consumación de los siglos” La ciudad de Dios se abre materialmente a todos sus hijos que, victoriosos, llegan al final de la larga peregrinación terrena. Allí seremos recibidos no como extranjeros, sino como conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, herederos de Dios y coherederos de Cristo. No olvidemos la bienaventuranza que nos espera en la gloriosa ciudad de Dios. Todos los que amamos están allí. Impacientes en su amor nos esperan. 
 
La liturgia de la Iglesia ora a menudo por los difuntos, y esta oración tiene su fundamento en las primitivas memorias de los mártires. En los primeros siglos la Iglesia rezaba a menudo por los santos mártires y por los difuntos sin especificar, significando de este modo la glorificación de los santos o la liberación de las almas insuficientemente purificadas del pecado. 
 
La misa de difuntos alcanzó pronto una gran importancia. Tenemos ya un testimonio del año 170 en un libro de los Hechos apócrifos del Asia Menor llamado Acta Iohannis, que hace referencia a misas de difuntos el tercer día después del entierro. Se celebró en el mismo mausoleo, y la costumbre de celebrar el aniversario también data de ese periodo. La misa del día séptimo y trigésimo aparece en el siglo IV, y en otros sitios se observaba en su lugar el día noveno y cuadragésimo, fechas todas estas que, junto a la costumbre de celebrar en el día del entierro una ceremonia religiosa conmemorativa, tienen su origen antiguo en tradiciones precristianas, que ahora se reemplazan por la celebración eucarística. Entre estas celebraciones precristianas sobresalía el refrigerium, o sea una cena conmemorativa, que se tomaba junto al sepulcro, sin que se guardasen fechas especiales. De ella sabemos por ciertos documentos que llegó a celebrarse en los siglos III y IV junto al sitio en que entonces descansaban los restos de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Con todo, esa costumbre, contra la que tuvo que proceder la autoridad eclesiástica a causa de los abusos que en ella se cometían, pudo ser substituida por la celebración de la Eucaristía en forma de misa votiva sobre el sepulcro de los santos apóstoles y mártires y por una misa de difuntos en el lugar del enterramiento de los parientes. 
 
 
De todos modos, hacia fines del siglo VI no era ya nada insólito el que los sacerdotes dijeran misas de difuntos durante una serie de días sin que nadie asistiese a ellas. Esto se deduce de la narración de San Gregorio Magno en que refiere cómo le había contado el obispo Félix que un sacerdote piadoso de la iglesia de San Juan de Centumcellae ( Civitavecchia) quería regalar dos panes de los que se solían ofrendar en la misa a un hombre desconocido que en el establecimiento público de baños calientes le había servido ya varias veces; este le dijo que no le regalase tales panes, sino que le dijera misas en su lugar, ya que era un alma en pena; y que este sacerdote con lágrimas cumplía durante una semana lo que se le había pedido.

En el siglo VII empieza la costumbre de comprometerse los miembros de diversas iglesias y conventos a cumplir ciertos sufragios, y entre ellos a decir un número determinado de misas de difuntos cada vez que moriría uno de los que se habían comprometido. En el Sínodo de Attigny (762) se comprometían los obispos y abades que habían asistido a decir, entre otros sufragios, cien misas por cada uno que de ellos muriera. Un convenio entre los monasterios de San Galo y Reichenau del año 800 determinaba, entre otras cosas, que por cada monje difunto todos los sacerdotes debían decir tres misas en el día en que habían recibido la noticia, a los treinta días otra y además, al principio de cada mes una misa después de la de réquiem conventual, y que, finalmente debería celebrarse el 14 de noviembre una solemne conmemoración general de todos los difuntos, celebrando cada sacerdote tres misas. De entonces data la costumbre común en la Iglesia de las misas de réquiem. 
 
A partir pues del siglo VII comienzan a aparecer diversas fechas en las que se hace conmemoración de los fieles difuntos. Los bizantinos celebran dos “sábados de difuntos”. Y en Occidente finalmente prevaleció la costumbre cluniacense que prescribía el decreto de San Odilón en el año 998, que imponía a todos los monasterios dependientes de Cluny para el 2 de noviembre: “Así como el primero de noviembre celebramos la fiesta de todos los santos, es necesario celebrar la memoria de todos los que reposan en el Señor, con salmos, limosnas y sobre todo con la Eucaristía” No es pues un día de tristeza o de luto, sino un día de plegaria por la Iglesia purgante y sufriente.  
 
Dom Gregori Maria

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3 comentarios

  1. El mandamiento del Sinaí que manda trabajar 6 días y hacer fiesta el séptimo llamado Sábado, es un mandamiento muy sabio desde el punto de vista humano para el buen funcionamiento de los pueblos, pero los cristianos ya se atrevieron a "perfeccionarlo" poniendo fiestas entre semana. O sea que, la Iglesia se creía con licencia de cambiar algunos mandamientos, incluso el sexto que era "no cometer adulterio". Pues de haber sido más perfeccionista el Clero también podia incluir "no fumar", "no emborracharse", etc. Ahora pagamos las consecuencias: Los puentes festivos actúan como días de diversión vacacionales antes que de asistencia a las iglesias. Dios es sapientísimo y ya sabe muy bien porque instituyó la semana de 7 días con el sábado fiesta. Detalles a mejorar existen y si nos quejamos de pocas vocaciones religiosas conviene trabajar estos temas. El éxito de la iglesia primitiva estimuló la renovación de ciertos ritos bíblicos que estaban implantados en el Judaísmo como el Sábado de fiesta semanal y también el Clero
    "perfeccionó" este Sábado convirtiéndolo en el Domingo. Tal vez si los cristianos no hubieran caído en estos atrevimientos rituales hoy en dia se hubieran pasado a las filas de Cristo muchos más judíos, y no tendríamos que lamentar algunas guerras de religión del pasado. Los defectos son pecados aunque pequeños que a la larga producen consecuencias históricas. El "perfeccionismo" es un pequeño pecado que también lo podrían incluir en el Decalogo si el Catolicismo es tan perfeccionista. Por cierto, que los mandamientos son 12 o 13, el 10 no es un número bíblico y El Creador no lo usa nunca en las Escrituras, también este número es un "perfeccionismo". Donde se aumenta el número de mandamientos es en los mandatos de la celebración del Sábado que esta desglosado en más de uno. (Biblia De Montserrat).

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  2. https://silverigarrell.blogspot.com/2010/10/els-10-manaments-eren-13.html

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  3. A Moisés Dios le presentó un Decálogo, no 13 mandamientos .

    Por cierto, fumar es un vicio menor, en ningún caso pecado.

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