CAPÍTULO VIII: LA HISTORIA DE CRISTO CONTINÚA EN LA IGLESIA
La resurrección de Jesús inaugura un tiempo nuevo, pero no rompe la historia. Los hombres continúan sufriendo las miserias del pecado, continúan la lucha para aprender a amar. Lo que hay de diferente en nuestro tiempo es que podemos pasar por el combate de la vida conociendo, contemplando y gozando el misterio sagrado de la historia. En el fondo del dolor de la humanidad está Jesucristo que se ofrece al Padre. Sobre toda manifestación de progreso o de felicidad sobrevuela una mirada complacida de Dios. Dios continúa queriendo el bien del hombre, el máximo bien. Por eso espera que nuestro amor madure.
Por la historia de su gestación y por su realidad actual, tal como reiteradamente os lo he ido explicando en los artículos de Liturgia de esta página, el año litúrgico ha de ser entendido como la contemplación eclesial de Cristo y de su obra, misteriosamente reflejado en la fe de la misma Iglesia militante.
El año de gracia santifica el tiempo de la Iglesia porque consigue que el tiempo se convierta en pleno para el hombre que vive aún limitado en la sucesión de cada día y de cada instante. Si San Pablo nos habla de una plenitud de los tiempos es porque Cristo lo recapitula todo en Él: pasado, presente y futuro. Para el hombre que se ilumina con el misterio de Cristo, los acontecimientos pretéritos no son valores irremediablemente perdidos. Ni le resulta totalmente ajeno el futuro de las promesas divinas.
Recordemos que el tiempo nos es dado para que maduremos en la caridad. En el único sentido que necesitamos, el tiempo resulta pleno, fecundo y santo para cada hombre, en la medida en la que para él aquel tiempo queda penetrado de la realidad trascendente del misterio de Cristo.
Y la actualización de la luz del misterio de Cristo en cada alma, si encaja con la contemplación eclesial del año de gracia, adquiere una dimensión comunitaria análoga a la de la participación en los sacramentos.
Cuando un cristiano comulga, toda la Iglesia se beneficia de ese aumento de gracia. La santidad de unos atrae de Dios más gracia para los otros. De la intensidad con que uno reza, mientras se encuentra reunido en la asamblea del Señor, se deriva un estímulo colectivo para la plegaria intensa.
La revelación de un aspecto de la belleza de Dios, concedida como un descubrimiento personal e íntimo a uno de los fieles reunidos, constituye un enriquecimiento espiritual de toda la asamblea. Como también la oración y la alabanza fervorosa de una asamblea determinada produce un aumento de vida en toda la Iglesia. Y finalmente, un progreso colectivo de unión con Dios por parte de los cristianos, trasciende a la humanidad entera. Pro mundi vita: por la santidad y la oración de la Iglesia todos los hombres del mundo que de manera natural aman al bien, serán atraídos a la verdad y al amor, luz de Dios, tal como Dios quiera revelárselos.
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Tengo delante, modén, la "nota des bisbes en la mort de Pere Casaldàliga". Ellos entienden la teología del tiempo de forma muy distinta de la suya. Para usted, el tiempo es plenitud de caridad, de amor, de gracia. La nota escribe, literalmente, "Els bisbes de la Conferència Episcopal Tarraconense sentim la partença cap a la casa del Pare del bisbe Pere Casaldàliga". Eso de sentir la partida de un obispo hacia la casa del Padre suena muy fuerte. Si va hacia el Padre es motivo de alegría. Podremos sentir el intervalo de purificación, de alejamiento de la casa del Padre, pero su llegada... Ay los obispos, mosén. !Qué obispos!.
ResponderEliminar¿Pero qué es eso de la teología del tiempo?
Eliminar(dejando a salvo las afortunadas aclaraciones del P. Espinar)
¿Habrá también una teología de la forma, de la masa, del espacio? De la linea, de la sombra, del color? ¿Del peso atomico? ¿De la pluma de la gallina y la tinta del calamar?
En mis tiempos era la teología de Santo Tomas, la manifestación más perfecta de la teología "de las escuelas", que no es otra cosa que la adaptación de Aristóteles a la revelación cristiana... (Aristóteles disecciona y clasifica la realidad física y la realidad más allá de la fisica)
Claro que siempre algún enterado, especialmente s.j. podrá poner el punto sobre la i en alguna proposicion, pero para salvarse y salvar a los demas, basta.
La teología es un medio, nunca un fin (excepto para los que viven profesionalmente de ello enseñandolo o para los apologetas).
Insisto en este punto porque desde finales del pasado siglo nos hemos acostumbrado en pensar con conceptos y palabras abstractas, perdiendo de vista la realidad.
Del mal que hace, a parte de fomentar la guerra de palabras (humo), uno se da cuenta en los procesos neuróticos:
la persona acaba viviendo en una realidad ideal, no terrenal.
¡Y le cuesta al terapeuta convencer a su enfermo mental que la vida real no está ni en su cabeza ni en las ideas platonicas mal digeridas!
Afortunadamente, en cuanto se baje de la moto y aprenda a llamar pan al pan y vino al vino, comienza el proceso de sanacion.
Una vez la persona haya decidido libremente que quiere jugar al baloncesto, tendrá que jugar; y jugar conforme a las reglas del juego, so pena de que le echen de la cancha...
¡Y aquí viene lo bueno!:
Cuanto más juegue, jugará mejor; y cuanto mejor juegue, más lo disfrutara.
(jugar al baloncesto no tiene nada que ver con la meditación sistemática de las reglas de la Federación Internacional de basketball)
¡Menuda revelacion!
Pues poco más es la salvacion, a través de la práctica cotidiana de las virtudes cristianas y el amor de Dios.
(si necesita un poco más de color, basta rezar el rosario contemplando los misterios con la técnica ejercitatoria sanignacioloyolista s.j.)
Totalmente de acuerdo con el Sr Valderas Gallardo.
ResponderEliminarMuchos comentarios son penosisimos Al estilo del "Come Ranas" que buscan un lugar en las calderas de "Pere Botero" Ya qu quizas son muy "catolicos" pero nulamente "cristianos"
EliminarAnónimo de las 23:09
Eliminar¿No le gustan las ranas?
¿Las ha probado?
¿Qué propone?
Un comentario, él suyo Sr. Valderas, INCONMENSURABLE.
ResponderEliminarPero, ojo al dato, a lo mejor ellos saben que ha ido a la casa de un padre diferente. El PACHAMAMO, por ejemplo. Por eso están tan compungidos.
Lo que más odiaba NUESTRO SEÑOR ERA A LOS HIPÓCRITAS!
Estoy totalmente, plenamente, de acuerdo con la opinión del Sr. Valderas. Como son estos obispos. ¿Sentir que un católico vaya al encuentro de Dios, indica que no están de acuerdo con la conducta de esa persona?. El encuentro con el Padre, es lo más grande que podemos esperar aquellos que intentamos seguir las enseñanzas de nuestro Maestro Jesucristo, el único Salvador. Señores obispos, pónganse las pilas. María Auxiliadora ruega por nosotros.
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