El desconocimiento o el desprecio de la carga informativa que llevan las palabras que venimos usando desde hace milenios para definirnos, empobrece nuestra percepción de las realidades que esas palabras designan. Una carencia que distorsiona dramáticamente nuestro análisis de esas realidades y condiciona férreamente nuestro comportamiento al respecto. Resulta que vamos dando tumbos buscando la manera de nombrar a los viejos sin ofender. Porque hoy, ponerle a uno ante su vejez, no importa con qué palabras sea, puede ocasionarle un trauma al pobre anciano o a la pobre anciana. Mi madre, casi centenaria, compadecía a los viejos: sobre todo si el uso del bastón los delataba como tales.
Sí, claro, soy consciente de que agarrarnos al significado original de las palabras es como alumbrarnos hoy con candiles, con luz de carburo, con velas o con antorchas, pretendiendo que esa iluminación sea capaz de hacernos ver las cosas mejor que nos las hacen ver los potentísimos focos eléctricos de hoy. Pero no se trata de ver mejor, sino de ser capaces de ver las realidades que designan esas palabras, del mismo modo que las vieron nuestros antepasados, forjadores de las palabras en cuestión. Y de todos modos, no olvidemos que durante el día a ellos les alumbraba el mismo sol que nos alumbra a nosotros. Me viene a la memoria a este propósito, la performance de Diógenes el cínico, buscando un hombre candil en mano, a plena luz del sol.
Me refiero en este caso especialmente a la palabra “presbítero”, cuyo desconocimiento priva a la Iglesia del mayor y más decantado caudal de ministros de Dios, de la Iglesia y del altar. Y experimentados pastores del Pueblo de Dios. Claro que en una sociedad que considera la jubilación como una de sus más conspicuas instituciones, y que finalmente ha inventado las residencias de ancianos (no por casualidad llamadas antiguamente asilos); en semejante sociedad suena estrafalaria y totalmente antisistema, la reflexión que tan venerable palabra desencadena.
Esta palabra, al igual que sus correlativas latinas “señor” y “senado”, nos ofrece clara y evidente la memoria de un tiempo en que la senectud era por sí misma venerable. Mas pasado el tiempo en que la longevidad fue privilegio de los más fuertes en todos los aspectos, se extendió también al campo de los débiles, dando en llamarse senilidad. ¿Acaso existió ese tiempo? ¿Fue en algún momento la humanidad ferviente admiradora de la vejez? ¡Pues claro que sí!
Presbítero (πρεσβύτερος presbíteros en griego) es el comparativo de presbys (anciano), con valor de superlativo: el muy anciano, el más anciano. Ocurre lo mismo con la forma latina senior (comparativo de senex, anciano, con valor superlativo), que por evolución fonética acabó en “señor”. Es decir que tanto “senior” como “presbíteros” significaron en origen “muy anciano” o “el más anciano”. De la misma manera que el “senatus” fue en origen la asamblea de los ancianos. Recordemos el lábaro que llevaba el ejército a la guerra: SPQR, Senatus Populus Que Romanus el Senado y el Pueblo romano, que era en nombre de quienes se hacía la guerra (los Ancianos del Pueblo, por encima del Pueblo).
Esta es la cuestión de fondo: tanto “presbítero” como “señor” nos indican con claridad que en el tiempo (no tan lejano) en que estas palabras se crearon y se pusieron en circulación, la ancianidad era un valor superior de la sociedad (del Pueblo). No es de menor cuantía el hecho de que, al contrario de lo que ocurre con las palabras patriarca y paterfamilias, que llevan su carga de autoridad, sobre todo la segunda, ninguno de los dos términos comporte por sí mismo más autoridad que la dimanante del valor de la propia ancianidad. Ser anciano era el máximo valor humano en esas épocas: Senatus populusque. El pueblo, sí, pero con sus ancianos por delante. Para la relación de poder estaban dóminus y dómina, que derivaron en “don” y “doña”; más en catalán, “dona”.
Está bien claro que la valoración social de la ancianidad hoy, guarda muy poco parecido con la altísima valoración que tuvo para nuestros ancestros. Era un auténtico privilegio de la vida, que alcanzaba a un pequeño porcentaje de la población. Muy distinto de lo que tenemos hoy, que “soportamos” una sociedad envejecida (no gozamos de ella, ¡claro que no!). Este fenómeno demográfico hace que la ancianidad sea percibida como un gravísimo problema; tan grave, que se postula la eutanasia como la gran solución. Los poderes económicos ya advierten que la sociedad no produce suficientes recursos para mantener a sus ancianos más allá de los 70 años. Es donde hemos llegado: a la ancianidad como problema.
Concilio de Trento
Tantos eclesiásticos sagaces como tenemos, en vez de empeñarse en reformar la moral, el dogma y la liturgia, que se han de mantener inamovibles, tendrían que pensar en los cambios de estrategia de mantenimiento, e incluso de mejora del número de efectivos que trabajan para la Iglesia. Trento puso el acento en la formación de los sacerdotes, tan precaria en aquel momento, creando los seminarios (llamados conciliares por ser obra de ese concilio). Han pasado más de cuatro siglos desde que se instituyeron; pero los que no se han cerrado, están medio vacíos: porque fueron creados para la preparación de sacerdotes en la franja de edad en que se preparan las demás carreras académicas. Y en aquella época la carrera eclesiástica era una más y estaba socialmente muy valorada.
Pero los tiempos han cambiado: quizá sea la estrambótica estructura de la pirámide demográfica, una de las causas más determinantes de la crisis de vocaciones para el sacerdocio. La biología no perdona. Por eso, lo que fue lo más razonable en Trento, resulta inviable en el postvaticano II, inmerso hasta las orejas en todas las maniobras morales (aborto, ideología de género, elegetebeísmo, etcétera) para poner la pirámide demográfica patas arriba, es decir para caer de cabeza en la “desgeneración” y acabar en una población monstruosamente envejecida.
Si de Trento para acá, la cantera de aspirantes al sacerdocio estuvo en la franja de edad estudiantil, hoy se ha reducido tanto proporcionalmente esa franja de edad, tan cultivada hasta hace medio siglo en los colegios religiosos, y tan descuidada hoy en esos mismos colegios, que parece lo más sensato volver la vista hacia la franja de edad más numerosa y mejor cultivada. Sí, digo que de momento, en Europa (hablemos mejor de Barcelona, de Cataluña y de España, ¿no?) la época de los seminarios está prácticamente cerrada. Pero no por eso tendríamos que renunciar a promover el acceso al sacerdocio a partir de otra cantera, la de los biológicamente presbíteros.
Tenemos, también en la Iglesia, una elevada población de ancianos (πρεσβύτεροi dirían los griegos), quizás la colectividad más descuidada. La Iglesia organiza actividades y pastorales de niños, de jóvenes, de matrimonios… pero no de ancianos (si exceptuamos las asistenciales), cuando podrían muy bien ser el colectivo con mayor potencial para sacar a la Iglesia a flote. Si la Iglesia emplease en buscar nuevas “vocaciones” entre los ancianos (los presbíteros biológicos), la mitad de las energías que emplea en buscarlas entre los más jóvenes, es razonable esperar que obtuviese mucho mejores resultados.
Pero resulta que en este tiempo en que tanto revuelo se monta a cuenta de colectivos discriminados, tendríamos que tentarnos la ropa ante la discriminación de los ancianos, tan habitual, tan natural, tan compartida y tan asumida, que ni cuenta nos damos. Como estamos imbuidos de la idea de la jubilación (retirados del trabajo), redondeada con la idea de la residencia (retirados de casa y de la familia), sin darnos cuenta tratamos a los ancianos como un colectivo que simplemente hace antesala. Es la filosofía del descarte aplicada a los ancianos sin el menor miramiento.
Y así es como llegamos a las iniciativas pastorales para los ancianos, que mayormente tienen un carácter asistencial. Son las gafas (o las anteojeras) con que los miramos: una mirada distorsionada que nos impide ver el enorme caudal que les queda aún por aportar a la sociedad y a la Iglesia. Y como llevamos puesta esa venda ante los ojos, es muy difícil que veamos en ese colectivo quizás la mejor reserva de presbíteros. ¡Pero si cada año aumenta el porcentaje de curas biológicamente presbíteros! Siendo esto así, ¿cuál sería el inconveniente de volver la vista hacia el colectivo de presbíteros biológicos para inducir en ellos el deseo de convertirse en presbíteros de la Iglesia?
Sí, claro, pero eso es mucha reforma, mucho cambio de mentalidad. Por lo que estamos viendo, a la Iglesia le resulta mucho más fácil observar cómo evoluciona el mundo para evolucionar con él: ya saben, nuevas doctrinas, nueva definición del hombre y un nuevo camino de redención: nuestra sublime expiación mediante el holocausto.
Virtelius Temerarius
Por cierto que, "presbítero" viene de "presbicia", así lo he leído en algun sitio. Es un defecto de la vista que lo padecen principalmente las personas mayores, y de ahí que se ha asociado el que tiene la vista defectuosa con la ancianidad y el oficio de presbítero.
ResponderEliminarNo es la presbicia la que da origen al presbítero, sino que es del término presbítero del que se forma la palabra presbicia, que designa la "vista cansada" a pesar de que su significado es simplemente "ancianidad".
EliminarEstá muy bien pensado lo de recurrir a los viejos y ancianos para poder ser presbíteros, pero hay dos inconvenientes:
ResponderEliminar1. La capacidad de estudiar 5 años me temo que ya no es posible en muchos ancianos. Su formación ha de ser breve, más bien litúrgica. La facultad de teología debe de eliminar la totalidad de las asignaturas que no fueran teológicas, además de reducir los 5 años de estudios a quizás uno o dos sólo: liturgia y un mínimo de fe, moral y eclesiología.
2. El segundo problema es el de la apostasía del Pueblo de Dios. Han sido muchas las revelaciones privadas de María y Jesús, desde , junto con muchos teólogos, místicos, presbíteros, obispos (Lefebvre a su modo, Ratzinger, Wojtyla, muchos tradicionalistas) y laicos que han predicho la actual situación de crisis: no se puede alegar sorpresa, desconocimiento e ignorancia. Tal evento, conocido como la apostasía de la Fé, el abandono de los principios fideísticos, morales, litúrgicos y eclesiológicos, fue evidente con el Concilio Vaticano II, que finalizó el 8.12.1965, a partir del cual, fueren cuales fueren los motivos, representó un antes y un después en la ruptura con la Tradición, la decadencia y aparentemente pronta extinción de la Iglesia Católica en el llamado Occidente, incluido España y Cataluña, que se acelera con el pontificado de Bergoglio, con una aceleración muy evidente y significativa de la unción y carisma que tiene.
La crisis de hoy ya fue predicha por la Virgen del Buen Suceso en el siglo XVI y XVII a la Madre Mariana de Quito, según afirmó la estudiosa Marian T. Horvat: el 2 de febrero de 1634, la Madre Mariana vio la que “la luz del santuario se apaga y el altar queda a oscuras". La Virgen explica después a la Madre Mariana que esto representa a la Iglesia del siglo XX, y explica los cinco significados de aquel acto simbólico. Según las palabras de Nuestra Señora, la luz que se apaga representa:
1º.- La difusión de las herejías en los siglos XIX y XX, que apagarán la preciosa luz de la fe en las almas.
2º.- La Vida Consagrada sufrirá mucho, habrá la gran catástrofe espiritual en los Conventos y, por extensión, de toda la Iglesia.
3º.- El fin de la virginidad de las almas, la gran impureza que saturará la atmósfera. “Como un mar sucio, inundará las calles, las plazas y los lugares públicos con una sorprendente libertad”, dijo. “Casi no habrá almas vírgenes en todo el mundo”.
4º.- La corrupción de la inocencia de los niños y la crisis del clero por la acción social de las sectas masónicas. Habrá la noche oscura de la falta de un Prelado y Padre que vele por ellos con amor paternal, dulzura, fortaleza, discernimiento y prudencia
5º. La pereza y la negligencia de los ricos, que serán testigos al observar su Iglesia oprimida, siendo perseguida, y el triunfo del demonio, sin emplear sus riquezas para atacar al mal, impedir la persecución de la virtud y restaurar la fe
Luego seguirían las apariciones de Rue du Bac, La Salette, Lourdes, Fátima, Kibeho...
3. La ancianidad es un grado de experiencia y de madurez muy importante, pero la Biblia indica que la ancianidad también puede ser un estado de catástrofe moral y espiritual que arrastra a todo el Pueblo. Y es lo que sucede con el nacional-progresismo eclesial catalán, impregnado de marxismo residual de 1917, eclosionado en los 1970, y de modernismo teológico ya decimonónico, identificado en la encíclica Pascendi (1907) de Pío X, donde declaraba que el modernismo era algo más que una herejía, era la síntesis de todas las herejías, porque en vez de proclamar un error, abría paso a todos ellos, lo que se observa en los documentos de síntesis al Sínodo donde se pide la ya arcaica demanda de sacerdocio femenino y sacerdocio casado. Insensatos, todo fruto de la ignorancia culpable de la fe en el Dios al que dicen creer.
4. Donde se expone la degradación socialmente catastrófica de la ancianidad en su ámbito moral y fideístico, tal como pasa en Cataluña, tanto en el ámbito civil como eclesiástico (a cuyos líderes les encanta compararse con Israel), y el castigo divino consecuente, está en Ezequiel 8, sintetizado:
ResponderEliminarEstaba la Gloria del Dios de Israel y me dijo:
--- Hijo de hombre, dirige la mirada hacia el norte
Dirigí la mirada hacia el norte del pórtico del altar, a la entrada, estaba la estatua de los celos, y añadió:
--- Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen estos, las graves acciones detestables que comete aquí la casa de Israel para que me aleje de mi santuario? Pues aún verás acciones más detestables
Después me llevó a la entrada del atrio, y vi que había una grieta en el muro. Me dijo:
--- Hijo de hombre, excava en el muro
Excavé en el muro, y había una puerta. Entonces me dijo:
--- Entra y mira las atroces acciones detestables que estos cometen aquí
Entré y miré: había representaciones de todos los reptiles y animales repugnantes, y de todos los ídolos de la casa de Israel grabados en el muro todo alrededor
Frente a ellos, estaban en pie 70 Ancianos de la casa de Israel, entre los cuales se encontraba Jazanías, hijo de Safán. Cada uno tenía un incensario en la mano, del cual subía una nube de incienso perfumado. Y me dijo:
--- Hijo de hombre, ¿has visto lo que hacen los ancianos de la casa de Israel en la oscuridad, cada cual en las cámaras reservadas a su imagen? Porque piensan: el Señor no nos ve, el Señor ha abandonado el país
Y añadió:
--- Aún los verás cometer acciones detestables más graves
Me llevó a la entrada del pórtico del templo que mira hacia el norte: allí había mujeres sentadas llorando por Tamuz. Y me dijo:
--- ¿Has visto, hijo de hombre? Pues aún verás acciones detestables más graves que estas
Después me llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo del Señor, entre el pórtico y el altar, había 25 hombres, que de espaldas al templo y mirando hacia el oriente adoraban al Sol. Me dijo:
--- ¿Has visto, hijo de hombre? ¿No le bastan a la casa de Judá las acciones detestables que aquí cometen, que colman el país de violencias, indignándome más y más con sus ritos idolátricos? Pues yo también los trataré con furor: no tendré compasión ni tendré piedad. Me invocarán a voz en grito, pero no los escucharé».
Entonces oí que exclamaba con voz potente:
--- ¡Ha llegado el juicio de la ciudad! Que cada uno empuñe su arma destructora
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte. Cada uno empuñaba una maza. En medio de ellos estaba un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce. La Gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, dirigiéndose al umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, que tenía los avíos de escribano a la cintura. El Señor le dijo:
--- Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen y se lamentan por las acciones detestables que en ella se cometen».
A los otros les dijo en mi presencia:
--- Recorred la ciudad detrás de él, golpeando sin compasión y sin piedad. A viejos, jóvenes y doncellas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero no os acerquéis a ninguno de los que tienen la señal. Comenzaréis por mi santuario
Y comenzaron por los ancianos que estaban frente al templo
Luego les dijo:
--- Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad
5. El anciano venerable de 90 años Eleazar, en II Macabeos 6, es el prototipo y canon de la conducta de la ancianidad heroica, martirial, virtuosa, ejemplar y racional-espiritual. En tiempos del rey Antíoco se desató una fortísima persecución contra Israel. El Templo fue profanado y en él se introdujo el culto a los dioses griegos en lugar de Dios. Se prohibió celebrar el sábado, y cada mes los judíos eran obligados a celebrar el cumpleaños del rey, participando en los sacrificios que se inmolaban con este motivo y comiendo sus carnes. Eleazar se mantuvo fiel a la fe de sus padres y prefirió la muerte a tomar parte en estos sacrificios. Antiguos amigos le propusieron traer alimentos permitidos para simular delante de los demás que había comido de las carnes sacrificadas, según el mandato del rey, para librarlo de la muerte. Pero Eleazar se mantuvo fiel a la vida ejemplar que había llevado desde niño, considerando que era indigno de su ancianidad disimular, no fuera que luego pudiesen decir los jóvenes que, a sus 90 años, se había paganizado con los extranjeros, dándoles así mal ejemplo de creyente.
ResponderEliminarLas palabras y acciones de Eleazar son estas:
- Eleazar, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la ley santa dada por Dios, respondió coherentemente, diciendo enseguida:
--- ¡Enviadme al sepulcro! No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a los noventa años ha apostatado y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no me libraría de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble, por amor a nuestra santa y venerable ley
Dicho esto, se fue enseguida al suplicio. Los que lo llevaban, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar, cambiaron en dureza su actitud benévola de poco antes. Pero él, a punto de morir a causa de los golpes, dijo entre suspiros:
--- Bien sabe el Señor, dueño de la ciencia santa, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y que en mi alma los sufro con gusto por temor de él
De esta manera terminó su vida, dejando no solo a los jóvenes, sino a la mayoría de la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud
"Estote breviores et placebitis.". (?) Parrafadas de comentario más largas que el mismo artículo.inicial. Me cansan los comentarios tan largos.... y mi " presbicia" " a lo Silveri" me acucia.
ResponderEliminarEl logorreico es incomprensiblemente imparable y reincidente, hasta se molesta cuando osamos indicárselo
Eliminar10)58, Cambie usted de canal,hombre, y dejé a los demás gozar de los comentarios de los demás.
EliminarGracias, "logorreico". Siga usted, por favor. No decaiga. A quien no lo guste siempre se lo puede saltar. No es obligatorio leerlo todo. Y los demás nos informamos o formamos.
ResponderEliminarRepito: GRACIAS, siga.
Totalmente de acuerdo con el Señor Logorreico.
ResponderEliminarSIGA ASÍ!!!
No se puede negar que los interminables comentarios del susodicho revelan el trabajo esmerado de una persona culta y versada en temas de Iglesia, tal vez un presbítero jubilado. Pero en la dinámica de los blogs y de portales de este tipo los comentarios siguen un cierta dinámica en la que no me parece entra y de hecho rompe la avalancha plúmbea que nos obsequia este articulista, que no ya comentarista. El Sr. Valderas, por ejemplo, nos deja en sus comentarios a veces extensos un ramillete de ideas escogidas, pero no nos sepulta diariamente bajo los jardines de Babilonia. Ne quid nimis. Pero acepto lo de que al que no le gusta que no lo lea.
EliminarSi existe la jubilación es porque los ancianos han perdido parte de su salud y capacidad, y a medida que pasen los años esto se acentuará. No me parece una propuesta aceptable.
ResponderEliminarY con el ambiente que hay en los obispados, yo no estaría dispuesto a hacer de cura.