Cuando se estudie historia de aquí a 100 años, se hablará del hombre del coronavirus como se habla del hombre de Neandertal o de Cromañón. Nos han metido en una nueva categoría antropológica cuya característica más destacada es su conversión en animal solitario.
El coronavirus ha cambiado profundamente las perspectivas existenciales del hombre medio, cuyo propósito parece ser sólo la supervivencia biológica: su obsesión es ser un cuerpo sano en una sociedad infectada. La infección no es sólo Covid 19, sino un ajeno y generalizado conformismo, acompañado de una total aquiescencia al poder. Con el miedo constante como compañero de vida. Construir y ser una comunidad, es el mayor peligro: la necesidad de socialización se ha inmolado en aras de la supervivencia física del individuo.
La suya es una inconsciencia entendida como reversión de los valores: el individualismo estrecho, la sospecha generalizada hacia los demás congéneres, la reducción a la masa corporal viviente. Por esta razón el hombre contemporáneo "es" un cuerpo sano (provisionalmente). No "tiene", sino que “es”. No, tampoco tiene alma. El poder ha cambiado su estrategia: ya no suprime directamente la disidencia, sino que trabaja para garantizar que no pueda constituirse. En ausencia de espíritus rebeldes, sólo tiene que apoderarse de las almas y asfixiarlas, erradicarlas a través de la enfermedad, el terror, el espíritu gregario. Carente de la sensación inminente de desgracia, el hombre contemporáneo sólo necesita la salvación subjetiva. Se siente abrumadamente victorioso cuando se ve ganando otro día de supervivencia biológica. Es el hombre que busca la solución individual a la tragedia colectiva.
Nadie parece notarlo, pero el hombre del Coronavirus ha sido expropiado de uno de los cinco sentidos, el tacto. No podemos tocarnos, ni siquiera estrechar la mano, reemplazado este gesto por el contacto fugaz de los codos, bajo pena del riesgo de contagio. El destino común es permanecer a distancia, al menos dos metros, ni un centímetro menos; el cuerpo humano es un peligro mortal. Al antiguo animal social de Aristóteles también se le ha sustraído la vista: rostros ocultos a los ojos por la máscara de la ordenanza. No aparecen y no se reconocen, sombras desconocidas mutuamente hostiles. ¿Y si el amigo, el colega, el miembro de la familia, incluso el amante me infectó? Vade retro, Satanás en carne y virus que amenazan mi supervivencia. El quid del problema es que Dios (cuando existía) nunca cometía errores. En Occidente, el ser humano, privado de la dimensión de lo sagrado y de la proyección hacia el futuro, se reduce a "vida desnuda", a la que sacrifica todo, animal sin inocencia. Todo el mundo está solo en el corazón de la tierra, atravesado por un rayo de sol, y se hace inmediatamente de noche.
Es significativo que las estadísticas señalen en el momento del Covid un nuevo colapso en los nacimientos y la rarefacción de los embarazos. Si pudiéramos hacer un juego de palabras bromearíamos sobre el distanciamiento que hace que la concepción sea difícil de concebir. Pero más allá de la bromita, la verdad es que el virus ha sido el detonador de un veneno que nuestra sociedad ha estado gestando durante tres generaciones: el miedo al futuro que paraliza y encierra. No se traen niños al mundo por un miedo mezclado de egoísmo e idolatría del presente, mucho más que por el cálculo económico.
¡Ay de los que construyen desiertos! advirtió Zoroastro, profeta del mazdeísmo. Pero el desierto más terrible para enfrentar no es la enfermedad o incluso la soledad de hombres y mujeres que se han convertido en "números primos": es la muerte de Dios, la incapacidad de mirar hacia arriba para ver más allá de sí mismos, para convertirse en homo sacer, humanidad sagrada, bios, vida integral, alma, carne y espíritu. Te quita el aliento el silencio de las religiones cristianas. Para el protestantismo es consustancial la dimensión subjetiva angustiada; pero el silencio del catolicismo proyecta una sombra siniestra adicional durante este tiempo bastardo. Muchos en la Iglesia, atrincherados detrás de las pesadas puertas de los templos vaciados, sólo alcanzan a pedirles a los fieles el cumplimiento riguroso de las regulaciones gubernamentales.
El sagrado posmoderno lo constituyen los discursos de las autoridades cuyo eco interminable escuchamos en todo el ámbito de la caverna mediática. Sin consuelo espiritual, ayunos de la comida del alma. Ni siquiera la Navidad ha conmovido las conciencias de piedra de los líderes políticos. Ya no está nada claro por qué nació el Niño, cuya desconcertante escena de belén post-cristiano en la Plaza de San Pedro evoca cualquier cosa excepto la redención. Una redención que al hombre del coronavirus le vendrá en forma de vacuna. Me salvaré, me abriré paso entre la multitud espaciada, pagaremos cualquier precio a las farmacéuticas y al gobierno, y pondré en mi brazo la jeringa que contiene la poción mágica hecha por la última religión admitida: la Ciencia. Va a ser como la fiesta de los hobbits en el Condado: ¡una fiesta tan esperada!
Pero los españoles, afortunados precursores del homo virosus, en medio de la vorágine por salvar nuestras vidas huyendo del virus, nos hemos visto agraciados con la plenitud de la felicidad colectiva: hemos visto como el Parlamento ha aprobado la ley orgánica que legaliza la eutanasia y el suicidio asistido. Los miembros de los diversos partidos de la izquierda -socialistas, comunistas, neoliberales, separatistas y transgresores de todo género- se han puesto en pie para celebrar semejante logro con largos aplausos. En ese aplauso hasta la muerte, en esos rostros alucinados y felices pudimos reconocer la inconsciencia asesina y suicida de una civilización agonizante. Resulta que no sabemos cómo salvar nuestras vidas y darles sentido. Y como si esa fuese la gran solución a nuestros problemas existenciales, vamos y legalizamos el asesinato benévolo, la "dulce" muerte oficiada por el Estado que niega su función de proteger la vida. De un Estado que se niega a sí mismo.
No es de extrañar que los enfermos -¡nuestros padres!- sean abandonados, que hayamos dejado de oficiar funerales y que los amontonemos en fosas comunes. El bulto de células llamado hombre está tan hastiado de sí mismo y se odia tanto, que quiere cancelarse definitivamente para dispersar las huellas de su presencia en la tierra. Y al mismo tiempo, mientras reivindica su supremo derecho a la muerte, pide en voz alta la vacuna de salvación; y arrebatado por ese torbellino, acepta no vivir por el terror de morir de Covid. Es una contradicción gigantesca, el signo de una división interna patológica llamada esquizofrenia. Se le pide al Estado que salve nuestras vidas al mismo tiempo que se le convierte en un agente legal de muerte. Los médicos y profesionales de la salud son, por un lado, los héroes anti-virus envueltos en trajes de protección; mientras por otro lado se convierten en los nuevos asesinos en serie bajo demanda: administradores de la muerte con certificado del más alto valor sanitario, con sello y declaración firmada.
El hombre, orgulloso del progreso, corta la débil rama del árbol en la que se sienta. Tiene miedo, pide terapias, vacunas, cualquier cosa para salir de la pesadilla; pero al mismo tiempo aplaude la muerte -¡"su" muerte!- incapaz de enfrentarse al dolor, a la inseguridad, al sufrimiento, a cualquier cosa que le perturbe; en resumen, incapaz de enfrentarse a la subcultura que ha excavado en el subsuelo del alma occidental. Es que la muerte de Dios es el verdadero y gran luto contemporáneo. Pero aún no se han enterado.
En eso estamos, en la más absoluta contradicción: hemos inventado la infelicidad, el terror, la consternación… sentimientos que el poder explota y alimenta para hacernos aceptar una vida de prisioneros, de animales de granja estabulados y con la cabeza atada al comedero esperando la comida diaria, higiénica, saludable y científicamente equilibrada. La masa humana se convierte en material inerte y al mismo tiempo plástico: que llama civilización. Se trata de quitar todo lo que incomoda en el corto viaje del deseo, el consumo, la satisfacción de los instintos. Está de acuerdo, de hecho, en convertirse en un desperdicio. No es sólo imprudencia egoísta. Es una estúpida inconsciencia, porque la vida es una rueda en movimiento y la campana pronto sonará para ti y para mí. ¿Acaso no es mejor una vida digna que la equívoca "muerte digna" a manos del verdugo estatal? He ahí la paradoja: somos una sociedad que al tiempo que exhibe su obscena indiferencia ante las vidas en gestación y ante las vidas de los ancianos y de los que sufren -molestos bultos de carne dañada-, aplaude la eutanasia como valor supremo de su civilización; sin que eso le impida cultivar con saña el miedo frente a un virus contagioso, difícil de tratar. Una sociedad, en fin, que acaba de descubrir la enfermedad y la muerte, como si nunca hasta ahora hubiese enfermado y muerto la gente. Somos realmente una sociedad hastiada de sí misma, que se recrea en sus enfermedades de rico. Los países tercermundistas, al tener una cobertura informativa tan pobre y al estar totalmente sumergidos en la lucha por la supervivencia, se han librado de la pandemia. No saben lo que es eso. Pero la gran filantropía que gobierna el mundo les hará llegar también a ellos la vacuna, no vaya a ser que nos infecten.
Cuando acabe esta pandemia, daremos una prórroga a la ansiedad y suspiraremos de alivio por un corto espacio de tiempo, porque nuevos temores víricos alborotarán las conciencias huérfanas de la trascendencia. El corazón inquieto únicamente se sosiega con la mirada elevada hacia lo Alto; o eso, o se ahoga en la Nada: es la inconsciencia del hombre enfermo.
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
En arqueología hay un aforismo que dice "quod no fecerunt Barbari fecerunt Barberini", es decir, que el destrozo no es siempre culpa del malvado oficial, sino del malvado taimado, del supuesto amigo. Lo que no ha hecho el coronavirus lo ha hará la eutanasia. No tienen por qué ir disociados. Esa legislación del asesinato, que tal es la ley de la eutanasia, ha sido promovida, entre otros, por personas de peso en el seno de la Iglesia. Empezando por el ministro que presentó la ley, íntimo al parecer del cardenal Omella. Sabido es que la eutanasia, "con fines científicos", tuvo expresiones de extrema crueldad: exposición a la congelación, al calor asfixiante, a la eficacia de determinados fármacos... El rechazo a tales prácticas, es opinión común, despertó un movimiento a favor de la bioética.
ResponderEliminarTodo va concatenado, el miedo al contagio que nos aísla y nos torna insolidarios, la muerte de los ancianos por un triaje que entra en el protocolo de la Generalidad y es bendecido por otro arzobispo, el de Tarragona. No todos andan tan errados. La última homilía de otro arzobispo, el de Burgos, que es médico, además, resulta reconfortante.
Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
EliminarEfectivamente señor Valderas, la eutanasia activa la instituyo la Generalitat, si esta que bendicen los obispillos y curas de la cubana, hace ya tiempo que los cristianos NO ponemos la X en nuestros IRPF, para no dar dinero a estos mensajeros de los abortistas y eutanásicos que se camuflan bajo la cubana para que los "fieles" cristianos los voten
EliminarBuen artículo el del mossèn. Si de mi dependiera, un libro de obligada lectura sería el de "Un mundo feliz", de Aldous Huxley. Escrito en 1932, anticipa a un futuro indeterminado la deshumanización que estamos padeciendo; el hombre se forja en el sufrimiento, y cuando este se rehuye a toda costa, se deshumaniza y se convierte en un ser de carácter debil.
ResponderEliminarPor lo demás, nos acabará pasando lo que en Bélgica: a la que entres en un hospital con 80 años, ya no saldrás. Una máquina de asesinatos, mientras todo el mundo mira para otro lado.
Le felicito, padre, por su discernimiento en medio de un clero y unos obispos anodinos y adormilados.
ResponderEliminarLaura S
ResponderEliminarCreo que habrá plandemia para rato. Nos quieren cambiar el mundo para crear ese mundo “inclusivo”, “resiliente” y “sostenible” (adjetivos tomados de la contraportada de “Covid-19: el gran reinicio”, de Schwab). Ese mundo con esos adjetivos incluye el exterminio humano a números rentables y manejables, que sirven en un lenguaje almibarado y apetecible. Es el utilitarismo.
Viendo el rumbo de la Iglesia, viendo al Papa Francisco jaleando la vacuna y recordando al párroco que me alertó de llevar la mascarilla ajustada, creo que me declararé objetor de conciencia. Como los testigos de Jehová con las transfusiones. Aduciré ser sedevacantista. Así podre rechazar la vacunación en el caso de que me quisieran obligar. Estos tienen claro que No es No…..
El corazón inquieto seguirá siendo abducido por los “medios de comunicación” que conducirá al rebaño de borregos, los ”fact checkers” de internet que promulgarán la verdad y la pseudociencia a la que llamarán “la ciencia”. Ellos serán los nuevos becerros de oro y objeto de adoración…. (junto a la “nació”).
¡Pidamos al Señor que no quedemos engullidos por la presión secularizadora!
¿Qué tiene contra la vacuna?
EliminarYo pienso que vacunarse es un acto de responsabilidad.
Pues sí. Y seguro que ya tienen preparada otra (pandemia) que pueda encadenarse con el covid. Al tiempo.
EliminarAMIEES
Totalmente de acuerdo con la Sra. Laura S.
EliminarDoña Laura la considero a usted una persona Cristiana Católica y muy inteligente y responsable. Me parece muy bien que se niege a ponerse mascarilla, Pero como cristianos creo que por "amor al projimo" debemos ponernos mascarilla, para cno contagiar la los demás.
EliminarYo puedo aceptar la enfermedad como un aviso del Señor, y sufrir con paciencia los males que me envía. Pero no puedo si caigo enfermo contagiar a los demás por omision de no llevar mascarilla.
El catecismo nos dice que hay pecados de pensamiento, palabra, obra y OMISIÓN
"Cuando acabe esta pandemia, daremos una prórroga a la ansiedad y suspiraremos de alivio por un corto espacio de tiempo, porque nuevos temores víricos alborotarán las conciencias huérfanas de la trascendencia. El corazón inquieto únicamente se sosiega con la mirada elevada hacia lo Alto; o eso, o se ahoga en la Nada: es la inconsciencia del hombre enfermo."
ResponderEliminar.....
Parece que la actual crisis política, económica y social fue predicha por la cliodinámica de Peter Turchin (Clío, diosa de la historia y poesía épica; estudio matemático de la historia):
peterturchin.com/cliodynamica/the-science-behind-my-forecast-for-2020/
Pero diversas revelaciones privadas no reconocidas también lo habían predicho. Como canon, tenemos la profecía reconocida de Fátima: la IGM (1914-18) fue un castigo de los pecados sociales, pero había que convertirse, pues si no, habría otro castigo, la IIGM (1939-45), aquel famoso «Dios va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre»... predijo la conversión, una oración y una consagración de Rusia.
Como se ve, profecía y predicción, ciencia y fe, coinciden: entramos en un tiempo de cambio de era, pero que aún no se sabe si es la Gran Apostasía previa al Anticristo, o una de tantas etapas históricas revolucionarias, ésta debido a los procesos altotecnológicos (robots, inteligencia artificial, satélites masivos, internet, ordenadores cuánticos, datos masivos, criptomonedas, economía virtual y digital, triunfo del tiránico modelo chino, el nuevo III Reich...).
En España y Cataluña, tenemos la peor clase política de la historia, gestionando la crisis más importante después de la Guerra Civil. Sánchez-Iglesias configuran la peor dupleta o dúo de la ineficacia, ineptitud, incompetencia e incapacidad, con el país que ha sufrido más víctimas del covid y más crisis económica del mundo. Tripularían el Titanic 10 veces, y 11 veces lo llevarían a pique...
En Cataluña, tenemos a ERC, que se ha cargado la economía de Cataluña, junto con los restos de la exCIU, haciendo que Madrid ya sea durante 4 años seguidos la locomotora de España, y eso que Madrid tiene 6,7 millones de habitantes y Cataluña 7,6, es decir, 900.000 más...
Y encima pensando en la Republiqueta y en el ansiado indulto que dejará impune el castigo a lo que fue un golpe de Estado.
Anónimo 3:40
EliminarQuerrá usted decir "de mal en peor a pésimo por culpa de los que votamos a estos políticos"
el matiz es más que importante.
Sobre las supuestas elecciones catalanas para el 14 de febrero, estamos a 25 días de la campaña electoral, pero en medio de una pandemia y metidos dentro de una nueva ola de contagios.
ResponderEliminarLos colegios electorales catalanes van a estar abiertos hasta 16 horas, es decir, abiertos al público de 9 a 20 horas, o sea, 11 horas seguidas, más una hora antes para preparar el colegio, y llegados al cierre, hasta 3 horas de más para contar los votos por correo, los votos de las urnas, el acta de escrutinio y el acta de sesión. En total, el colegio electoral abre a las 8 de la mañana y cierra a las 12 de la noche, siendo estas 16 horas de apertura contínua.
Pero en Cataluña, los bares y restaurantes, que se comparan por masificación a los colegios electorales, a partir del lunes 21 de diciembre, sólo pueden abrir de 7,30 a 9,30 (2 horas) y de 13 a 15,30 horas (2,30 horas), es decir, 4,30 horas.
¿16 horas electorales seguidas, y por contra, 4,30 horas de bares y restaurantes cortadas en fracciones de 2 y 2,30 horas? Imposible.
¿Y 16 horas en colegios electorales que son escuelas mal ventiladas, de techos bajos y espacios estrechos, con gran densidad de gente? ¿Y en el 14 de febrero, cuando hace más viento, humedad y frío, hay menos sol y habrá una escalada de contagios, con colas larguísimas por distanciamiento? Eso suena a elecciones canceladas...
Las elecciones deberían de hacerse en 3 ó 4 domingos, para tener sólo abiertos los colegios unas 4 horas. Pero ello ¿es posible? No, porque la ley lo prevé como un acto continuo. Además, ¿cómo se protegerían las urnas para evitar falsificaciones?
Encima, según la ley electoral, en el art. 84, dice que si se suspende la votación iniciada por riesgo de contagio, se destruyen todas las papeletas de las urnas... vaya...
1. ...El Presidente anunciará su inicio con las palabras "empieza la votación".
2. Sólo por causas de fuerza mayor podrá... suspenderse, una vez iniciado, el acto de la votación, siempre bajo la responsabilidad del Presidente de la Mesa, quien resolverá al respecto en escrito razonado [riesgo de contagio por neumonía covid]. De dicho escrito, el Presidente envía en todo caso una copia certificada inmediatamente después de extenderlo... a la Junta Provincial para que ésta compruebe la certeza y suficiencia de los motivos y declare o exija las responsabilidades que resulten.
3. En caso de suspensión de la votación no se tienen en cuenta los votos emitidos en la Mesa, ni se procede a su escrutinio, ordenando el Presidente, inmediatamente, la DESTRUCCIÓN de las papeletas depositadas en la urna, y consignando este extremo en el escrito a que se refiere el párrafo anterior.
Un sólo ser humano con espíritu religioso (cristiano en este caso) puede suscitar más comunicación entre las personas que una multitud sin espíritu?.
ResponderEliminarLo sagrado, lo espiritual en un ser humano, puede superar y trascender todas las distancias físicas originadas por una pandemia?..
Puede una persona sola con AMOR crear más unidad que ciento tocando con la cacerola?...
Puede el espíritu superar las distancias físicas cuando "la peste" nos obliga a un distanciamiento?...Quizás valdría la pena tenerlo en cuenta
y redescubrir que el ser humano no sólo es materia..se le ha otorgado otra dimensión...
No se de donde ha sacado su refexion, pero los estudiosos desde por lo menos hace un siglo (entre muchos Gustave Le Bon) señalan que no es el "espíritu religioso", sino el "interes".
EliminarEs la oportunidad de hacer negoci lo que hace que dejemos de lado lo que importa (las verdades de la Fe) para centrarnos en lo que importa más (ganar dinero)
De ahí sale la "tolerancia"
(y también el "hombre sin convicciones")
Mn. Espinar, ¿nos está llamando gays a todos los españoles y señalándonos como "afortunados precursores" de la condición LGTB? Porque en latín la expresión homo virosus se aplicaba, ante todo, a los sujetos que andaban mariposeando en busca de otros miembros masculinos de la especie (le valían tanto los viri probati como los que no lo eran). Ya ve que a veces las palabras también las carga el diablo. Saludos afectuosos.
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