La libertad engañosa y el relato falaz

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Estamos inmersos en una feroz batalla cuya primera víctima, como en cualquier guerra, es la verdad. Y la primera mentira son las mismas palabras: mentiras a las que se les pone el pomposo nombre de verdad; formas burdas de esclavitud a las que llaman libertad; aquelarres heréticos a los que llaman piadosamente sinodalidad; propagación de enfermedades a las que se denomina servicios de salud; exterminación masiva de nascituros, muchos de ellos in nascendo, a la que denominan eu-genesia (buen nacimiento), y liquidación de morituros a la que llaman eu-tanasia (buena muerte); por no nombrar los trucos más recientes en reasignación de significados: tan burdos que causan rubor; por eso nadie quiere admitir que se está dejando engañar, con lo que el engaño adquiere su máximo esplendor. Porque como decía el sabio, casi siempre es el orgullo de no admitir que se ha sido engañado, lo que garantiza la persistencia testaruda en el engaño. En cualquier caso, el suma y sigue de palabras preñadas de falsedad es interminable. 
 
Para no engañarnos a nosotros mismos al respecto, tendríamos que situar el inicio de esta batalla (¿final?) en los términos en que hoy está, justamente en la Ilustración: la revolución ideológica que dio paso a la revolución francesa, que a su vez desencadenó la revolución industrial a cuyos últimos estertores estamos asistiendo. 
 
Ni el feudalismo terminó con la esclavitud, sino que la acentuó cambiándola de nombre; ni la democracia instauró la libertad, sino que la instaló en el discurso (en lo último que pensaron fue en liquidar el sistema de dominación; simplemente, lo maquillaron), con lo que consiguieron vender una esclavitud cada vez más intensa: piénsese en los inicios de la industrialización y en sus estertores hoy.
 
La Ilustración mintió sobre la dualidad del hombre (señores-esclavos, dominadores-dominados, explotadores-explotados, confiscadores-confiscados), fruto de su escisión original. Una mentira (la de todos los hombres somos iguales) que compró hasta la Iglesia. Y ahora, el Nuevo Orden Mundial, visto el enorme éxito de esa mentira, niega la dualidad hombre-mujer. Adoctrina por todos los medios a su alcance (que son todos), que esa dualidad no es de la naturaleza, sino de la cultura: que es un invento cultural y que por tanto podemos (pueden) montarnos cualquier otro invento al respecto, el de los mil y un géneros. ¡Y tanto que pueden! Hasta la Iglesia está convulsionada a causa de que muchos de sus jerarcas se han empeñado en comprar también ese discurso como propio y genuino de la Iglesia. Por ahí andan mano a mano el Camino Sinodal y el Sínodo de la Sinodalidad. Es obvio que trucando las palabras es mucho más fácil mentir.
 
Y pongo el inicio de esta batalla de los principios y las ideas en la Ilustración, porque antes de eso no hubo debate. El relato bíblico era absolutamente indiscutible: y así se mantuvo durante varios milenios. Sí, sí, milenios. Pero fue la Ilustración la que lo puso en discusión y lo fue arrinconando, hasta que lo eliminó de nuestra cultura. 
 
Mas he aquí que las nuevas ideas y los nuevos principios que instauró la Ilustración, se han agotado totalmente: ya no dan más de sí. Y eso que llevamos con ellos menos de dos siglos y medio. La simple comparación de la duración de ambos relatos (y vamos ya a por otro, que durará mucho menos), tendría que ponernos sobre aviso. 
 
Nos quedaremos con los restos de esa etapa mientras viene arrasando la que hoy se vislumbra. Eso de la democracia y de los derechos humanos, y esas briznas de libertad que aún nos restan, quedarán para el baúl de los recuerdos. Piezas de museo con algún que otro resto superviviente. En efecto, ni la agricultura desplazó totalmente a la recolección, ni la ganadería a la caza, ni la industria a la artesanía, ni el “liberalismo” al feudalismo. Ni ocurrirá tampoco que la era tecnológica, con su estrambótica ideología de soporte, desplace totalmente a la falaz democracia a cuya agonía hoy asistimos.
 
La ilustración se pretendió radicalmente liberal. Optó por la libertad frente al servilismo. Luchó frontalmente por la extinción del sistema de señores y siervos que caracterizaba al antiguo régimen. La revolución francesa puso la guillotina al servicio de esta causa. Para ésta, lo importante era eliminar al señor. Siguiendo en esa inercia, se propusieron eliminar también al Señor en mayúscula. Y sí, claro, han proscrito su presencia en las instituciones y se han esforzado al máximo por borrarlo de la mente y de los corazones del pueblo. Y hasta del gran y universal sistema de fe: la moneda. 
 
En cualquier caso, conviene tener bien claro que lo primero que aborda cada cambio de régimen, es demoler totalmente la ideología en que se sostiene el régimen a derribar. La ideología y consecuentemente la moral: la distinción entre el bien y el mal. Justo eso hizo la Ilustración contra la ideología cristiana; aunque no se atrevió contra la moral: de ahí los derechos humanos de los que hizo alarde, y las leyes e instituciones estatales inspiradas en la moral cristiana. En este nuevo envite van directos a por la moral. Ni el quinto mandamiento les importa.
 
Y en cuanto a la “ideología” en que pretende sustentarse la nueva era (¡a la que algunos llaman “posthumanismo”!), forzoso es aceptar, por más que nos sorprenda y hasta nos repugne, que el núcleo de la actual “Ilustración” con que se pretende allanar el camino al Nuevo Orden Mundial, es la Ideología de Género, es decir, la ideologización del sexo, con multitud de derivaciones de tipo práctico. Ésa es la nueva Ilustración, ésa es la ideología sobre la que se pretende construir nuestro futuro. Un paso decisivo para liquidar el orden económico, social y legal vigente: el orden que alumbró la Ilustración para cimentar ideológicamente la llamada Edad Contemporánea.
 
El Nuevo Orden en gestación trata de acabar en primer lugar con la demografía humana, que ha puesto el planeta patas arriba. Una demografía que creen, ¡pobres ilusos!, que se debe a la iniciación de la vida, y no a su prolongación. La pirámide invertida (muchos más viejos que niños) nunca se le ocurrió a la naturaleza: en ninguna especie. Pero es que, además, ese revolcón a la demografía que postulan las nuevas agendas para enmendar tamaño agravio a la naturaleza, es un generoso acto de culto al planeta, que se ha convertido en la nueva divinidad a la que hemos de sacrificar a nuestros hijos y a nuestros mayores, para ir finalmente nosotros tras ellos. El camino lo tenemos iniciado ya: en primer lugar, con el aborto, cada vez más salvaje, es decir más infanticida y más rentable, gracias al valor añadido de la venta de órganos. y en segundo lugar con la eutanasia, que va ensayándose con unos éxitos arrolladores. 
 
Tanto la Ilustración en su momento, como hoy la ideología de género (sí, sí, la ideología de género, es decir el “sexualismo”) no pretenden otra cosa que ser el fundamento ideológico, es decir el cimiento sobre el que construir, asentar, consolidar nuestra nueva forma de vida. Así que, viendo cuál es la ideología en que se va a sustentar la vida de nuestros hijos (la escuela ya se ha puesto intensamente manos a la obra), ya podemos ir tentándonos la ropa.
 
En efecto, en efecto, tras perder de la forma más obscena e ignominiosa la libertad de enseñanza (una libertad de los ciudadanos, no de sus “representantes”, es decir de los que ejercen sobre ellos las prerrogativas de la dominación), que deja fuera de juego la mayoría de “libertades” que nos reconocen los derechos humanos y la Constitución; y que sobre todo, tritura definitivamente la libertad de nuestros hijos, hasta el extremo de que ni siquiera lleguen a ser capaces de manejar ese concepto; después de eso, parece lo procedente que nosotros mismos nos preguntemos qué es libertad; y que exploremos qué tal nos llevamos con ella: o más exactamente con su contraimagen, la esclavitud. En efecto, en este lamentable contexto es procedente que examinemos qué tal de cómodos nos sentimos entre nuestros barrotes dorados.
 
¿Y eso de la libertad, qué es? -sería la pregunta previa-. Porque nos hemos acomodado dócilmente a la versión metafísica (es decir, a la versión trucada) de este término. Algo totalmente inevitable a la vista de la cada vez mayor cantidad de cosas que hacemos por obligación (la evidencia física de la falta de libertad), con unos niveles de presión y de coacción sólo comparables con las formas más extremas de esclavitud que en el mundo han sido. 
 
En efecto, la respuesta elemental y obvia a esta pregunta, no puede ser otra que: libertad es igual a no-esclavitud. La libertad es, efectivamente, la negación de la esclavitud. Por cierto, me decía hace poco un ruso que, en su lengua, esclavitud y trabajo comparten raíz. Nada extraño. Eso está en el orden natural de las cosas. Y ya va siendo hora de que nos preguntemos qué somos nosotros. Y al final, como si eso formara parte del orden natural de las cosas, no nos queda más remedio que decir: nosotros somos trabajo; el hombre es trabajo, porque nuestras vidas son función del trabajo. Sí, claro, evidente: somos esclavos. O si preferimos despersonalizarlo un poco, somos esclavitud, somos trabajo, somos riqueza (¡somos capital humano!).
 
Y por lo que vamos viendo, las agendas en curso tienen previsto que nuestros hijos alcancen la plenitud de la esclavitud. De momento van poniéndoles ya los cimientos ideológicos y los van introduciendo en esa nueva forma de entenderse a sí mismos y de entender la vida. Les van construyendo el relato. Y la praxis resultante, claro está.
 
Cierto que nosotros, todo lo que llamamos “occidente”, liderado ideológicamente por la Iglesia, tuvimos un relato que ahora está ya obsoleto. Hace ya más de un siglo que fue sacado de la circulación; y hace demasiados decenios que la Iglesia, la líder ideológica de Occidente, se ha resignado a dar por finiquitado ese relato, vigente durante más de tres milenios. Me refiero, claro está, al relato bíblico, el de toda la vida; me refiero a los primeros capítulos del Génesis, en los que se narra cómo fuimos hechos nosotros (eso es génesis). A esos relatos es importantísimo que nos remitamos si queremos entender lo que está ocurriendo, sobre todo ahora que hay otras serpientes que están empeñadas en rehacernos. Es mi intención adentrarme en el tema.
 
Virtelius Temerarius

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11 comentarios


  1. Cita: ´´....relato bíblico, el de toda la vida; me refiero a los primeros capítulos del Génesis, en los que se narra cómo fuimos hechos nosotros (eso es génesis)´´. ----- Pues de esto se trata de los cimientos y principios, los que sostienen el edificio Iglesia. Si se pierden los cimientos de la Casa el edificio se derrumba. Con el Nuevo Testamento la Iglesia ha sido demasiado eufórica y ha olvidado el Antiguo y que las dos historias van entrelazadas. La Iglesia ha pecado de triunfalista hasta hace 70 años, ahora con la escasez de vocaciones ya puede plantearse al menos valorar La Creación de Dios como un relato científico. Así por lo menos engrosaremos las filas en las universidades contra la mentira de La Evolución.

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    1. Bravo, Silveri, por darle al evolucionismo en el que tantos eclesiásticos aún "creen", como el sacerdote publicista mossèn Nicolau. Ojalá se retractara de sus escritos a favor del evolucionismo aunque para él se trate de un evolucionismo todavía más raro, o sea, que Dios ya infundió en la materia la evolución por si misma, sólo que era cuestión de millones y más millones y por qué no billones de años. Gracias, Silveri. eres un francotirador, solito pero con garra.

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    2. Del libro de María Valtorta "Lecciones sobre la Epístola de Pablo a los Romanos" 21-5-1948
      «No hubo autogénesis ni evolución, sino Creación querida por el Creador. Esa razón, de la que tan orgullosos estáis, os debería hacer ver que de la nada no se forma una cosa inicial y que de una cosa e inicial no puede derivarse el todo.
      (...)«El hombre actual no es el resultado de una evolución en sentido ascendente sino el doloroso resultado de una evolución descendente en cuanto que la culpa de Adán lesionó para siempre la perfección físico-moral-espiritual del hombre originario. Tanto la lesionó que ni la Pasión de Jesucristo, con restituir la vida de la Gracia a todos los bautizados, puede anular los residuos de la culpa, las cicatrices de la gran herida, es decir, esos estímulos que son la ruina de quienes no aman o aman poco a Dios y el tormento de los justos que querrían no tener ni el más fugaz pensamiento atraído por las llamadas de los estímulos y que libran, a lo largo de la vida, la batalla heróica de permanecer fieles al Señor.»
      «El hombre no es el resultado de una evolución, como tampoco el Universo es el producto de una autogénesis. Para que haya una evolución es siempre necesaria la existencia de una primera fuente creativa. Y pensar que de la autogénesis de UNA ÚNICA célula se hayan derivado las infinitas especies, es un absurdo imposible (...) En el sexto día (época), pues, creado el hombre COMPLETO, PERFECTO en su parte material y espiritual, hecho conforme al Pensamiento de Dios según el orden (el fin) para el que había sido creado: amar y servir a su Señor durante la vida humana, conocerle en su Verdad y, de aquí, gozar de Él para siempre en la otra (...) En el diluvio perecieron las ramas dañadas de la humanidad que andaba a tientas por entre las tinieblas subsiguientes a la caída, en las que, y sólo mediante los pocos justos, como a través de cerradas nubes, llegaba algún rayo de la perdida estrella: el recuerdo de Dios y de su promesa. (...) ¿Cuándo y cómo habría el hombre de recibir el alma si fuese el producto último de una evolución de seres brutos? ¿Es imaginable siquiera que los brutos hayan recibido, junto con su vida animal, el alma espiritual, el alma inmortal, el alma inteligente, el alma libre? Sólo el pensarlo es una blasfemia.¿Cómo entonces podían transmitir lo que no tenían? Y ¿podía Dios ofenderse a Sí mismo infundiendo el alma espiritual, su soplo divino en un animal, todo lo evolucionado que se quiera pensar pero siempre procedente de una dilatada procreación de brutos? Pensar esto es también ofender al Señor. (...) Dios, queriendo crearse un pueblo de hijos con los que expandir el amor del que sobreabundaba y recibir el del que se hallaba sediento, creó al hombre DIRECTAMENTE con un querer suyo perfecto, CON UNA ÚNICA OPERACIÓN realizada el sexto día de la Creación mediante la cual hizo del polvo una carne viva y perfecta a la que después animó, dada su especial condición de hombre, hijo adoptivo de Dios y heredero del Cielo, no ya solo con esa alma "que tambièn los animales tienen en las narices" (Eclesiastés 3, 19-21) y que termina con la muerte del animal, sino con EL ALMA ESPIRITUAL QUE ES INMORTAL, QUE SOBREVIVE A LA MUERTE DEL CUERPO AL QUE REANIMARÁ, TRAS LA MUERTE, AL SONAR LAS TROMPETAS DEL Juicio FINAL Y DEL TRIUNFO DEL Verbo Encarnado, Jesucristo, Y ASÍ LAS DOS NATURALEZAS, QUE VIVIERON JUNTAS SOBRE LA Tierra, VIVAN JUNTAS TAMBIÉN GOZANDO O SUFRIENDO, SEGÚN COMO JUNTAS LO MERECIERON, POR TODA LA ETERNIDAD (...) Esta es la verdad, ya la acepteis o rechaceis. Y por más que muchos os empeñéis en rechazarla obstinadamente, día vendrá en que la conoceréis perfectamente y se os esculpirá en vuestro espíritu convenciéndoos de haber perdido el Bien para siempre por ir tras la soberbia y la mentira».
      AMIEES

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    3. Me alegro mucho de este relato de María Valtorta. Lo suscribo, parece una auténtica revelación de lo Alto. Ella jamás pudo inventárselo. O eso creo, no leía libros. Todo clérigo tendría que haber leído sus 15 volúmenes y no habría crisis de fe en el valor de los Evangelios. Nadie en el mundo tiene biografías más detalladas ni más completas que Jesús, aunque sea a través de sus tres esposas místicas Katerine Emmerich, agreda y Valtorta. ¿Por qué será que apenas ningún cura las conoce? ¿Y luego se quejan de que no tiene fe? el P. Fortea dice que cada día lee un trozo del "Evangelio tal como me ha sido contado" de María Valtorta. Es muy significativo. Del autor de Recuperar la fe en dos días (lo que se tara en leerlo)..

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  2. Muy buen artículo! Muchas gracias, Dios le Bendiga! Lo compartiré y me adhiero totalmente en su apreciación.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Señor Silver .

      Parece mentira, como algunos mosenes se avergüenzan de predicar bien el Antiguo Testamento.

      Cuando el mismo Cristo dijo que él no vino a abolir la LEY, sino a darle cumplimiento.

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  3. Impecable y sólida exposición de una de las plagas de nuestro tiempo. Abundando en el apunte sobre la implicación de la Iglesia, resulta manifiesto el daño que la Academia Pontificia sobre la Vida, dirigida por un soez Paglia, que permitió una pintura irrespetuosa en su iglesia arzobispal, acaba de considerar pilar de una democracia el aborto. Ante semejante aberración, denunciada por moralistas y juristas cristianos, ha dicho que se le ha interpretado mal. Que él quería decir que es una ley que resulta difícil de eliminar. Mas o menos como las frecuentes meteduras de pata de su jefe. Primero se disparata; si cuela, cuela. Si alguien levanta la liebre se atribuye el yerro a una interpretación errónea. Tiempos duros para una Iglesia necesitada de luz.

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    1. Totalmente de acuerdo con el Sr. Valderas Gallardo.

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  4. El problema no es la ideología mundana, que siempre ha existido, sino que el problema es que los clérigos se han vuelto forofos de tal ideología, abandonando la fe de nuestros padres.
    El desmantelamiento de la Iglesia, empezó a principios del s. XX, pero culminó con la Reforma Litúrgica del Novus Ordo, donde el centro ya no era Dios, sino el hombre.
    Ya lo dijo Lutero: "destruir la Misa y destruiréis el papado", curiosamente la destrucción no la realizó un protestante sino un católico.
    El Cardenal Ratizinger lo vio muy claro hace años: La crisis de fe, viene de la crisis litúrgica, donde la Misa es vista como algo fabricado por el hombre, en vez de algo sagrado que nos viene dado por Dios, a través de la Tradición.

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  5. Critica la ilustración como un mal pero defiende y se ampara en la idea de los derechos??

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