Evidentemente ha sido el jefe del estado Vaticano quien ha impuesto el pasaporte Covid para entrar en el territorio de ese Estado, y no el representante máximo de la Iglesia Católica en el mundo, quien ha tomado esa medida: tan controvertida en la mayoría de los demás Estados del mundo, y tan decididamente rechazada en otros. Obviamente son los Estados más inclinados a tratar estos temas sanitarios como cuestiones indiscutibles de orden público (prácticamente como dogmas, en la más rigurosa línea de pensamiento único), los que están pugnando por imponer el pasaporte Covid. En algunos asistimos a una enorme resistencia de la población. Nuestros vecinos de allende los Pirineos, p. ej., han forzado al Estado a recular.
Obviamente el debate que se plantea respecto a la conveniencia o inconveniencia de poner coto a derechos tan universales como el de “libre circulación” (es el caso de todo el espacio Schengen en la Unión Europea), no es de carácter estrictamente sanitario, sino que hunde sus raíces en el concepto fundacional de los derechos fundamentales, de raíz individual todos ellos (Título I de la Constitución), frente al poder del Estado: o sea, frente a la opresión y represión del individuo en nombre de la colectividad.
De hecho, ése es el núcleo del debate: el derecho de cada uno a proteger su salud como mejor le parezca: de ahí el derecho sagrado al consentimiento informado para cualquier tratamiento médico. Y justamente ahí está la tremenda presión que ejerce el estamento sanitario por imponer sus criterios “técnicos” y objetivos sobre los criterios subjetivos y carentes de razonamiento técnico del usuario. Un problema inimaginable en los países en que el Estado es omnipotente.
Y obviamente, el primer paso que tuvieron que dar las autoridades sanitarias del mundo, fue declarar la “pandemia”, es decir la “enfermedad colectiva”, despojando así a cada individuo del derecho de proteger su salud como mejor creyese. Una expropiación en toda regla del derecho de cada uno a su salud, en aras de la salud colectiva, a la que se entroniza mediante la proclamación del dogma de la pandemia. Ante eso ya no importa si uno es alérgico a tal o cual medicamento, si tiene patologías incompatibles con las medidas terapéuticas generales que se imponen, si uno está en mayor riesgo que los demás. La salud de la colectividad pasa por encima de la salud individual, que ha de ser sacrificada en el altar del bien común. Es uno de los principios fundamentales del Nuevo Orden Mundial. Y ha sido tan fácil imponerlo en este ámbito, como cambiando el valor de las palabras y el de los números.
Es el debate eterno entre la preferencia de los derechos individuales o los colectivos. La izquierda tiende mucho más a valorar los derechos colectivos y a reforzar la autoridad del Estado a costa de los derechos individuales. Y a aumentar más y más los impuestos, quitándole al individuo para dárselo a la colectividad. Los nacionalistas, otro tanto: los derechos de “la nación” (la lengua de la nación tiene derecho a privar a cada ciudadano de su propia lengua) pasan muy por encima de los derechos de cada ciudadano. Y por supuesto, a ellos les viene genial ese ensayo de totalitarismo sanitario. Ése es, en efecto, el gran debate, que ha invadido el terreno de la salud. Y mediante la declaración de la “pandemia” (enfermedad de la colectividad) se han anulado los derechos del individuo, al que se ha sometido a toda clase de obligaciones y privaciones. Por el bien del pueblo (el pueblo, ante todo y sobre todo: es bueno que uno, o muchos mueran por el pueblo) e incluso por el bien de toda la humanidad, claro está.
Es obvio que el jefe del Estado Vaticano ha encargado a los especialistas de la salud un estudio exhaustivo de las implicaciones que lleva en el aspecto sanitario, la imposición de las medidas que se requieren para poder circular libremente por el territorio de ese Estado. Y que habrá sopesado con sagacidad los pros y los contras (a no ser que se haya dejado engañar y le hayan dicho que no hay ni opiniones adversas, ni dudas, ni titubeos ni posibles excepciones; y que por consiguiente no es necesario llevar más allá las consultas). Totalmente obvio. Y es obvio asimismo que habrá evacuado consultas de alto nivel con juristas solventes sobre derechos individuales que afectan tanto a los “ciudadanos” de su Estado, como a los extranjeros. Si lo ha hecho así, ¿quién dudará de que ha cumplido exquisitamente sus deberes de jefe del Estado Vaticano, y que todas las limitaciones de la libertad individual que ha impuesto se justifican en el superior bien común?
Pero claro, la autoridad moral del Papa de Roma, de Su Santidad, que además es el jefe del Estado Vaticano, tiene un gran peso en la Iglesia. De ahí que haya cundido su buen ejemplo, y el nuevo rector del seminario de Barcelona, alentado por la autoridad moral del papa, haya impuesto también el pasaporte covid en su institución, para evitar que se pueda extender la pandemia si conviven jóvenes no vacunados. Y es de suponer también que regentando un centro de formación de futuros sacerdotes, no les habrá impuesto sin más esa medida, sino que aprovechando la oportunidad formativa, habrá invitado a los mejores especialistas de distintas opiniones y tendencias, para que les expliquen a los seminaristas y futuros sacerdotes la necesidad y la justicia de esa medida. No es legítimo dudar de todo esto.
Por eso se hace patente la rectitud de la medida tomada por el señor rector del seminario con la expulsión de un seminarista que se ha negado a vacunarse. Medida totalmente justa desde que el rector, siguiendo el ejemplo del papa, decidió imponer también en el seminario, el pasaporte covid. Informa posteriormente Infovaticana que el ejemplo en unos, y quizá el pánico en otros, ha cundido, y que son todos los seminaristas los que han abandonado el seminario. Voluntariamente, claro está.
Quizás el rector, con muy buen criterio, viendo los desmanes que se han cometido en la liturgia, en la que se ha impuesto la indisciplina como norma (y ya de paso en muchas más cosas), haya decidido que para un seminarista y futuro sacerdote, la disciplina es un valor superior al que se debe supeditar todo lo demás: valor muy superior a la capacidad crítica, al discernimiento y al criterio propio. En cualquier caso, parece que no lo han encajado bien los seminaristas y se ha abierto en el seminario un debate que a juzgar por las actuaciones de las autoridades (en este caso, eclesiásticas) estaba totalmente cerrado. Debate y estampida.
Hemos de confiar de todos modos en que no seguirá cundiendo el ejemplo en la Iglesia, tan audaz en algunas cosas, de manera que vayan surgiendo por ahí obispos que a imagen y semejanza del Vaticano y del seminario de Barcelona, impongan el pasaporte covid en sus respectivos seminarios y curias y en todos los templos de su diócesis. Algunos fieles, los más dados a preguntarse y a preguntar, no lo entenderían. Por eso es una excelente noticia que en un centro de formación de sacerdotes (¡y obispos!) se haya abierto el debate. Aunque su formato parece totalmente descarnado. Mejor el debate que la estampida.
Virtelius Temerarius
Alguién en su justo juicio se puede creer que el Rector actual del Seminario de Barcelona ha tomado esta decisión de imponer la vacunación a todos los seminaristas, sin el visto bueno de Mons. Juan José Omella.
ResponderEliminarYa veremos sinó se impondra desde la CEE a todos los Seminarios, no sea que los tres que de momento dejan el Seminario se vayan a otro Seminario de España.
Como vamos sobrados de vocaciones sacerdotales, ahora otro requisito,…
No hay ninguna justificación económica, ni académica ni espiritual para que el seminario de Barcelona siga abierto.
EliminarLo mejor es cerrarlo.
La X de Hacienda esta descatolizando Cataluña.
Pues si no quieren vacunarse, no pueden ni deben ser sacerdotes.
ResponderEliminarAnónimo 0:36 ¿Estas son las nuevas normas de la nueva iglesia pachamámica?
EliminarPara ser sacerdote hay requisitos más importantes que la vacunación
Eliminar¿Y si hay una causa médica de alergias?
EliminarOtra cosa seria que fuera por ser militante anti-vacunas.
No pueden ni deben ser sacerdotes los que aceptan vacunarse con unas sustancias elaboradas con líneas celulares de abortos provocados, según datos de la OMS y de las propias farmacéuticas.
EliminarSinceramente, me asusta tanto vuestro fanatismo como vuestra ignorancia. Comparto totalmente la opinión de Anónimo 0:36.
EliminarEvidentemente, habrá casos muy excepcionales que puedan desaconsejar la vacunación, pero serán los menos.
Me reitero: con fanáticos conspiranoicos como vosotros, no extraña en absoluto que cada vez menos gente quiera formar parte de la Iglesia católica. Algún día deberéis dar cuenta de vuestros actos. Hacéoslo mirar bien.
Acaso el Señor hacía distinciones entre vacunados y no vacunados? O todos somos pecadores necesitados de gracia y perdón?
EliminarYo soy sacerdote y no estoy vacunado.Me imagino que estoy en peligro de "reducción al estado laical"
ResponderEliminarDios te oiga.
EliminarLa persecución es camino a la santidad.
EliminarYo tampoco estoy vacunado, mossèn.
Valiente sacerdote q no hace caso a cantos de sirena q no son más q el Prometeo del Totalitarismo. Vacunas experimentales Noooo
EliminarContagia tanto un vacunado como uno no vacunado, por tanto es una soberana estupidez decir que hay que vacunarse por solidaridad o bien común.
ResponderEliminarEl virus no ha sido aislado aún en ningún laboratorio del mundo. La enfermedad del covid-19, por tanto, no viene de un agente biológico, sino de otras causas (¿posible envenenamiento por óxido de grafeno?), que el "establishment" médico se niega a investigar a fondo, pues quizás saldrían a la luz todas sus negligencias y muchos médicos irían a la cárcel por iatrogenia médica. Mucho dinero han tenido que pagar las farmacéuticas para acallar conciencias médicas y que nadie diga nada.
Lo que hay también de fondo es la histeria colectiva de muchas personas, seres mediocres a los que el covid les ha dado cierto "protagonismo" como policías de balcón o delatores del vecino que no usa mascarilla. Amargados y miserables, que sin esta "plandemia", no pintarían nada.
No se trata de una cuestión sanitaria, sino de obediencia pura y dura. Obviamente, en un Seminario, se cultiva la obediencia a las jerarquías, y qué mejor instrumento que la vacuna de marras para propiciarla.
Por otro lado, ya hay varios científicos que han avisado a la OMS, que es una irresponsabilidad grave, vacunar a jóvenes y asintomáticos, porque se producen numerosos efectos adversos, como miocarditis, ictus, trombos, etc. De hecho, en la población general, es alarmante el número de personas jóvenes y sin enfermedades, que han fallecido repentinamente este año. Cuando preguntas un poco, la mayoría eran vacunados.
Mi enhorabuena a estos jóvenes que se han ido para no obedecer una norma tan absurda como ésta. Mucho ánimo, y rezaré por ellos, porque lo necesitan. Por otra parte, siento mucha pena por el Seminario de Barcelona, ahora que estaba remontando un poco, sólo faltaba esto.
Felicito también a Germinans por hablar del Nuevo Orden Mundial, que es la madre del cordero de esta dictadura sanitaria, pues la Iglesia no suele comentar mucho sobre ello, y debería hacerlo.
Eso que no se vacunen como algunos sacerdotes Germinantes....
ResponderEliminarYa ves... Si es que dan vergüenza ajena.
EliminarUn saludo.
hoy hay una noticia en Infovaticana: "El 21 de diciembre de 2020, el Vaticano, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitió una nota, aprobada por el Papa Francisco, en la que se aclaraba el debate sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra el coronavirus, ya que una de ellas se había elaborado utilizando líneas celulares que provenían de tejidos obtenidos de dos abortos.
ResponderEliminarAl margen de la posición del Vaticano sobre el debate en cuestión, que aclaró que era moralmente aceptable, ante la coyuntura actual, y ante la remota responsabilidad moral, el servirse de la citada vacuna, hoy queremos traer otra reflexión de la citada nota.
En su punto 5, el escrito afirmaba que la vacunación debe ser “voluntaria”, matizando que la persecución del bien común la podían hacer “recomendable”.
Es decir, de la nota vaticana se desprende que no hay imperatividad sin excepciones ni especialidades algunas.
...
Es un derecho humano fundamental la objeción de conciencia, aquí enfocada contra las vacunas de emergencia procedentes de células obtenidas de abortos humanos, porque la objeción de conciencia es un derecho fundamental que está reconocido en las normas supremas del ordenamiento jurídico español, europeo y mundial:
1. el artículo 30.2 de la Constitución española
2. el artículo 18 de la Declaración Universal de los derechos humanos
3. el artículo 18 del Pacto Internacional de los derechos civiles y políticos
4. el artículo 9 del convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales
5. el artículo 10 de la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea
...
Este derecho fundamental, el de objeción de conciencia, pero también el de la vida, integridad física y salud personales, así como pensamiento y religión individual y otros más, son superiores a cualquier norma dictada que los conculque, viole y vulnere, y eso va dirigido tanto al Vaticano como al arzobispado de Barcelona.
Otra cosa es que la reacción de un particular ante estos actos despóticos sea o bien nula o bien tenga que recurrir a un tribunal, pero lo esencial es que es una decisión vaticana o arzobispal que viola una materia grave como son los derechos humanos fundamentales, y causa un perjuicio grave sobre otros derechos humanos fundamentales, cómo puede ser la vida, la integridad física y la salud, la libertad de conciencia, pensamiento y religión, la libre circulación y libre residencia, el derecho al trabajo y la prohibición del uso de la represalia y de la coacción en el ejercicio de los derechos humanos.
XD XD XD Infovaticana... Menuda fuente de información sería, objetiva y formal.... XD
EliminarTendrían que ser los primeros en confiar en la Divina Providencia,jeje y ellos mismos se retratan en que no se fían.
ResponderEliminarDios mío, que gañanes descreídos!
Simplemente algún lameculos quiere medrar.
ResponderEliminarNo por su trabajo o inteligencia, sino diciendo:
"Sí, Bwana".
Bueno es saberlo.
El cardenal Burke, que no es "negacionista" (como dijo con desprecio el papa Francisco en el vuelo de regreso de Eslovaquia), sino que no se ha vacunado por rechazar los sueros llamados ‘vacunas’ debido a su elaboración con líneas celulares de abortos provocados, se contagió hace un mes con la COVID-19, estuvo hospitalizado y ya tiene el alta y está en su casa. El cardenal Urosa, vacunado, se contagió aproximadamente por las mismas fechas y ha fallecido (q.e.p.d).
ResponderEliminarLa justificación moral que se está haciendo desde el ámbito católico hace mucho daño, contribuye al debilitamiento moral de la sociedad. Los documentos emitidos no son decisiones infalibles del Magisterio, y los argumentos que justifican como moralmente lícito beneficiarse de vacunas contaminadas por el aborto, porque “la cooperación con el mal es remota”, o porque existe “independencia” entre quienes lo realizaron, los investigadores y los consumidores (los usuarios de las vacunas), no contemplan toda la amplitud y gravedad del mal. El mal de usar líneas celulares fetales de abortos provocados (los espontáneos no sirven pues el feto debe estar sano), involucra además del homicidio original, los métodos bárbaros y crueles que se utilizan en el aborto, la comercialización del cuerpo del niño, así como la negativa a enterrar sus restos profanados. Estos males se perpetúan por la aceptación de tales vacunas.
¿Cómo se puede decir que se está en contra del aborto cuando se aceptan vacunas contaminadas por él, cuando el homicidio de un niño está al comienzo de estas vacunas? Si no se hubiera matado a un niño, estas vacunas no se habrían producido, y aceptar su utilidad estimula a que esa vía continúe, es un poderoso respaldo a mantenerla y no se buscan alternativas.
Aunque las vacunas emplean líneas celulares fetales de abortos de hace años (pero que se desarrollan indefinidamente), su utilización hoy en día implica la comercialización en curso del cuerpo del niño y la promoción de una mayor experimentación y empleo de nuevo tejido fetal abortado en el futuro.
Como ha señalado el obispo Atanasio Schneider, tenemos que seguir la verdad. Dice, “es una señal de los últimos tiempos que incluso los buenos católicos estén confundidos sobre este importante asunto. Podemos pensar en las palabras de Nuestro Señor cuando dijo que incluso los elegidos serán engañados (cf. Mt 24, 24). Después de algún tiempo Dios mostrará algunas consecuencias a estas personas que incluso en la Iglesia están defendiendo la licitud del uso de vacunas contaminadas por el aborto. Sus ojos serán abiertos porque la verdad es muy poderosa. Debemos vivir por la verdad y para la eternidad”.
Viendo ésta noticia, es inevitable preguntarse: "¿Qué haría Jesús? "
ResponderEliminarSe dice por ahí, que Jesús abrazaba a pecadores, leprosos, endemoniados...
Jesus, se vacunaria, como ejemplo solidario con toda la sociedad, para protegerse El y proteger a los demas,en una pandemia como esta.
EliminarY a los sacerdotes y seminaristas que dicen que quieren servir a los demas, pero que no se vacunan, les tiraria de las orejas!
Viva el Seminario Online. Desde casa se puede y se debe estudiar teología académica. Y hay más, un seminario puede prescindir de ir a la Facultad de la capital estudiando desde el mismo Seminario por Internet.
ResponderEliminarSobre la expulsión de los seminaristas de Barcelona por no querer vacunarse, cabe recordar que, si las autoridades civiles no tienen derecho a imponer un tratamiento médico o limitar la libertad de quienes lo rechazan, como ya se ha dicho, menos aún lo tienen las autoridades eclesiásticas, cuyo ámbito de competencia es muy diferente.
ResponderEliminarPero con todo, lo más importante es que si un obispo o superior religioso rechaza una vocación por falta de vacunación, impide el cumplimiento de la voluntad de Dios y deberá responder ante Él.
A falta de datos actualizados a día de hoy.
ResponderEliminarHan fallecido por COVID-19: 10 sacerdotes diocesanos en Cataluña, 23 sacerdotes religiosos.
Sin contar los que han estado ingresados muy graves y algunos con secuelas en la UVI de Valle d´Hebron, Clínic, Bellvitge, Can Ruti.
Por favor un poco de “sentido común”.
No se trata de vacunas si o no, sino de proteger nuestra salud, tanto del clero como de los fieles laicos.
Afortunadamente en Cataluña tenemos buenos médicos virólogos.
Tot el que sigui anar contra el bisbat va be. Em recordeu amb els vostres comentaris vacuus el joven rebel dels anys 60.
ResponderEliminarPero la majoria de comeentaristes fa any tenen els cabells blancs.