Un obispo transparente y sin filtros

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Ayer  día 3 de octubre se cumplieron 12 años del fallecimiento del que fuera obispo auxiliar de Barcelona durante 17 años, Mons. Joan Carrera Planas. Con motivo de esta efemérides me han venido a la memoria algunos de los momentos de mi  relación personal con él durante 18 años de prolongado contacto en el ejercicio de mi ministerio sacerdotal. Pueden parecer simples anécdotas, pero cada una de ellas revela el talante, no solo bondadoso y de gran delicadeza humana y espiritual, sino la envergadura moral de un hombre de Dios y un auténtico pastor de su Iglesia. 

 

Mi primer contacto con el obispo Carrera fue en el mes de julio de 1996. Tras cuatro años de ejercicio ministerial en la ciudad de Barcelona al servicio de dos comunidades religiosas y de la parroquia de María Medianera, así como de intensa labor docente, el que por entonces ejercía en la Archidiócesis  como Vicario General, Mons. Jaume Tresserra, sabedor de un necesario cambio de rumbo y de destino en mi ministerio, me confió a sus manos. Carrera era en aquellos días encargado de la así llamada Demarcación del Barcelonès Nord y Maresme, la zona pastoral al norte de Barcelona que comprendía municipios tan populosos e importantes como Badalona, Santa Coloma de Gramenet y Mataró entre otros. 

Durante los tres meses veraniegos descubrí que el obispo Carrera no era un hombre meramente resolutivo, de aquellos que deciden sin dar tiempo a la escucha y al diálogo. Intuí que nunca había sido ese su talante. Con ya más que evidentes dificultades para proveer algunas parroquias, me hizo diversas propuestas que rechacé justificadamente. Ahora me apercibo de la paciencia que debió tener conmigo. Aunque creo que debido a que mis rechazos fueron debidamente justificados con  ponderada delicadeza, descubrió en mí alguna capacidad de fundado criterio y de perspectiva eclesial. Posiblemente no siempre en los nombramientos pastorales que debió acometer, gozó del tiempo y de los elementos suficientes para enjuiciar los destinos y el personal que tenía a su alcance. Con pocos mimbres debía hacer muchos cestos. 

 

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La primera propuesta fue como coadjutor de la parroquia de San José de Badalona y capellán de las Clarisas de la Divina Providencia. Comprendió perfectísimamente que tras cuatro años de doble capellanía con religiosas, no era cuestión de reiterar ese ministerio. Además esa parroquia de Badalona tenía una bomba de relojería a punto de explotar: la situación del Centro Parroquial de Sant Josep con todas sus secciones y locales. Comprendió mi exposición. Y supongo que se dio cuenta de que mi respuesta a su propuesta iba acompañada de una reflexión profunda y pormenorizadamente minuciosa. Y justificada. 

 

Aún hubo dos propuestas más: el párroco de Santa María de Mataró había sufrido un infarto, y la parroquia necesitaba asistencia. Mn. Colomer residía con una hermana religiosa de las Auxiliares Diocesanas que conocedora de mi hipotética llegada a la parroquia como adscrito o vicario (a través de perjuicios adquiridos en un pasado lejano), movió los hilos para vetar mi arribo a la Basílica de Santa María. No tuve ni que dar una respuesta. El tema se durmió y Carrera corrigió el rumbo del destino. Quizás la parroquia del barrio mataronés de la Llàntia, de la que se había ausentado por enfermedad su responsable pastoral Mn. Pere Carulla, era una opción más posibilista. Me cercioré de la situación pastoral de la digamos tenencia parroquial, porque aunque realmente no lo era en el sentido estricto, en  la práctica lo era, pues en todos los ámbitos dependía de la parroquia de María Auxiliadora y de su párroco Mn. Manuel Seliva Ponce. Constatada la peculiaridad pastoral y conociendo mi estado personal de ánimo y mis limitaciones personales, y gozando de plena libertad para aceptar o no, rehusé el ofrecimiento, no sin detallar con toda la sinceridad de la que fui capaz pero también con extrema delicadeza y respeto el porqué de la no conveniencia de aquel destino. El obispo Carrera me escuchó con una atención para mí hasta entonces inusitada. Al acabar mi exposición y con aquella sonrisa y mirada de sorna, tan propia de él y que es uno de los rasgos de su temperamento que más plasmados han quedado en mi memoria, el auxiliar me espetó con gentileza: “Ets gat vell, n´haurem de buscar un altre de gat vell” (Eres gato viejo, tendremos que buscar otro gato viejo” A lo que con inmediatez contesté: “Certament, i així al capdevall serem tres”  (Ciertamente, así en definitiva ya seremos tres). No sé si le debió resultar gracioso u ocurrente pero soltó una de aquellas carcajadas memorables en él, cuando estaba en sus mejores momentos y a gusto con su interlocutor. Cuando no era así, fruncía el ceño con un silencio elocuente. 

 

Llegaba el final de septiembre y yo, que había permanecido hasta entonces con un cierto sosiego siendo  como soy, empecé a intranquilizarme; hasta que en las vigilias de la Merced, recibí la llamada de Carrera conminándome a ponerme en manos de Mn. Josep Maria Galbany, párroco de la Parroquia Mayor de Santa Coloma de Gramenet. Entendí que se trataba del otro gato viejo en cuestión. 

 

C:\Users\usuario\Desktop\mos.jpgGalbany me acogió muy calurosamente y me explicó la paradigmática situación de mi posible aterrizaje pastoral en Santa Coloma. Carrera me dijo que él en persona me hiciera la propuesta y que me tomase el tiempo necesario para contestar. Vi a Mn. Galbany tranquilo, pero necesitado de una mano para la pastoral de la parroquia. El hasta entonces su único coadjutor, Mn. Lluis Bultó Serra, al parecer y a bote pronto se iba a misiones. Al menos así me lo expresó o yo llegué a entender. Era un sacerdote perteneciente a la ya jurídicamente extinta Casa de Santiago. Al poco me enteré de que se había tomado un tiempo que finalmente le llevó a la secularización. En ese mismo final de septiembre, había sido nombrado párroco de Santa Rosa, en la misma ciudad, el sacerdote claretiano P. Lluís Vericat, con el ruego de echar una mano en la parroquia de Galbany vista la precariedad a la que se había visto reducida con la intempestiva marcha de Bultó.  Intuyo que el claretiano, con el que pronto trabé una gran amistad, se encontraba superado por el encargo. Y por si fuera poco, faltaban solo días para la inauguración del Tanatorio Municipal de la ciudad y nadie en toda Santa Coloma se creía en condiciones de poder asumir la responsabilidad de capellán. Mn. Josep María me dijo que trataría de todas estas cuestiones en la reunión sacerdotal del Arciprestazgo, que se tenía que celebrar al cabo de un par o tres de días. Entretanto que me lo pensara. El día 2 de octubre por la tarde, fue él quien me llamó citándome para la mañana siguiente. En la reunión arciprestal, Galbany verificó dos cosas: por una parte, una vehemente negativa, acompañada de una inesperada crítica hacia mí, de uno de los párrocos de la ciudad, un tal Catá,  a ser acogido en Santa Coloma. Él ni me conocía ni me dejaba de conocer. Todo por aquel “per sentito dire” del que afirman los italianos, es pobre recurso de mediocres.   Me sentí como aquel inclusero de la canción de Juanito Valderrama: el cura inclusero. Y como ahora, me lo tomé a guasa. 

 

Lo que ya Galbany no se tomó  a guasa es el escaqueo generalizado de todos los sacerdotes de la ciudad sin excepción a asumir la responsabilidad pastoral del Tanatorio. El había acudido el primer día de servicios: 4 funerales uno tras otro. El segundo día había enviado a una religiosa de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones (las de la Madre Carmen, para entendernos), Sor Ángela, que prestaba servicio en el Hospital del Espíritu Santo. Servicial como era, aquel mismo día la religiosa había presidido dos Celebraciones de la Palabra a modo de exequias. Esa situación obviamente no podía continuar. Me preguntó cuál era mi predisposición al respecto. Le dije que allí estaba para lo que dispusiera. Cura trabajador y bien dispuesto como pocos he conocido, me dijo que nos repartiríamos las misas, bodas y bautizos mitad a mitad, mano a mano. Y que fuera ya al Tanatorio al día siguiente. Con la mentalidad jurídica de la que alguna vez hago gala, le repliqué suavemente. “¿Y el nombramiento?” Respuesta rápida y con un cierto desdén, no hacía mí, sino hacia la burocracia: “¡Paperassa! Ja me´n ocupo jo amb en Carrera” (¡Papeleo! Ya me encargo yo con Carrera”). Gato viejo con muchos tiros dados.  

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Mn. Josep Maria Galbany y Mons. Joan Carrera Planas

Pasados seis años como adscrito a la Parroquia Mayor de Santa Coloma y Capellán del Tanatorio Municipal, la partida de Mn. Antoni Rubio de su parroquia del Fondo a la de Llinars del Vallès, propició mi nombramiento como su sucesor al cargo de la parroquia. Según palabras del auxiliar, como “el relevo natural” de entre los posibles por cercanía y línea homogénea en la pastoral. Llegaba tras un decenio de trabajo de Mn. Rubio y un significativo viraje de este a la línea pastoral hasta entonces diametralmente opuesta a la suya, cosa que le costó enconados sacrificios. Comprendía pues Carrera que el fruto pastoral del trabajo de Mn. Rubio era evidente, y que volver a aquellos postulados ideológicos de los años 60 que marcaron el tono de las parroquias de Santa Coloma, era inadecuado. Ese era el Carrera profundo admirador de la revolución de Juan Pablo II, el obispo auxiliar del post-progresismo: como él mismo adjetivó al ciclo eclesial que empezaba a hacerse paso, no sin dificultades y reticencias, en Barcelona. 

 

Durante los seis años que seguí como párroco ya del barrio del Fondo fue una gozada disfrutar de su presencia en la celebración de las Confirmaciones o entablar un rato de charla visitándole algún domingo que otro por la mañana temprano, antes o después de la misa de 9 que semanalmente celebraba en Badalona. A muchas dudas pastorales y a no pocas personales les dio escucha y procuró consejo. Agradezco al Señor haber podido gozar, como tantos otros sacerdotes en la diócesis, de su cercanía y amistad. Laus Deo. 


Mn. Francesc M. Espinar Comas

Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet

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2 comentarios

  1. Es interesante conocer la "pequeña historia" .

    Dice mucho de usted que recuerde con agradecimiento a los que le han hecho bien, aunque sea en una relación laboral y misional.

    El comportamiento de ese obispo seguramente tendrá algo que enseñarnos

    ResponderEliminar
  2. A la Frattelli TUTTI le falta la Sorelle.
    Esto puede ser el principio del FIN.

    Pd: como se entere Soros....!!!!

    ResponderEliminar

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