El consultorio del Dr. Mateo (IX)

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  ¿Anulación de matrimonio?


Me gustaría saber qué fundamento teológico tienen las anulaciones de matrimonios que realiza la Iglesia en algunos casos y que hacen que sea una sentencia infalible de fe. También me gustaría saber por qué no se hacen en otros casos. 

No es correcto hablar de «anular matrimonios». Los tribunales eclesiásticos no anulan matrimonios. Lo único que pueden hacer es declarar su nulidad. Parece un juego de palabras, pero las diferencias son enormes. Declarar nulo un matrimonio es declarar que nunca ha existido por unas causas determinadas. Fundamentalmente esta nulidad se debe por no aceptar las condiciones que exige la fe cristiana para que se dé un matrimonio: unidad, indisolubilidad y apertura a la procreación y a la vida. 

Pondré algún ejemplo para que pueda usted entenderlo y explicarlo a otras personas pues el malentendido que usted pone en evidencia es muy común. Imagine que una persona está casada y, falsificando papeles, logra «contraer» un nuevo matrimonio con otro cónyuge. Este matrimonio sería inválido pues hay un vínculo actual que lo impide. Imagine una persona que quiere contraer matrimonio canónico (sacramento) pero en su interior no acepta firmemente que es algo para siempre, sino que piensa que es «mientras dure». También este matrimonio sería nulo o inválido. Imaginemos finalmente que una pareja se casa por la Iglesia, pero se han puesto de acuerdo en no tener nunca un hijo. Al excluir una propiedad fundamental del matrimonio, tampoco en este caso sería válido. Podríamos añadir otras causas como falta de conocimiento y de capacidad suficientes para darse cuenta del compromiso que se asume y que podrían originar también matrimonios nulos o inválidos. Es decir, que no habría matrimonio. Ahora bien, las sentencias de nulidad se producen tras un juicio que se realiza en el foro externo. No juzgan cuestiones de fe o de conciencia, cosa que ningún tribunal puede hacer y por tanto carecen de toda infalibilidad en el ámbito de la fe. De hecho, pueden producirse muchos juicios con una sentencia errónea. Puede declararse nulo un matrimonio tras un juicio a base de pruebas muy bien preparadas, pero que no contienen verdad. Si el tribunal no puede averiguarlo y demostrarlo, debe prevalecer lo que consta por el juicio externo. Usted mismo puede darse cuenta de que a un inocente le pueden hacer un montaje, acusarlo de algo que no ha cometido y con pruebas artificiosas y falsos testigos llegar a condenarle. Si el tribunal no puede descubrirlo, poca cosa podrá hacer la pobre persona. Y esto también puede suceder en los tribunales eclesiásticos. Evidentemente, se trabaja para que esto no suceda

 


¿Debo hacer proselitismo? 
 
Durante unos años de mi juventud pertenecí a una asociación que inculcaba como un deber importante de la fe cristiana el hacer proselitismo, es decir, intentar convencer a mucha gente para que se hicieran cristianos o vivieran más intensamente su fe. Nos hacíamos amigos y yo intentaba que aceptaran mis propuestas. Algunos respondieron, pero otros dejaban de frecuentarme cuando me ponía en sus vidas. Ahora oigo decir que un cristiano no debe hacer proselitismo. Estoy algo perplejo. Si nosotros no anunciamos nuestra fe, ¿quién lo hará? 
 
La pregunta es muy interesante y muy actual. También hay que decir que se dan muchos malentendidos al respecto. Empecemos por tener claro que el mandato de Cristo que impulsa a ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio compete, en grados diversos, a todos los bautizados. Quien ha recibido el don de la fe no puede callar y quedarse solo para sí este tesoro. La caridad nos impulsa a comunicar la alegría que llevamos en el corazón y nos conduce al apostolado. Una cuestión fundamental es el cómo llevar a cabo esta misión. El término «proselitismo» puede ser entendido en un buen sentido y también puede experimentarse como una realidad con connotaciones negativas y cariz sectario. Solo hay que ver cómo algunos grupos hacen «proselitismo», como una actividad de márqueting perfectamente programada y con un espíritu agresivo y de control, que más que convencer con un diálogo franco, lo que pretende es imponer pasando por alto la libertad y conciencia de las personas. En este sentido los cristianos nunca debemos hacer proselitismo. 
 
El estilo de apostolado evangélico consiste en anunciar y proponer siempre desde una experiencia de vida cristiana gozosa y coherente. Saber anunciar con tacto y oportunidad, confiando en el dinamismo que contiene el mismo Evangelio. Meterse en la vida de las personas con ánimo de dar lecciones, de decir lo que hay que hacer y lo que no es un mal método que conduce a muchos rechazos. Un profesor de teología que tuve hace años, el P. Fondevila, nos decía que la fe cristiana tiene el mismo mecanismo de transmisión que la gripe: el que la tiene, la contagia, sin darse cuenta. Me parece una gran intuición. La fe cristiana solo puede surgir donde hay cristianos, personas que construyen su vida sobre Jesucristo. Y este es el camino fundamental para anunciar la fe para la mayoría de fieles cristianos. Los razonamientos bien construidos y los argumentos apológeticos tienen su valor, pero nada pueden sin la fuerza de la gracia que se difunde a través del testimonio de una vida. Ya lo decía el beato Pablo VI: «El mundo necesita maestros, pero solo serán escuchados si son testigos.» 

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5 comentarios

  1. Sobre el tema del proselitismo, Mn Mateo era un experto. El salía a evangelizar por las calles de Tremp, según tengo entendido. Un hombre y un sacerdote muy servicial, allí donde lo llamaban enseguida estaba el presente. Realmente un hombre muy trabajador y querido en su ciudad natal..

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  2. en el camino neocatecumenal hay un tiempo de anunciar el AMOR de DIOS a la personas si quieren oirlo. creo que es algo bueno para el que lo transmite como para el que quiere recibir

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  3. Pues genial, si el C. Neocatecumenal es así, me parece perfecto. Yo la verdad no conozco mucho a esta realidad eclesial.

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  4. No tomarás el nombre de Dios en vano.
    Es claro y rotundo el mandamiento. También es clara y rotunda la actitud de este comentarista que no duda en zarandear el Santo Nombre mientras vapulea a un Dignatario eclesial por razón del desempeño de su cargo.
    Es muy atrevido el Personaje.
    Ha de serlo para no ser respetuoso con el nombre del Ser Supremo, indirectamente con la Iglesia como institución, con un Cardenal, con el medio de comunicación que utiliza para vilipendiar a diestro y siniestro.
    Es asombroso el destructivo mensaje que distribuye en cada una de sus intervenciones.
    Para más "inri", ni siquiera es respetuoso con el uso de un pseudónimo tomado de un antigüo personaje que, aunque no era de Calanda, se le nombra como El Cojo de Calanda. Se supone que le faltaba una pierna y la Virgen del Pilar hizo el milagro de restituírsela.
    A la vista de lo que hay, poca autoridad tiene este señor para juzgar por lo que creo que quizá esté ladrando. TEROL.

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    1. Me parece que este comentario debería estar en el lugar que le corresponde, no en esta publicación.
      De esta forma todos seremos más respetuosos.

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