La mafia rosa de Juanjo Omella

Bar "La Bellota" de Calanda

Querido Juanjo, aquí en el pueblo, la verdad es que observamos de lejos tus pastorales andanzas. Sin embargo, a pesar de la distancia, nos acaban llegando los fúlgidos resplandores de tu inspirada actividad. Ya sabes que son unos cuantos los calandinos que emigraron a Barcelona y que vienen al terruño todos los veranos. Ellos, pendientes de todo lo que haces y dices, nos cuentan tantas cosas… La semana pasada, tomándonos unas tapas en La Bellota y bebiendo unas cañas fresquitas, vino a caer la tertulia sobre tus nombramientos parroquiales para el curso que viene. No te apures, Juan José, digan lo que digan los lenguaraces, todos tus nombramientos destilan buen juicio con un excelente aliño de terquedad aragonesa.

Te puedes imaginar, amigo Juanjo, que esos calandinos emigrados no hablan de propio –todos te admiran-, sino espoleados por la clerigalla descontenta que no confía en esa misericordia tuya tan pregonada, pero que te dejan practicar muy poco...  Bien sabemos tus paisanos que no es cosa de mala voluntad que tu misericordia y tus favores estén desigualmente repartidos. Los cardenales no os equivocáis nunca y todo lo hacéis bien. Por eso estáis donde estáis: en lo más alto, en el nido de las águilas. Según dicen los murmuradores, codeándoos con los jefazos del Nuevo Orden Mundial. Lo que ocurre es que desde aquí abajo es imposible ver las cosas como las veis vosotros desde ahí arriba. 

Y esos murmuradores, que andan siempre buscándole tres pies al gato, se maravillan de que, a pesar de que hacéis mangas y capirotes para caerles bien a los nuevos amos del mundo, ninguno de vosotros fue invitado al Foro de Davos, lo cual no deja de ser harto extraño… Y mucho más extraño desde que el papa Francisco decidió ponerse al frente del gran invento del nuevo Capitalismo Inclusivo, ofreciendo nada menos que al Vaticano como Estado anfitrión del “concilio” para llevar a cabo esa gran reforma mundial, de la mano de Rockefeller & Cia. Tal vez piensen que incluso, a pesar de eso, habéis dejado de ser un actor influyente a escala internacional. Hay quien afirma -algún fascista casposo sin duda- que habéis renunciado a vuestro liderazgo moral y espiritual y que ahora no sois más que un espectro que gesticula ridículamente en su silencio. Afirman esos bribones que tú y tus eminentes colegas ni siquiera llegáis al nivel de una fantasmal sicofonía. En fin, ¡cuánta maldad, Juan José! Y encima, los muy tunantes, juran y perjuran que todo eso lo dicen por amor a la Iglesia.

El caso, Juanjo, es que nos cuentan esos calandinos, barceloneses de adopción, que te has cubierto de gloria con los últimos nombramientos... Vaya, dicen que has favorecido descaradamente al lobby gay, a la mafia rosa clerical, casi al mismo nivel que tu colega el cardenal Theodore Edgar McCarrick en Washington DC, al que emulas con todas tus fuerzas, siendo que él fue el consejero preferido del Papa Francisco y su mano derecha. 

¡Ay, la maledicencia! ¿Sabes, Juan José?, junto con la envidia cochina, es un vicio muy arraigado en nuestra maltrecha piel de toro, por lo cual no debes inquietarte ni mucho ni poco… Tus innatas cualidades y tu clarividente discernimiento son la máxima garantía de tus sabias decisiones, inspiradas siempre por tus más íntimos colaboradores. Y como la única manera de estar prevenido es saber lo que piensan y lo que dicen de ti los que están sometidos a tu autoridad, permíteme contarte sucintamente, amigo Juanjo, lo que sale de las sucias bocas de tus detractores, que Dios confunda.

Mn. Saturnino Rodríguez

Dicen los deslenguados que has defenestrado al incombustible Josep Serra para colocar a Saturnino Rodríguez, alias Nino, como director de la Residencia Sacerdotal de San José Oriol, contigua al ruinoso y destechado edificio del Convictorio. Lo has hecho –murmuran los resentidos-  con vistas al pelotazo inmobiliario que se le ha atragantado al decrépito reverendo Matabosch.  La insaciable Ada Colau no se contenta con expropiar para su carril bici a las monjitas de San José de la Montaña, también codicia con fruición la ahora arruinada finca del Convictorio sacerdotal que, si nadie lo evita, va ser objeto de expoliación municipal. Ahí entra la turgente figura del padre Nino que, dada su especial condición, goza de la confianza del Consistorio y de múltiples contactos en las altas instancias políticas. Él hará posible lo que el inepto Matabosch estropeó con sus prisas y con su estilo tan poco fino. Eso es lo que dicen… Pero sea la que sea la interpretación de ese nombramiento, los que te queremos y te respetamos proclamamos que has hecho una auténtica genialidad. Has estado cumbre.

Llama la atención de los rigoristas –siempre preocupados por la letra de la ley- la considerable cantidad de capullitos de alelí que tienes colocados tan ricamente en la curia y que acumulan magníficos cargos. Y eso que estás perfectamente informado de sus andanzas. No eres tan tonto, Juan José… Sin embargo, dicen que los apoyas y ensalzas en espléndidas y céntricas parroquias. En ellas conviven con sujetos de dudosa reputación, algunos hasta  a sueldo. Afirman tus calumniadores que, mientras estos tipos que están bajo tu amorosa vigilancia y autoridad no salgan del armario en TV3 y no metan la pata con menores, te importa bien poco la moralidad de su vida privada. Como tu gran amigo, tú no eres quién para juzgarlos. Sabes perfectamente que la justicia civil y la eclesiástica actúan de manera idéntica: lo importante no es el delito, sino quién lo comete. Y por lo demás, alineado con la novísima Iglesia que está por nacer en Alemania (la liquidación furibunda de la Summorum Pontíficum y de la misa en latín de Benedicto XVI para mostrarles su adhesión a los alemanes, es un signo inequívoco que apunta a ese objetivo), vas tomando posiciones en “la buena dirección”. Eres un lince, Tú sabes perfectamente que es voluntad de Francisco, manifestada con muchos gestos, que sean los alemanes quienes ganen el pulso.

Así pues, Juan José, esos pelotillas y paniaguados rosa que, según tus difamadores, promocionas con ahínco, gozan de tu confianza y aprobación consciente y responsable. Por eso, olvida las malas lenguas. ¿Quiénes son esos infames hombrecillos chismosos para juzgarte a ti ni a nadie? Esos bobos enemigos tuyos aún no se han dado cuenta de que el poder, no sólo en el mundo, sino también en la Iglesia, es multicolor con gran predominio del rosa. Tú sí lo sabes. Por eso, igual que el papa Francisco prestó toda su confianza al cardenal McCarrick, a pesar de conocer sus andanzas al dedillo, porque él representaba la nueva línea de poder en el mundo, tú has puesto toda tu confianza en tus leguleyos (a alguno de los cuales lo quisiste premiar con la mitra y el báculo), que tienen la gran virtud de manejar a la perfección los resortes del nuevo poder tanto civil como eclesiástico. Si tú eres el nuevo McCarrick del papa, Juanjo, el gran jefe de la curia arzobispal es tu McCarrick (tampoco tienes por qué ser menos).

¡Ay, Juan José!, aseguran los criticones que tus ansias reformadoras y moralizantes son un calco fidelísimo de las del papa Francisco. Pero no lo dicen por elogiarte, porque añaden que la archidiócesis funciona como una auténtica máquina tragaperras, como agujero negro que absorbe en euros todas sus energías. Ahí está, por ejemplo, el culebrón de los pobres hermanos camilos del barrio del Guinardó, que parece la historia interminable… A cuenta de un presunto fraude que resultó al final infundado, pero muy beneficioso, el obispado se apropió de todas las cuentas corrientes –algunas bien abultadas, dicen los envidiosos- y se hizo cargo de sus valiosísimas propiedades inmobiliarias. No contentos con tener confinados a los dos últimos hermanos en su residencia, los han dejado sin sacramentos, pues están impidiendo a los capellanes acudir a celebrarles la misa. Por ahí corre el rumor –infundado por supuesto- de que los castigáis porque se van de la lengua con las visitas y os comprometen… Estoy seguro, Juan José de que, guiado por tu gran corazón, pondrás fin a tanto desmán. Eso sí, sin renunciar a tu gran objetivo de ir a visitar al papa siempre con los bolsillos repletos, como lo hacía tu idolatrado McCarrick. Con la reducción de parroquias y con la expropiación de las órdenes religiosas, Barcelona se ha convertido en un Potosí inmobiliario, con el que dejarás chiquito al mismísimo McCarrick. Y eso, el papa lo sabe. Por eso tiene puestas en ti tan grandes esperanzas.

La verdad, apreciado amigo, es que no tienes nada que envidiar al cardenal McCarrick. Es ese americano tontorrón e infatuado el que tendría que aprender de ti, querido Juanjo. El viejo pervertido pecó de exceso de confianza, subestimó a sus enemigos y no conocía el terreno que pisaba, a pesar de sus continuos viajes a Roma con las alforjas llenas, y de la máxima confianza que había puesto en él el papa Francisco. Tú no eres como él, Juan José. Tienes el cuerpo lleno de cicatrices y empapado en sangre propia… y ajena. Eres un viejo lobo, solitario a veces, pero siempre con el olfato despierto para atisbar los peligros externos e internos y, sobre todo, para afrontarlos con férrea voluntad. Es muy difícil ya que te apuñalen por la espalda, pues sabes perfectamente a quién favorecer y a quién despreciar, sabes a quién adular y a quién zaherir. ¡Vaya si lo sabes!

Los pink Panzers (Blindados gay) –expresión acuñada para McCarrick y todos aquellos obispos que él personalmente promocionó- avanzan ahora en la dirección del viento que tú les soplas, Juan José, siempre tan favorable para ellos. Sigue así y no equivocarás el objetivo… El mundo ya te ama como cosa suya: te has mimetizado con él, hablas su mismo lenguaje y respondes a sus mismos intereses. Otra cosa es que tú, apreciadísimo amigo, no durarás siempre y esos Panzers que ahora manejas con tanta destreza como el mestre titelles sus muñecos, y que proclaman a voz en grito que eres el gran McCarrick español, tal vez un día te acabarán aplastando como le aplastaron a él.

El Cojo de Calanda