Progresismo y cristianofobia (Por Pilar Rahola)

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Es un hecho que la Semana Santa se ha vulgarizado y que muchas de las expresiones religiosas están más vinculadas a la economía y al turismo que a la reverencia a Dios, aparte de ser un respiro festivo. Pero la cuestión no es cómo ha mutado y qué beneficio sacamos todos aquellos que, amparados en el calendario, la celebramos sin ser creyente, sino si tiene cabida en una sociedad multicultural surgida del espíritu de la Ilustración: la separación entres las leyes y los dioses. Y la pregunta no es inocente, porque en general se formula desde posiciones de izquierdas y en términos de consigna política, con una mezcla de anticlericalismo rancio y un considerable empacho de corrección política.Un anticlericalismo, hay que añadir, que no se escandaliza con todas las religiones, sino especialmente con la cristiana, derivado a menudo en una patética cristianofobia. Los ejemplos son múltiples y llegan al ridículo, como las polémicas Colauistas sobre el Belén de Sant Jaume, o la necia servidumbre que tienen algunos líderes ante el islamismo. Hace años lo resumí en una frase que es plenamente vigente: «los hay que tienen urticaria cuando ven a un cura, y un orgasmo cuando ven a un imán». Son los mismos que muestran su profunda indignación con las maldades históricas de la Iglesia, y se apresuran a recordar la Santa Inquisición, Pío XII y el bajo palio, mientras degluten sin problemas el yihadismo, la opresión de la charía, el adoctrinamiento misógino y homófobo, etcétera.
Es decir, si se hace una maldad en nombre del Dios cristiano, es opresión secular, pero si se hace en nombre de Alá, entonces se proyecta una mirada paternalista y comprensiva, que resulta aterradora. Con una proporción inversa igualmente esperpéntica: cuando más anticatólica es la posición progresista, más proislámica resulta. Son las burradas del multiculturalismo mal entendido, usado como ariete ideológico.
Esta hiperideologización enfermiza de determinado progresismo con respecto a la fe católica, acaba derivando en una posición enormemente reaccionaria. De entrada, porque es reaccionario menospreciar nuestro legado católico, que nos ha definido como identidad durante más de mil años. Más allá de la creencia o la no creencia, pertenecemos a la tradición judeocristiana, y esta cultura ancestral nos ha otorgado conocimiento, valores, tradiciones y nos ha marcado colectivamente. Renunciar es desnudarse nacionalmente, estrechar la identidad, embrutecer la herencia secular. Es evidente que podemos enriquecernos con nuevas aportaciones culturales y religiosas, pero sin negar el pasado de decenas de generaciones de catalanes.
Aparte de este hecho identitario, también me parece reaccionario el desprecio hacia la fe, desde la «superioridad» de la razón, y lo afirmo desde posiciones racionalistas. Pero incluso los que somos incapaces de entender las sutilezas de la creencia en Dios, tenemos que reconocer un hecho incontrastable: la razón no ha resuelto los abismos del ser humano, ni sus miserias, solo ha intentado explicarlos, hay que decir, sin demasiado éxito.
Desde esta cura de humildad, sería mucho más progresista un diálogo fluido entre creyentes y no creyentes, es decir, entre razón y fe, que una confrontación estéril. Al fin y al cabo, aquellos que han hecho un viaje interior, y honesto, de trascendencia espiritual, son gente de una gran riqueza valórica e intelectual. Para decirlo con precisión, podemos no creer en Dios y reconocer, al mismo tiempo, que los que creen en Dios nos enriquecen como sociedad. En el fondo es el concepto de la reflexión colectiva, incorporando los elementos que la fe, como gran creador de conciencia, otorga al pensamiento.
Finalmente, el empacho políticamente correcto también ha comportado un rechazo a la intensa red de valores sociales que ha representado la fe cristiana durante siglos, hasta el punto de sellar el concepto «solidaridad» como progresista y el de «caridad» cristiana como reaccionario. ¿Pero puede haber solidaridad más extraordinaria, por ejemplo, que la de los miembros de la Orden de la Merced, los mercedarios, que se ofrecían en el siglo XIII para intercambiarse por los prisioneros cristianos capturados por los musulmanes, y que, a lo largo de su existencia, liberaron a más de 60.000 personas? O, hay más entrega y empatía que la de los misioneros que dedican su vida a las personas más vulnerables, en los peores lugares del planeta?
Es evidente que en nombre de Dios se pueden hacer barbaridades, pero no se puede despreciar la extraordinaria luz que también puede otorgar su creencia. La solidaridad con el prójimo puede venir de las convicciones y las ideas, o de la intensidad de la fe, pero al final radica en el mismo lugar: mejorar la sociedad. No es más ética una que la otra, ni menos valiosa.
Este es el grave error que comete una parte significativa del progresismo: despreciar la religión como fuente de progreso. Y, sumado a este menosprecio, la mezcla perniciosa entre prejuicios anticlericales y dogmas ideológicos, en un totum revolutum que resulta delirante. Dios no es un concepto contrario a la razón, sino un elemento más en el complejo universo del pensamiento. Y en nombre de Dios, se pueden concebir ideas y valores luminosos.
Es posible que los racionalistas, los ateos, los agnósticos nos sintamos incómodos con esta seguridad que la fe otorga a los creyentes, pero negar la importancia de viajar juntos en el camino del conocimiento es errar el tiro. En todo caso, lo que no es aceptable es la persistente tontería de algunos dirigentes políticos y civiles que, sometidos a una auténtica borrachera de consignas prefabricadas, osan negar los valores religiosos, despreciar a los creyentes y borrar, de un plumazo, siglos de cultura compartida. No sé si Dios existe. Pero existe la idea de Dios, y es una idea valiosa. Y negarla, menospreciarla y embrutecerla no es el éxito de la razón sobre la fe, sino el patético resultado de confundir el pensamiento con la consigna.
*Extracto del escrito de Pilar Rahola publicado el 24 de abril de 2021 en el portal digital "El Nacional"

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7 comentarios

  1. "Hace años lo resumí en una frase que es plenamente vigente: «los hay que tienen urticaria cuando ven a un cura, y un orgasmo cuando ven a un imán». Son los mismos que muestran su profunda indignación con las maldades históricas de la Iglesia, y se apresuran a recordar la Santa Inquisición, Pío XII y el bajo palio, mientras degluten sin problemas el yihadismo, la opresión de la charía, el adoctrinamiento misógino y homófobo, etcétera."

    O toleran la censura progre en Facebook, Youtube, Twitter, Instagram, Google, Apple y en los medios d comunicación, o ttoleran la censura de los medios de comunicación rusos en español para que no se empaña la division entre malos y buenos y uno no pueda pensar y decidir por sí mismo, o cómo los rojoseparatistas hacen leyes de memoria histórica y "democrática" sin mencionar el genocidio republicano sobre catolicos, monárquicos, derechistas, clases sociales e intelectuales y escritores burgueses e incluso izquierdistas como Andreu Nin del POUM y miles de anarquistas en los hechos de Mayo del 1937...

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  2. "Este es el grave error que comete una parte significativa del progresismo: despreciar la religión como fuente de progreso. Y, sumado a este menosprecio, la mezcla perniciosa entre prejuicios anticlericales y dogmas ideológicos, en un totum revolutum que resulta delirante. Dios no es un concepto contrario a la razón, sino un elemento más en el complejo universo del pensamiento. Y en nombre de Dios, se pueden concebir ideas y valores luminosos."

    Desde sus inicios, los inicuos deben de acompañar a la Iglesia en su proceso de extensión e intensificación de la Fé en el mundo y en la lucha contra las potestades antiteocráticas. Dentro de un decenio, todos los escritos de políticos, intelectuales, creadores y prroodistas de este 2022 serán totalmente olvidados, tal como lo fueron los escritos del 2012, del 2002 o del 1992, si es que no se han unido a la belleza, verdad, bondad, unidad con el pasado y con vocación de eternidad para el futuro.

    Es lo mismo que le pasa al nacional-progresismo eclesial: el que no sigue a Jesús, quedará condenado a un castigo o condena muy barata: la irrelevancia, el olvido.

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  3. La Rahola escribe muy bien y todo no ser católica practicante sabe sacar buen partido de ciertos temas anticlericales en que ni los obispos se atreven a tocar el filo por miedo a cortarse. Por cierto que tiene un hijo llamado Noé, y por el tal nombre yo mismo la he felicitado alguna vez. A ver si al menos se atreve la Rahola a tocar ciertos temas bíblicos relacionados con el nombre mencionado, que los obispos y papa incluído tiemblan de miedo y en que los protestantes nos llevan ventaja. EF

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  4. Vigile usted Pilar Rahola, que el Ibrahim Miguel Angel Pérez de MC Islamofobia la lleva a usted a los tribunales... Eso sí, él se puede cagar en los cristianos a gusto. Asi nos va por culpa de los políticos serviles..

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  5. Por una vez, tendré que darle la razón a esa brujilla,jeje!

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  6. Es de agradecer el esfuerzo de conciliación entre fe i razón, que hace Pilar Rahola, y de denunciar el odio anticristiano de la izquierda española, que desprecia todo lo cristiano, y se alegra o justifica cualquier cosa musulmana, ya sea el ramadán, la yihad o la discriminación de la mujer.
    Aunque ella no escapa a los mantras falsos de esta izquierda. No me cansaré de recordar que Pio XII salvó a miles de judíos, tantos, que el propio jefe de la sinagoga de Roma, se bautizó católico, tomando el nombre de Eugenio, que era el nombre de pila de Pio XII, además de ser propuesto como “justo entre las naciones”, por distinguidos judíos, tales como el rabino de New York, David Dalin, o la Fundación judía “Pave the way”.
    Lo mismo pasa con el mantra de la Inquisición. Pero entre otras cosas, habría que recordar que la revuelta catalana de “pagesos de remença” del s. XV, una de las cosas que reivindicaban, es la eliminación de los juzgados civiles, y la vuelta de los tribunales de la Inquisición, que eran mucho más benévolos que los aquellos.

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