Don Alberto García Coronado (Cuenca) |
En estos días previos a la Cuaresma, a esta Cuaresma en pandemia 2021, los sacerdotes que resistimos como podemos al pie del cañón en las realidades pastorales en las que estamos, nos vemos obligados a tratar de que las comunidades no sucumban, y con ellas los fieles que desean permanecer fieles a Cristo en medio de tantos retos que se nos presentan. Todos sin excepción. Los cambios a los que nos enfrentamos y a los que tendremos que enfrentarnos en los próximos meses (por no decir años) no han sido ni serán exigencias ordinarias y lógicas en algún modo previsibles. Han sido inesperadas y en bloque. Como un aluvión o terremoto devastador al que de pronto hemos de enfrentarnos. Para mantenernos con capacidad de respuesta no sólo hace falta una buena dosis de imaginación. Si se tratase sólo de eso, sería relativamente fácil. Es necesaria una fortaleza física, psicológica y espiritual a veces muy por encima de nuestras capacidades. Sólo el auxilio de la gracia puede lograrlo. Contando únicamente con nuestros pobres y ya exhaustos depósitos de energía, resulta imposible.
D.Cirilo Longo, fallecido en acto de servicio |
Hace unos días y proyectando mantener y revitalizar de algún modo la práctica de los viacrucis cuaresmales de los viernes en mi parroquia, a los que no estoy dispuesto a renunciar por nada, y dispuesto a vencer las actuales dificultades logísticas que se nos presentan, debidas sobre todo a la drástica reducción de asistencia de fieles, decidí emplear una cruz más pequeña y llevadera que la hasta ahora habitual, que necesitaba el concurso del cuerpo de portantes. La encontré. Únicamente hace falta asirla a un asta de madera para procesionar con ella dignamente por el interior del templo recorriendo las estaciones. ¡Una cruz más pequeña y llevadera! ¡Sujeta con alguna brida discreta o un par de abrazaderas al asta que descansa en el suelo! ¡Qué fácil resolver el problema de la falta de portantes! ¡Pero qué difícil superar tentación para nuestra vida cristiana buscar cruces más pequeñas y llevaderas!
Éste es sólo un botón de muestra de los retos que hemos de afrontar los párrocos para no dejarnos asfixiar por una normativa “sanitaria” de recorte del culto que parece ideada con la intención de paralizarnos ante lo que parecen directivas tremendamente globalistas y nuevaeristas destinadas a abolir la grandiosa riqueza del culto religioso y popular ligado a las grandes fiestas de la cristiandad. En muchos aspectos acabamos de perder la Navidad, y estamos a punto de entrar en la segunda Semana Santa totalmente perdida en su vertiente devocional popular ¡Desolador!
Estamos todos, seglares y consagrados, dispuestos a dar un testimonio de fe, esperanza y caridad que resulta arduo y exigente. Pienso en la dificultad que tenemos los sacerdotes de cimentar la confianza en el Señor de tantos hombres y mujeres, trabajadores, padres y madres de familia, ancianos, enfermos, niños y jóvenes que en estos tiempos buscan respuestas a los dramas que nos han sobrevenido así, de pronto. Aprender a fiarse del Señor en tiempos recios es un necesario ejercicio, que requiere un creíble testimonio de hombres y mujeres, sinceros creyentes, experimentados ya interiormente en la superación de pruebas y contingencias de aquellas que se sitúan en los límites de lo humano. Y si así resulta en la cimentación de la fe, imaginaos lo que representa en estos tiempos consolidar la virtud de la esperanza. Una virtud que como teologal ciertamente mira a Dios, como su meta y horizonte.
Una esperanza que no puede ser ajena a la lógica búsqueda de alicientes y estímulos para continuar hacia adelante con ilusión y espíritu de superación, en medio de los proyectos y esperanzas humanas, tan frustrados en casi todos los ámbitos personales por las duras circunstancias actuales. Y no es necesario ni un elenco ni una pormenorizada lista de todo aquello que ha quedado quebrado o cercenado a resultas de esta crisis global que sobreviene tras la grave crisis económica del 2008 que aún no había quedado bien resuelta, especialmente para las clases más desfavorecidas. Es imposible que sin los firmes pilares de la fe y la esperanza, pueda el creyente dar un auténtico testimonio de caridad, de amor, cercanía y solidaridad (llamadlo como queráis) a las urgentes demandas que nos acucian en el día a día de las parroquias.
Todos estos frentes de lucha conllevan un evidente desgaste, más cuando se nos presentan de manera tan dura e inesperada, cruel y desconcertante. Un desgaste físico, psicológico y espiritual que requiere apuntalamiento si no queremos que se desmorone el edificio de nuestra vida de creyentes. La eterna tentación del desánimo, del desencanto, de la larga perspectiva de lucha en el horizonte contando únicamente con nuestras capacidades nos está acechando de continuo. Ya no es posible un teatrillo de guiñol ni son posibles las máscaras que camuflen entre bambalinas la realidad de nuestra endeble vida y testimonio de creyentes. Es el momento de vivir de esencias, no de sombras chinescas.
En medio del agotamiento al que esta situación nos aboca, podemos ser víctimas de una tentación, la del llamado octavo pecado capital: la acedia. Que no hay que confundir con la simple pereza sino con la pérdida del gusto por las cosas de Dios y por la lucha. Como gustó recordar el Papa Francisco en un encuentro hace años con sacerdotes, podemos ser víctimas del abandono a nosotros mismos, presas del demonio meridiano, del que se presenta no tanto tras el mediodía, por la tarde de la jornada, sino en el atardecer de la vida. Si sucumbimos a sus tentaciones, es obligado diagnosticar que el eje de nuestra vida personal no estaba bien situado o al menos no equilibrado. Porque la orientación e inclinación del eje en la vida cristiana sólo depende de la centralidad de Cristo en nuestra vida. Es pues el momento no sólo de dar un diagnóstico sino de comenzar la terapia.
No sería de extrañar que muchos seglares y sacerdotes habituados a un cierto activismo apostólico, privados ahora de muchos de los habituales empeños y dedicaciones pastorales, o al menos situados ante nuevos retos inesperados, se encuentren ante una sensación de desnudez, de soledad, de sentirse irreconocibles o abandonados ante una perspectiva que asusta y desconcierta. La tentación de la huida es fácil. Y es fácil también seguir alimentando el carrusel del truncado activismo convertido en vacío existencial. Es el momento, como dice el Papa, del ahora o nunca. Quizás del primer adiós a algunas cosas que antes, como fuego fatuo o nos deslumbraban o nos sostenían en un espejismo de irrealidad. Es el momento de la conversión. Si Dios nos hace pasar por esa experiencia, no es porque nos haya abandonado; al contrario, hemos de sentirnos afortunados. Nos está modelando como un tesoro de gracia a su antojo. Más aún, nos está purificando. Y demos por hecho que la vasija de barro que surgirá de manos del Divino Alfarero podrá contener mejor y más abundantemente el inmenso caudal de su Amor. Para darlo a los demás. Pues nada es para nosotros solos.
En ese proceso de conversión o de maduración cristiana, mi buen amigo Josep Miró habló hace poco de la necesaria confessio laudis y de la confessio vitae. Simplificando en pocas palabras: escrutar en primer lugar qué cosas funcionan bien en mí, o Dios ha hecho maravillosamente en mi vida; y acto seguido pasar a considerar qué cosas pueden y deben mejorar en mi vida o Dios quiere mejorar en mi vida para el cumplimiento de su voluntad. Voluntad a veces inescrutable, que requiere un espacio de adecuado silencio y oración no difícilmente inteligibles. A eso, sólo añadir algo importante: no podemos empezar ese ejercicio espiritual sin comenzar por lo que San Ignacio sin duda subrayaría como esencial y que es la meditación del infinito Amor que Dios nos tiene y ha mostrado en nuestra vida. Ilimitado y además incondicional. Tan grande como para darnos a su Hijo que ha pagado con su sangre para rescatarnos del poder de las tinieblas.
Este camino sin duda puede parecernos duro y penoso. Lo es, para qué vamos a engañarnos. Todo camino espiritual desentraña esa áspera pérdida de falsas seguridades y confort. Es el camino de la Cruz. No hay otra cruz más pequeña y llevadera que aquella a la que el Señor nos pide abrazarnos y asirnos en el viacrucis de nuestra vida. Nosotros, a fuer de virtuosos, nos habíamos cargado con una cruz demasiado pesada y nos habíamos rodeado de cireneos que nos ayudasen a llevarla. Aprendamos a aceptar la cruz que nos ofrece Él que nos ha de llevar a la eterna gloria, a la novedad de la vida en Cristo en su Reino de felicidad sin fin.
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
"los retos que hemos de afrontar los párrocos para no dejarnos asfixiar por una normativa “sanitaria” de recorte del culto que parece ideada con la intención de paralizarnos ante lo que parecen directivas tremendamente globalistas y nuevaeristas destinadas a abolir la grandiosa riqueza del culto religioso y popular ligado a las grandes fiestas de la cristiandad."
ResponderEliminar1. Uno de los efectos de la pandemia ha sido dar un parón general al desenfreno creciente del planeta, en concreto la Civilización Occidental, en su deriva hacia la cultura de la muerte, la ideología de género, las políticas antifamilia y antimatrimonio y entre nosotros, el bien común de España.
2. También ha tenido un gran beneficio para la Iglesia: ha detenido el plan globi-novierano de Francisco con toda su torrencial batería a favor de la Gran Agenda: Amoris laetitia y la comunión y absolución de adúlteros, Querida Amazonía y Pachamama, Tutti fratelli y la fraternidad sin paternidad, los acuerdos en religión con el pacto musulmán en Abu Dabi, en economía con la élite capitalista mundial, en educación con el Pacto Educativo Global. La pandemia ha parado y descubierto las miserias de todo este tejemaneje.
3. Tengo el vicio de recorrer las redes y plataformas para ver, un poco, cómo van las temáticas más visualizadas. Señoritos del Vaticanito, la Nueva Era se les come el crusán de chocolate y se les bebe el café con lechecita de espaldas y de frente. Se les cae el teatro, y no se dan cuenta.
Necesitamos, realmente con urgencísima rapidez, un nuevo Papa que tenga una parte de Juan Pablo II y Benedicto XVI: ¿Francisco II? ¡Olvídense!. Vosotros, cardenales, muy, muy y muy mal, la situación, como mínimo en Occidente, puede estar peor ya, sí, cada día que pasa.
Las redes van más deprisa que vuestro pensamiento, y más durante esta pandemia, que de una patada, y en sólo un año, 2020, ha incorporado a millones a la red y las plataformas, empezando a manejar tecnología informática por primera vez, incluso entre gente madura, no sólo jóvenes, y por ello la Nueva Era tendrá una victoria definitiva y poderosa, pues va con viento digital en popa a toda vela virtual...
La realidad social comunicativa del 2013, cuando entró Francisco, es pasado obsoleto, vetusto, apolillado, primitivo, arcaico, decrépito, viejo, de vitrina de museo geológico y fósiles, de pelucón de Luís XIV, de mantilla de María Castaña... no, la catapulta no es un arma invencible de última generación...
Si 2013 ya es el jurásico, con aromas de cámbrico, ni les digo el 1965, cuando concluyó el Concilio Vaticano II, y 1995, cuando lo hizo el Concilio Provincial Tarraconense... puro Eón Arcaico, abrazando el Big Bang...
Señores, despierten...
Muchas veces no acierto a comprender a "gente de Iglesia" que abiertamente acusa a los gobiernos de limitar el acceso a las misas y liturgias en los templos.. y se acusa a Sanidad de limitar el acceso con mala intención. Pero no obstante se puede ver que las iglesias están abiertas y en muchos casos la gente no acude aunque haya asientos vacíos, y lógicamente es por miedo o precaución. Las personas, sobre todo mayores, no van a misa porque tienen miedo..
EliminarSólo falta que organicen también manifestaciones públicas como los hosteleros, bares, lugares varios públicos que están, a veces, completamente cerrados..
¿No puede pensar la iglesia que se hace por BIEN de la gente, por la salud de la gente?.. O es que la Iglesia critica con mala intención?..
Los ancianos y adultos, si tienen tapabocas y distancia, no han de temer nada, pues la vía principal de contagio son las gotas, las cuales no llegan más allá de un metro o un metro y medio.
EliminarTotalmente de acuerdo con el respetable anónimo de las 11,02.
EliminarPor la normas sanitarias y también por la realidad- triste y trágica realidad" de posibles contagios. etc. No vayamos a la ligera.incautos,o algo negacionistas- que los hay -.
Mi contexto pastoral lleva ya " muchos fallecimientos" de fieles sacerdotes y familiares. Debo decir que mi familia cercana, y amigos llevamos ya varios fallecidos, jóvenes y no an jóvenes. Las iglesias si están abiertas entrar y observar las distancias etc prescritas; El miedo y pa preocupación por esta maléfica Pandemia es totalmente cierto y los hechos son reales, vivenciales y familiares.
"Este camino sin duda puede parecernos duro y penoso. Lo es, para qué vamos a engañarnos. Todo camino espiritual desentraña esa áspera pérdida de falsas seguridades y confort. Es el camino de la Cruz. No hay otra cruz más pequeña y llevadera que aquella a la que el Señor nos pide abrazarnos y asirnos en el viacrucis de nuestra vida."
ResponderEliminarLa pandemia ha servido para cosas útiles, la reforma y conversión:
I. Iglesia:
1. Los escándalos de abusos
2. Los escándalos económicos oscuros
3. Las herejías y errores y pérdida de fe y doctrina del Vaticano, cardenales, obispos, sacerdotes, teólogos y religiosos, junto con la pérdida de vocaciones y la desaparición de clero y religiosos
4. Las misas eliminadas o reducidas o limitadas, la comunión en la mano y no en la boca, los templos cerrados y sin devociones ni confesiones
5. La persecución de católicos y cristianos
II. Mundo:
1. Las sociedades van hacia la cultura de la muerte, el relativismo y la ideología de género
2. Las democracias decaen hacia tiranías bananeras, destruyendo la libertad de expresión, la democracia, los derechos humanos y el respeto de minorías, o con el gran fraude electoral que ha sufrido Trump
3. Las élites económicas implantan descaradamente y a descubierto su Nuevo Orden Mundial, aprovechando el confinamiento para su Gran Reinicio y ser los reyes del mundo
4. Los medios, redes y plataformas sociales y de comunicación, corrompidos, trabajan para el monopolio de sus negocios, y para imponer el Nuevo Orden Mundial y el Gran Reinicio de las élites
5. La medicina ha visto su impotencia para ir más allá del Medioveo: distanciamiento, inmunidad de rebaño, tapabocas, esperar
III. El castigo de Dios y la conversión
a) Romanos 1,18: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad". La sociedad que rechaza a Dios, éste los libra a sus pecados porque se niega a convertirse. Cuanto más contumaz en el pecado, más perversa se vuelve la sociedad, más los libra Dios a su pecado.
Primero se cae en la idolatría (dinero, hedonismo, Estado), segundo se cae en la inmoralidad sexual general, y finalmente, barra libre a todo pecado y vicio social, más intenso y difundido, más legalmente permisivo, e incluso impuesto.
b) Por tanto, hoy, la sociedad ha revelado su corrupción plena y su necesidad de reforma total. Pero la Iglesia vende el Dios bueno que nunca castiga, negando que el Señor permite males para corregirnos, y que la providencia divina implica de que nada pasa en la Tierra sin el permiso de Dios para un bien.
c) Cae la intercesora del mundo ante Dios, la Iglesia, y cae el mundo. Las obras del demonio salen a la luz, e intenta desanimarnos de que las verdades: todo está bajo los ojos de Dios, que en todas las cosas Dios obra para el bien de los que lo aman, que la Virgen aplastará la cabeza del demonio, y que Dios sabe lo que necesitamos y nos lo dará, por lo que hemos de buscar las cosas de Dios, tal como provee a las flores y avecillas del campo, que ni uno cae sin que Dios lo sepa.
d) Una vieja Iglesia y un viejo mundo caen por el precipicio de la corrupción, la opresión y la inmoralidad. Pero Dios proveerá, recemos, actuemos y esperemos la acción de Dios, la única que puede vencer al Príncipe de este mundo, a las potestades malignas que nos superan.
¿Y los exorcismos? Se los deja.
EliminarAl margen de la situación crítica y triste de nuestra querida IC, estamos inmersos en un mar de dudas que a muchos nos cuesta superar. Roguemos a María Auxiliadora que nos ayude en nuestro camino y tengamos la suerte de encontrarnos con sacerdotes santos que nos ayuden a superar la situación de abandono que muchos sentimos. Yo creo que la mayoría de altos cargos, desde el primero al último, son los culpables de la situación mundial, en Catalunya en particular. Los que rezáis mucho, rezad más y los que lo hacemos poco, también.
ResponderEliminarMis felicitaciones al obispo racista matacharnegos del Opus Dei:
ResponderEliminarHan salido sus caballos ganadores.
Ahora, a cobrar la ayuda y a hacer caja.
¡Dios mío, cuánta discordia en este mundo y también dentro de la Iglesia! No es que no entienda los motivos de indignación, yo también siento una enorme decepción e indignación por tantas cosas... Pero incluso cuando consideramos las peores traiciones, maldades y bajezas, deberíamos evitar dejarnos llevar por las pasiones, mantener siempre la cabeza fría y ardiente el corazón. El rigor ante el mal no está reñido con la caridad y la mesura. En realidad, rigor y caridad son inseparables. Eso es lo que nos enseñó Cristo con su palabra y su ejemplo. Dios no deja de amar ni cuando castiga con dureza. Estamos pasando por pruebas para nosotros muy difíciles, dolorosas, nos sentimos a menudo perdidos, desorientados, abandonados. No sólo los buenos pastores soportan estas lacras, también nosotros los laicos las sobrellevamos como podemos. No olvidemos, sin embargo, que estas tribulaciones acaecen para que podamos acrecentar nuestra fe y nuestra caridad. Para que pongamos toda nuestra esperanza en la vida verdadera, la del alma, aquí y, sobre todo, después de la muerte. Que el dolor no nos haga olvidar que estas desdichas en el mundo son un regalo de Dios, una escalera tambaleante y muy alta por la que podemos subir hasta Él. Seamos valientes y no tengamos miedos ni vértigos. Al final, en el instante en el que nos sintamos desfallecer, Él nos tenderá su mano. Y perdón por este sermón quizás estúpido, pero tenía que escribirlo. Un cordial saludo a todos
ResponderEliminarEstoy con usted.
EliminarCristo nos enseñó a perdonar y a poner la otra mejilla.
Pero eso no significa dejarse exterminar por estos.
Simplemente perdonar y poner la otra mejilla.