Tras el cónclave que dio origen al cisma en 1378, el santo dominico se apresuró a escribir un Tratado para vencer la llamada “indiferencia” del rey Pedro IV de Aragón, que no acababa de prestar obediencia ni al papa romano -el desquiciado Urbano VI- ni al de Aviñón -el enérgico Clemente VII-. Deseando vencer los obstáculos que la conciencia del rey decía poner a su decisión definitiva, San Vicente escribirá que los cardenales en lo que hacen y en lo que dicen en referencia al estado de la Iglesia católica, tienen tanta autoridad como tuvieron los apóstoles de Cristo mientras estaban en el mundo. Decir lo contrario sería un error condenado. Por ello -concluye el santo- la Iglesia católica se llama Iglesia apostólica y el colegio de los cardenales colegio apostólico.
San Vicente Ferrer se apoyará firmemente en los presupuestos del cardenal Pierre Flandin, contemporáneo suyo en la defensa de la legitimidad de Clemente VII, que sentencia: Como Pablo fue incorporado al ministerio de Pedro, así también los cardenales son incorporados al ministerio del papa. En consecuencia, afirmará san Vicente la necesidad de creer a los cardenales cuando hablan sobre el verdadero papa (Clemente VII), igual que hay que creer a los Apóstoles cuando hablan de Jesucristo. Los cardenales son, por tanto, sucesores de los apóstoles y miembros del Romano Pontífice con el que forman una unidad corporativa. En este contexto, la sede romana se convierte en categoría previa y esencial fundamento del ministerio pontificio hasta el punto de que, sin el asentimiento de la Sede -concretada en el colegio cardenalicio-, las decisiones del papa deben ser consideradas nulas. Es la sede de Roma la que, al instituir al papa como su ministro, le confiere la requerida potestad para su ministerio.
Esta era una doctrina canónica bastante común en el siglo XIV. El mismo, Pedro d’Aylli, conciliarista de pro, afirmará que los Apóstoles ejercieron antes el cardenalato que el ministerio episcopal, ya que el cardenalato -dice- tiene su origen en la convivencia con la cabeza -en torno al Salvador- y el episcopado en la misión en favor de los otros, tras la dispersión por el mundo. El agustino Edigio Romano considera en su De ecclesiástica potestate, muchos años antes de cualquier cisma, que los cardenales y los obispos están en la Iglesia en lugar de los Apóstoles, aunque de manera distinta: Los cardenales -en cuanto asisten al papa- hacen las veces de los Apóstoles, mientras que los obispos -en cuanto tienen la cura de las almas- representan a los apóstoles dispersos por el mundo. Así de claro lo tenían entonces.
Frente a aquellos que querían hacer pasar de los cardenales al concilio la competencia de dictaminar sobre la validez de la elección papal, San Vicente se manifestará como un decidido opositor a la asamblea conciliar: Nada se puede objetar ni oponer contra la autoridad y las palabras del colegio de los cardenales, sino que ha de ser creído cuanto afirma del papado.
Sin embargo, en su Tratado del cisma moderno, el santo no defenderá la autoridad unipersonal del papa frente a una posible actitud conciliarista. No defiende al papa, sino a la Iglesia de Roma -concretada en los cardenales- cuando se opone al concilio como solución del cisma. Con todo, San Vicente acepta como real la eventualidad de que pudiese ser convocado un concilio para resolver un conflicto surgido por la anormal elección de un nuevo papa. Cuando por la falta de consenso entre los cardenales no se alcance la mayoría exigida por los cánones, se puede convocar un concilio general, afirmará.
Mientras la mayoría absoluta de cardenales -concepción corporativista de la Iglesia- aceptó a Clemente VII como verdadero papa, san Vicente no vio razones canónicas para convocar un concilio. Con sus argumentos no defendía la autoridad del papa frente al concilio, sino la de los cardenales, atacada por aquellos que deseaban el concilio. Son los cardenales -declaraba- los que detentan la plenitudo potestatis durante la sede vacante y eligen al verdadero papa.
Aunque San Vicente no participó directamente en el concilio de Constanza, su alargada sombra planeó sobre aquella asamblea, sobre todo al final. El seis de enero de 1416, tras celebrar la santa misa y predicar ante miles de personas, el predicador sorprendió a todos proclamando en nombre del rey Fernando I de Aragón que le había sido retirada la obediencia a Benedicto XIII, el papa Luna.
Lo que San Vicente afirmó claramente en su sermón de Epifanía es que Benedicto XIII era el auténtico vicario de Cristo, y explicó que el rey había tomado una dolorosa determinación porque el papa difería la unión de la Iglesia y, por ello, el monarca se consideraba obligado a obedecer a Dios antes que al papa. En fin, una solemnísima contradictio in terminis que se ha querido explicar de diversas maneras.
El Rvdo. Ramón Arnau apunta en su obra San Vicente Ferrer y las eclesiologías del cisma que el cambio de postura del santo respecto a Benedicto XIII se había ido forjando a lo largo del tiempo. Sus dudas se habían ido consolidando a través de los acontecimientos de los que había sido testigo.
En 1394, una vez elegido Benedicto XIII, el rey de Francia puso sitio al palacio pontificio de Aviñón con el objetivo de forzar la cesión del nuevo papa. Los cardenales franceses le habían abandonado a su suerte. San Vicente también dejó los cargos que desempeñaba en la curia y, con el permiso del papa Luna, marchó a predicar. Lo hizo, parece ser, porque le desagradó la violencia militar que se empleó -también por el papa- durante el asedio de Aviñón. También influyó en San Vicente el compromiso escrito, que adquirieron los cardenales en el cónclave del Aviñón, por el cual se declaraban dispuestos a emplear todos los medios canónicos para lograr la unidad de la Iglesia, sin descartar la propia renuncia al papado.
Siguiendo la teoría medieval del corporativismo oligárquico papa-cardenales -desarrollada por san Vicente en su Tratado- como constitutivo esencial de la realidad eclesial, se deja en manos de los cardenales la legítima continuidad del papa al frente de la Iglesia. A lo largo del prolongado pontificado de Benedicto XIII, las relaciones con su colegio se hicieron cada vez más problemáticas, llegando a convertirse en un papa casi, casi… sin cardenales. Los purpurados franceses le retiraron inmediatamente su apoyo y se aliaron con sus enemigos durante el asedio de Aviñón. Sólo cinco le permanecieron fieles. Posteriormente, en 1408, seis cardenales de Benedicto XIII y otros tantos de Gregorio XII establecieron las condiciones del concilio de Pisa en el que se destituyó a los dos pontífices. Sólo cuatro cardenales acompañaron a Benedicto en el concilio de Perpiñán, organizado para contrarrestar al conciliábulo pisano. Aún estos le abandonaron y, aunque nombró otros cinco, también éstos acabaron sometiéndose a Martín V, elegido en Constanza. Tanto pesaban las prebendas que los purpurados arriesgaban comprometiéndose en una causa que juzgaban ya perdida. Había que salvar los trastos en las nuevas circunstancias… y lo hicieron. ¡Semper idem!
Benedicto XIII se había quedado pues sin cardenales. Por tanto, no podía seguir encarnando el corporativismo eclesial. En la medida en que los cardenales fueron abandonando al papa Luna, se fue haciendo cada vez más dudosa su representación de la Iglesia de Roma. Y el cónclave que le eligió como pontífice se había reservado la determinación de la renuncia al papado, si los otros medios canónicos fallaban. Tal vez por ello, afirma el Dr. Arnau que el reconocimiento de Benedicto XIII como papa se le hacía más difícil a San Vicente, porque no sólo le veía como un papa sin cardenales, sino como un papa que se empeñaba en continuar siéndolo contra la legal voluntad de los cardenales que le urgían la renuncia. Así pues, el comportamiento de San Vicente Ferrer, al retirarle la obediencia al papa Luna, fue la aplicación práctica del principio corporativista desde el que había defendido a Clemente VII en su Tratado del cisma moderno: Así lo dicen los cardenales que son, en último término, quienes anuncian a la Iglesia quién es el verdadero papa.
Cuando el 5 de noviembre de 1414, el papa pisano Juan XXIII dio inicio al concilio de Constanza, el emperador Segismundo deseaba vivamente que San Vicente participara en él. La Universidad de París le escribió rogándole su presencia en la asamblea. También el rey de Aragón, Alfonso el Magnánimo, estaba dispuesto a financiarle el desplazamiento y la estancia. Sin embargo, el santo desoyó todas las invitaciones y se entregó totalmente a su predicación penitencial, que le llevaba de un lado a otro sin concederse apenas descanso. Lo cual no significa que San Vicente rechazara el concilio, ya que lo consideraba un instrumento adecuado para resolver la posible anomalía en la elección del papa. Si los cardenales aceptaban la asamblea conciliar para reunificar la Iglesia, San Vicente no hacía más que aceptar también lo que en su Tratado había admitido como posibilidad.
Como en Constanza primaba la consideración de la Iglesia como congregación de fieles y no desde la autoridad del papa, en ausencia del huido Juan XXIII, la constitución Haec sancta fundamentó la legitimidad del concilio en la potestad que éste recibía inmediatamente de Cristo. Como Cristo es la cabeza de la Iglesia, el concilio se declaraba divinamente legitimado en la eventualidad de que faltase la capitalidad del pontífice. De ahí el interés del emperador Segismundo en obtener la renuncia de los tres papas… Con Benedicto XIII resistiéndose a abdicar, la supuesta autoridad del concilio y el concepto de sede vacante quedaban peligrosamente mermados. Por ello, se emplearon infructuosamente todos los medios para doblegarlo.
Ciertamente San Vicente, al principio, tomó partido con los defensores de Clemente VII por aquella concepción de la Iglesia fundamentada en la unitaria y corporativa vinculación del papa con los cardenales. Los conciliaristas, en cambio, recurrieron al corporativismo de todo el cuerpo eclesial, presidido por Cristo cabeza, e identificaron la Iglesia con la congregación de los fieles. Mientras los primeros defendían la autoridad primacial del vicario de Cristo y cimientan la unidad visible de la Iglesia universal desde la Iglesia de Roma, que integra a las diversas Iglesias particulares, los conciliaristas afirmaron la dimensión espiritual de la Iglesia vivificada directamente por Cristo.
Así pues, los partidarios de Clemente VII desarrollaron una eclesiología de autoridad y derecho, que explicaba claramente la estructura externa y visible de la Iglesia. Por el contrario, los conciliaristas afirmaron tanto la experiencia de la gracia vivida en Cristo a través de la Iglesia como congregación de los fieles, que la redujeron a la intimidad individual de tal manera que pusieron en tela de juicio la estructura visible y jerárquica de la misma Iglesia.
Estas dos corrientes eclesiológicas han ido acompañándonos a lo largo de nuestra dilatada historia. La Reforma protestante acabó primero con la Iglesia visible para dejar una solamente espiritual. Luego, la Contrarreforma católica recalcó la dimensión visible de una institución que, fundada por Cristo es, a la vez, humana y divina. Siglos después, el Vaticano I declaró la infalibilidad pontificia cuando el papa define ex cathedra una doctrina sobre fe y costumbres. Más recientemente, el concilio Vaticano II presentará al pontífice como aquel obispo con potestad ordinaria -recibida directamente de Cristo, no por delegación de la Iglesia, de los fieles o del colegio episcopal-, suprema -no la hay superior-, plena -abarca todas las materias propias de su potestad-, inmediata -sobre cada fiel, cada Iglesia y cada pastor-, universal – sobre toda la Iglesia y sobre todos los asuntos posibles- y libre –puede ejercerla siempre con independencia de toda autoridad civil o eclesiástica-.
Según los cánones, esta autoridad cuasi omnímoda del pontífice, cuyo desarrollo es bien moderno, tiene, sin embargo, precisos límites para la validez y la licitud de sus decisiones. Con respecto de la validez, el papa no puede ir contra el derecho divino, natural y positivo. La potestad del papa es vicaria y nada puede contra lo establecido por Cristo. Tampoco tiene el pontífice potestad en materias seculares, salvo en lo que se refiere a su dimensión moral.
Respecto de la licitud, son requisitos de ejercicio de la potestad pontificia la prudencia -principal virtud del gobernante- y en concreto la prudencia pastoral; y el deber de obrar para la edificación de la Iglesia y de las almas.
Sin embargo, si en un momento crítico de la vida de la Iglesia fallan en el ejercicio de su ministerio quienes, desde la estructura jerárquica (papa y obispos), deben promover la fidelidad a la gracia que fluye de Cristo, ¿suscitará el Espíritu Santo en determinados miembros del cuerpo eclesial la conciencia correctora para subsanar tales deficiencias? Dadas las supremas prerrogativas pontificias, que no pueden ser fiscalizadas por nadie más que por el propio Jesucristo, la fe de la Iglesia sostiene que es Él mismo quien dirige la nave su santa Iglesia entre las tempestades del mundo y los consuelos de Dios… y a pesar de tantos pésimos timoneles. Bien lo sabía San Vicente Ferrer cuando, ante la grave crisis que atravesaba la Iglesia de su tiempo (y del nuestro), gritaba a los cuatro vientos: Timete Deum et date illi honorem (Temed a Dios y dadle gloria), porque ha llegado la hora de su juicio.
Custodio Ballester Bielsa, Pbro.
www.sacerdotesporlavida.info
Fueron tiempos convulsos y confusos. No había una eclesiología clara, que tuvo que esperar al concilio de Ferrara. Un concilio de extraordinaria ambición, pues se propuso nada menos que unir la Iglesia de Oriente y de Occidente. Un concilio renacentista avant la lettre, con lo que ello supuso para la influencia de la Iglesia en el desarrollo de la ciencia yb de las letras.
ResponderEliminarmoderador, ja ho saps? Els solsonins ja tenim bisbe. ens ve un valencianet...
EliminarSr. Valderas, no hará falta esperar siglos para hacer un estudio minucioso del CISMA ACTUAL.
EliminarUnos van por la verdad de la tradición y otros en sentido retrógrado, hacía Sodoma y las barbaridades
del tardo imperio romano.
Agradecería su Docta opinión, Gracias.
Me temo que este concilio fue muy ambicioso, pues si bien las herejías ortodoxas son pocas, son de calado, como el Filioque...
EliminarTotalmente de acuerdo con el docto Sr. Valderas Gallardo.
Eliminar"Sin embargo, si en un momento crítico de la vida de la Iglesia fallan en el ejercicio de su ministerio quienes, desde la estructura jerárquica (papa y obispos), deben promover la fidelidad a la gracia que fluye de Cristo, ¿suscitará el Espíritu Santo en determinados miembros del cuerpo eclesial la conciencia correctora para subsanar tales deficiencias? Dadas las supremas prerrogativas pontificias, que no pueden ser fiscalizadas por nadie más que por el propio Jesucristo, la fe de la Iglesia sostiene que es Él mismo quien dirige la nave su santa Iglesia entre las tempestades del mundo y los consuelos de Dios… y a pesar de tantos pésimos timoneles. Bien lo sabía San Vicente Ferrer cuando, ante la grave crisis que atravesaba la Iglesia de su tiempo (y del nuestro), gritaba a los cuatro vientos: Timete Deum et date illi honorem (Temed a Dios y dadle gloria), porque ha llegado la hora de su juicio."
ResponderEliminar.....
Excelente y providencial tratado del P. Custodio, que remite a tiempos pasados que son totalmente presentes y, como no, futuros por siempre. Traditionis custodes y Amoris laetitia, junto con la celebración de la Pachamama en los jardines vaticanos el 2019, han hecho rebosar la copa: no, el Papa no siempre tiene razón, se la ha de ganar.
La inevitable confusión en la figura del Pontífice se fundamenta en la múltiple condición de títulos jurídicos: Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, Cabeza visible de la Iglesia católica y Cabeza del Colegio Episcopal.
El dominico Melchor Cano ya solucionó esta cuestión con su proposición:
«El Papa que actúa políticamente, como político se le trata».
El Papa que no actúa como Papa sino como Príncipe, puede ser atacado con ejércitos, derrotado militarmente, tomado prisionero, encarcelado detrás de los barrotes, obligado al pago de su redención como cautivo con moneda de oro...
Corría el año 1556, dentro del contexto de la Grandes Guerras Italianas de 1494-1559 (con victoria final de los Habsburgo), que el Papa Paulo IV, de la familia napolitana de los Carafa, con la finalidad de obtener mayor libertad e independencia respecto de la Casa de Habsburgo, con enemistad manifiesta a Carlos I y luego a Felipe II, decide con osadía emprender la opción bélica, preparando la Liga del Papa con franceses y los de Ferrara, para expulsar a los españoles del Reino de Nápoles y de Italia en general, y elaboró el acta de acusación de excomunión y destronamiento de Carlos I y Felipe II en el Consistorio de julio de 1556...
Este bicho de Paulo IV se las traía... estableció buenas reformas eclesiales, practicó la corrupción y el nepotismo con barra libre, luchó contra la perversa herejía luterana con la Inquisición y la censura de los libros, inició una "limpieza" entre el cardenalato y obispado juicio va juicio viene, estableció el gueto judío con juicios a los apóstatas y puso señales distintivas (sombrero y mantón verde claro), y tuvo la muy mala idea de enfrentarse a los españoles, siendo derrotado, entre otras, en San Quintín. Los españoles entraron en Roma sin oposición, donde este escorpión de Paulo VI vio como el duque de Alba entraba y le recibió estando destrozado y rendido, suplicando la paz, que se le concedió a cambio de que Paulo IV se comprometiera a no fomentar ni hacer la guerra al monarca español y a no fortificar nuevas plazas de los Estados Pontificios. Luego, como buen escorpión resentido, tanto el retirado emperador Carlos V, como su hijo Felipe II, fueron objeto de sendos anatemas papales de excomunión. Bah, debieron de pensar...
En Solsona hay nuevo Obispo
EliminarY el anterior se va de rositas.
Me gustaría saber el regalito de bodas de la conferencia Episcopal.
Siguiendo este julio de 1556, al año siguiente se generó la última y Undécima Guerra Italiana (1557-1559), dentro del contexto de las guerras italianas (1494-1559), y que acabaron en la importante paz de Cateau-Cambrésis, paz que duró cien años y estableció el predominio español en el mundo. Esta última guerra fue promovida por un personajillo y maquiavélico Paulo IV del tres al cuarto, enviando a Francia contra España.
ResponderEliminarCarlos I de España convocó a los teólogos para recibir su asesoramiento sobre cómo tratar al Papa Paulo IV, que se había aliado con los enemigos de España: Francia (como siempre), la República de Siena y oh sorpresa, los Otomanos de mano de los galos. Para ello ordenó que se respondiera por parte de los consejeros teólogos el llamado «Memorial-Consulta» de 1556: la memoria de agravios de Paulo IV y la consulta sobre la licitud de una guerra defensiva contra el Papa y sus amiguitos.
A resaltar el Parecer (dictamen) del dominico Melchor Cano, quien entre otros puntos, dijo:
"Se distinguen dos personas en el Papa: una como Prelado de la Iglesia Universal y otra como Príncipe temporal de sus Estados Pontificios. En este caso el Papa ha actuado no como Príncipe espiritual de la Iglesia sino como Príncipe temporal, «lo cual muestra bien la Liga con el Rey de Francia y con los demás, los aparejos de guerra y gente que ha hecho, el tomar la tierra a los Coloneses y las otras cosas que se representan en el Memorial».
De este modo, esto es muy importante, el Rey Felipe II no se defiende del ni ataca al Papa, ni del Vicario de Cristo, sino que lucha contra un PRÍNCIPE DE ITALIA que como tal hace la guerra a España.
Por lo tanto, Melchor Cano asienta un principio:
"El Papa que actúa políticamente, como político se le trata."
El caso de Melchor Cano está a partir de la página 81:
5. PARECER SOBRE LA GUERRA CON EL PAPA PAULO IV
larramendi.es/esc_sal/i18n/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1021534
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De otro lado, la Escuela Teológica de Salamanca había declarado ya en el siglo XVII la licitud de la desobediencia contra el Emperador y el Papa si se daba unas condiciones: es lícita la desobediencia contra el Papa y el Emperador si violan una materia grave y causan perjuicio grave.
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Históricamente, el Papa Juan XXII fue acusado de herejía por sostener que las almas de los justos que partían no ven a Dios sino hasta después del Juicio Final, con lo que se comprometió gravemente su propia autoridad pontificia, ante lo cual se retractó. Lo cual prueba que un Papa sí puede cometer herejía y sí puede ser excomulgado y perder su munus y ministerium por ello.
Ya empiezan a haber estudios sobre los límites de la potestad pontificia, causado por el inicuo y nulo Traditionis custodes y sus perversas Responsa ad Dubia, donde nada menos que trata de prohibir, limitar y condicionar la misa del Canon Romano de hace más de 1600 años, la cual es conforme a la Sagrada Tradición litúrgica:
ResponderEliminar1. “De la crisis de fe a la descomposición de España”, del sacerdote Gabriel Calvo Zarraute:
La “rendición y adaptación” de la Iglesia a la sociología del mundo moderno se ha comprobado como un “rotundo fracaso sin paliativos... La Iglesia sólo podrá salvar la civilización si se convierte en una alternativa a la cosmovisión mundana, como lo fue en el Imperio romano, y eso implica la oposición y distanciamiento de los planteamientos de la cosmovisión moderna, no su copia”
"Conceder valor absoluto a las decisiones de los jerarcas de la Iglesia [Papa, obispo o abad] implica un grave error teológico, al divinizar voluntades humanas falibles, elevando cualquier decisión eclesiástica a la categoría ex cathedra, infalible, sustituyendo la verdad por la autoridad entendida en clave nominalista y fideísta (la razón es irrelevante en la religión), y reemplazando el Derecho por el positivismo jurídico."
Por el hecho de que un documento conste formalmente un título que diga "Encíclica", "Rescripto" o "Decreto", y consten las palabras "magisterio solemne, definitivo u ordinario y universal", no necesariamente lo son objetiva, material, real y verdaderamente, pues siempre han de ser juzgadas sobre si están ajustadas y conformes ante las 2 fuentes de la Revelación, las Sagradas Escrituras y Tradición.
infovaticana.com/2022/01/02/conceder-valor-absoluto-a-las-decisiones-de-los-jerarcas-de-la-iglesia-implica-un-grave-error-teologico
2. Infovaticana informa que Korazym ha traducido 4 artículos contra la inepta Traditionis custodes de Bergoglio. Están escritas en cachondeo, como el artículo "Traditionis custodes: la última actualización súper estúpida":
- A la pregunta planteada:
¿Se puede aparcar un coche en el aparcamiento parroquial que tenga una pegatina en el parachoques que diga "Me encanta la misa en latín"?
- La respuesta es: NEGATIVO.
- Nota explicativa. Tampoco se puede aparcar un vehículo de este tipo en ninguna calle en un radio de 15 km desde la parroquia (radio de 80 km para los maratonistas). Scooter, monopatín, etc. con energía solar son unas opciones de transporte (siempre que los misales de la Misa Latina estén ocultos a la vista durante el viaje y que el automóvil mencionado anteriormente con la referida calcomanía en el parachoques se deje dentro del garaje del propietario con la puerta del garaje cerrada y atornillada).
Fuente: korazym.org/69696/the-remnant-il-papa-intollerante-cancella-i-fedeli-cattolici-invece-si-meritano-la-loro-messa-e-anche-i-sacramenti-tradizionali-perche-non-ce-niente-di-male-in-essi-anzi/?fbclid=IwAR2SGOSVZxaqn2D1f10V5TNUPrKjvg2wWBoIvXNaBscNX6wv6NOYqqZMR94
3. Peter Kwasniewski, From Benedict’s Peace to Francis’s War [De la paz de Benedicto a la guerra de Francisco]. Catholics Respond to the Motu Proprio TRADITIONES CUSTODES on the Latin Mass:
"mientras que las enseñanzas magisteriales no presentaban grandes cambios en nuestra vida cristiana, las aceptábamos con mansedumbre. Pero desde que se nos exige en nuestra práctica litúrgica quemar hoy lo que habíamos adorado hasta ayer [Traditionis custodes], sin más autoridad que la voluntad absolutista del Papa [Bergoglio], esta cuestión ha adquirido una candente actualidad. Es algo de consecuencias muy prácticas porque no sabemos qué sanciones pueden recaer sobre quienes se resistan a someterse a la arbitrariedad y la contradicción, ni cuál sería su validez o legitimidad." (caminante-wanderer.blogspot.com/2021/12/resena-de-la-paz-de-benedicto-la-guerra.html)
4. Dr. Peter Kwasniewski, True Obedience in the Church: A Guide to Discernment in Challenging Times [La verdadera obediencia en la Iglesia: Una guía para el discernimiento en tiempos desafiantes]:
ResponderEliminar- ¿Es lícito alguna vez que los individuos sigan la ideología de la Ilustración y sean su propia autoridad?
- ¿Qué debe hacer cuando su superior le ordena hacer algo en contravención de la ley de Dios?
- ¿Por qué oponerse a la liturgia tradicional equivale a oponerse a la obra del Espíritu Santo y dañar el bien común de la Iglesia?
- ¿Se requiere que los católicos vivan en obediencia ciega, incluso en situaciones de anarquía o derrumbe, corrupción o apostasía?
- ¿Pueden los católicos que se esfuerzan por preservar las creencias y prácticas tradicionales ser denunciados creíblemente como revolucionarios desobedientes?
- ¿Por qué las leyes injustas son actos de violencia?
.....
Otra cuestión es que muchas correcciones fraternas a la herética aprobación de la comunión y absolución de los adúlteros impenitentes en Amoris laetitia, num. 305, notas 336 y 351, y el Rescripto ex audienta de 5 de junio del 2017 que lo eleva a falso Magisterio Auténtico [1], ha situado a Bergoglio fuera de la plena comunión con la Iglesia Católica, quedando así como heresiarca excomulgado latae sententiae non declarata, con sus potestades de orden y jurisdicción o bien en sede impedida absoluta, o bien en sede limitada a la existencia de justa causa (canos 1335 CDC).
Así, la secuencia jurídica de la excomunión papal, cualquiera, sería ésta: qué es fe divina, c. 750.1; herejía, c. 751; excomunión latae sententiae, c. 1364.1; culpa por conocer la ley; c. 1324.1, 2 y 3; no hay juicio de excomunión al Papa, pues él se autocondena, c. 1314 + c. 1404; contumacia y falta de enmienda, c. 1347; sanción sin exequias, c. 1184.1.1; sanción efectos, c. 1331.1; sanción expulsión estado clerical si contumacia prolongada o gravedad, c. 1364.2; deber de reparar, c. 1347.2.
A la herejía un Papa puede sumar el cisma. El cisma es el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos (c. 751). Pero en el caso del Papa, su cisma es el rechazo de la sujeción a Jesucristo, que es la Cabeza Mística del Cuerpo Místico de la Iglesia. Esto sucede cuando su pensamiento ya no es católico, debido a la cantidad o gravedad de sus errores fideísticos, morales, litúrgicos y eclesiológicos.
En el caso del Papa excomulgado latae sententiae non declarata, y para el supuesto de la conservación o no de la potestad eclesiástica del Papa (munus y ministerium, título y ejercicio) hay como mínimo 2 tesis y otras más:
1. La Sede Romana impedida absoluta (prorsus impedita) equivale a Sede Romana vacante. El c. 335 sobre sede impedida del Papa aún no ha sido desarrollada por ley, pero se aplica la Sede impedida episcopal (412-415 CDC) por incapacidad y por pena grave (muerte, demencia, destierra o cautividad prolongada, herejía, cisma y apostasía pontificia). El Papa carece de libertad, no tiene capacidad para entender y decidir (menor, demencia), o si la tiene, está coaccionado (cautiverio), o no puede comunicar su voluntad (destierro) o bien se ha apartado de la plena comunión (herejía, cisma, apostasía). La Congregación General de Cardenales, a través de su decano Giovanni Battista Re, ordena la fecha de inicio del Cónclave.
2. La Sede Romana impedida relativa (sede limitada) del c. 1335, implica que el Papa sólo ejerce válidamente sus potestades si tiene justa causa, debido a que está en excomunión latae sententiae en el modo de non declarata. Traditionis custodes y sus Responsa ad Dubia, por tanto, carecen de justa causa, además de violar la Sagrada Tradición litúrgica, por lo que es nula ex tunc, no existente para el derecho.
3. Otras tesis:
ResponderEliminarTESIS DE SCHNEIDER
El Papa sí es hereje pero no es Antipapa por razones prácticas y por costumbre de la Iglesia: "Es más seguro y conforme a una visión más sobrenatural de la Iglesia no deponer a un Papa herético."
infovaticana.com/2019/03/20/schneider-recuerda-que-un-sacerdote-obispo-o-papa-hereje-puede-administrar-validamente-los-sacramentos-y-ejercer-actos-de-jurisdiccion
TESIS DE MÜLLER
Un Papa que comete una herejía formal cesaría, por ese acto, de ser el Papa.
adelantelafe.com/cardenal-burke-papa-comete-una-herejia-formal-cesaria-ese-acto-papa
TESIS DE SILVEIRA
En el libro True or False Pope [Papa verdadero o falso] de Robert J. Sisco y John Salza, en los escritos del Abad Jean-Michel Gleize en [el periódico francés] Courrier de Rome y, sobre todo, en el estudio de Arnaldo Xavier da Silveira, "Ipotesi teologica di un Papa eretico" [Hipótesis teológica de un Papa herético].
El autor desarrolla la tesis de los decretistas medievales, de San Roberto Belarmino y de los teólogos modernos como Pietro Ballerini, según los cuales aunque hay una incompatibilidad básica entre sostener la herejía y sostener la autoridad papal, el Papa no pierde su oficio hasta que dicha herejía pasa a ser evidente para toda la Iglesia.
robertodemattei.it/es/2017/12/18/no-hay-todavia-un-cisma-formal-pero-hay-herejia-en-la-iglesia
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Todo el Magisterio pontificio y conciliar están subordinados, entre otros, a que nunca violen las dos fuentes de la Revelación, las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición. Son sus líneas rojas. Por eso todo Magisterio está sometido siempre a la revisión de plena conformidad con estas dos fuentes de la Revelación. La menor violación anula ex tunc el Magisterio, lo invalida, lo hace inexistente, y por ello, no se han de obedecer y se ha de resistir y oponer su aplicación. No porque aparezcan formalmente las palabras "magisterio solemne", "magisterio definitivo" o "magisterio ordinario y universal" lo son material y objetivamente, pues el formalismo es el grave error herético del nominalismo, subjetivismo y positivismo, que por el simple querer arbitrario y discrecional del Pontífice, podría convertir la falsedad en verdad como si fuera un dios dotado de la ciencia del Bien y del Mal.
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[1] Que Amoris laetitia es falso Magisterio Auténtico por violar material y objetivamente las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición está demostrado:
- 94 clérigos y académicos declaran que el Papa es heresiarca por Amoris laetitia:
infovaticana.com/2019/04/30/un-grupo-de-fieles-acusa-al-papa-de-herejia
- Carta de 45 profesores y sacerdotes sobre la Amoris Laetitia que reprueba 19 proposiciones:
infocatolica.com/?t=noticia&cod=27245:
Un nuevo libro, gratis, que habla de los orígenes de la actual eclesiocatástrofe bajo Bergoglio pero también por la Generación Concilio Vaticano II:
Eliminar--- Philip Trower, LA IGLESIA DOCTA Y LA REBELIÓN DE LOS ERUDITOS
infocatolica.com/blog/razones.php/2201031051-descarga-gratis-la-iglesia-do#more42154
El Capítulo I es una historia del origen de la herejía modernista a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
El Capítulo II analiza cinco factores intelectuales que contribuyeron a la creación del modernismo: el darwinismo, los estudios bíblicos modernos, el pragmatismo y el relativismo filosófico, la alta crítica en la historia y la religión comparada.
El Capítulo III explica cómo el modernismo sobrevivió “en la clandestinidad” a la ofensiva desplegada contra él por el Papa San Pío X a partir de 1907 y cómo el pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, la “religión del progreso” y el “culto a la libertad” contribuyeron a engendrar una nueva versión del modernismo (el neomodernismo), que se manifestó con mucha fuerza sobre todo a partir del Concilio Vaticano II.
El Capítulo IV analiza la influencia en el neomodernismo de los filósofos existencialistas (sobre todo Kierkegaard, Heidegger y Sartre) y de las principales corrientes de la psicología moderna (el conductismo y el psicoanálisis), y se detiene en la obra del teólogo Karl Rahner.
El Capítulo V analiza otros factores que inciden en el neomodernismo: la sociología, la antropología, el análisis lingüístico, las teorías sociales democráticas y socialistas y la teología protestante. Además analiza la ofensiva modernista contra la religión verdadera y la debilidad de la respuesta de los católicos ortodoxos, y exhorta a la oración y la esperanza para aguantar el diluvio de la herejía modernista sin perder el don de la fe sobrenatural.
En la Conclusión el autor sintetiza las características de la nueva religión neomodernista que se está formando y lanza una mirada esperanzada hacia el futuro.
Curioso pero las 101 herejías de Francisco todavía no han salido publicadas pero las del papa Benedicto aquí las tenemos: https://benedictoxviquienes.blogspot.com/2019/07/benedicto-xvi-peor-que-francisco-101.html
ResponderEliminarEste lugar no es en absoluto confiable, es posiblemente una página web anticatólica, falsos tradicionalistas, pues dice como herejía de Benedicto XVI:
EliminarLas sectas herejes existen como medios de salvación.
DI: 17 (Dominus Iesus)
Qué dice Dominus Iesus:
17. Existe, por lo tanto, una única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el Sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.58 Las Iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares.59 Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la Iglesia católica al rehusar la doctrina católica del Primado, que por voluntad de Dios posee y ejercita objetivamente sobre toda la Iglesia el Obispo de Roma.60
Por el contrario, las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico,61 no son Iglesia en sentido propio; sin embargo, los bautizados en estas Comunidades, por el Bautismo han sido incorporados a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia.62 En efecto, el Bautismo en sí tiende al completo desarrollo de la vida en Cristo mediante la íntegra profesión de fe, la Eucaristía y la plena comunión en la Iglesia.63
« Por lo tanto, los fieles no pueden imaginarse la Iglesia de Cristo como la suma —diferenciada y de alguna manera unitaria al mismo tiempo— de las Iglesias y Comunidades eclesiales; ni tienen la facultad de pensar que la Iglesia de Cristo hoy no existe en ningún lugar y que, por lo tanto, deba ser objeto de búsqueda por parte de todas las Iglesias y Comunidades ».64 En efecto, « los elementos de esta Iglesia ya dada existen juntos y en plenitud en la Iglesia católica, y sin esta plenitud en las otras Comunidades ».65 « Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y Comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia ».66
La falta de unidad entre los cristianos es ciertamente una herida para la Iglesia; no en el sentido de quedar privada de su unidad, sino « en cuanto obstáculo para la realización plena de su universalidad en la historia ».67
(58) Cf. Congr. para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium ecclesiae, n. 1: AAS 65 (1973) 396-408.
(59) Cf. Conc. Ecum. Vat.II, Decr. Unitatis redintegratio, 14 y 15; Congr. para Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 17 AAS 85 (1993) 838-850.
(60) Cf. Conc. Ecum Vat. I, Const. Pastor aeternus: DS 3053-3064; Conc. Ecum. Vat. II, Const dogm. Lumen gentium, 22.
(61) Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr.Unitatis redintegratio, 22.
(62) Cf. ibíd., 3.
(63) Cf. ibíd., 22.
(64) Congr. para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium ecclesiae, 1.
(65) Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 14.
(66) Conc. Ecum. Vat. II, Decr.Unitatis redintegratio, 3.
(67) Congr. para la Doctrina de la Fe, Carta Communionis notio, 17.Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, n. 4.
Es una colección de sandeces... sólo sirve para desprestigiar a Benedicto XVI, cuando sólo hay que mirar el desastre de Bergoglio...
El cisma de Occidente era de IURE, el de ahora es de FACTO.
ResponderEliminarEn el antiguo cisma, había gente muy valiente, ahora solo hay la.....os que le dicen al que llamamos Papa, si bwana a todo, para vivir como reyes sin pegar golpe.
Tienen miedo a perder clientela para pagar sus vicios y son capaces de adorar al diablo en lugar de a Dios.
Este sínodo es Diabólico se mire por donde se mire.
Al loro.