Majestat de Sant Joan de Caselles
CAPITULO I : HAY QUE SALVAR AL HOMBRE
El cristiano vive avanzando hacia la plena realización de su vocación de hijo de Dios. Desde toda la eternidad, Dios nos ha elegido para que llegásemos a gozar de la felicidad eterna, que se identifica con el ser mismo de Dios. Los que han conseguido la gloria poseen a Dios, porque lo conocen a la luz del propio conocimiento de Dios, y le aman y lo gozan con el mismo amor con que Dios se ama y se goza.
Cuando el hombre comienza a ser cristiano, en el momento del bautismo, recibe el don de la gracia, que lo hace digno de amor a los ojos de Dios, porque reproduce en su alma la belleza espiritual de Dios; don que, por otra parte, lo capacita para conocer a Dios y amarle.
Para llegar a la madurez del amor –que lo hará apto para el eterno disfrute de Dios- el hombre debe vivir antes entre los hombres. Es entre sus hermanos que se ha de ejercitar en la lucha humana, para llegar a ser cada día más libre de las tendencias que ahogarían en su interior la claridad de Dios.
El hombre se salva cuando realmente realiza el ideal que Dios se propuso para él, al llamarlo a la existencia. Pero este ideal no puede definírselo el hombre en solitario. Necesita aprenderlo, de muchas maneras, escuchando la voz de Dios que le habla desde la humanidad salvada: la Iglesia. Más aún necesita valerse del concurso de toda la humanidad. Tiene que observar con buena voluntad los hechos que va conociendo, tanto los buenos como los malos. Así va entrenándose en la firme y serena búsqueda del bien, siempre y en todo lugar. No hay ni un solo acontecimiento humano que sea inútil para la salvación de los que quieren salvarse. Todos nos aportan, de alguna manera, el mensaje de Dios pidiéndonos amor. Para llegar a la caridad madura, el hombre necesita tiempo y pasar por la prueba de circunstancias diversas.
A través de la mutación de los tiempos, hay algo en la vida de los hombres que persiste, que se va precisando; que hace que aquel hombre cada vez se convierta más en él mismo. Es necesario que este afianzamiento de su propia personalidad vaya unido a un aumento de la potencia de amar; y de amar a Dios a través de los hombres.
Puede que desafortunadamente no sea así. Puede que el tiempo pase en vano, y que la vida no sirva para el destino que Dios le ha dado; y que con todas, el hombre permanezca pertinaz y testarudamente en su egoísmo.
El tiempo es un don de Dios, la vida es un don de Dios; pero si el hombre no quiere usarlo bien, no sacará el partido de él que Dios espera.
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Sí, mosén Francesc. Tal cual.
ResponderEliminarHe oído decir a algún capellán de hospital con qué dolor hablan personas que saben que les quedan pocos días de vida al darse cuenta de lo mal que la han aprovechado. Tremendo.
Eso es muy normal.
EliminarTodos vivimos como si no envejeciesemos ni muramos.
Entre otras cosas porque vivimos en el paraíso consumista, estamos atontados con la televisión y no vemos la muerte por ninguna parte.
Un ejercicio que los psicólogos de la conducta hacen hacer a sus clientes es:
"Supon que te queda una semana de vida, ¿qué cosas cambiarias en tu vida?"
la conciencia de tener un tiempo limitado hace que veamos el mundo con otros ojos y nos comportemos con más autenticidad, más humanidad y más responsabilidad, por lo menos hacia nosotros mismos y hacia la gente que nos rodea.
Como es natural, el consumismo y las apariencias son lo primero que desaparecen; me pregunto por qué.
Y, sí; es bastante efectivo
(pruebe)